Pero si prestamos atención, en el caso de los espacios públicos –que pueden ser las plazas o explanadas a través de las cuales se accede a las obras, y por ende parte de éstas– no se nos presenta mayor detalle sobre como son estos espacios, y cuando se hace no pasa de meras generalidades. Pero ¿los espacios públicos se justifican solo por el hecho de serlos? Parece que si es así, pues las obras son valoradas por el hecho de contemplar áreas públicas, sin importar la forma, el diseño o la materialidad que tengan estos espacios. Esto supone un punto de inflexión, pues se nos presenta una obra a partir de su espacialidad que en vez de ser ampliamente descrita es más bien simplemente categorizada.
Giancarlo Mazzanti Felipe Mesa, “Coliseos en Medellín”, Arquine 53 (2010): 66.
En la mayoría de los casos que se ocupa el tema de la espacialidad para describir las obras se hace en conjunto con otro aspecto relevante de la obra. Es decir, la espacialidad se nos presenta mayormente como el resultado de otros criterios que tienen más importancia en la concepción de la obra. Por ejemplo, como habíamos mencionado anteriormente, si el espacio es algo etéreo, ¿cómo pueden los arquitectos concebir o diseñar algo que es intangible? Es por esto que en varios de los casos la descripción de la espacialidad –lo intangible– se presenta de manera inseparable a lo tectónico –lo tangible–. Los espacios son presentados entonces a partir de los elementos que les contienen o que forman parte de ellos.
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