El amor es amor

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El Amor es…

Amor

Mariví Marín



El Amor es…

Amor Mariví Marín

A mis dos amores y familia


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Tan Cerca, Tan Lejos L

os abuelos y las abuelas llegaron a este mundo cuando las circunstancias eran bien diferentes a las que nosotros conocemos. Ellos suman años y años y con ellos historias llenas de vivencias, recuerdos, añoranzas por aquellas personas que fueron dejando por el camino… ese camino que es la propia vida. Ellos poseen la fuente de sabiduría, el pragmatismo y la serenidad. Lo triste es que ¡cuántas historias se llevan con ellos cuando dejan esta vida!, perdiéndose esos valores tan necesarios para el progreso de la civilización humana. Mi nombre es Matías y he tenido la fortuna de haber vivido entrañables tardes y vacaciones de verano, disfrutando de las maravillosas historias de mi abuelo. ~5~


Sé ahora a mi edad actual, que no vivieron cuentos de hadas, príncipes y princesas, pero sus historias estaban llenas de vida, de verdad, de emociones y sentimientos sinceros… Solo conocí a uno de mis cuatro abuelos, mi abuelo paterno. Podría sostener que entre nosotros surgió una maravillosa historia de amor –sin medida– aunque él fuera ya viejecito y apenas pudiera caminar, debido a una enfermedad degenerativa. Entre otras muchas historias, me narraba algunas de la abuela, una persona excepcional y luchadora que sufrió la muerte prematura de un hermano de dos años y la de su madre muy joven, que se fue de cáncer. Ella tuvo que hacerse cargo de su padre y hermano a una temprana edad, lo cual las circunstancias de la vida no le permitieron tener apenas infancia ni juventud. La abuela finalmente se fue de una demencia senil, pero fue relativamente feliz con sus hijos y familia. Con el tiempo, yo observaba el deterioro del abuelo Manolo. Ya no era aquel hombre que leía libros y libros, cuidaba su jardín, podaba

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sus setos y estaba pendiente de sus árboles frutales. ¿Qué podría hacer para que el abuelo volviera a ser el mismo que conocí? ¿Bastaría con mis besos, abrazos y mimos?… era complicado. Mi cabeza daba vueltas y vueltas y no paraba de cavilar. ¡Matías! –dijo mi abuelo Manolo al verme tan preocupado–, tus papás me han dado una segunda oportunidad en la vida para amar desmesuradamente… eres ese oxígeno que me ayuda a vivir mis últimos días con mayor intensidad. Eres el mayor regalo que me pudo hacer mi hijo. A través de tus ojos y tu sonrisa has llenado mi vida de esperanza e ilusión. Eres mi presente y futuro… ¿Cómo podría negarme a ser tu cómplice y compañero fiel de tus juegos y aventuras? Gracias a ti, me remontas a mi infancia, aquella inocencia y frescura de la niñez, a esos olores de mamá, del jardín recién cortado, del cántico de los jilgueros y del colorido de las bellas mariposas revoloteando encima de las flores de la abuela. –¿Y me preguntas, Matías, que qué puedes hacer por mí para que mi deterioro o la

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