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El (mal) juego de la narrativa

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Corrupción

Corrupción

Luchar contra la corrupción, en países como la República Dominicana, supone una lucha doble. Es un combate sin cuartel que se escenifica en los tribunales, con una segunda tribuna que opera desde los partidos. En el primero, debe prevalecer la prueba irrefutable como recurso para establecer culpabilidad, en el caso del Ministerio Público o, de lo contrario, fallar a favor de los imputados involucrados en cualquiera de los mega casos abiertos en la actual administración.

No podía ser de otra manera: el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), con 16 años consecutivos de administración pública asentado en el Palacio Nacional –pero viendo caer a ex ministros y familiares del entonces Presidente Danilo Medina (2012-2020), es el que sufre los embates de una implacable ofensiva judicial que, al parecer, seguirá más allá de las elecciones del 2024.

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El mega caso más reciente, Operación Calamar, involucra al ex candidato presidencial peledeísta, Gonzalo Castillo; y a los ex ministros José Ramón Peralta y Donald Guerrero.

Entre el paquete que incluye a otros presuntos integrantes de una red que cometió delitos de corrupción en el pasado Gobierno, una decena se declaró culpable de las imputaciones por parte del Ministerio Público.

En su narrativa, la cúpula peledeísta acusa indistintamente a la Procuraduría y al Gobierno de motorizar acciones a través de las cuales tiene un objetivo definido: destruir al PLD.

«Preso político» es la expresión que predomina en el discurso de defensa del partido y estructuras afines. Eso para referirse, especialmente, a Gonzalo Castillo, también ministro de Obras Públicas –una de las instituciones de mayor poder operativo en cualquier administración gubernamental–, quien ha recibido una defensa férrea en todos los ámbitos.

El PLD es arrastrado sistemáticamente a las profundidades de un mar judicial que, sin duda, salpica con la tinta salada del calamar todo aquello que se desprenda desde su virtual candidato presidencial hacia abajo. El todopoderoso Comité Político casi en pleno nada con dificultad, a mar abierto, tratando de justificar una teoría que algunos de los involucrados en estos casos judiciales empiezan a confesar, en detrimento de casi todos los inculpados en cada expediente. Una tarea doblemente titánica.

Recorrer el amplísimo trecho que aún falta para la primera cita electoral (febrero) y retomar la jornada con vistas al domingo 18 de mayo, sobrellevando dos tareas de la embargadura que supone una campaña presidencial y otra en los tribunales bajo las actuales circunstancias, podría significar una experiencia casi religiosa para los peledeístas.

Es casi una torpeza en el diseño de la estrategia mediática que el PLD insista en calificar estos casos como un plan para reducir (destruir, dicen ellos) electoralmente a la que fuera la organización política más exitosa en la era democrática de República Dominicana. La narrativa va degenerando en un ámbito inverosímil, en un estadio de negación que afectará, sin duda, su desempeño en las urnas si persiste este discurso.

No hay una palabra tan manoseada, hablada y escrita como el título de este artículo. La corrupción es un fenómeno arraigado en nuestra sociedad, que a veces ni le prestamos atención y otras, los casos son tan descomunales (como sucede actualmente) que nos deja perplejos en montos y logística. Hasta ahora, ¿qué ha pasado con los casos de corrupción de pasados gobierno? Pues poca cosa. El actual Ministerio Público se empeña en desenmascarar a los corruptos del pasado gobierno que junto a empresarios y particulares tuvieron como objetivo adueñarse y desfalcar los recursos del Estado. Son varios casos, todos sonoros y de miles de millones de pesos que faltara tiempo y espacio para hacer «justicia».

Los distintos gobiernos que hemos tenido nos han cargado un lastre de corrupción que ha dividido más las clases sociales en nuestro país, y la brecha entre ricos y pobres se hace cada vez más palpable de ver y sentir.

Obviamente, para que haya corrupción tiene que haber corruptos e instituciones y actores cómplices. Muchos se enrolan en cargos políticos haciendo de la política la «panacea» de sus vidas y la solución a sus problemas.

Dejar correr el agua del río que buscará su cauce natural, el mar, puede ser una decisión oportuna por parte del liderazgo peledeísta. El tiempo, que juega en su contra, servirá para poner a cada quien en su lugar. También, se encargará de sacar del escenario a quienes se cobijaron, por conveniencia, en la estructura política más poderosa que se forjó en los últimos veinte años.

En este contexto, quedaría desarrollar una campaña que marque distancia del ámbito judicial, de los casos que se ventilan en los tribunales y que, al final, será allí donde se decidirá la suerte de cada uno de los inculpados por parte de las autoridades. Poco debe faltar para que empiecen a publicarse resultados de encuestas acreditadas que deben arrojar luz sobre el verdadero posicionamiento de los tres partidos mayoritarios (PRM, Fuerza del Pueblo y PLD), a su vez, de los tres virtuales contendientes que se verán las caras en mayo del 2024: Luis Abinader, Leonel Fernández y Abel Martínez.

Si bien es cierto que cada partido conoce su realidad electoral, el reloj va marcando la hora en que la oposición tendrá que entenderse o rendirse ante el implacable golpe mortal del mallete que sigue cayendo sobre la cabeza del liderazgo del PLD.

La política para ex funcionarios se convirtió en el mejor de los negocios, hizo millonarios a hombres y mujeres que llegaron descalzos a sus puestos y en cuestión de días andan subidos en el lujo. Otros, sin necesidad se enrolaron en casos de desfalco al Estado pienso que con la única intención de la avaricia. Tener más de lo que ya tienen a cualquier costo político y personal. No les importa la vergüenza, el descrédito ni quedar su desfachatez al descubierto de toda una nación. Les sobró gran capacidad de ingenio a todos. Desde que el actual gobierno del Presidente Luis Abinader tomó posesión tiene al Ministerio Público como su «piedra mágica». Como su as bajo la manga para fines reeleccionistas en una sociedad cansada del robo institucional y con sed de justicia. Abinader prometió una Procuraduría independiente y en teoría se ha ido cumpliendo, pero la falta de recursos apremia y la dimensión de los distintos casos de corrupción destapados por la Pepca son tan complejos y desquiciantes que nadie sabe el tiempo que tardará los juicios finales de cada uno de ellos. Para la oposición política, todo esto es circo y pandereta del Ministerio Público.

Otros osan llamarlo «persecución política» cuando incluso varios culpables en cada uno de los casos han devuelto ciertas cantidades de lo robado y delatado a otros con único fin de salvarse. Entre los casos hasta ahora conocidos: Caso Coral, Coral 5G, Antipulpo, Medusa y Calamar, solo en eso en este país se desfalcó más de 65 mil millones de pesos y aun queda por saber las «visitas sorpresas» del pasado gobierno. Pregunta: ¿quién dijo que somos un país pobre? ¿Quién?

Esa es la sociedad donde vivimos en que los políticos y empresarios se unen para fines corruptos y perjudicar a todo un país que tiene temas urgentes que resolver y donde los recursos se agotan. Se agotan porque se los roban y se los llevan en fundas de basura y maletas.

En ese sentido, y visto lo visto y lo que aún falta por ver ¿podemos confiar en el actual Ministerio Publico? ¿Será solo circo y sangre para llamar la atención y negociar con los implicados para dejarlos en libertad? ¿Sería más justo también que los chivatos y delatores también cumplan cárcel, aparte de devolver lo robado? Si hablamos de corrupción institucional ¿por qué el Ministerio Público no empezó de atrás hacia delante, con los expresidentes y los casos conocidos de años anteriores donde no pasaron de ser una simple denuncia? ¿Qué nos falta por conocer? ¿Qué pasa con los casos de corrupción de este gobierno? Etc. Los políticos, ciertos empresarios y algunos particulares suben de manera estrepitosa al primer vagón que les pasa por enfrente con la oportunidad de desfalco institucional. Luego hablan de «patriotismo».

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