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Para el último momento

Joaquín Balaguer llegó al poder en 1966 (en un país ocupado por Estados Unidos) e impulsó una constitución reeleccionista, porque la Constitución de 1963 de Juan Bosch, prohibía la reelección.

Con esa nueva constitución podía continuar en el poder, sin ningún freno legal. Empero, este mismo Balaguer ocultaba la intención de repostularse hasta «el último momento».

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El apetito de éste de mantenerse en el poder, usando los recursos del Estado, fue bautizado con el nombre de «continuismo balaguerista». Así se impuso en 1970 y 1974.

En 1978, ese continuismo fue frenado por el triunfo del PRD y su candidato Antonio Guzmán. Aunque se recuerda que Guzmán no buscó la reelección, a pesar del surgimiento de un movimiento reeleccionista llamado «los amigos de Antonio Guzmán». Luego llegó al poder Salvador Jorge Blanco, del mismo PRD, quien tampoco buscó reelegirse y nunca aceptó que sus partidarios tocaran el tema en cuestión.

Posteriormente, retorna Balaguer e impone su reelección en 1990, en medio de acusaciones de fraude electoral. En 1996 lo intenta de nuevo, lo cual provocó una grave crisis política, cuya solución solo fue posible con el llamado Pacto por la Democracia.

En 1996, en virtud de que el presidente Balaguer no podía continuar, Leonel Fernández, del PLD, ganó las elecciones derrotando a José Francisco Peña Gómez, máximo líder del PRD. No obstante, Fernández no pudo reelegirse debido a que la Constitución vigente se lo impedía.

En el 2000, Hipólito Mejía, candidato presidencial del PRD, derrotó a Danilo Medina, del PLD, y pasa a gobernar el país. Rápidamente, Mejía modifica la Constitución con la finalidad de reelegirse, pero acaba perdiendo las elecciones del 2004.

Entre tanto, Leonel Fernández vuelve a gobernar, y 4 años después

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¿De dónde

Las características de los candidatos, las preocupaciones de los votantes y el contexto en el que la campaña tiene lugar, constituyen en retórica lo que son los hechos y acontecimientos que quedan fuera del control inmediato del comunicador.

Con todo, los temas más importantes de la campaña suelen partir del auditorio, de los electores. La filosofía básica de la persuasión y el marketing es entender lo que necesita el auditorio, esté compuesto por consumidores o votantes.

Entonces forman parte obligada del discurso las políticas que el candidato quiere promover. Hay personas con un problema, manifiesto o latente, y se trata de ofrecerles un producto que aporte soluciones.

No podemos dejar de lado que uno de los principales objetivos de las encuestas que encargan partidos o candidatos es determinar cuáles son las principales preocupaciones de los votantes, para poder referirse a ellas en su discurso. La economía y las cuestiones sociales, como la calidad de vida y la seguridad, son algunas preocupaciones dominantes en el electorado.

Existen, por supuesto, cuestiones más recónditas que son necesidades que no se mencionan como inquietudes en las encuestas, al menos de forma mayoritaria. En estos casos, el papel de los persuasores es y cada vez más decisivo Pues se trata de arrojar luz sobre ellas de forma que capten la atención y el interés de la gente.

El contexto es de igual modo un elemento esencial a considerar en el reino de la retórica y la persuasión. El año de la elección es siempre un dato clave para el cálculo de la estrategia, pues aporta temas específicos que rara vez pueden evitarse. Por ejemplo, en nuestro país (en otros sucedió igual) las elecciones del 2020 no podían separarse de la pandemia de Covid 19. Lo normal es que haya una conexión estrecha entre el contexto y las preocupaciones de los votantes, pero no siempre ocurre así. Algunos de ellos tienen ciertas angustias que no varían, aunque el contexto o la situación real cambien. Un ejemplo característico es la inseguridad ciudadana, el colapso del sistema de salud, el alto costo de la canasta básica o la corrupción en la administración del erario.

consigue reelegirse sin inconvenientes. En el 2012, entonces, Danilo Medina sustituye a Fernández y acaba reeligiéndose en el 2016 en la primera vuelta electoral.

En el 2020, viene «el cambio» y Luis Abinader, con el PRM, asume la presidencia de la República. En ese sentido, Abinader con tres años gobernando, está ante el reto de repostularse y permanecer gobernando. Al respecto, sobresale que él habla de que lo está pensando ante la pregunta de si se repostulará.

Es que en todos los casos que hubo reelección, los gobernantes dominicanos dejaron para última hora el anuncio de su pretensión, creando la expectativa de «ir o no ir», a pesar de la sospecha de que la reelección iba con fuerza.

De manera que todo lo dicho por el presidente Abinader, se inscribe en la tradición de dejar para «el último momento» el anuncio de la repostulación, a sabiendas de que la misma es «un clamor» de sus seguidores.

El hecho de que las preocupaciones subjetivas de la población no estén de manera directa relacionadas con la situación objetiva es lo que hace imprescindibles las encuestas, incluso para aquellos candidatos con un gran conocimiento de lo que ocurre. Tan erróneo sería obviar las necesidades o tribulaciones de los ciudadanos como desatender problemas reales, simplemente porque no forman parte de sus prioridades, según los sondeos.

Con frecuencia, durante la campaña, los ciudadanos o los periodistas exigen a los candidatos que detallen su programa y sus políticas a implementar si ganan y eso implica tomar posiciones, escoger estar a favor o en contra de una cuestión, por ejemplo. Estas posturas que asume pueden diferenciarle de sus adversarios y crearle una ventaja comparativa.

Está claro que los asesores no pueden crear un candidato de la nada y su trabajo consiste en resaltar los atributos positivos y minimizar los defectos que tiene su cliente aspirante. No olvidemos que al hablar acerca de los candidatos, los mensajes van desde el juicio sobre su pasada labor a revelaciones sobre su vida privada.

Se acusa a menudo a los candidatos de ser marionetas en manos de sus consultores, pero lo habitual es que la regla de conducta entre estos últimos sea «no digas a tu candidato en que tiene que querer dime cómo decirlo».

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