Revista Literaria Delirium Tremens número 3

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Oráculos de arena - Ensayos y artículos / 60

del libro: los textos de José Emilio Pacheco alcanzan la dimensión de enunciados líricos, artefactos semánticos que soslayan la brillantez lingüística; reflejos emotivos que admiten en momentos la capacidad estética del lenguaje. Si los antiguos bardos cantaban una historia, Pacheco narra un canto. Más cercano a la prosa, el verso de este autor soslaya el orden sonoro de la imagen, la voz humana oficiando, revelando verdades fundamentales y desemboca en un lenguaje más crítico, más reflexivo. Acaso por lo mismo, otro libro del autor que me ocupa, Los trabajos del mar (1983) [10] contiene, según los editores, lo que postula Marianne Moore: el sentido de compactación, el tono 2absolutamente nítido, absolutamente eficiente, para hacer del lenguaje poético un verdadero vehículo del pensamiento”. Curiosamente, el poema titulado “Prosa de la calavera” observa una enorme dosis de poesía. El aliento es grave, solemne, casi grandilocuente, con el sentido trágico heredado de la tradición judeocristiana: Como Ulises me llamo Nadie. Como demonio de los Evangelios mi nombre es Legión.

El tono satírico es inmejorable. Creo que este es el tono exacto del cantor que me ocupa. Versos irregulares, amétricos; expresión discursiva, arrítmica, sin variedad estilística, soslayando los cánones del discurso placentero. El aparente agotamiento preceptivo lleva a Pacheco al tono narrativo. En otros términos: aquí no hay intenciones líricas: el lenguaje va del enunciado a la ligereza; irreverente, busca desacralizar el estilo expresivo, la acentuación regular, isocrónica. Sin embargo, no llega al desaliño, aunque esta actitud estética tampoco elude el sentido substancial de la lengua poética. Para finalizar, El silencio de la luna [11], volumen con el que obtuvo el “Premio de Poesía José Asunción Silva” en 1994, retoma en muchos momentos el repertorio rítmico para percutir un cántico inicial, donde el reconocimiento a la mujer es evidente. Pacheco forja, en la primera parte, una visión histórica con sabiduría, con justa precisión. Riesgos y temores del hombre frente a la cruel naturaleza femenina. “Prehistoria” es un canto preciso, hermoso, perturbador, donde confluyen el sentimiento y el pensamiento. En la segunda instancia del poemario lo cotidiano da paso a la conciencia del tiempo, a los sucesos irrepetibles, a la fugaz permanencia de la vida: Y nadie escucha. Sombra y silencio en torno de la gota,


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