Huellas imborrables

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Huellas imborrables

I

Verde Esmeralda

E

l joven Patricio Valdelomar veía temblar sus manos mientras terminaba de hacer el nudo corredizo a una cuerda nueva que había encontrado en el galpón donde se escondía desde hacía una semana. El olor de sus propios desechos, que inundaba el lugar poco ventilado, le golpeaba la nariz al inhalar fuertemente en busca del aire que alimentara su voluntad de terminar la tarea que había decidido, luego de una noche en vela sopesando sus posibilidades. Lentamente se levantó del suelo y buscó con la mirada perdida una viga que soportara su peso. Instintivamente recorrió su cuerpo nervudo y flaco, las venas verdosas sobresalían ampliamente de su piel, como queriendo salirse de su cuerpo. Sus músculos formados a base de las cargas que soportaron sus brazos y espalda desde joven, ahora lucían flácidos y desprovistos de fuerza. Una semana de pasar hambre, de alimentarse de las sobras que lograba recuperar del basurero al que acudía religiosamente cada medianoche, lo había consumido. La decisión de terminar con sus días solo adelantaría la inevitable agonía de una muerte segura por inanición o deshidratación. ¿Qué más daría un suicidio o muerte natural? Tal vez la única diferencia estaría en el juicio de Dios que castigaría su decisión de quitarse la vida, pero hacía mucho que había dejado de creer en un Dios que mueve los hilos de la vida y ahora solo lo consideraba una energía creadora, pero indiferente de cuanto pasa en este mundo. Las medallas y crucifijos fueron los primeros objetos que desechó de su indumentaria. Su solo contacto con la piel le provocaba dolores insoportables en su conciencia. Rápidamente Patricio Valdelomar, hijo de Rafael Valdelomar un potentado de la zona, vio pasar su vida de la opulencia a la indigencia. Todo por lo veleidoso del destino. Como único hijo legal de su padre, lo esperaba una herencia pródiga y los lujos en que se desenvolvía su padre, que compensaba sus ausencias permanentes de la vida del joven, con dinero abundante. Su madre, lo crió con la ayuda de nanas e institutrices que lo educaron formalmente en las artes, las letras y las ciencias y a los 17 años ingresó a la Universidad de la Capital, donde se graduó con honores en medicina. Su retorno al pueblo fue celebrado como el regreso de

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