Boletín Pastoral N.31 Semana del 2 al 8 de julio del 2018
Domingo XIII del Tiempo Ordinario
“La mano del Señor estaba con él” “Dios no creó la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes; todo lo creó para que subsistiera”. Con estas palabras del libro de la Sabiduría se abre la primera lectura que se lee en este domingo (Sab 1,13). El texto nos dice que el pecado es lo que hace penosos los fenómenos naturales de la vida humana, como la enfermedad, la debilidad o la muerte. Más importante aún es la afirmación de que Dios nos ha creado para la inmortalidad, puesto que nos ha hecho a imagen de su propio ser. Estamos acostumbrados a pensar en esa categoría de la imagen y semejanza de Dios en términos del conocimiento. Pero es importante verla a la luz de nuestra vocación a vivir siempre junto al Autor de la vida. Con esa confianza podremos proclamar con el salmo: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado” (Sal 29). Por otra parte, escuchamos cómo san Pablo invita a los Corintios a participar en la colecta a favor de los pobres de Jerusalén. No se trata solo de compartir. Se trata de imitar la generosidad de Jesucristo. Esa es la norma y el ideal de nuestra vida. El evangelio que hoy se proclama nos introduce en un escenario de dolor y de muerte. Ahí aparece el jefe de una sinagoga. Se llama Jairo o Yaír. Su nombre parece significar: “Que él (Dios) lo ilumine”. Y efectivamente, este padre que sale al encuentro de Jesús para suplicarle la curación de su hija parece guiado por la luz de lo alto. Su ruego es sencillamente patético: “Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella para que sane y viva” (Mc 5,23). Jesús escucha la petición y se pone en camino con Jairo. Pero alguien llega anunciando que la niña ha muerto. Jesús oye el mensaje y le dice a Jairo: “No temas, basta que tengas fe” (Lc 8,51). Los discípulos más cercanos de Jesús acompañan al padre y a la madre de la niña. Por todas partes hay mucha gente alborotada. Hay Tiempo Ordinario Ciclo B de flautistas y plañideras a sueldo. En ese 1 contexto se sitúa la exclamación Jesús: “¿Qué estrépito y qué lloros son estos?” (Mc 5,39).