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Av. La Floresta 497, of 102, Chacarilla del Estanque San Borja, Lima Tel. 511 217-2800

Producción editorial Av. Del Parque Norte 1020 San Borja, Lima Tel. 511 226-2496 FOTOGRAFÍA • Retratos de los talentos anónimos: Alexis León / Trípode. • Retratos de los periodistas: Andrés Longhi / Trípode. Depósito legal No. 1501012004-7952 Edición: Noviembre 2004 Impreso en el Perú Derechos reservados


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Odebrecht agradece la participaci贸n de :

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INDICE INTRODUCCIÓN

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JURADO

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COMENTARIOS

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DEL JURADO

EL ARTESANO QUE MOLDEÓ GUANANO MACHAY Por: Gladys Nancy Espinoza Odicio

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EL CAMINO DEL CHASQUI Por: Rolly Benjamín Valdivia Chávez

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LOS HOMBRES NO ESTÁN HECHOS Por: Oscar Amaru Miranda Troncos

DE ARENA

MANCIO, EL CRONISTA QUE VOLVIÓ Por: Marco Antonio Avilés Hurtado

DEL INFIERNO

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EL CANTO DE LA KUKULI Por: Ayar Ramiro Escobar La Cruz

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ÁNGELES DE LA CARIDAD Por: Luis Fernando Arriola Ayala

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GUARDIÁN DE LOS BOSQUES Por: Francisco Gonzálo Cohello Puente

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NIQUÍN, EL CURAJA COLLI Por: María Matilde Soto Amasifuén

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FLORES NEGRAS EN EL RÍMAC Por: Samuel Enrique Ashcallay Samaniego

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‘‘DOÑA CHELITA’’ TALENTO PARA AYUDAR Por: Edgar Homero Saldaña Reátegui

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INTRODUCCIÓN El periodismo contemporáneo ha adquirido algunas virtudes. La competencia profesional garantiza que, si la información se maneja con seriedad y responsabilidad, la función social del periodista se torna imprescindible porque relaciona a los lectores con un universo dinámico signado por la noción de actualidad. Leer la prensa significa estar actualizado. Leer los diarios (o ver televisión o escuchar radio) implica que el usuario se conecta, cotidianamente, con versiones de hechos que pueden afectar su vida o su futuro. Y, si se considera que los avances tecnológicos permiten, hoy en día, verificar los datos recopilados, difícilmente se va a producir un periodismo que naufrague en la vaguedad o la retórica. Así, pues, un signo de los tiempos que corren se encuentra en esta capacidad de comprobar, con detalle, la veracidad de los textos producidos por testimonios de hechos. Sin embargo, aunque está prescrito legalmente que los ciudadanos gozan del derecho a la información y que el Estado está obligado a proporcionarla, con transparencia y celeridad, en muchas ocasiones los periodistas no pueden llegar al fondo de las cosas y se arriesgan a conjeturar o adelantar conclusiones con el ánimo de que esta actitud provoque aclaraciones, enmiendas o desmentidos. Otro asunto delicado es el de la construcción de la agenda. Si se observa detenidamente la que sirve para la elaboración cotidiana de las comisiones de trabajo, la actividad política se convierte en el espacio más solicitado por la prensa, debido a los conflictos sociales y políticos que enfrenta un país en vías de desarrollo. Lo que sucede en el ámbito de la política seduce a los periodistas que, intuyendo que esa área es determinante para que los gobernados sepan qué hacen los gobernantes, convierten a los noticieros televisivos y radiales, así como a los diarios, en vitrinas en donde aparecen y desaparecen los protagonistas políticos, de cualquier signo o partido, siempre que sus apreciaciones (o declaraciones) rocen la actualidad. Además, esta suerte de preferencia o exclusividad se suele vestir con una visión espectacular, extendida a todas las demás áreas: siempre se preferirá lo conmocionante, lo aparatoso, lo dramático y lo escandaloso porque la agenda se construye con una suerte de premisa de base: dar a conocer todo aquello que altera el orden natural, aquello que se tropieza con la ilegalidad, aquello que desnuda la incoherencia, el desatino o la desmesura. En este espacio cabe desde la marcha popular, la toma de una carretera, la invasión de un predio privado, la conducta nocturna de conocidos jugadores de fútbol o las relaciones informales de los artistas conocidos. Por estas razones, la mirada del periodismo se limita y abandona su interés en personas o situaciones que se agitan en otro lado de la sociedad, marcado por el anonimato o la discreción. Muy pocas veces, las crónicas que se divulgan atienden a casos de heroísmo civil,


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aventuras en donde miles de personas resuelven problemas en silencio, muchas veces sin llamar la atención pública y, paradójicamente, si no advertimos la composición actual de una ciudad como Lima o de un país como el Perú, en tránsito hacia la modernidad, con una convulsión social impresionante que implica un verdadero desborde popular (como lo ha denominado José Matos Mar), no podremos entender lo que está cambiando en nuestra sociedad. Por ello es remarcable la propuesta que Odebrecht Perú lanzó al organizar el concurso periodístico destinado a rescatar los talentos anónimos. Con ello, la empresa propuso a los periodistas mirar detrás del espejo de la actualidad y considerar a aquellos hombres y mujeres que trajinan por ese entramado social convulso. Propuso descubrir y exponer experiencias poco conocidas o divulgadas, que no han merecido la atención de la prensa profesional. Propuso a los periodistas realzar ciertas actividades nutridas por el empeño y la perseverancia, por el desapego y el altruismo, por la voluntad de hacer algo en pequeña escala, con el optimismo por bandera. Así pues, con este concurso, Odebrecht Perú ha colaborado, realmente, a que muchos periodistas, de diversas partes del país, se atreviesen a dar cuenta de una intensa mirada en su entorno más cercano, en donde muchas vidas han comprometido su destino con las de otros, generalmente hacinados en la pobreza de recursos y el desaliento. El resultado no puede ser más auspicioso. Y más lo será el texto que recoge esas experiencias, vertidas en crónicas singulares, con protagonistas desconocidos, cuyos nombres aparecen aquí y ahora, para que sepamos qué está sucediendo en el trasfondo de esa sociedad. MARIO RAZZETO


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ÚRSULA FREUNDT-THURNE Decana de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Ciencias Aplicadas-UPC

JURADO KELA LEÓN AMÉZAGA Directora del Consejo de la Prensa Peruana

GUILLERMO NUGENT HERRERA Sociólogo. Investigador principal del Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo-DESCO

JORGE POWER MANCHEGO Abogado. Representante de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión (SNRTV)

LUIS ALBERTO PEIRANO FALCONÍ Decano de la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación de la Pontificia Universidad Católica del Perú

MARIO FERNANDO RAZZETO ZAVALA Periodista y profesor de periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima

JOSÉ MARÍA SALCEDO DE LA TORRE Periodista y conductor de programas de radio y TV

ZENAIDA SOLÍS GUTIÉRREZ Periodista y conductora de programas de radio y TV


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COMENTARIOS DEL JURADO Mientras leía estas historias pensaba en mis hijas, en cuánto disfrutarían escuchando estas crónicas aparentemente irreales, ajenas, lejanas, pero verosímiles. Me imaginaba sus dudas, sus preguntas, sus curiosidades. ¿Es verdad que existen?, me exigiría una de ellas. Me preguntaba si ellas finalmente se convencerían de que se trataba de personajes que las rodeaban todos los días, que vivían mucho más cerca de ellas que de los cuentos. Me preguntaba, finalmente, si lo que disfrutaba línea por línea, no merecía ser el argumento de muchos de los cuentos que pueblan nuestras bibliotecas. Cada una de las historias que comprende este libro nos prepara, principalmente, para un viaje interno, para un viaje profundo, para un viaje muy intenso del que es inevitable retornar transformado. No cabe duda de que después de leerlos uno ya no es el mismo. No puede serlo porque nos han revuelto la casa interna. Los personajes que se asoman tímidamente en estas historias y los periodistas que recuperan sus versiones jugando limpio y apostando por la honestidad del narrador, no hacen sino tendernos la mano para que los acompañemos mientras viven sus actos, mientras conviven en un espacio lleno de sensaciones y sentimientos. Tan retadora invitación nos obliga a repensar nuestras vidas, nos reconfirma que existe gente noble, gente que cree en el silencio de los actos y que está, sin embargo, dispuesta a compartir su secreto si ello implica recuperar fuerzas; dar un paso más. La empresa Odebrecht Perú nos demuestra que hay historias que deben ser contadas, que existen historias que los peruanos compartimos y que conocerlas nos hace mucho bien. Se trata, qué duda cabe, de seres humanos comprometidos con la vida, con sus posibilidades y su horizonte. De personas que en silencio dan pasos decididos y elocuentes y que gracias a la extraordinaria iniciativa de esta empresa salen del anonimato para evidenciar el talento que incuban y que contagian. Recuperar lo valioso, lo valiente, lo necesario a través del periodismo es una urgencia. Esta extraordinaria iniciativa puede dar paso a que nuestros hijos no tengan que acudir a historias de valientes desconocidos y a pasajes sin olor ni textura. Tenemos nuestros talentos, tenemos nuestras historias. Tenemos nuestros valientes. Nuestros personajes, qué duda cabe, están allí a la vuelta de la esquina. Úrsula Freundt-Thurne

Los mejores recursos del Perú están dispersos entre la cotidianidad de la vida colectiva. Imaginamos que los tesoros usualmente están enterrados, ya se trate de restos arqueológicos o de valiosos minerales. No hemos incorporado aún a nuestra manera de entender el país las actividades de personas que son los principales pilares de una moral pública alternativa. Los trabajos ganadores de este concurso tienen el mérito del hallazgo del personaje, la buena escritura como parte del ejercicio periodístico y es una muestra de lo que se puede hacer con los medios de comunicación cuando hay un apoyo responsable por parte de las empresas propietarias, así como en gestos de responsabilidad social como es el presente caso de Odebrecht Perú. Guillermo Nugent


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Lo mejor de nuestro país descansa sobre los hombros de una legión de personajes para los que la abnegación no es un sacrificio insólito sino su vida cotidiana. Ellos son los que hacen que, a pesar de todas las adversidades, haya lugar para la esperanza y que lo que llamamos sociedad sea algo más que un intercambio de traiciones o una lucha sin cuartel para sobrevivir a expensas del vecino. Estos personajes están tenazmente iluminados por el persistente fulgor de su propia pasión, algo que les dice que este mundo es nuestro, que tiene que ser un mundo humano y que ellos deben lograrlo aunque nadie se detenga para murmurarles que son comprendidos y que su sacrificio nunca será vano. La única protección y el único privilegio que se permiten no vienen ni del poder, ni de la riqueza. Es la protección del rostro de un niño que algún día seguirá su obra. Ese rostro los protege de sí mismos y de su propio derecho al cansancio y a la decepción. Es formidable que un concurso como el de Odebrecht Perú nos permita asomarnos a las biografías asombrosas de estos talentos anónimos. José María Salcedo

Hay seres extraordinarios, cuya tenacidad para conquistar sus sueños tiene un temple formidable. Son personas que no persiguen fama ni dinero, para las que su mayor dicha, está en arrancar una sonrisa de quienes menos tienen. Personas que pueden dar la vida, por convencernos que estamos dejando que el apuro, la ignorancia y hasta eso que llamamos modernidad, se lleven lo mejor de nosotros y que el tiempo borre las huellas de una herencia que es nuestra obligación aprender a valorar y cuidar. Odebrecht Perú, a través de Talentos Anónimos ha encontrado la manera de hacernos ver que estas personas especiales, tienen nombre y apellido, están a lo largo y ancho del país y ofrecen su aporte extraordinariamente positivo sin esperar nada a cambio. En un país como el Perú, aquejado de mil problemas, estas mentes y corazones talentosos, resultan un valiosísimo aliento. El visibilizarlos, es también una formidable idea. La empresa se propuso además, una misión por partida doble, premiar a periodistas con buen oficio, corrección en el relato y sobre todo, con capacidad de ver. Es decir, saber encontrar valores lejos de la estridencia de la noticia diaria. La experiencia de haber sido parte del jurado, ha sido para mí, extraordinariamente gratificante. Mi reconocimiento a Odebrecht Perú, una empresa privada que da muestras de tener gran espíritu social. Zenaida Solís


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GUANANO MACHAY “BOCHA” Y LA CULTURA HUAROCHIRANA


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Gladys Nancy Espinoza Odicio Periodista

“Bocha” y la cultura huarochirana

EL ARTESANO QUE MOLDEÓ GUANANO MACHAY

CUANDO UN HUMILDE ARTESANO INVIERTE EL CAPITAL DE SU TIEMPO Y FUERZAS EN RESCATAR NUESTRO PASADO SIN NINGUNA COMPENSACIÓN, LA HISTORIA DEJA DE SER UN MERO ENTRETENIMIENTO CULTURAL PARA CONVERTIRSE EN UNA APASIONADA RELACIÓN SENTIMENTAL .

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Decenas de bailarines, vestidos de coloridos atuendos, pasean por las calles de la ciudad a ritmo de las danzas huancas, kurkuchas o negritos. En medio de esos vistosos trajes y sugestivos bailes irrumpe un grupo totalmente diferente.

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En 1994 Matucana, capital de Huarochirí, se viste de fiesta. Se ha organizado uno de aquellos concursos que entusiasman y reivindican el orgullo étnico de los pobladores. Unos 64 grupos vecinales de toda la provincia aspiran el galardón del “Festival de Danzas Folklóricas por la Juventud”.

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H

ablar de cultura e historia en el Perú es para muchas personas sólo un intelectual pasatiempo de conversación, del que sólo un grupo de estudiosos ha dedicado su vida con un mínimo apoyo estatal. Pero cuando un humilde artesano invierte el capital de su tiempo y fuerzas en rescatar nuestro pasado sin ninguna compensación, salvo las desconfianzas e indiferencias, la historia deja de ser un mero entretenimiento cultural para convertirse en una apasionada relación sentimental. Esa es la historia de Áureo Fernández, el voluntario protector de 55 cuevas en San Jerónimo de Surco.


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LLEGÓ A SAN JERÓNIMO DE SURCO EN 1994 PARA BUSCAR MEJORES CONDICIONES DE VIDA PARA SU FAMILIA. EL AMOR A GUANANO MACHAY FUE A PRIMERA VISTA Y TOTALMENTE CIEGO. EN ESE MOMENTO, LAS 65 CUEVAS PREINCAS SE ENCONTRABAN EN TOTAL ABANDONO Y CASI TAPADAS DE TIERRA Y BASURA.


Diez personas procedentes del distrito de San Jerónimo de Surco aparecen en pasacalles vestidos a la usanza de la era paleolítica. Apenas cubiertos con telas de bayeta y largas pelucas, los danzarines bailan exhibiendo un par de armas de piedra. Se denominan “los guananeros” porque intentan revalorar las cuevas de Guanano Machay, que no son otra cosa que los restos de viviendas de la era precerámica, rodeadas por las ruinas de la cultura Huarpa. El líder del grupo es Áureo Fernández Jiménez, “El Bocha”, llamado así por el juego de boliche que inició su padre en Trujillo, su lugar de nacimiento. Él mismo ha comprado las telas y ha confeccionado las indumentarias de sus bailarines. Incluso exhibe un cartel de puño y letra donde pide al pueblo huarochirano que no los olviden como raza originaria. Pese a su esfuerzo y entusiasmo, el recibimiento público no tuvo el impacto esperado, más bien la presencia de los guananeros recibió algunas sonrisas y rechiflas. El público, acostumbrado a las vestimentas de color y largos atavíos no aprecia la muestra ancestral que intenta inspirar Bocha. Sin embargo, el jurado parece encontrar en aquellas danzas una reivindicación al pasado huarochirano y le dan el veredicto de la victoria. San Jerónimo de Surco celebra el triunfo con diversas festividades. La comunidad ha ganado un tractor y otros premios. Para Bocha, sin embargo, el mayor galardón será el reconocimiento de sus queridas grutas. El Bocha no ha tomado las vestimentas totalmente a su imaginación. Ha visto ceramios de la cultura Huarpa, ha oído relatos y se inspira en todo aquello para su baile. Tiene 69 años. Nueve de ellos invertidos en San Jerónimo de Surco, específicamente en la revalorización de su pasado y las cuevas de Guanano Machay. En ellas ha dedicado tiempo y dinero en forma paralela a su trabajo de artesano y chofer del municipio.

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BOCHA DECIDIÓ INGRESAR Y EMPEZAR ASÍ SU COMPROMISO SENTIMENTAL CON GUANANO MACHAY. SU PRIMERA LABOR FUE LIMPIAR LAS CUEVAS ENCONTRADAS. PARA BARRER TODA LA TIERRA Y BASURA ACUMULADA UTILIZÓ UN PEDAZO DE LLANTA A LA QUE ADECUÓ UNOS PEQUEÑOS GARFIOS.

Llegó a San Jerónimo de Surco en 1994 para buscar mejores condiciones de vida para su familia. El amor a Guanano Machay fue a primera vista y totalmente ciego. En ese momento, las 65 cuevas preincas se encontraban en total abandono y casi tapadas de tierra y basura. “Yo pasaba por un camino y me llamó la atención una cueva que estaba derruida. El hombre que me llevaba me dijo: ‘es la casa de los abuelos (gentiles)’. Me dijo que no me meta porque me podía llenar de granos”. Sin embargo, el Bocha decidió ingresar y empezar así su compromiso sentimental con Guanano Machay. Su primera labor fue limpiar las cuevas encontradas. Para barrer toda la tierra y basura acumulada utilizó un pedazo de llanta a la que adecuó unos pequeños garfios. También cortó los cactus que habían crecido en el interior y desalojó ratas, arañas, víboras y hasta alacranes. Terminado el trabajo, se dedicó a buscar más cuevas y ruinas arqueológicas abandonadas, realizando un informal catastro de su zona. Sumó entonces unas 65 cuevas (una de ellas con pintu-

ras rupestres) y una decena de ruinas arqueológicas de diversas eras y procedencias. El sendero hacia ellas lo denominó “La Ruta Encantada” por la suma de riquezas culturales que dicho camino ofrece al viajero. Entre ellas están las ruinas de la cultura Huarpa, Yauyos, Inca, y por supuesto, Guanano Machay. Ya es conocido en la zona. Se ha presentado a la municipalidad donando una decena de huecos de su hechura; todos saben que hay un artesano trujillano en San Jerónimo de Surco que ha tomado como pasatiempo limpiar las viejas cuevas de Guanano Machay. Para el Bocha, sin embargo, el trabajo es más que un pasatiempo, es una seria pasión.

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Dos meses se demora en limpiar todas las cuevas sin descanso. Ha encontrado algunos restos líticos y los limpia con el cuidado que se toma al pulir un diamante. Estos son restos de lanzones, hachas y morteros de piedra, los que cataloga y coloca en bolsas de papel de acuerdo al tamaño y lugar encontrado. Todos los implementos son entregados al municipio. Está convencido de que su trabajo es un llamado étnico. Algunos lo consideran loco o chamán por su procedencia norteña, pero sobre todo porque está convencido que los cerros, las ruinas preincas y las grutas tienen un encanto místico que fortalecen el alma del ser humano. Se ha enterado que una vecina se ha apropiado de unos huacos de la zona y se resiste a donarlos al municipio. Él va a su casa y copia los dibujos con el fin de difundirlos. Muchos de ellos los mantiene en su taller. Los de su sello artesanal los vende, los copia, los regala. “Cómo voy a vender algo que no es mío”, afirma.

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El Bocha se sumerge a estudiar lo que va encontrando a su paso. Un amigo le regala un viejo libro de 1938 sobre las tradiciones de Huarochirí. Es un apasionado del tema. El no requiere un incentivo estatal ni un apoyo local para investigar, aprender

y descubrir. Su único aliciente es el amor. No interesa si el Instituto Nacional de Cultura ha mostrado indiferencia a sus amadas grutas o algunas ruinas de la zona, para él tienen historia y no ha dejado de cuidarlas como un celoso guardián. Es momento de mostrarla y decir a la gente de Santiago de Surco que tiene una rica historia y un pasado que los une para ser mejores en el futuro. Él mismo delimitará la denominada “Ruta Encantada”, limpiará caminos, cortará algunas malezas y se convertirá en su guía ad honorem. Sabe del tema, se ha documentado sobre la cultura Yauyos, la cultura Huarpa y sobre los primeros hombres de la era precerámica.

Han llegado estudiantes de arqueología de diversas universidades para hacer algunas investigaciones. Lanzan las primeras hipótesis. Guanano Machay puede pertenecer a la era del Paleolítico Inferior, es decir unos seis mil años antes de Cristo. Es muy posible. El Bocha considera que puede ser una continuidad de cuevas de Cuchimachay (Yauyos) que se ubican casi en forma paralela a las de Guanano Machay y fueron descubiertas en 1958 junto a sus primeras pinturas rupestres por Fausto Valdevallano Roca Rey. Este arqueólogo determinó que los restos hallados eran de la era paleolítica. A muchos vecinos no les importa esto. En 1997 cerca de diez cuevas fueron invadidas y destruidas para ampliar las chacras de algunos surqueños. Incluso el director de un centro educativo destruyó una de ellas para utilizar el material en el empedrado del patio del colegio.


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EL

MUNICIPIO DISTRITAL HA

CREADO UN PEQUEÑO MUSEO CON LOS OBJETOS ENCONTRADOS POR

B OCHA

Y EN LOS COLEGIOS

ESCENIFICAN LA VIDA DE LOS PRIMEROS MORADORES DE

G UANANO M ACHAY.

¿QUÉ ES GUANANO MACHAY? Quien no tiene un afán aventurero no sabrá exactamente qué es Guanano Machay y dónde queda. Sólo algunos sitios web lo citan como un lugar turístico referencial. Pocos textos de arqueología le dedican un espacio, por no decir ninguno. Más bien se habla de la

Incluso el nombre Guanano Machay, que significa “La Casa del Enano” tiene voz aymara. Posiblemente fue bautizada con ese nombre en tiempos de los huarpas o sus sucesores. Las 55 cuevas hoy existentes han sido ubicadas por arqueólogos de la Universidad Nacional de San Marcos en tiempos del paleolítico inferior, es decir unos 6500 años a.C., pero ésta sólo es una hipótesis, ya que no se han realizado investiga-

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En sus últimos años la municipalidad distrital le ha entregado un certificado de reconocimiento a su labor cultural. Él no cree merecerla. No es una labor, afirma, sino un placer. Ese placer había empezado a sentirlo desde 1994, cuando abrió una ventana del pasado y los surqueños se reflejaron y reconocieron en ella un espejo étnico.

cultura Huarpa, cuyas ruinas rodean a las cuevas de Guanano Machay. Esta cultura fue originaria de Ayacucho, en el periodo Intermedio Temprano (200 a.C. – 550 d.C.) y recibió influencias altiplánicas. Los huarpas, quienes serían los antecesores de los waris, se extendieron hasta Lima, teniendo contacto con los nazcas. Su huella por Huarochirí lo apreciamos en diversas ruinas ubicadas en Santiago de Surco.

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zona, pero no es reconocido. No parece importarle el fracaso en sí, sino el que los relatos no fueran leídos. Está convencido de ello porque la cinta que lo envolvía se hallaba intacta.

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Bocha protesta en el municipio, pero nada se puede hacer. No hay asidero legal para su protección. Las cuevas, e incluso algunas ruinas, no han sido consideradas patrimonios arqueológicos y por ende pueden ser tangibles. Algunas autoridades han querido que se valoren sus monumentos arqueológicos pero no ha habido respuesta de los altos entes. Ante la indiferencia de las autoridades centrales sobre sus riquezas ancestrales, el pueblo de Santiago de Surco descubre y moldea su propia historia. El municipio distrital ha creado un pequeño museo con los objetos encontrados por Bocha y en los colegios escenifican la vida de los primeros moradores de Guanano Machay. La plaza de Surco también ilustra sus orígenes. Se pintan murales de los primeros hombres huarochiranos. El Bocha también ha recopilado historias que le cuentan los vecinos y lo presentó a una bienal de cuentos en 1996 denominado “Chingana ya”, en tributo a las ruinas incas de la


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G UANANO M ACHAY

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ESTÁ EN

tura de la historia, también aflora lo mejor de los hombres.

MEDIO DE ESE AMBIENTE NATURAL.

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UN COMPLEJO DE

Caminar hoy por “Ruta Encantada” no sólo es apreciar la riqueza ecológica e histórica de San Jerónimo de Surco, sino también la perseverancia de un humilde y desinteresado artesano que moldeó la cultura del pueblo que lo acogió y le dio voz a su naturaleza.

CONSTRUCCIONES CON

CONDUCTOS SUBTERRÁNEOS DE DOS METROS DE PROFUNDIDAD.

Llegar a esta zona no es muy difícil. Está ubicada en el kilómetro 67 de la Carretera Central. El mismo Bocha ha hecho un catastro inicial de las ruinas que se encuentran al lado de Guanano Machay. Por la denominada “Ruta Encantada” se puede apreciar además de Guanano Machay, las ruinas de Plaza Portillo, Chingana, Quirihuay,

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ciones profundas respecto a su antigüedad. Incluso el Instituto Nacional de Cultura no la registra en su Inventario de Patrimonio Monumental de los valles del Rímac, Chillón y Lurín. En otra reciente investigación del INC sobre los sitios arqueológicos del Perú se habla sobre unas cuevas ubicadas en Huarochirí denominadas “Gentil Machay”, pero no se determina el sitio de ubicación exacta, ni el tiempo de antigüedad. Ante este desconocimiento, sólo nos queda recurrir a lo que dicen los vecinos. Se afirma que las cuevas fueron descubiertas hace 50 años por un agricultor llamado Juan Chucle, quien murió al absorber el antimonio del lugar. En ellas no se han encontrado restos humanos, aunque Bocha asegura que hace unos años un arqueólogo se llevó algunas osamentas que después fueron donadas al colegio Magíster de Salamanca.

Huacapune, Canto, Marco, el cerro Huacre y las famosas cataratas de Tumbapacha. Del pueblo hacia las cuevas hay una caminata de 45 kilómetros. “La Ruta Encantada” se inicia en la quebrada de Matala. El camino está rodeado de espesa vegetación, higueras, molles y sinnúmero de plantas. Guanano Machay está en medio de ese ambiente natural. Es un complejo de 55 construcciones con conductos subterráneos de dos metros de profundidad. La entrada a las cuevas es peculiar pues no excede de los 30 centímetros de alto y 40 de ancho. El interior tiene una altura de un metro con 20 centímetros de espacio que permite pernoctar a dos personas en posición fetal. Algunos de sus refugios tienen la forma de conejeras y sus salidas apuntan a diferentes direcciones. Siguiendo el sendero se descubren otras cavernas de similares formas pero con restos de arcilla y pintura rupestres hoy destruidas. Lo peculiar o la cultura mal entendida origina estos vandalismos, aunque a veces resultan menos desalentadores que la indiferencia administrativa. Sin embargo, para ven-

UN EPÍLOGO PARA LA VENTANA DEL PASADO El Bocha sintió atracción por la historia y el arte desde los siete años. Al ser abandonado por su padre, las limitaciones económicas hicieron que sus primeros y más queridos juguetes surgieran del barro. Con los años estudiaría artes plásticas por correspondencia y otros cursos más en Lima. De esa manera se hizo artesano en Trujillo, su tierra natal. Desde que pisó las tierras de San Jerónimo de Surco, se dedicó por años al cuidado y vigilancia de Guanano Machay en forma ad honorem, hasta que el arqueólogo Víctor Ponte intercedió ante el municipio de la zona para que se le diera un justo reconocimiento económico por su labor. Bocha vino a Lima hace un año para apoyar a sus hijos en la instalación de un taller de artesanía. Aun piensa en regresar y seguir guiando a las personas hacia su pasado. Se ha enterado que los árboles que cubren la ruta encantada han sido talados y confiesa que ya le dan ganas de estar allá. Al final de la entrevista vuelve a rememorar con orgullo la victoria de 1994. El tractor jamás llegó a la comunidad por múltiples peleas de sus autoridades. No recuerda exactamente el origen de ellas, ni su costo. Pero sí retiene en su memoria el mensaje exhibido por sus bailarines en Matucana: “Desde el fondo del corazón de Huarochirí, asoman por la ventana del pasado los guananeros, reclamando que no los olviden”.


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DESDE QUE PISÓ LAS TIERRAS DE SAN JERÓNIMO DE SURCO, SE DEDICÓ POR AÑOS AL CUIDADO Y VIGILANCIA DE GUANANO MACHAY EN FORMA AD HONOREM.


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CAMINO CHASQUI DEL

FELIPE VARELA, REVIVE EL ANDAR

DE LOS ANTIGUOS MENSAJEROS INCAS


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Rolly Benjamín Valdivia Chávez Periodista

Felipe Varela, revive el andar de los antiguos mensajeros incas

EL CAMINO DEL CHASQUI

Él no miente. Sus palabras están cargadas de verdad, porque desde hace siglos las caracolas ceremoniales no sonaban para convocar en Incapatakuna, un pedacito del Ande majestuosamente desolado y yermo, a los últimos o, quizás, a los primeros chasquis (mensajeros) que recorren el fabuloso Qhapaq Ñan, la gran ruta inca, después de 500 años.

SU SEMPITERNA Y ABRUMADORA SOLEDAD SE QUIEBRA Y HASTA SU INHÓSPITO SEMBLANTE SE TORNA ACOGEDOR, CUANDO LAS VOCES DE LOS PUTUTUS CUMPLEN CON SU MILENARIO ENCARGO DE REUNIR Y HERMANAR A LOS HOMBRES

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Se estremece la pampa. Su sempiterna y abrumadora soledad se quiebra y hasta su inhóspito semblante se torna acogedor, cuando las voces de los pututus –cada vez más estridentes, cada vez más claras, cada vez más conmovedoras- cumplen con su milenario encargo de reunir y hermanar a los hombres de las alturas, a los descendientes de los Hijos del Sol.

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E

Y los abrazos nunca terminan y los abrazos borran el cansancio y espantan al soroche a 4,200 msnm; entonces, los hombres y las mujeres forman un círculo y le roban algo de su energía al tayta inti y a mamapacha; y sonríen y posan para la foto del recuerdo y es que esto no ocurre todos los días, wayquicha (hermanito), explica, razona, se arregla la pinta, el hombre que amarró el arco iris en un asta de bandera.

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l arco iris se volvió bandera y flamea con impetuosa libertad en una pampa de ichu y montañas remotas, mientras el viento arremete con furia, como si quisiera demostrar su alborotador poderío o, quizás, sólo impulsado por el deseo de esparcir en los cuatro suyus del mundo andino, esas notas vibrantes, trémulas y convocadoras que nacen de atávicos pututus.


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ES HORA DE CAMINAR, DE SOLTAR SUS PASOS EN EL ACROBÁTICO SENDERO QUE LOS ANTIGUOS PERUANOS TATUARON EN LA PIEL

ANDES. VARELA O FELIPE ENCABEZA EL GRUPO QUE PODRÍAMOS LLAMARLO EL HATUN CHASQUI.

DE LOS


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“Los caminos siguen vivos. Acompáñame y te darás cuenta”, me dijeron en tono de desafío, en una de esas tardes grises y nostálgicas del invierno limeño, en la que cualquier pretexto se convierte en razón más que indiscutible para escapar de la ciudad y sus miles de combis asesinas. La propuesta venía de Felipe Varela Travesí, andarín pertinaz, un chasqui de kilométrico recorrido. Pensé que era una broma. Desde hace varios años he escuchado sobre las idas y venidas de Varela, pero nunca había viajado con él. “¿Te chupas?”, me pregunta tratando de picarme, entonces lo miro: pelo largo y desordenado, una frente con afanes expansionistas, un gesto afable en un rostro que no encaja con la supuesta fisonomía de los mensajeros incas, tanto, o igual, que esa barriga indiscreta que hincha un polo negro. Acepté el reto y por eso estoy ahora en Lomo Largo, casi al límite provincial entre Tarma y Jauja, siendo partícipe de este inusual encuentro de chasquis... sí, de chasquis, lo leyó bien y no es broma, aunque lo parezca. Tampoco se trata de un disparate de la historia. Es la fría realidad –lo de fría va en sentido literal- y pocos la conocen, quizás, porque a pocos le interesa. Ellos guardan sus pututus. Es hora de caminar, de soltar sus pasos en el acrobático sendero que los antiguos peruanos tatuaron en la piel de los Andes. Varela o Felipe –como el prefiere que lo llamen– encabeza el grupo que podríamos llamarlo el hatun chasqui (era el mensajero de mayor rango en el Tawantinsuyu) debido a sus larguísimos, azarosos y casi interminables periplos en los caminos incas. “Aquí están el chasqui Tarama, el de Acolla y el de Huaricolca. Ellos recién se conocen y espero que a partir de ahora se integren y complementen su tarea”, me explica Felipe, durante el par de minutos que puedo igualar su paso constante, vi-

EL CAMINO ES IMPONENTE, INSPIRA, CONMUEVE, SOBRECOGE SÓLO PENSAR EN SU DESCOMUNAL AMPLITUD: MÁS

23 MIL KILÓMETROS DE CURVAS, ASCENSOS, DECLIVES PELIGROSOS, TÚNELES Y PUENTES, QUE LO CONVIERTEN EN EL “MAYOR

DE

MONUMENTO QUE SE CONOCE EN EL CONTINENTE AMERICANO” goroso, incansable... ¡caramba!, ¡qué fastidio!, ya me dejó atrás de nuevo. Trato de acelerar, uno, dos, uno, dos, mejor paro. Me duelen las piernas. Se aleja por esa vía gigantesca que asombró a los ¿conquistadores? españoles, tanto, que el cronista Pedro Cieza de León, escribió hace más de 450 años que “una de las cosas que yo más me admiré contemplando y notando las cosas desde este reino, fue pensar cómo y de qué manera se pudieron hacer caminos tan grandes y soberbios por él”. Sí, el camino es imponente, inspira, conmueve, sobrecoge sólo pensar en su descomunal amplitud: más de 23 mil kilómetros de curvas, ascensos, declives peligrosos, túneles y puentes, que lo convierten, en términos de patrimonio, en el “mayor monumento que se conoce en el continente americano”, como afirmara en un artículo de la revista Chasqui, el historiador Luis Guillermo Lumbreras.

PENSAMIENTO CHASQUI ¿Qué te impulsa a caminar?, le pregunto al viento porque los chasquis andan con prisa y mi entrevistado ya se esfumó. Y no es que el viento me responda, pero sus susurros me hacen recordar unas palabras que escuché ayer en el pueblo de Huasqui (Tarma), en los instantes previos al inicio de un peregrinaje de dos días y treinta y picos de kilómetros, hacia Yanamarca (Jauja).

Me quedo solo en la pampa, gozando de su árido paisaje, de su espléndida carestía de flora y fauna. Siento que el camino me atrapa, me conquista, me motiva a dar el siguiente paso, como lo hace con Felipe quien, a pesar de sus travesías de miles de kilómetros, siempre quiere andar uno más y otro y otro, como si pretendiera que su trajinar fuese infinito.

Felipe desmadejó ante mí las hebras de su filosofía andariega. Una manera de pensar que va más allá del ímpetu aventurero de un solitario en busca de respuestas existenciales, del deseo de conocerlo todo de un prolijo y concienzudo investigador o del placer de un sibarita de los paisajes, presuroso por saciarse con la belleza casi irreal que rodea el gran camino.

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ÉL

NO CONSTRUYE ESCUELAS NI

CENTROS COMUNALES, TAMPOCO LLEVA AGUA O ALIMENTOS.

SU

OBRA ES INTANGIBLE Y SILENCIOSA.

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Su búsqueda es otra. Integrar, unir, revalorar. Que el Qhapaq Ñan sea la vía por la que llegue el progreso a las comunidades remotas e ignoradas. Que la magnífica obra que cubre 5 mil de los 7 mil kilómetros de la cordillera de los Andes, sea una ruta de reivindicación de las culturas prehispánicas, un motivo de inocultable orgullo para todos los peruanos. Ese es el mensaje que el chasqui busca pregonar en todos los confines del antiguo imperio. Él no construye escuelas ni centros comunales, tampoco lleva agua o alimentos. Su obra es intangible y silenciosa. Su clave es la persistencia, ir de un lugar a otro para decirle a la gente que el camino que serpentea en las alturas y zigzaguea en los valles, es una de las obras más impresionantes creadas por el genio humano. Con sus palabras busca fortalecer las raíces de un pueblo golpeado durante siglos. Es una batalla solitaria para devolverles la autoestima al llamero ensombrecido de la puna, al campesino fatigado de las chacras. Es decirles: su raza fue grande, ustedes son

grandes y ese camino que alguien quiere borronear y convertirlo en carretera, es una vía de desarrollo, tal como la proyectaron los incas en el siglo XV. No es sólo caminar y caminar. Es detenerse en pueblos grandes y pequeños, es conversar con prefectos, alcaldes, presidentes de comunidades, para decirles: “hay que trabajar en la conservación y puesta en valor de Qhapap Ñan”, ese histórico sendero que por entrometerse en algunos de los paisajes más hermosos del planeta, es una posibilidad en lugares donde la pobreza impone su doloroso reino de hambre e injusticia. Felipe tiene experiencia en estos avatares, porque lo viene haciendo desde cuando era un escolar que se escapaba de clases para ir a San Pedro de Casta, en la serranía limeña; y lo ha vuelto a hacer en el 2001, al “graduarse” de chasqui, luego de recorrer durante 11 semanas los mil 200 kilómetros de camino inca que separan el Cusco de Cajamarca y también, en el 2002, al unir Ayabaca (Piura) con Loja (Ecuador). Y así lo hará el año próximo, cuando realice su travesía más osada: ca-

minar el Qhapaq Ñan desde Argentina hasta Colombia, pasando por Chile, Bolivia, Perú y Ecuador. Serán nueve meses de andar continuo, nueve meses lejos de su esposa y su hijo, ese pequeño que enloquece a su maestra y a las madres de sus amiguitos, cuando les dice una y mil veces, “de verdacito, mi papi es un chasqui”. Parece ser la misión de un soñador, de un personaje quijotesco en busca de sus propios molinos de viento. ¿No te cansas?, ¿qué has logrado, Felipe?, le había preguntado aquella plúmbea tarde limeña, cuando ni siquiera imaginaba el sonido de los pututus ni la emocionante reunión con esos andarines impenitentes que compartían sus hojitas de coca y hablaban con los apus y wamanis. Su única respuesta es una sonrisa. Cuántas veces él mismo se habrá hecho esta pregunta, cuántas veces habrá querido dar media vuelta y volver a casa en una jornada de frío intenso, con granizo, tal vez con nieve. Quizás piensas en eso cuando amenazan los calambres, se revientan las ampollas de tanto caminar o las provisiones escasean y merodea el fantasma del hambre.


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Me dices que esos son gajes de la ruta y te ríes, con esperanza y optimismo, con fe; porque estás convencido de que tu esfuerzo no es en vano y me quieres convencer a mí, entonces me muestras un bodoque de hojas opacas, en las que bailotean centenares de letras irregulares. Escoges una al azar, la levantas y antes de entregármelas me dices: “lee y te darás cuenta porque sigo andando”. Un viejo papel. Trajinado. Sobreviviente de un largo periplo en una mochila con pretensiones de ropero. Caligrafías nerviosas, firmas enrevesadas, sellos apenas visibles se juntan para formar esos mensajes repletos de buenos deseos, que él cosechó en la bitácora de su inolvidable travesía del Cusco a Cajamarca, realizada en el 2001 en compañía de Manolo Urquizo. Con los proyectos tan interesantes que vienen impulsando nos van a ayudar a conseguir el anhelado desarrollo turístico que queremos para nuestro pueblo, escribió el alcalde de Dos de Mayo (Huánuco), Hugo Cardich; caminar es vivir, conocer, sufrir... Caminar ¡fuerte!, arengó Aremar

Polo del Castillo, de Mollepata (Huánuco); reconstruir caminos es muy importante, opinó lacónicamente, Erasmo Calderón Huamanñahui. Gracias por estar uniendo a los peruanos, son ustedes las venas y las arterias de nuestra patria, ¡si no nos queremos entre nosotros quién nos va a querer!, se inspiró Nicolás Martínez Oviedo, de Jauja; feliz viaje lis disia la virjin Asunción (sic), invocó la protección divina Anacleto Mescco Apaza, en la comunidad campesina Occouro (Apurímac). El Qhapaq Ñan hermana, no tiene nacionalidades, por eso el holandés André Hoekena, escribió en La Unión, Huánuco: Qué casualidad y qué alegría de compartir un día largo... Además, es un honor y un gusto escuchar tantas ideas acertadas, para promover el bienestar de la gente simple de las comunidades de la sierra. Hay una comunidad de caminantes. Viva esta comunidad,

viva su trabajo, viva el Perú.“Te diste cuenta”, la voz de Felipe me saca de la lectura. Le devuelvo la hoja y lo miro. Sigue sonriendo. “Hay que unir a las comunidades –dice, se adelanta, me roba la palabra- proteger y rehabilitar el camino, señalizar rutas, habilitar albergues. Incentivar el turismo”. En verdad suena muy difícil, pero también sonaba difícil la idea de andar desde el Cusco a Cajamarca, pero él lo hizo. Con voluntad todo se puede. HISTORIAS DEL CAMINO Todo está listo en Huasqui: andenes, flores, pueblito colorido, cerquita a Tarma, lejos de Lima. “¡Vamos!”, ordena Felipe, más chasqui que nunca con su pututu en mano, su mochila al hombro y la moral al tope. ¡Paso redoblado!... ¿humm, aguantaré?, mejor no, chochera, vamos despacio, no hay apuro, recién estoy calentando, agarrando ritmo. Tengo que hacer fotos, me excusó. Vuelta en el tiempo. Radiografía histórica. Comparaciones odiosas, pero necesarias. Algunas diferencias: Primera: Edad, en tiempos del Inca, Varela sería un jubilado, porque los mensajeros eran jóvenes entre los 18 y 20 años para algunos autores, 25, en

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opinión de otros; en todo caso, igual queda afuera. Nuestro caminante pasa los 30, bordea los 40.

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Segunda: Vestimenta: huara (pantalón), cusma (chompa) y ojotas (sandalias de cuero), era el uniforme de los mensajeros del sol; nuestro caminante no lleva pantalones (no, no se asuste, no anda desnudo, viste un short), tampoco ninguna chompa y “es que no soporto el sudor” (medio ex hibicionista el hombre) y calza unos chancabuques 4 x 4, capaces de abrir surcos en la tierra.

Tercera: Distancia de los recorridos: amplia ventaja a favor del chasqui versión siglo XXI. Antiguamente los jóvenes corrían los dos kilómetros que distanciaban su chuclla (estación) y la de su relevo. Cuando daba el mensaje, volvía a su lugar de origen. Felipe, en cambio camina, corre, trota todo lo que puede, hasta que las fuerzas aguanten y el sol alumbre. En lo que sí se asemejan, es en que cumplen su labor sin esperar ninguna recompensa. Y si bien los mensajeros, ocasionalmente podían merecer una felicitación del Inca –quizá por llevarle su pescadito fresquito desde las caletas costeras-, él se contenta con el agradecimiento de las comunidades o con una pequeña fiesta de bienvenida, que nunca está demás, “porque un chasqui no es un santo, señor”. De lo que si está libre nuestro andarín, es de los 50

porrazos en la cabeza que recibía el correo infidente en la plaza de su pueblo. Luego, ya muertos, se les quebraba las piernas. Tienes suerte, Felipe, tú, si haces una “trampita”, porque errar es humano y perdonar es divino, como dice la canción, a lo mucho recibirás un par de coscorrones de tu señora, bueno, si ella se entera de tus travesuras. Primera parada. Dos minutos de caminata y ya estoy muerto. Para qué me metí en esto. ¿Dónde está Lima?, quiero volver, extraño su cielo apagado... es el colmo, qué vergüenza, arrugo a los 100 metros de ascenso. “¿Todo bien?”... claro, estoy entero, respondo y me hago el sobrado y aparento frescura y hasta pregunto con pizca de indignación ¡por qué no seguimos, caramba! Me detengo, levanto la mirada y descubro a un hombre arando en la tierra de un estilizado andén. Sus surcos son perfectos, como trazados con un tiralíneas invisible. Al vernos –el grupo de caminantes está integrado también por alumnos de la Universidad del Pacífico- el comunero interrumpe su faena. Nos observa con curiosidad y detenimiento, tal vez hasta con algo de desconfianza. De pronto, surte el sonido del pututu. El hombre se sorprende y alza las manos al cielo. Cierra los ojos y su cuerpo vibra, se estremece, como si aquel tronar de la caracola lo transportara a otro tiempo, más justo, más suyo. Un tiempo que no vivió, un tiempo del que sólo escuchó leyendas y mitos. Un tiempo donde lo andino primaba y los hombres eran hijos del sol, hijos de la tierra. Cuando cesa el sonido. El campesino abraza al chasqui y sus ojos, antes marcados por sombras de desconfianza, se inundan de lágrimas. “Gracias”, dice Juan Huamaní Lucanas, un viejo comunero de 94 años oriundo del Cusco, que por esos avata-


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LA

CAMINATA TENÍA COMO OBJETIVO

SENSIBILIZAR AL GRUPO DE ALUMNOS DE LA

U NIVERSIDAD

DEL

PACÍFICO ,

QUIENES

LUEGO DE ESTA EXPERIENCIA TENDRÍAN OTRA VISIÓN DEL

PERÚ .

res de la vida, hoy cultiva con sus manos sabias y sarmentosas, las prodigas tierras tarmeñas.

“Cuando trabajen en una entidad o institución, ya no rechazarán de buenas a primeras un proyecto turístico. Al menos lo pensarán, se acordarán de es ta caminata”, me sorprende con su lógica sencilla pero contundente; lógica que le ha permitido dictar charlas sobre desarrollo de proyectos turísticos en la Pacífico y, anteriormente, hacer un trabajo similar en la Universidad Ricardo Palma.

Por sus conocimientos de los caminos milenarios y su dilatado currículo como fogueado viajero e investigador (estudió comunicaciones en Brasil), fue convocado por el Instituto Nacional de Cultura (INC), para formar parte del Proyecto Qhapaq Ñan en el año 2003, donde laboró como especialista y conductor (guía) en el levantamiento de información del sistema vial Inca en la macro región Centro. Dicho proyecto, según el planteamiento oficial del INC, tiene como "objetivo central la identificación, registro, investigación, conservación y puesta en valor de los tramos y sitios inca relacionados a este gran sistema vial, así como convertirlos en medios de desarrollo de las poblaciones lo-

El chasqui se aleja otra vez. Ya lo encontraré en Huaricolca, el pequeño poblado donde recuperaremos fuerzas y pasaremos la noche. Ahora recién estamos en Tarmatambo, a mitad de jornada, a 6 kilómetros de Tarma. Cuenta la historia que este fue un centro administrativo inca y, anteriormente, habría sido la capital de los Taramas, una importante cultura que surgió en estas tierras. Llega la noche. Hora de dormir. Cuerpos exhaustos buscan calor en una fogata de ígneo bailotear, en las cucharadas humeantes de una contundente sopa de muña (hierba que se prepara en infusiones). Los caminantes charlan, bromean, rehacen sus pasos en cada una de sus palabras. La jornada fue agotadora, varios ascensos, algo de niebla. Mucho sonar de pututus.

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De tanto en tanto, él se apiadaba del afligido escriba que andaba a mitad de grupo y se acercaba para ayudarlo con su crónica. En sus andanzas me explicó que además del encuentro entre los chasquis, la caminata tenía como objetivo sensibi lizar al grupo de alumnos de la Universidad del Pacífico, quienes luego de esta experiencia tendrían otra visión del Perú y de sus posibilidades de desarrollo a través del turismo.

cales". Uno de los fines de este trabajo de carácter multinacional (incluye a las demás naciones andinas), es lograr que el Qhapaq Ñan sea parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, iniciativa que ha recibido el respaldo de los países miembros del Grupo de Río, en la reunión del Cusco en el 2003 y de la XVII Cumbre Iberoamericana, realizada en Santa Cruz, Bolivia, en noviembre de ese mismo año.

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Y caminamos por horas. Fue un trajín aplastante, demoledor... bueno, Varela no lo sentía así, el andaba confiado, sereno, fresquito, como si estuviera jironeando en una mañana de domingo o en divertida y relajada pichanguita en la cancha de su barrio, mientras este extenuado periodista, sufría como futbolista trasnochador jugando tiempo suplementario en el estadio de Pasco.

Eso no es todo, otra de sus estrategias es contactar con los medios de comunicación, para proponerles reportajes de rutas inéditas. Los resultados son óptimos y en revistas como Andares (ya desaparecida), Bienvenida, Rumbos y Viajeros, además de programas de TV, su nombre aparece relacionado a muchas de las notas, pero siempre como guía. Montañista o experto caminante, nunca como chasqui. También ha brindado sus servicios a la Asociación para el Rescate del Ecosistema de Cajamarca (APREC), donde participó en un ambicioso proyecto ecológico, histórico y editorial, que terminó con la publicación de la serie Qhapaq Ñan, formada por guías de Paisajes y Animales Silvestres, Experiencias de Paisajes y Flora, Rutas Ancestrales y una referida a las Aves.

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La escena, más allá de regalarme varios minutos de inmerecido descanso, me develó otra cara del trabajo de este trajinante del Qhapaq Ñan: Mantener las costumbres, reavivar la memoria y la cultura de un pueblo, de una nación que subsiste en los Andes peruanos. Los Incas usaban el pututu para convocar a la gente; hoy, Felipe, lo usa para convocar a la memoria, a los recuerdos.


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con el verdor de los campos y el dorado de los sembríos de trigo. El chasqui de Huaricolca va adelante, es entusiasta y joven, no pasa los 20 y lleva la bandera de Acolla, que le entregara su "colega" de esa localidad en señal de confianza y símbolo de bienvenida.

JORNADA FINAL Amanece. Frío. No hay sol. Se rearman los equipajes. Se estiran los músculos. El camino espera... "¿es largo?, ¿hay muchas subidas?, ¿nos cansaremos?", preguntas mil veces repetidas en los momentos previos a los duelos con los caminos. "¡Contesta chasqui!, pero di la verdad, no seas taimado como esos comuneros que siempre dicen aquicito nomás y después uno se demora horas y horas en llegar a su destino".

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y Colombia, además de Perú y Bolivia, a través de una red longitudinal y transversal.

Nos vamos. Adiós Huaricolca, despedida con bizcochitos donados por el alcalde, quien abraza a Felipe y le dice que cuenta con su apoyo. Retorno a la ruta inca, a ese maraña de senderos surcadores de valles, lagunas y montañas, que comenzaba en el Cusco y llegaba hasta el noroeste de Argentina, el centro de Chile y el sur de Ecuador

Caminamos duro y parejo, uno y dos, uno y dos; participamos en el encuentro de los nuevos mensajeros, hay que seguir, derechito, nomás, derechito nomás; también en una ceremonia de agradecimiento a la madre tierra, andamos chacchando hojitas de coca para el soroche, amarga, fuerte, efectiva; y escucho a Felipe decirme que con su "collera" será más fácil preservar y recuperar este sector del Qhapaq Ñan. "Imagínate si hubiera una red de chasquis en todos las rutas Incas", sueña, fantasea, quiere lograrlo Varela. ¿Podrás?, pregunto y, como siempre, su sonrisa es la mejor respuesta; luego me habla de miles de proyectos, de lugares idílicos de nombres impronunciables y ausentes en los mapas, de monumentales construcciones ignoradas en los libros y tratados de arqueología. La aventura se extingue. El Qhapaq Ñan se torna amigable en el tramo final entre Tingo y Yanamarca. Es un placer recorrerlo, llenar la retina

Cierran el grupo el Acollino, un conspicuo maratonista que en una competencia en Alemania, se dio el lujo de hacer flamear la bandera del Tawantinsuyu durante los 42 kilómetros de la prueba; y el Tarama, un conocedor de su tierra, un experimentado caminante que confía y comparte ideales con Felipe. Se estiman, son amigos. Los une el Qhapaq Nan, el sol, la tierra, los apus. El mundo andino. "¿Y qué te pareció la experiencia?", se cambian los papeles, ahora el que pregunta es el entrevistado. Estamos en Paca, la preciosa laguna jaujina, haciendo tiempo antes de volver a Lima. Brilla el sol, el agua es más azul que nunca y las truchas saben a manjar de dioses. No respondí, caray, soy yo el periodista y quería guardar todo lo que siento para el momento de redactar estas líneas. Ahora que estoy frente al teclado, trato de Imaginar que cada golpe sobre las letras, es un paso del chasqui en algún recodo del Qhapaq Ñan. ¿Dónde estará ahora?, ¿qué paisaje estará viendo?, ¿qué comunidad le estará abriendo sus puertas? Se acaba esta ruta de palabras, frases y oraciones. Quisiera oír el pututu, pero sólo escucho los altisonantes bocinas de las combis. Necesito un pretexto para escapar de Lima.


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"IMAGÍNATE SI HUBIERA UNA RED DE CHASQUIS EN TODOS LAS RUTAS INCAS", SUEÑA, FANTASEA, QUIERE LOGRARLO VARELA. ¿PODRÁS?, PREGUNTO Y, COMO SIEMPRE, SU SONRISA ES LA MEJOR RESPUESTA.

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HECHOS ARENA DE

LA HISTORIA DEL HERMANO MIGUEL RODRÍGUEZ Y LA SAGRADA FAMILIA


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Oscar Amaru Miranda Troncos Periodista

La historia del hermano Miguel Rodríguez y La Sagrada Familia

ESTAMOS EN MEDIO DE UNA PAMPITA DE TIERRA Y FRENTE A NOSOTROS UNA FILA DE MUCHACHITOS REGRESA DE CLASE. "¡BUENAS TARDES, HERMANO MIGUEL! ¡BUENAS TARDES A LAS VISITAS!" GRITAN DESDE EL CAMINO.

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¿DÓNDE LO HE VISTO? Sólo hace unas horas que he llegado por segunda vez a la comunidad "La Sagrada Familia". La primera fue en marzo pasado. El presidente de la República decidió pasar allí, en los lejanos parajes del asentamiento humano "Keiko Sofía" de Ventanilla, su cumpleaños número 52. La comunidad invirtió lo poco que tenía en preparar una recepción que tratara de estar al nivel de la investidura presidencial. Adornaron la loza deportiva con globos de colores, hornearon una torta de crema pastelera. los chicos bailaron marineras y recitaron poesías de homenaje. El presidente agradeció el cariño y dedicó unas palabras al hombre que había hecho posible que en medio del arenal brotara la esperanza.

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E

l hermano Miguel está parado junto a mí por segunda vez y vuelvo a tener la misma sensación. He visto a este hombre antes. Tiene el cabello peinado hacia un lado de la cara y el bigote y la barba escasos, como si se los hubiera adherido con pegamento. Estamos en medio de una pampita de tierra y frente a nosotros una fila de muchachitos regresa de clase. "¡Buenas tardes, hermano Miguel! ¡Buenas tardes a las visitas!" gritan desde el camino. Un grupo de tres o cuatro decide cubrir los 10 metros que nos separan y corre a abrazar al hermano. "¡Hola hijito! ¡Hola papito! ¿Cómo les ha ido hoy?", Miguel los abraza y besa. Y su imagen, en medio de la pampa, viene hacia mí como una fotografía del pasado.

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Y ESA NOCHE SE LLEVARON A MARCO, A SU HERMANITO NILTON Y A OTROS DOS NIÑOS. MIGUEL SABÍA QUE EN ADELANTE SU VIDA YA NO SERÍA LA MISMA. UN MES DESPUÉS SU CASA HABÍA SIDO INVADIDA POR OCHO CHICOS MÁS.


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FUE ENTONCES QUE VI AL HERMANO MIGUEL Ocupado como estaba en arrancar al Jefe de Estado algunas declaraciones sobre la coyuntura, no logré conversar con el hermano. Pero algunas vecinas me hablaron de su obra. Y del suceso trágico que cambió su vida.

MARÍA REINA PALMA TIENE 40 AÑOS. EN ESA ÉPOCA, ERA APRENDIZ DE CARPINTERÍA EN UN TALLER. UNA TARDE INFAUSTA, QUIZÁ POR DISTRACCIÓN, QUIZÁ POR CANSANCIO, LA MÁQUINA CON QUE TRABAJABA LE CERCENÓ DOS

Y es por eso que llegué hasta aquí, a estas pendientes donde el viento de la tarde sacude los techos de calamina, azota las ventanas y levanta polvaredas que se pueden ver desde la carretera Panamericana Norte, varios kilómetros hacia abajo.

Reina trabaja con los muchachos de entre 11 y 17 años. Es una especie de supervisora de las siete madres sustitutas de "La Sagrada Familia". Mientras esperábamos al hermano Miguel, me enseñó el módulo donde viven los pequeñines, de entre cero y cinco años. Allí conocí a Maricielo, una ricura de año y medio a quien su madre dejó hace tres semanas. La mujer es doméstica y no puede hacerse cargo de ella ni de Kevin, su hermanito de cinco. En todo este tiempo sólo ha ido a verlos dos veces. Kevin todavía llora por las noches.

MORIR PARA VOLVER A VIVIR Todavía conversaba con Reina cuando llegó el hermano Miguel. Me saludó con prudencia. Quizá se debía a mi retraso, así que le expresé mis disculpas y le comenté lo que quería hacer. Me miró con tranquilidad, asintiendo. Ahora que estamos sentados en un quiosco de triplay que hace las veces de cafetín, le cuento que lo vi por primera vez cuatro meses atrás, en el cumpleaños del presidente. Me mira como queriendo decirme algo al respecto, pero no se decide aún y ordena una gaseosa.

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Hasta que Reina supo de "La Sagrada Familia". "Un conocido me dijo que estaban buscando madres sustitutas. Vine y hablé con el hermano y le conté mi historia. Yo necesitaba trabajar pero sobre todo quería distraerme y no pensar en lo que me habla pasado, y el hermano me entendió. Aquí estoy hace año y medio", me contó mientras caminábamos por los módulos donde viven los niños.

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LA VIDA EN BLANCO Y NEGRO María Reina Palma tiene 40 años. Siete hijos. Y una herida en el alma que hace dos años la sumergió en un pozo de depresión, desde cuyos bordes todavía mira la vida. En esa época, después de haber pasado por innumerables oficios sin haber sacado casi nada de provecho, era aprendiz de carpintería en un taller. Una tarde infausta, quizá por distracción, quizá por cansancio, la máquina con la que trabajaba le cercenó dos dedos de la mano derecha. Para la gente no es fácil ponerse en el pellejo de una negra manca

que arrastra hijos y miserias por la calle. Reina no tenía trabajo y estaba sola. Cinco años antes, después de que el padre de sus hijos se largara de su vida, había dejado a tres de ellos en el orfanato de monjas que hay en la Panamericana. Los otros tres vieron cómo la desesperación y sí, también la culpa, le carcomían el corazón de a pocos.

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Por cosas del periódico, llegué media hora después de lo pactado con el hermano Miguel por teléfono. Había salido por alguna urgencia. En la construcción verde de dos pisos levantada en la entrada de "La Sagrada Familia" sólo estaba el administrador, Nicolás, algunas madres sustitutas y varios jóvenes que ayudan en la panadería. Un muchachito de unos siete años, la cabeza rapada y las rodillas sucias, quiso tranquilizarme: "Orita sale la señora, ¿ya?". Asentí sonriendo, mientras contemplaba la enorme cruz del color del edificio que da la bienvenida a la comunidad. Cuando volví la cabeza el muchachito había desaparecido y en su lugar estaba una mujer de raza negra mirándome con sus grandes ojos. Era la "señora" Reina.

DEDOS DE LA MANO DERECHA.


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SIN QUERERLO

SE CONVIRTIÓ EN UNA COSTUMBRE .

TODAS

LAS

NOCHES FUERON LLEVANDO OLLAS DE ALIMENTO PARA

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Ó

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30,

MUCHACHOS .

Al día siguiente, Miguel y su esposa, aún con el dolor encima, fueron a la plaza San Martín a llevar comida a los pirañas heridos. Casi sin quererlo se convirtió en una costumbre. Todas las noches fueron llevando ollas de alimento para 30, 40 ó 50 muchachos. Luego jugaban a la pelota con ellos y les contaban cuentos.

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está manejando su jeep azul rumbo a la concreción de un negocio y lleva, como suele hacerlo, al bebé consigo. Y el bebé, de pronto, sufre un pre-infarto. Entonces le pido que empiece desde el principio. Desde que empezó todo. Y el hermano Miguel se queda mirando por unos instantes un punto más allá de mi hombro y es como si entrara en algún túnel del tiempo. Y en ese túnel, Miguel no es el hermano Miguel sino Miguel Rodríguez Candia, un joven y prometedor empresario a quien la Providencia acaba de bendecir con la llegada de su tercer hijo, varón y hermoso. Pero el pequeño tiene una insuficiencia cardiaca. Es el gobierno aprista y apenas hay medicinas. Un día, Miguel

Miguel pone cuarta hacia el Hospital del Niño y no lleva tres minutos allí cuando su último hijo, Luis Miguel, 6 meses, expira. Para Miguel ese día algo se quebró en el mundo. "Esa tarde salí con el bebé en brazos y diciéndole a Jesús ¡me has hecho una putada!’. Pero al salir de Emergencias encuentro a dos pirañas que estaban heridos y nadie los quería atender porque la asistencia cuesta dos soles, y si no tienes dos soles te puedes morir sin que nadie haga nada", recuerda. "Con mi bebé en brazos me tuve que quedar hasta que los atendieron".

Una noche cuando se iba, Marco, uno de los pirañas, lo cogió del brazo. "Yo quiero irme con usted, profe". Miguel se vio en un dilema. Su caridad cristiana lo animaba a llevar comida y abrigo a esos chicos, pero hacer lo otro parecía demasiado. Lo conversó allí mismo con su esposa. Y esa noche se llevaron a Marco, a su hermanito Nilton y a otros dos niños. Miguel sabía que en adelante su vida ya no sería la misma. Un mes después su casa había sido invadida -con su anuencia- por ocho chicos más. Tenía 12 hijos, además de los dos propios. El departamentito de Breña no podía cobijar tanto alboroto. Una delegación de vecinos fue a quejarse con el párroco de "La Visitación", el padre Luciano Ciciarelli. Des-


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L LEGÓ

UN DESTACAMENTO DE

MARINOS QUE PEINABA LOS CERROS DE

ALERTADOS POR LOS RUMORES

pués de una larga conversa, el buen cura terminó por nombrarlo director del hogar de niños “La Sagrada Familia", y le ofreció el viejo terral que la parroquia tenía en los recónditos parajes de Ventanilla, donde no había nada.

Cuando Miguel y su tropa llegaron, "Keiko Sofía" no tenía nada, ni siquiera el nombre -que fue cortesía de un grupo de pobladores empeñados, como en tantos otros lugares, en caerle bien al go-

bernante de turno-. Tenían que acarrear el agua desde lejos, desde la trocha a la que llegaban los camiones cisternas. Las noches nunca fueron más oscuras. En los noventas recién llegó la electricidad, a medida que las casuchas de esteras se fueron multiplicando a su alrededor. Para entonces Miguel ya era "el hermano Miguel". Al principio la gente lo llamaba "padre" pero él pronto despejó el error. "Siquiera le diremos hermano", le dijeron los vecinos y él accedió. Pero fueron tiempos difíciles. Una tarde de 1990, cuando él había salido en busca de alimento, llegó un destacamento de marinos que peinaba los cerros de Ventanilla, alertados por los rumores que hablaban de senderistas en la zona. Cuando Yaru, el hijo menor de Miguel, vio los fusiles, comentó: "Mi papá tiene uno igualito en mi casa".

Los marinos se pusieron en guardia y rebuscaron por toda la vivienda hasta que hallaron, debajo de la cama del pequeño, la escopeta de juguete que su padre le había construido. El comandante no supo encontrar las palabras adecuadas para disculparse y en adelante, durante varios meses, nunca faltaron los envíos de comida y frazadas provenientes de la base de la marina. LA MULTIPLICACIÓN DE LA FE Con el tiempo Miguel decidió establecer un método. No podía seguir trayendo a todos los muchachos que encontraba en las plazas San Martín y Unión y en las inmediaciones del río Rímac. Decidió encargar a “Monga" uno de los pirañas

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EN LA ZONA .

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EMPEZAR EN MEDIO DE LA NADA El hermano Miguel está bebiendo su gaseosa cuando tres niñas hacen su aparición corriendo y se le cuelgan del hombro. “¿Cómo estás, mamachita? ¿Cómo estás, preciosa?", reparte su cariño con sabiduría, haciendo que con una palabra o una caricia cada una se sienta especial. Es difícil distribuir el amor de un padre a 266 niños y adolescentes. Pero lo hace a su modo. Aún cuando eso haya significado cambiar no sólo su vida, sino la de su mujer y la de sus hijos.

QUE HABLABAN DE SENDERISTAS

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Hacia allá se fueron. Desde esto ya han transcurrido 16 años.

V ENTANILLA ,


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U NA

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TARDE NO HABÍA NADA QUÉ

COMER .

EL

HERMANO SE HABÍA PASADO

TODO EL DÍA TRATANDO DE CONSEGUIR ALIMENTOS , TOCÓ INNUMERABLES PUERTAS , PERO A LAS TRES DE LA TARDE REGRESÓ CAMINANDO AL ARENAL Y ANUNCIÓ QUE NO HABÍA OBTENIDO NADA.

hombro. Los panes fueron desparramados sobre la mesa. "Coman a discreción", ordenó Miguel, armando un alboroto general. Pero ocurrió que Marcelo, un ex pirañita de la plaza San Martín, hastiado del alimento, echó el último pedazo que le quedaba a la basura. "Recoge lo que has tirado, le ordenó Miguel. Marcelo se inclinó a hacerlo y al levantarse tenía los ojos húmedos. "¿Qué pasó?, preguntó el hermano. "He visto -contó el muchacho- al Niño Jesús llorando en el fondo del tacho".

más fieros de El Cercado, quien se había convertido en su lugarteniente, que enviara sólo a los recién llegados y a los más pequeños. Así, tenían más probabilidades de dejar con facilidad la calle.

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Hoy en "la Sagrada Familia" no se echa nada a la basura, y mucho menos un pan.

Pero más difícil que acostumbrarlos a una vida en familia era conseguir el alimento para tantas bocas. Para inicios de los noventa, en "la Sagrada Familia" había medio centenar de niños. Al instalarse allí Miguel había vendido ya todo lo que tenía. Al principio comenzaron a confeccionar y vender gorritos de cumpleaños. Funcionó, pero

sólo durante un tiempo. Uno de los chicos había aprendido con su familia a preparar chicles y enseñó la receta. Pero el negocio también fracasó. Trabajaban haciendo chicles toda la tarde, pero éstos desaparecían misteriosamente durante la noche. Nunca se detectó a los golosos. Una tarde no había nada qué comer. El hermano se había pasado todo el día tratando de conseguir alimentos, tocó innumerables puertas, pero a las tres de la tarde regresó caminando al arenal y anunció que no había obtenido nada. Había medio centenar de estómagos anhelantes. Por esas cosas que Miguel atribuye a la fe un conocido suyo, también panadero, no había podido vender un saco entero de panes y llegó con la sorpresa al

EL VERDE ES EL COLOR DE LA ESPERANZA El hermano Miguel me enseña el terreno de la comunidad mientras caminamos. El edificio verde de dos pisos es desde hace año y medio un policlínico con dos médicos, un dentista y hasta una enfermera y un laboratorista, gracias a la ayuda de una fundación española llamada ‘‘Madre Coraje’’. Algunos de los módulos donde duermen los chicos también han sido construidos gracias al apoyo de instituciones privadas, asociaciones benéficas y municipalidades. Hay una misteriosa mujer llamada Patricia Beckham que desde hace dos meses viene apoyándolos sin explicar sus razones.


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EL PROYECTO DE MIGUEL ES TENER UN HOSPITAL QUE ALIVIE LA VIDA DE MILES DE PERSONAS QUE VIVEN DESPARRAMADAS EN ESTOS CERROS DE MISERIA.

"El presidente vino y prometió poner un cerco perimétrico, un módulo para la carpintería y, sobre todo, un hospital, que es mi sueño más anhelado", dice Miguel mientras caminamos sobre la

El proyecto de Miguel es tener un hospital que alivie la vida de miles de personas que viven desparramadas en estos cerros de miseria. En su policlínico cobra un sol la consulta, pero los médicos no se dan abasto para atender tantas desgracias, mucho menos cuando -por lo que ganan- ellos traba-

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Pero no faltan los políticos que vienen, prometen cosas y nunca más regresan. Por la arena dura de "La Sagrada Familia" han caminado innumerables candidatos al Congreso, a la alcaldía de Lima

losa donde el mandatario celebró su cumpleaños. "Hasta ahora sólo me ha enviado cemento y algunos ladrillos".

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y a la alcaldía de Ventanilla. Alguno, incluso, le ofreció a Miguel un lugar en la lista de regidores, a cambio de su apoyo público. Sabía que el hermano tiene ascendencia entre la gente de los cerros vecinos. Pero él dijo nones.

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Algunas tardes aparece de pronto, juega vóley con las niñas y pregunta qué hace falta. Fue gracias a ella que el hermano Miguel pudo refaccionar el viejo comedor, pintar las paredes y poner un piso de mayólicas.


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jan allí cumpliendo una labor social, y la mitad del día deben buscarse la vida en otros hospitales. También necesita construir un taller de confecciones y otro de serigrafía, que se sume a los de carpintería y panadería que son los que actualmente mantienen -a duras penas- a los habitantes de la comunidad. Cuando Miguel mira hacia el pasado, encuentra tristeza pero también sobrados motivos de orgullo. Marcos y Nilton, aquellos primeros mocosos a los que un día dejó entrar en su vida, trabajan hoy en los Estados Unidos gracias a un tío que se los llevó cuando aquí ya habían aprendido un oficio. Lucho Duchent, un chiquillo que recogió de las inmediaciones del Palacio de Justicia, ahora es médico y trabaja en España. A Diógenes Castillo lo encontró en el río Rímac junto a su hermano William. Se habían escapado de su padre, un energúmeno que les aplicaba palizas todas las noches. Miguel fue a hablar con el hombre a reclamarle su actitud pero volvió desesperanzado. Se los llevó al arenal. Cuando llegó, Diógenes le buscó los ojos y le preguntó, con toda la dureza de sus 11 años, "¿cuándo vamos a matar a mi papá?". Diógenes hoy estudia Ingeniería en la universidad San Marcos.

"Miro hacia atrás y veo que por aquí han pasado más de 700 niños. 700 hombres y mujeres que hu bieran podido terminar en Lurigancho o en Santa Mónica. Eso me tranquiliza. Ver lo que eran y lo que son. Me da mucha paz", dice ahora, detenidos a un costado del policlínico, junto a la camioneta en la que debo partir en unos momentos. Miguel y yo nos despedimos apretándonos la mano. Aunque hay cierta distancia que todavía no se ha acortado entre nosotros, veo en su mirada cierta afabilidad, esa necesidad de creer en la otra persona que debe tener para con todos quienes llegan a este apartado rincón de Lima y que se van, con la promesa de no olvidar. Estoy en la camioneta y veo a Miguel caminar hacia el policlínico, volviendo otra vez a sus asuntos. Un grupo de niños lo ataja de nuevo y el hermano los abraza, los besa, sacudiéndoles el polvo que ha caído en sus uniformes escolares. Ese uniforme escolar me transporta a mis años en el colegio parroquial, a las láminas del libro de Religión,

y entonces estoy viendo otra vez a Miguel, con su cabello lacio y su barba rala, y casi le oigo musitar algo sobre los niños, que dejen que los niños vayan hacia él. Y claro, pienso, dónde lo he visto a este señor antes. Y me digo: "Si Jesús hubiera nacido...". Pero no. Mejor no digo nada. El polvo de la tarde comienza a sacudir las calaminas de los techos, azota las ventanas y amenaza con levantar polvaredas que se verán desde la carretera Panamericana, allá abajo, hacia donde nosotros vamos.


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UN GRUPO DE NIÑOS LO ATAJA DE NUEVO Y EL HERMANO LOS ABRAZA, LOS BESA, SACUDIÉNDOLES EL POLVO QUE HA CAÍDO EN SUS UNIFORMES ESCOLARES.


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Marco Antonio Avilés Hurtado Periodista

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M

ojos. Tiene las orejas tan grandes que parece que no hubiera hecho otra cosa que escuchar a lo largo de su vida. Pronto cumplirá setenticinco años. Desde las casas vecinas, los televisores gritan diálogos de amantes huidizos. Apenas ha pasado la hora del almuerzo y las telenovelas se adueñan de la sobremesa. Capítulos repetidos: las historias en que los ricos también lloran y donde los pobres sólo existen cuando conocen a los ricos. Mancio ha aprovechado el buen día para escapar de esos argumentos. Está sentado y pensativo. Mientras lo miro desde la distancia, pienso que su quietud es una forma de rebeldía. Es el único habitante de Portada de Guía que no quiere olvidar su paso por el infierno: aquellos años en que la lepra lo secuestró de la vida, igual que a todos sus vecinos, como a miles de peruanos. Pero Mancio no quiere olvidar. Más aun, durante los

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ancio ha abierto la puerta de su casa. Unos pasos lentos lo guían hacia el límite del cemento y la tierra seca. Allí se detiene y respira hondo mientras observa la tranquilidad de su huerto: un palto, una parra de uvas y algunas zábilas durmientes. La tarde de invierno se ha desvestido de nubes. Mancio se frota las manos y luego extiende los brazos con las palmas muy abiertas como si quisiera acariciar el aire para comprobar que hace un buen día. Una resolana caliente cae en picada hacia el barrio de la Portada de Guía, borde marginal de San Martín de Porres. Las gallinas son las primeras víctimas del sopor y buscan sombra entre los arbustos. Una breve sonrisa se apodera de Mancio. No hay duda de que es un buen día. Se toma la cadera y retrocede en busca de su asiento, un poyo de cemento. Allí se recuesta y cierra los

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CAPÍTULO L. 1954. YO ERA EL MÁS JOVEN DE MI SECCIÓN EN SAN PABLO, EL ANTIGUO HOSPITAL DE LA SELVA PARA ENFERMOS DE LEPRA. UN DÍA QUE ASISTÍ AL TÓPICO PARA QUE ME HICIERAN UNA BIOPSIA, ME DI CUENTA DE QUE HABÍA PREOCUPACIÓN EN LOS MÉDICOS .


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últimos diez años no ha hecho más que recordar. Escribiendo. Capítulo L. 1954. Yo era el más joven de mi sección en San Pablo, el antiguo hospital de la selva para enfermos de lepra. Un día que asistí al tópico para que me hicieran una biopsia, me di cuenta de que había preocupación en los médicos. La lista de pacientes negativos iba decreciendo y no podían encontrar las razones. Creíamos que la vida era normal. Se seguían los mismos tratamientos que la Organización Mundial de la Salud recomendaba para cada tipo de lepra. Pero cuando un paciente negativo caía, era como si volviera a cero otra vez. Había momentos en que el leprosorio se convertía en un verdadero hospital. Por todos lados se oía gritos de dolor, de nervios, de huesos torturados. Se veía brotes granulosos en las caras, en las extremidades, cuadros de insomnio, pérdida de apetito. Los pacientes demoraban en reanimarse y ponerse nuevamente en condiciones de luchar contra la muerte. Yo era uno de ellos. Los soleados días de verano significan mucho para él. Mancio podrá extender su vieja hamaca y se echará encima a escribir en sus cuadernos, o simplemente a escuchar el cloqueo de las gallinas. Pero es invierno y en pocas horas el frío del atardecer lo devolverá a su casa. Me acerco y lo saludo. "Buenas tardes, jovencito. ¿No ha tenido problemas para llegar?". Su saludo es el mismo de siempre, y me doy cuenta de que la distancia -o quizá el aislamiento- ha sido una de las constantes de su vida. Para llegar hasta Portada de Guía -donde él vive- hay que tomar una pequeña calle que nace en la Avenida Túpac Amaru. Luego se debe atravesar la urbanización Piñonate, con su fauna de ladrones y drogadictos, hasta dar con un portón que se niega a cambiar de nombre: "Hospital de Guía". Décadas atrás esto era la frontera de Lima. Ahora, apenas un detalle invisible en los planos de la ciudad. Mancio vive aquí desde 1980, tres años después de que el leprosorio -construido a principios del siglo veinte- fuera clausurado.

DE CIENTO VEINTE QUE ÉRAMOS, SETENTA MOSTRABAN SÍNTOMAS POSITIVOS

"¡POR QUÉ!", GRITÓ EL DOCTOR.

DEL MAL.

En los vestigios de sus pabellones, y sin otro lugar adonde ir, los últimos pacientes echaron raíces. Hicieron sus casas. Criaron a sus hijos. Ahora los nietos corretean alegrando a sus abuelos, antiguos enfermos del mal de Hansen, como también se conoce a la lepra desde que el médico noruego Gerhard Hansen descubrió el bacilo causante, en 1873. Con Mancio suman diecinueve vecinos. Si uno llega por la tarde, es común ver a algunos de ellos regando las plantas o escuchando música a la puerta de sus casas. Varios utilizan bastones y muletas, debido al rigor con que los trató la enfermedad. "Tome asiento, joven. Cuando me dijeron que me iban a visitar pensé que se trataría de alguna de mis hijas. Pero no importa", me dice apoyando los codos sobre sus rodillas. Hago lo mismo. Aunque soy yo quien ha venido a escuchar. A leer. A conocer. Al día siguiente, a la hora del reparto de medicamentos, el médico llamó a todos los pacientes en observación y nos dio una resondrada. De ciento veinte que éramos, setenta mostraban síntomas positivos del mal. "¡Por qué!", gritó el doctor. Nos volvió a ins-

truir sobre cómo cuidarnos, pero a mí me detuvo un momento y me dijo que buscara el apoyo de una mujer sana. "Contigo no va a haber problemas, Mancio", me dijo. Agradecido salí y por la tarde continué con mis faenas.

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Yo traía maderas del monte para construir casas en el leprosorio, gracias a mi buen estado físico. De esa manera me mantenía y podía dar trabajo a otras personas que también estaban más o menos saludables. Siempre que me pagaban le envíaba el dinero a mi madre, que estaba en Requena. Cuando ella lo recibía, lloraba porque creía que ya me había perdido para siempre.

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EN

UNA ÉPOCA LLEGAMOS A SER MÁS DE SEISCIENTOS

PACIENTES Y LOS MÉDICOS NO TENÍAN MEDIOS PARA TRATAR A TANTA GENTE .

A

VECES NOS DESVESTÍAN A

GRUPOS DE TREINTA PACIENTES EN MEDIO DE LA PLAZA Y NOS REVISABAN ASÍ .

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llenas de gusanos. Eso comían. El hospital era el paraíso", me dice cadenciosamente. Sólo se detiene a respirar. Mancio comenzó a escribir durante esos años. Su afición por la memoria y por el registro le nació cuando era todavía estudiante de primaria en Requena, un pueblito de Pucallpa. Una vez sus profesores le dejaron la tarea de escribir la historia de su comunidad.

Conversamos por primera vez hace bastante tiempo. Fue en este mismo lugar, delante del huerto, aunque entonces las plantas todavía eran pequeñas. Pienso que ellas han crecido al mismo ritmo que el libro de Mancio. Esa vez él me mostró sus heridas ya curadas: cicatrices en sus pies, tres dedos amputados, sombras blancas en sus manos. Ahora me recuerda que le diagnosticaron el mal cuando apenas tenía veintiún años. Él era un soldado raso que hacia el servicio obligatorio en un cuartel que el Ejército tenía en Iquitos. "Yo transpiraba mucho. Eso le hizo du-

dar a un médico que me examinó. Cuando me diagnosticaron la enfermedad, me dijeron que quizá podrían curarme en el cuartel, pero yo no quise. Ya había visto lo terrible que era la lepra. Así que deserté y por mi cuenta me fui al hospital de San Pablo", me cuenta agitando mucho las manos. Su hijo menor tiene treintitrés años y todavía vive con él. No tiene trabajo estable. Pero le ha dado a Mancio una nieta juguetona que ahora está en el colegio. A ratos pasa delante de nuestra conversación y echa un sonrisa de orgullo sobre su padre. "Lo que vi allí me sorprendió mucho. En una época llegamos a ser más de seiscientos pacientes y los médicos no tenían medios para tratar a tanta gente. A veces nos desvestían a grupos de treinta pacientes en medio de la plaza y nos revisaban así. Pero peor era en las haciendas. Mis compañeros me contaban que los trabajadores se dividían en grupos de sanos y de enfermos. A estos los aislaban y les enviaban la comida encima de pailas que viajaban por el río, sin control,

Y así, averiguando y hablando con sus abuelos, descubrió que ellos habían sido los fundadores del pueblo en plena fiebre del caucho. Su abuelo Domingo Gordon era un aventurero de origen inglés, mientras que Manuel Mafaldo tenía ascendencia portuguesa. "En San Pablo empecé con un cuaderno. Recordaba las historias que había escuchado desde chico y también apuntaba lo que veía en el hospital. Sería la soledad lo que me hacía escribir. Pero todo eso lo quemé un día en que me sentía harto. En Lima he vuelto a escribir, ya de viejo, por la misma soledad. Después de que me despidieron del trabajo, cuando se enteraron que había sido enfermo de lepra". Fue hace diez años. Mancio trabajaba en una peluquería de Jesús María. El dueño creyó que su empleado todavía podría contagiar el mal y le pidió que no volviera más. Nunca pudo conseguir otro empleo. Tenía sesenticinco años. Y a esa edad comenzó su libro. A Sara la conocí en uno de esas incursiones a una isla, cuando buscábamos material para seguir construyendo casas para los nuevos pacientes. Varias veces nos habíamos visto. Hasta que en una ocasión me acerqué a comprarle una de las gallinas que su madre vendía. Luego de pagar, me le acerqué y le dije: "Te llevo en mi corazón”. Se sonrió. A la semana si-


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A DEMÁS

DE SU EXPERIENCIA , LA CURIOSIDAD HA

SIDO UNA DE SUS PRINCIPALES HERRAMIENTAS PARA REUNIR LA INFORMACIÓN .

M ANCIO

GUARDA

BUENOS RECUERDOS DE LAS CONVERSACIONES CON SUS MÉDICOS .

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Mancio conoció dos de ellos, el de Iquitos, denominado como San Pablo, y el De Guía, en Lima. Además de su experiencia, la curiosidad ha sido una de sus principales herramientas para reunir la información. Mancio guarda buenos recuerdos de las conversaciones con sus médicos y principalmente con el doctor Hugo Pesce, el más importante leprólogo peruano, y quien reestructuró los leprosorios del país en la década del cincuenta.

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Le pido que me muestre sus cuadernos. Supongo que los guarda como las joyas que son. Se trata de la historia de la lepra en el Perú contada por alguien que sufrió la enfermedad en carne propia. Más de quinientas páginas escritas a mano. En el país no existe un documento testimonial sobre la lepra que lo iguale, aunque el trabajo de Mancio aún permanece inédito, ignorado. Durante las primeras décadas del siglo pasado, cuando la ciencia médica comenzó a desarrollar estrategias para detener la lepra, en el país llegaron a existir tres leprosorios.

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guiente, cuando había una fiesta en San Pablo, ella se apareció en mi casa. Yo la llené de besos, pero ella se defendió con mucha dignidad. "Si tú no tienes buenas intenciones conmigo, por favor no me hagas daño. Porque yo te quiero con el alma”, me dijo. Esto me detuvo y le prometí serle fiel hasta la muerte. Luego nos fuimos a la fiesta a jaranearnos. Después ella regresó a su casa. A la semana siguiente recibí una carta amenazadora de un hermano de ella. Entonces pensé lo peor y con razón. Todos esos días a Sara la habían estado moliendo a palos por haberme venido a ver. Tomé una lancha con unos amigos y fuimos a la isla. Busqué al hermano y le dije que yo no quería burlarme de su hermana. Y ante la sorpresa de la madre, le dije a Sara que si quería, nos iríamos en ese momento. Ella se vino y me abrazó. Al rato ya estábamos en la lancha.


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M ANCIO

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YA NO PUEDE ESCRIBIR A FALTA DE UNAS GAFAS QUE LE ALIVIEN DEL ASTIGMATISMO .

EL

POCO DINERO QUE SU HIJO

Y SU NUERA CONSIGUEN APENAS ALCANZA .

"Antes de él, y por fuerza de ley, los enfermos eran verdaderos apestados. Tener lepra te hacía perder todos tus derechos y no había manera de evitar que te confinaran en hospitales hacinados, como galeras", me explica mientras reúne fuerzas para levantarse. La edad con su velo de arrugas ha podido borrar las principales facciones de su rostro. Los ojos ligeramente adormilados parecen siempre reflexivos y protegidos por unas cejas poderosas y cenizas. Su boca amplia y risueña rompe aquella paz, como si estuviese encargada de demostrar que Mancio anda siempre en el lado opuesto de la tristeza. La tarde está cayendo y

con ella ha venido una ligera modorra. Mancio se levanta por fin y desaparece en su casa. Al volver, me entrega un fólder de manila con páginas sueltas y escritas a máquina.. "Los cuadernos se los he entregado a una doctora del Hospital Cayetano Heredia, porque me dijo que me ayudaría corrigiendo las faltas ortográficas", me explica sonrojándose. "Es que no soy bueno en gramática, pues. Pe-

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ro voy a empezar a dudar porque hace un año que no veo a la doctora. Igual, he copiado una buena parte con la máquina de escribir que me regaló un señor". El último sueño de Mancio es ver publicada su historia. Sara no fue la única mujer sana en el leprosorio. Era una época dura, porque los médicos todavía creían que la enfermedad era infecto contagiosa, y que la incubación duraba cerca de ocho años. Por eso a veces algunos empleados nos maltrataban, pensando que yo le transmitiría a ella el mal. Pero eso no pasó porque ella no era la única mujer. Había otras tres que vivían en San Pablo acompañando a sus esposos durante años, y que nunca se habían enfermado. Fue por esa época que recibimos la visita del médico argentino Ernesto "Che" Guevara. Antes él ya había estado en Portada de Guía, en Lima, y desde Pucallpa llegó a San Pablo en balsa. Se quedó sorprendido


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PARA

ROMPER EL HIELO LE

PREGUNTO A QUE

S ARA

M ANCIO

E SO

SI ES VERDAD LA CORTEJABA .

HABRÁ PASADO EN SUS

HISTORIAS , SE ESCANDALIZA .

Mancio no lo sabe. Algunos pasajes de su historia aparecen también en Che, la biografía más completa que se ha escrito sobre Ernesto Guevara. Salvo algunos detalles diferentes, el autor, Jan

En la boca del Mayuruna vivía Sofonías Guerra, que se creía dueño del río. Él era el patrón de un grupo de yahuas y ticunas que trabajaban con él. Un día, mientras extraíamos materiales para las nuevas casas, se acercó hasta donde estábamos y nos gritó que nos fuéramos. Pensaba que al pasar por ahí, nosotros dejábamos los bacilos al por mayor. "Nosotros vivimos de este río y tenemos el deber de cuidarlo. No vamos a permitir que leprosos como ustedes vengan a trabajar acá", nos amenazó. "Dios mío", me dije. "No salimos de San Pablo todavía y ya estamos tropezando. ¿Cómo será cuando de verdad nos den de alta?". Yo tenía que hacer estas reflexiones porque de los ciento veinte pacientes en observación, a catorce ya nos estaban considerando sanos.

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Mancio no podría saberlo. En su casa no hay libros. Apenas una mesa fatigada en el centro de un cubo de cemento. "Este era el antiguo taller de carpintería del hospital", me informa. A un costado están las camas donde comparte habitación con la familia de su hijo. Hay algunos afiches sobre las paredes, un mueble viejo que guarda las cosas de la cocina y, al lado, su máquina Olimpia, que está ociosa desde hace un año. Mancio ya no puede escribir a falta de unas gafas que le alivien del astigmatismo. El poco dinero que su hijo y su nuera consiguen apenas alcanza para la comida

del hogar. Para este escritor, los anteojos son un lujo imposible.

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Lee Anderson, da cuenta del paso del médico argentino por el leprosorio de San Pablo y confirma, también, esa despedida afectuosa en la que el joven “Che” Guevara improvisó un sentido discurso. Claro que después se animaría a bailar el tango con las enfermeras.

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con lo que vio, y se puso de acuerdo con los otros médicos para realizar raspados en los nervios dolorosos de los pacientes, con muy buenos resultados. Se reunía con nosotros a comer y a conversar. Era una bella persona. Cuando llegó la hora de su partida, le preparamos una balsa pequeña y segura, e hicimos una colecta que le rogamos que aceptase. Yo tiraba mi garganta, así que acompañado de dos guitarristas le canté los tangos Rechiflado en mi tristeza, Cuesta Abajo y Volver. Cuando entoné esta última no aguantó y se echó a llorar como un niño. Luego se embalsó. Después nos enteramos que estaba en Cuba, al lado de Fidel Castro. Lo que hizo en San Pablo fue muy bueno para nuestros médicos.


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M IENTRAS

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ATRAVESAMOS EL

HUERTO EN DIRECCIÓN A LA CASA

Nos invita a pasar a la sala. En la mesa del comedor Julio y Lurit, dos miembros de la asociación, comparten un juego de naipes con la dueña de casa. Para romper el hielo le pregunto a Sara si es verdad que Mancio la cortejaba. "Eso habrá pasado en sus historias", se escandaliza frunciendo el ceño, y luego todos estallamos en risas. Incluso Mancio. Se conocieron en San Pablo, adonde una vez enterada de su enfermedad Sara llegó por propia voluntad. Tenía trece años cuando escapó de su casa para curarse.

DE LA VECINA , ME CUENTA QUE HACE ALGUNOS AÑOS ÉL LE PIDIÓ MATRIMONIO .

YO

SIEMPRE HE

CREÍDO QUE EL HOMBRE SE HACE MÁS BUENO CON UNA MUJER ”, ME DICE .

Sara Dávila tiene sesenta y tres años y es presidenta de la Asociación de Ex Pacientes del Mal de Hansen de Portada de Guía. Le he pedido a Mancio que me permita conversar con ella. Tiene el mismo nombre que la mujer que él amó, pero se trata de otra persona.

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Incluso el doctor Montoya me había dicho: "Apúrate Mancio con construcciones porque ya se acerca tu salida”. Por esa época me había llegado una carta que me informaba que mi madre estaba paralítica. Yo pensaba que le había pasado eso por preocuparse por mí. Tenía que ir hasta Pucallpa. Eso sumó a mi dolor porque, así pobre y con la carga social que deja la enfermedad, no podría llevar conmigo a Sara, mi mujer. Pero ella se había comprometido conmigo sabiendo que yo era leproso, merecía ser mi compañera de por vida. Mis días posteriores fueron muy tristes.

Mientras atravesamos el huerto en dirección a la casa de la vecina, me cuenta que hace algunos años él le pidió matrimonio. "Yo siempre he creído que el hombre se hace más bueno con una mujer”, me dice. Por fin llegamos. Sara es una mujer pequeña, robusta y de hablar rotundo. Sus pequeños ojos están protegidos por unas gafas enormes que, se diría, fueron fabricadas para un gigante. La casa que ocupa corresponde al antiguo pabellón de mujeres. Las paredes son altas y de madera. Parece un edificio tropical, de aquellos que uno imagina que fueron levantaron durante la fiebre del caucho en la selva. Pero esto es Lima.

"Las secuelas que deja la lepra son terribles. Como el mal se ha comido los nervios, tenemos problemas de circulación. La piel se reseca, se pierde la sensibilidad", me cuenta. Sus dedos se han encogido por esa razón. "Yo llegué a Lima para continuar mi tratamiento a los diecinueve años. Pero tenía que escaparme trepando las paredes para poder trabajar. Ve usted que no tenía familia acá. De algo tenía que vivir. Ahora por eso gozo de una pensión. He sido costurera en una fábrica", dice Sara. "No he leído los cuadernos de Mancio. Quizá porque siento que cada uno tiene su propia historia. Pero me gustaría que otras personas que no saben lo que fue la lepra, se enteren. No se puede olvidar algo que ha afectado y nos ha marcado a tantas personas". Julio ha permanecido callado hasta ahora, pero advierto que quiere hablar. Las muletas que lo acompañan no me han


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sido indiferentes. Le pregunto si también conoció a Mancio en San Pablo. "No, yo llegué después de que él había sanado. Nunca me voy a olvidar de ese hospital. Para internarme tuve que dejar a mis tres hijos. Eso fue lo más doloroso de todo", me cuenta.

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Nos dijeron que teníamos hasta las once de la mañana del día siguiente para reunir las cosas que quisiéramos llevar, las cuales tenían que ser bañadas en formol. Por la noche busqué a mi mujer y lloramos como dos niños. Sentía por ella un gran amor, pero no podía llevarla conmigo a la incertidumbre. Le dije que regresaría. Mientras le pedí: "vuelve donde tus padres". Pero yo presentía que la vida nos estaba separando para siempre. La manera en que desinfectaron nues-

despedí de San Pablo después de cuatro años de haber padecido la lepra, pero convencido de que las secuelas las llevaría conmigo para siempre. Cinco días después llegamos a Iquitos. Los periodistas nos recibieron exaltados, pero entendieron

.

A las siete de la noche del siete de mayo de 1955 acoderó en el puerto de la colonia una lancha de Iquitos. Tenía la misión de trasladar, del leprosorio a la ciudad, a los primeros catorce pacientes que habíamos rescatado nuestra salud.

tras ropas durante veinticuatro horas me hizo pensar en que si eso ocurría en el hospital, sería inimaginable lo que pasaría cuando la sociedad se enterase del mal que habíamos padecido. No quería que ella sufriera. Para el dolor, bastaba conmigo. Al día siguiente, después de una cena de despedida que terminó en llanto, nos fueron llamando uno a uno a los catorce. Con el equipaje en la mano, fuimos subiendo a la lancha y me

Talentos Anónimos

Julio es uno de los que más ha sufrido con la lepra, me dirá Mancio al salir de la casa. "Él era empleado de un banco y tenía una buena posición económica. Pero, por no hacer sufrir a su familia, trató de esconder la enfermedad hasta que ya no podía trabajar más", me explica mientras me guía de regreso. Yo lo miro. Camina despacio, con dificultad, como si todo lo que sabe pesara sobre sus hombros.


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DESPUÉS

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DE QUINCE AÑOS DE

TRABAJAR COMO PELUQUERO , ME DESPIDIÓ CUANDO SE ENTERÓ DE QUE YO HABÍA SIDO

do detrás de la puerta de vidrio. Supongo que está escuchando a su padre, una vez más.

PACIENTE DE LEPRA Y DE QUE VIVÍA ACÁ EN

P ORTADA

DE

G UÍA .

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que no queríamos que nuestras caras aparecieran en las fotografías. Nos llevaron a un hospital para darnos las últimas instrucciones y dos días después los catorce nos separamos. Algunos se irían a Pucallpa, otros a Lima. Yo sabía que tenía que ir a Requena a ver a mi madre y a enfrentarme con mi destino. El sol se ha ido por completo. De vuelta a su casa, Mancio me cuenta que después de la despedida nunca más volvió a ver a Sara: Tuvieron que pasar varios años para que se fijara en otras mu jeres. Me dice que se casó dos veces. De la primera esposa no guarda un buen recuerdo, salvo los cuatro hijos que tuvieron en Pucallpa. La segunda, Lucinda, falleció hace doce años. Con ella llegó a Lima a fines de los años setenta. Vivieron en varias casas alquiladas, antes de que decidieran

instalarse en Portada de Guía. El hospital había sido clausurado, pero seguía manteniendo un centro de salud -como ahora- alrededor del cual siguen viviendo los últimos pacientes. "Ex pacientes", me explica, "porque si bien ya estamos sanos, necesitamos tener consultas permanentes para tratarnos las secuelas". A pesar de que el frío ya empieza a calar, volvemos a sentarnos a la puerta de su casa. Un viento inoportuno levanta polvo. Al escuchar que su voz gruesa trastabilla, me doy cuenta de lo difícil que debe ser para Mancio recordar. "Yo tenía que cuidar a mi madre, por eso me quedé en Requena por mucho tiempo. Allí me casé, pero después tuve que divorciarme. Me deprimí mucho cuando mi mujer me engañó. Además, me era difícil trabajar en Pucallpa porque siempre me andaban marginando. Regresé a San Pablo en los años sesenta. La comunidad había crecido mucho y yo estaba ligado sentimentalmente a ella. Hice un poco de política y hasta llegué a ser gobernador. Pero los opositores me hicieron muchos problemas. Ahí fue que quemé mis primeros cuadernos y me vine a Lima con una nueva esposa, las dos hijas de ella, y nuestro pequeño, me cuenta pasándose la mano por el pelo blanco. Su hijo, que también se llama Mancio, ha encendido las luces de la casa. Su sombra se ha deteni-

"Yo pensé que la marginación iba a acabar, porque suponía que en la capital la gente estaba más informada. Pero igual me pasó. Después de quince años de trabajar como peluquero, el dueño del local me despidió cuando se enteró de que yo había sido paciente de lepra y de que vivía acá en Portada de Guía. Desde ahí, como le he contado, no he vuelto a conseguir empleo. Quizá no me doy cuenta de que estoy viejo, ¿no?". Ahora Mancio echa una sonrisa, como si arrojara agua sobre fuego. Se frota las manos, extiende los brazos con las palmas muy abiertas y acaricia el aire frío. Es de noche y sé que está fatigado. Le devuelvo sus escritos y nos despedimos con un apretón de manos. Siento esa piel que la enfermedad maltrató, y me quedo con el recuerdo de sus dedos gruesos, como sogas, que estarán fatigados de tanto conversar con el papel. Al verlo desaparecer detrás de la puerta, pienso en que sus cuadernos merecen recorrer el camino opuesto. Ver la luz de aquellos ojos que, como los míos, olvidan que la vida a veces se parece al infierno. El mal de Hansen fue ese tormento para miles de peruanos. Pero Mancio Gordon Mafaldo es el cronista que volvió de esa dolorosa profundidad con el corazón y la memoria intactos. Su libro único se llama Destino. Sus páginas guardan una épica real, aunque todavía desconocida. Es la historia íntima de cómo el Perú venció a la lepra.


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EL MAL DE HANSEN FUE ESE TORMENTO PARA MILES DE PERUANOS. PERO MANCIO GORDON MAFALDO ES EL CRONISTA QUE VOLVIÓ DE ESA DOLOROSA PROFUNDIDAD CON EL CORAZÓN Y LA MEMORIA INTACTOS.


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EL

CANTO KUKULI Talentos An贸nimos

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DE LA


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Ayar Ramiro Escobar La Cruz Periodista

AL

NIÑO NO PODEMOS DECIRLE MAÑANA PORQUE SU NOMBRE ES HOY...

Gabriela Mistral

EL CANTO DE LA KUKULI

La animadora habla de los 25 años de Kukuli con un entusiasmo casi olímpico. Como he llegado tarde, tengo que suspender mi mirada de

Minutos antes, la animadora ha dicho que, por esta modesta guardería, han pasado unos 3,000 niños en 25 años. "Queridos kukulinos y kukulinas", prosigue, mientras yo me pregunto cómo empezó todo, quién levantó el afanoso local. Y qué tiene que ver Diana con este baile.

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Aquí abajo, en las faldas algo menos peladas de este cerro, el asentamiento humano Huáscar presencia un espectáculo más esplendoroso. Junto a una guardería de niños se ha montado un estrado festivo, de aire gentil, con globos y carteles que aluden a un aniversario feliz.

También distingo a Diana Gamarra, gordita pero ágil, corriendo y saludando como si quisiera tener mil brazos. Tiene la sonrisa fácil, a pesar de sus apuros, y me dice que disfrute del espectáculo. Un grupo de niños irrumpe en el escenario al ritmo de su propia banda de sicuris.

.

T

adulto y sentarme en una silla para niños, chiquita y lustrosa. Mi punto de vista cambia y veo el cerro más grande, más alto, más difícil.

Talentos Anónimos

arde brumosa de agosto, húmeda hasta el hartazgo en esta esquina del Cono Este de Lima. No se ve casi el horizonte, pero en el cerro vecino se distinguen pequeños caminos de piedra, esteras persistentes, invencibles banderitas peruanas clavadas en los techos de plástico y lata.


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UNA MADRE SALIÓ A COMPRAR Y DEJÓ A SUS HIJOS BAJO LA CUSTODIA DE UNA VELA.

EL FUEGO NO TARDÓ EN DESATARSE, CHAMUSCÓ SIN COMPASIÓN LA VIDA DE LOS PEQUEÑOS. LA TRAGEDIA HIZO VISIBLE UN PROBLEMA: NO HABÍA QUE DEJAR A LOS NIÑOS SIN COMPAÑÍA.


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“EN LA AZOTEA DE MI SIESTA

DEL PUENTE AL ARENAL Allá por 1977, un grupo de familias consideradas "excedentes" de los barrios de Caja de Agua, San Hilarión, Chacarilla de Otero y otras zonas de San Juan de Lurigancho, protagonizaron una invasión. Se asentaron en el denominado Puente Huáscar, muy cerca de la Plaza de Acho. Llevaban encima apenas su humanidad, unas cuantas esteras y la invencible convicción de encontrar un lugar. El gobierno militar de entonces les dijo que no podían quedarse allí y los instó a buscar un sitio "en la parte alta" del pujante aunque polvoriento distrito. En ese momento, dicha indicación significaba emigrar literalmente al arenal, a la Siberia de la Lima Este. Pero no había alternativa. Era la pampa o nada, por lo que los cientos de familias tuvieron que movilizarse a esas alturas, en donde la única comida era la esperanza. El Estado los apoyó, pero igual tuvieron que vencer sangre, sudor y, sobre todo, polvo. No había ni agua, ni luz, ni movilidad. Apenas unas cuantas carpas de la Cruz Roja y una posta médica, a la que los eventuales enfermos, o accidentados, tenían que ser llevados en una carretilla. Poco a poco se organizó la dirigencia y llegaron unas religiosas españolas, que empezaron a repartir desayunos a los niños. Pero hacia fines de 1978 ocurrió un hecho que marcó, con fuego, la vida de este barrio, que ya había sido bautizado con el mismo nombre de Huáscar. Vieja y triste historia: al atardecer, una madre salió a comprar y dejó a sus dos hijos encerrados, bajo la custodia de una peligrosa vela encendida. El fuego no tardó en desatarse, chamuscó sin compasión la vida de los pequeños y además se extendió a las chozas vecinas. La tragedia hizo clamorosamente visible un problema: no había

Y AL MEDIODÍA QUE LA AGOBIA DAN CONCHITAS Y DAN ARENAS LAS PISADAS DE LAS PALOMAS”.

que dejar a los niños sin compañía, había que hacer algo. Sí, ¿pero qué? ¿Un jardín? ¿Un colegio? La palabra guardería emergió como la metáfora más feliz. Sonaba a abrigarlos cariñosamente del peligro.

ALZANDO VUELO ¿Kukuli? ¿Por qué Kukuli? Diana viaja hacia esos años aurorales y me cuenta que los mismos niños le pusieron ese nombre. Les pareció que esa paloma, que mora en los techos y árboles limeños, y hasta merodea por las chozas huascarinas, era lo más familiar, lo más suyo. Pero echar a volar el proyecto no fue fácil, empezando porque había dirigentes con ánimo de gavilanes. La política había llegado ya a la zona, antes que la luz y el agua, por lo que hablar solamente de niños, en un ecosistema cruzado por pugnas partidarias, parecía una ingenuidad. Con todo, Francoise Raimbault, "Paquita", una profesora francesa guapa y empeñosa, que vino desde un colegio de San Martín de Porres a las pampas de Huáscar, buscó una posibilidad. Tocó innumerables puertas, hasta que todos los caminos la condujeron a París. Enfance et Partage (Compartir con la Infancia en francés), una ONG francesa, se dispuso a colabo-

rar, con lo que Kukuli tomó altura. Esto último era más que un decir: varias azafatas de Air France eran socias de la institución y se interesaron en apoyar a los niños de Huáscar. Con parte del financiamiento aterrizado, en 1979 se fundó la Asociación Gabriela Mistral (AGM), la institución que daría la cara por Kukuli. La elección no fue casual: la Premio Nobel chilena nunca alumbró hijos, pero tenía una gran devoción por los niños. Y hasta un poema a las palomas... “En la azotea de mi siesta/ y al mediodía que la agobia/ dan conchitas y dan arenas/ las pisadas de las palomas”. El primer local de Kukuli, felizmente, no estuvo en una azotea sino en una casita de madera, que fue alquilada a las monjas españolas. Albergó a 35 niños, de entre 3 a 5 años, esa edad tan crucial. Por ello, en la guardería se les daba cariño, enseñanzas, pero también comida.

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E LLA ,

ENTRETANTO , VIVÍA SU

PROPIA AVENTURA PERSONAL , CABALGANDO ENTRE LA GUARDERÍA , SU CASA , EL COLEGIO DE SUS HIJOS , LOS

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TRÁMITES DE LA INSTITUCIÓN .

Los pequeños tomaban desayuno, almorzaban y hasta tomaban lonche, un real lujo en el arenal. Mientras Kukuli daba sus primeros aleteos allí, se buscaba un terreno para el local propio. Pero Paquita tuvo que volver a Francia y fue entonces que la vida de Diana dio un vuelco.

Como Paquita insistía en que yo me quedara a cargo, porque ya tenía que irse, un día que regresábamos de Huáscar le dije ‘te contesto mañana’. Dos días después, volví y ya nunca más me despegué de Kukuli, aunque al poco tiempo ocurrió algo inesperado...

Y sobre todo con 3 auxiliares, una profesora y muchos niños. Pasé casi una semana de incertidumbre, hasta que la misma gente del barrio me encontró una casa abandonada, una especie de bóveda de madera maloliente, incómoda, sucia, llena de bichos...

LA BÓVEDA NADA CELESTE “Yo era subdirectora del colegio Santa Rita de Casia, ubicado en la avenida Brasil y, aunque estaba familiarizada con Kukuli, y me encantaba el trabajo social, quedarme totalmente a cargo me pareció, de primera impresión, demasiado. A la vez, era como una tentación... Tenía 35 años y tres hijos que aún eran pequeños. Me sumí entonces en una terrible confusión. Se lo conté a la directora del colegio y me dijo que estaba loca. Pero la tentación me vencía. Yo sabía que iba a ser un trabajo de día, de noche, de tarde, sin reloj....

Eran las vacaciones de medio año e hicimos un alto en el trabajo. El domingo anterior a que volviéramos, en la misa de la tarde, uno de los padres que prestaba el local donde entonces funcionaba la guardería, anunció que, lamentablemente, ya no podíamos estar allí...

A los niños les salieron piojos, granos en la cara, rasca-rasca. A mí misma me encontraron piojos en una peluquería, digamos, decente, cuando me fui a cortar el pelo. Permanecimos dos meses allí, hasta que, gracias a un vecino, pudimos irnos a otro terreno, cercado con ladrillos.

El 1ro. de agosto de 1979 yo me encontraba en medio del arenal, sin un techo que me ampare. La decisión de los sacerdotes era razonable, pues la guardería ya no entraba en su casa. Pero el hecho es que me quedé en la calle con muebles, menaje de cocina, material pedagógico...

Lo acondicionamos con esteras y plásticos, lo mejor que pudimos. Allí continuamos nuestro trabajo, mientras intentábamos construir nuestro local propio, en un terreno que nos asignó el municipio, prácticamente fuera del plano catastral, junto a un cerro pelado...”.


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sus hijos. Iban también para formarse ellas, para generar trabajo, para inventarse una vida más digna. Kukuli era, en rigor, una semilla para impulsar el desarrollo de la comunidad.

kukulino. Los seleccionados accedían, de pronto, a una vida desconocida en esta comarca: se les hacía un examen médico, de heces y sangre, para detectar parásitos; comían tres veces al día (desayuno, almuerzo y lonche); se les enseñaba incluso a asearse o a no comer con la mano.

Eso sí, nadie podía ir, dejar al niño y olvidarse. Tenía que participar en el comedor, en la Escuela para Padres, aunque sea cargar una piedra para el nuevo local. "Tienen que ayudarnos", advertía Diana a cualquier aspirante a padre de familia

DÍAS DUROS DE TRABAJO El número de kukulinos aumentó geométricamente. En 1980, mientras aún permanecían en la casa de esteras, eran 85 niños. Para 1981, ya listo el nuevo local, los niños sumaban más de 100.

Entonces los pequeños dijeron, sorprendidos, que el agua salía de las paredes, un espectáculo que jamás habían visto en sus casas. La guardería se convirtió en un fenómeno, pero además incorporó un elemento vital para ampliar su impacto: la participación de las mujeres. Desde un comienzo, las madres de familia asistían a no sólo para acompañar la formación de

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En 1980 pusieron la primera piedra de su local propio, que luego acondicionaron lentamente. En 1981 fueron los primeros en tener agua de caño, cuando conectaron tuberías a un reservorio, previamente llenado por el camión cisterna que repartía agua en Huáscar.

.

La propuesta de Kukuli, vigente hasta ahora, no descuidaba casi ningún ámbito de la vida de los niños. Lo primero, lo más difícil, era seleccionarlos. Se prefería a los más pobres, a los que tenían un padrastro nada gentil, a los huérfanos, a los hijos de madres solteras...

Esfuerzos similares se hicieron en la guardería “Tomasa Titu Condemayta”, que la AGM, fundó en 1986, en el vecino asentamiento humano 10 de octubre. Kukuli entonces, empezó siendo una propuesta para los niños, pero poco a poco fue volando hacia toda la comunidad.

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MUJERES CORAJE Sobrevolando esta adversidad, Kukuli puso en marcha su programa, que implicaba no sólo la enseñanza sino, además, la participación de la comunidad. Nada de dádivas, de regalos. Se trataba de un trabajo conjunto. “No matriculábamos un niño, sino una familia”, cuenta Diana.

"A diferencia de los otros chicos, el niño de Kukuli conocía la carne, los huevos revueltos, la jamonada", recuerda Diana 25 años después, sin dejar de sorprenderse. "Lo que más les sorprendía era la fruta -agrega-, pues el mercado del barrio era pobre, pobrísimo".

De este impulso nació, en 1984, uno de los primeros comedores populares de San Juan de Lurigancho. También surgieron talleres y cursos de bordado, cocina, repostería, estampados de polos. Más tarde, en 1999, las señoras instalaron una panadería.


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EL

MUCHACHO EMPEORABA ,

TENÍA CÓLICOS PERMANENTES Y MALESTARES TERRIBLES .

EN

UN

MOMENTO DE DESESPERACIÓN , LLEGÓ A DECIRLE A SU MADRE : MAMACITA , YA QUIERO

la noche la encontraba en el local de Kukuli o en la casa de algún dirigente.

Al fin, la mandaron llamar del Héctor de Cárdenas, el colegio de sus hijos. No estaba, no iba, uno de sus hijos decía que la veía cada tres días. Era una llamada de atención ¿Qué hacer? ¿Tirar todo por la borda? ¿Bajar los caballos de fuerza y dedicarle menos tiempo a Kukuli?

Poco después, llegaron a 170, por lo que Diana tuvo que enfrentar la sobrepoblación.

A las 6 de la mañana, o antes, salía rauda en su Wolkswagen, desde su casa ubicada en la cuadra 14 de la avenida Bolívar de Pueblo Libre, a recoger a sus profesoras. Una subía en el Óvalo de la avenida Brasil, otra frente al Colegio María Auxiliadora, otra en la Plaza Dos de Mayo.

Diana explicó lo que hacia y hubo un desenlace feliz: el colegio se involucró en el proyecto. A partir de 1984, y hasta el día de hoy, este centro de estudios colabora con Kukuli, mandando a sus alumnos una vez por semana a ayudar en la guardería y en otros proyectos de la AGM.

Se puso entonces un límite, dado por las posibilidades del local, y se creó la "lista de la esperanza", un catálogo de niños en espera de que alguien desertara. Aún así, Diana tuvo que pasar un tiempo huyendo de los padres que no se resignaban a esperar su turno en Kukuli.

A las 8 y 30 de la mañana, ya estaba en Huáscar, de donde volvía a las 11 y 30, para ver los trámites de la institución en el ministerio de Vivienda o en el Seguro Social. Hacia las 5 de la tarde, regresaba a Huáscar, llevaba a su personal hasta Acho y volvía nuevamente al barrio.

Con el paso de los años, la AGM también fue apoyada por los hermanos de la Salle, Manos Unidas de España y la Embajada de Canadá. La idea germinó y captó más apoyo, acaso porque se centraba en algo simple y esencial: construir más sanos y mejores seres humanos.

Ella, entretanto, vivía su propia aventura personal, cabalgando entre la guardería, su casa, el colegio de sus hijos, los trámites de la institución. Su jornada empezaba al alba y no se detenía hasta que

Allí se reunía con los dirigentes, con los padres de familia, con el sacerdote de la zona, en largas sesiones que, dependiendo del tema o problema, podían prolongarse hasta las 9 ó 10 de la noche.

PALOMA HERIDA Si el colegio andaba removido, el frente familiar de Diana también sentía el impacto kukulino. En ese escenario, ella apeló a la misma solución:

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MORIRME .

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Efectivamente, era un trabajo de día, de tarde, de noche, como ella lo había advertido.


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LA

SITUACIÓN SE PUSO TODAVÍA MÁS TENSA , AL PUNTO QUE TENÍAMOS QUE CAMBIAR

NUESTRAS RUTAS , ANDAR TODOS JUNTOS .

H ASTA

CONSIDERÉ LA

POSIBILIDAD DE CERRAR LOS LOCALES .

también vinculó a su familia al barrio, a la guardería. “A mis hijos los llevaba allá – recuerda – conocían a los chicos de Huáscar”.

Diana no lo pensó dos veces y llevó a John y a su madre a su casa-oficina de Pueblo Libre. Allí montó un cuarto para que lo atendieran y promovió

me". La tragedia había tocado a Kukuli, sin medida ni clemencia. John estuvo tres meses en la casa-oficina, hasta que finalmente expiró, a los 12 años de edad. El velorio

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El especialista le confirmó el diagnóstico, pero además le dio una recomendación suprema: ese chico no podía volver al barrio polvoriento, donde reinaba la tuberculosis. Cualquier infección podría complicar su precaria existencia. Había que trasladarlo a otro ecosistema.

Se vinieron tiempos oscuros. El muchacho empeoraba, tenía cólicos permanentes y malestares terribles. En un momento de desesperación, llegó a decirle a su madre: "mamacita, ya quiero morir-

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Hacia 1990, a John, el hijo de Rosimer Pintado, dirigente del comedor, le diagnosticaron leucemia en el Hospital de Enfermedades Neoplásicas. Diana se acercó a hablar con el médico que lo examinó, para tener una idea, realista aunque fuera durísima, de la situación.

que sus hermanos, parientes y amigos lo visitaran. John batallaba contra la enfermedad y el barrio lo acompañaba.

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Sus palabras resumen lo que fue la práctica fusión de su vida, su familia y su casa con la guardería. Lo que quizás no logran describir es hasta qué punto los problemas de Huáscar se metieron en su hogar, hasta qué niveles llegó el compromiso con esta sana locura.


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apurada en la puerta de su casa, con un rictus de espanto y con su hija de 20 años en el asientotrasero, retorciéndose por haber ingerido racumín para suicidarse. fue allí mismo, en ese lugar que, en cierto modo, significaba la lucha contra la muerte prematura. En ese hogar donde vivía una familia, pero también muchas familias. Diana también tuvo allí a Melissa, una niña azul, hija de otra de las dirigentes, que también necesitaba refugiarse de las amenazas de la miseria. Vivió en la casa-oficina 5 años, hasta que finalmente también murió, a los 14 años, dejando una inevitable huella de tristeza.

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Hubo otros episodios duros en estos 25 años. Diana recuerda a una madre bajando de un taxi

En este caso pudo correr a un hospital, salvar a la ex kukulina, aconsejarla después. No pudo hacer lo mismo con Filemón, un muchacho aún más joven, que se suicidó dentro de su casa con una pistola, al sucumbir en su largo y tormentoso combate contra las drogas. Se le ponen los ojos vidriosos cuando se acuerda de todo ello. "La fe, la esperanza y la caridad –dice entonces, conmovida- , se hacen en la vida cotidiana, no en el teatro". El relato ya es kilométrico, pero sin duda tenía que incluir estas inevitables tempestades humanas.

“LOS HUMANOS HABLAMOS CON LA BOCA” A partir de los años 1984, se empezó a sentir la presencia de Sendero Luminoso en San Juan de Lurigancho. Una de las primeras cosas que noté fue que, casi inmediatamente después de un atentado en Lima, aparecía en los cerros la hoz y el martillo dibujada con antorchas prendidas... Los senderistas se infiltraron en las dirigencias de los asentamientos humanos. En 1985, la camioneta del movimiento feminista Flora Tristán fue robada y las empleadas que iban en ella recibieron una amenaza terminante: ‘se tienen que ir ya, no las queremos ver por acá...’ Otro día, mientras estábamos en una reunión, nos avisaron del asesinato de dos dirigentes en un arenal cercano. Y otro día, muy temprano, mientras me dirigía a la guardería, vi un tumulto de gente en la pista y en el medio un policía sangrante, recién asesinado... Todos andábamos muy asustados. Aún así, en 1987 Francisco y Angélica Matula, una pareja de misioneros alemanes que trabajaban en Cruz de Motupe, un asentamiento humano vecino, hablaron conmigo para que me quede a cargo de una guardería sin inaugurar... Ellos no podían continuar debido a las amenazas. En ese momento, casi todas las ONGs estaban saliendo de San Juan de Lurigancho y a mí


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PREVIENDO

QUE HUBIERA

SENDERISTAS EN EL GRUPO, ME ARMÉ DE VALOR Y LES DIJE:

‘SI

USTEDES NO ESTÁN DE ACUERDO

me caía esto encima. Tenía miedo, pero pensaba primordialmente en los niños. En Cruz de Motupe también estaban necesitados...

Una mañana me encontré con un espectáculo terrible. A eso de las 9 y 30 de la mañana, divisé el local de la guardería, a la que llamábamos “Las Palomitas”, rodeada de tanquetas y de unos 40 efectivos de la policía. Miré las paredes y estaban absolutamente pintarrajeadas con lemas senderistas... Adentro los niños lloraban. Un mayor de la Poli-

cía me preguntó si eso me parecía ‘normal’ y le dije que por supuesto que no. Luego me pidió pintura para borrar los lemas, pero como yo no tenía, ellos la fueron a comprar. Rápidamente, los efectivos borraron los lemas y luego se fueron... En la siguiente reunión me quejé duramente con la dirigencia y les dije que si ya no querían que estuviera que me lo dijeran de frente. ‘Este es un local de niños -les recordé- y hay que respetarlo. Es una casita sagrada’. Me pidieron disculpas, pero luego soporté el robo de unos baños... La situación se puso todavía más tensa, al punto que teníamos que cambiar nuestras rutas, andar todos juntos. Hasta consideré la posibilidad de cerrar los locales de 10 de octubre y Cruz de Motupe, pues en ese momento ya contábamos con tres guarderías. Pero continuamos.... En 1992 cayó Abimael Guzmán y muchos dirigentes senderistas también fueron detenidos en San Juan de Lurigancho. Vino una relativa tranquilidad. Finalmente, la guardería de Cruz de Motupe la transferimos al Estado en 1997, luego de haber sorteado todas estas peripecias...

CIFRAS DE LA ESPERANZA Kukuli siguió creciendo, por encima de las amenazas de la pobreza. En 1996, cuando la AGM ya contaba con tres guarderías, asumió una tarea más: reciclar dos guarderías dejadas a medio hacer en El Zapallal, a la altura del kilómetro 33 de la carretera Panamericana Norte. Enfance et Partage y la OICN (Organización Internacional de Centros Nutricionales) las financiaron. Estaban ubicadas en Luya y Micaela Bastidas, dos asentamientos humanos. En la primera se albergó 50 niños y en la segunda 70, bajo los mismos métodos integrales de Kukuli. En ambos lugares, además, había, y hay todavía hoy, un comedor infantil, y un programa para

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La guardería fue aprobada por la dirigencia, no sin cierta dificultad, y yo envié el mejor personal a esa misión. Les advertí del riesgo, pero a la vez de la necesidad de poner por encima de todo a los niños. ‘Debo estar loca’, pensé y hasta consulté con amigos sacerdotes...

OTRAS FORMAS .

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Previendo que hubiera senderistas en el grupo, me armé de valor y les dije: ‘Si ustedes no están de acuerdo con algo, me hablan por favor con la boca, no de otras formas. Los humanos hablamos con la boca’. Además agregué: ‘y si quieren que me vaya, finalmente me lo dicen...’.

FAVOR CON LA BOCA , NO DE

Talentos Anónimos

Los dirigentes me citaron una noche a una asamblea y yo acudí algo temerosa. Me preguntaron todo: qué tipo de pedagogía iba a dar, cuál iba a ser el propósito de la guardería, cómo nos íbamos a financiar. Además, conocían todos mis movimientos y los de Kukuli...

CON ALGO, ME HABLAN POR


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más profesoras y un rastro más claro de lo que fue esta batalla. Me muestran la primera piedra, me enseñan los primeros recibos de luz, hay la foto de una dirigente fallecida hace poco. infantes de Luya y los 70 de Micaela Bastidas, tenemos a más de 430 niños, de 3 a 5 años. Se les da dos comidas al día (desayuno y almuerzo), además de una merienda a las 2 de la tarde, la hora en que se van. El médico los examina continuamente y se está atento a su desarrollo socioemocional. No se descuida tampoco el flanco familiar, tan fundamental. apoyar a los alumnos de primaria en las tardes, al que asisten por lo menos otros 50 niños. Lo mismo existe en la original Kukuli de Huáscar, donde los asistentes por la tarde son más de 60.

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Por la noche, además, Kukuli acoge a unos 60 alumnos de secundaria que hacen uso de una biblioteca. El ya mencionado comedor popular está allí, del cual son socias al menos unas 15 madres de familia, quienes producen al día unas 300 raciones de comida. En la guardería de 10 de Octubre también hay un comedor popular, que incluso tiene contratos para atender fiestas y matrimonios. Con Diana vamos sumando y sumando, conscientes no obstante de que éste no es sólo un asunto de cantidad sino de calidad y dedicación. En Huáscar, la guardería Kukuli alberga 170 niños, bien comidos y bien educados. El 10 de octubre, la guardería Tomasa Titu Condemayta ofrece lo mismo a 140 niños. Sumándolos a los 50

Incluyendo a las decenas de jóvenes que cuentan con un espacio en las tardes, el número de beneficiados directos actuales, incluyendo al personal de las cuatro guarderías, bordea los 1,000. Ello sin contar a las cientos de familias que se benefician de los comedores populares. Los números importan, pero no son lo único. El proyecto inicial de Kukuli ha echado a volar y ha multiplicado la esperanza en este arenal, todavía seco y cercado por la miseria. Huáscar no sería lo que es sin Kukuli y Kukuli no habría existido sin este pujante barrio polvoriento. PONCHO DE COLORES Camino ahora de pie en la guardería de 10 de octubre y los niños me rodean, curiosean mi libreta, corretean sin saber acaso toda esta heroica historia pasada. Algunos tienen el pelo amarillento, un signo del coqueteo con la desnutrición, mas Diana dice que mejorarán. Luego vamos al Kukuli original, al lugar donde nació esta perseverante idea. Allí hay más niños,

Roxana Contreras, la coordinadora académica y ex kukulina (varias profesoras lo son), me hace un tour por el local y resalta la limpieza, pero sobre todo el cariño que se respira. "Los trabajadores no quieren irse pronto -me dice-, parece que acá encontraran la paz. A mí misma me pasa". A Diana la veo por otro ambiente, afanosa, como si impulsara, por enésima vez, esta aventura que empezó prácticamente en la arena. Luego me muestra unos materiales pedagógicos, en los que el énfasis en el conocimiento del Perú es notorio, desde los primeros pasos. En vez de dibujar "maripositas", "pajaritos" o "perritos", los niños dibujan motivos de la costa, de la sierra, de la selva. Aprenden lo que es nuestro país, bailan sus bailes, comen sus comidas. Mientras los observo embelesado, una profesora les pide que me dediquen una canción... “Mi ponchito es como un ramito de flores/rojo, azul, verde es/ amarillo, naranja es/ Mi ponchito es como una caja de colores”. Hoy ha salido el sol y el cerro de al lado, al calor de este ritmo, me parece más colorido. Me gustaría ver por allí a una kukuli de verdad, pero quizás no haga falta. Hace 25 años, esta idea empezó a volar y se posó para siempre en el corazón de estos niños. Y ahora también en el mío.


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EL PROYECTO INICIAL DE KUKULI HA ECHADO A VOLAR Y HA MULTIPLICADO LA ESPERANZA EN ESTE ARENAL, TODAVÍA SECO Y CERCADO POR LA MISERIA.


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Luis Fernando Arriola Ayala Periodista

DIOS

HABLA EN EL SILENCIO DEL CORAZÓN Y NOSOTROS ESCUCHAMOS .

Madre Teresa de Calcuta

ÁNGELES DE LA CARIDAD

En la calle Feliciano de la Vega, al lado del hogar, numerosos drogadictos y borrachos yacen en el pavimento o sentados sobre sus talones en busca de algo que alivie su intransigente dependencia. En el suelo, la basura y su olor se acumulan sin control y los recicladores se pelean por botellas vacías, restos de comida o viejos cartones. Muy cerca, en las extensas cuadras de Tacora, montículos de ropa usada, zapatos maltrechos, medicinas adulteradas y artefactos usados reposan en la pista.

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Además de las hermanas de esta congregación, voluntarios nacionales y extranjeros brindan su tiempo para dar de comer, cuidar y bañar a los niños con síndrome de down y a los ancianos abandonados que viven en este hogar. Sus horarios laborales no se limitan a las 8 horas que dicta la ley, porque otras normas rigen este oasis de paz. Sólo hay un requisito para cuidar a los más desposeídos: amor al prójimo.

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T

La Casa de las Misioneras de la Caridad fue fundada en 1973 por la madre Teresa de Calcuta y está ubicada entre La Parada y Tacora, en el distrito de La Victoria, cerca del emporio comercial de Gamarra. En esta transitada esquina, entre las avenidas 28 de julio y Aviación, el cielo y el infierno tienen como límite una simple pared de concreto.

Talentos Anónimos

odo empezó como empieza todo cambio trascendental en la vida: por casualidad. Aquella mañana, me levanté temprano para visitar el hogar de las Misioneras de la Caridad. Como era mi día libre calculé que estaría unas horas, pero estos cálculos se convirtieron en varios días intercalados luego de conocer el trabajo de Soyer Jesús Álvarez.


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PARA QUE LOS NIÑOS TOMEN DESAYUNO SIN ENSUCIARSE, TIENES QUE LEVANTARLOS UN POCO, EXPLICA SOYER. SUS PALABRAS SE TRANSFORMAN EN ACCIÓN.


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Entre los vendedores y clientes, atentos pirañitas esperan una víctima distraída. En todo este caos humano, desde lo alto del hogar una estatua de la virgen María observa a todos sus hijos sin distinción. LUNES, 7 DE LA MAÑANA Llego a la esquina del hogar y esquivo a una decena de vendedores ambulantes de verduras. Presiono el timbre, siempre mirando a los costados, unos segundos de espera y de la puerta de metal se abre una pequeña ventana. Detrás de sus angostos barrotes diviso una mirada. -Vengo como voluntario -digo. La puerta cede y en el interior escribo en un cuaderno mi nombre completo y dirección. Dejo el lapicero sobre las hojas y me doy con la sorpresa de que el guardián ha desaparecido. Mientras espero que regrese recorro el ambiente con la vista: varios ancianos hablando alrededor de una pileta y las hermanas de la Caridad entrando con verduras y frutas a la cocina. -Anda al segundo piso y pregunta por Soyer- dice el señor de la puerta, y con su mano me indica el camino.

SOYER TRABAJA SEIS DÍAS A LA SEMANA, SE LEVANTA A LAS 5 DE LA MADRUGADA Y DEJA SU CASA EN COMAS. ABRE LAS VENTANAS DE LOS CUARTOS, LEVANTA A LOS NIÑOS, LES DA EL PRIMER DESAYUNO Y LOS BAÑA CON UN CARIÑO DE PADRE A HIJO. -Ayúdame a darle de comer a Ángel -dice y me entrega un plato de plástico con pan y leche. Entramos a un cuarto y por un momento me detengo sin saber qué hacer o qué decir. -Para que los niños tomen desayuno sin ensuciarse, tienes que levantarlos un poco, explica Soyer. Sus palabras se transforman en acción; intento hacer lo mismo pero Ángel mantiene la boca cerrada. -Tienes que hablarle, Angelito es muy caprichoso y no le gusta comer. Háblale como si lo conocieras de tiempo -afirma y sonríe. Sigo su consejo y poco a poco el plato va quedando vacío.

Subo por una corta escalera, atravieso el pasadizo algo desorientado y encuentro a varias religiosas, con vestidos amplios y velo llamado sari, quienes me saludan con un "buenos días". Les pregunto por Soyer y me miran como si no entendieran castellano, vuelvo a hacer la misma interrogante pero en forma más lenta. Ahora se miran entre ellas como pensando y señalan una puerta. Avanzo unos pasos y antes de cruzar el umbral una voz masculina me detiene.

VOLUNTARIO DE TIEMPO COMPLETO Soyer Jesús Álvarez tiene 32 años y más de la mitad de ellos han transcurrido cuidando a los niños con retardo mental de este hogar. Hace varias décadas, su mamá, doña Julia, encontró trabajo con las hermanas y como no había nadie quien lo cuidara, cada mañana, venía con él. Fue así como el pequeño Soyer empezó a convivir con los niños internados y con el correr de los meses comprendió que sus amigos no tenían papá ni mamá, ni ningún familiar que los visitara.

-¿Vienes como voluntario? Asiento con la mirada.

Ante esta realidad sintió la necesidad de hacerse voluntario. Pasaron los años y aunque todavía te-

nía el rostro joven, todos las autoridades del hogar confirmaron que tenía la madurez necesaria para ser el responsable de la sección. "Desde muy pequeño nuestro señor me indicó el camino y hasta el momento sigo en él", dice mientras alza un balde con agua. Soyer trabaja seis días a la semana, se levanta a las 5 de la madrugada y deja su casa en Comas para llegar a las 6 en punto a La Victoria. Abre las ventanas de los cuartos, levanta a los niños, les da el primer desayuno y los baña con un cariño de padre a hijo. Su fortaleza física y espiritual lo ayudan en esta ardua labor.

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Cuando le pregunto por qué hace este trabajo, me responde con dos palabras: por amor. Y sigue trabajando con un cariño que se expande de lo robusto de su corazón. "Hay que tener mucha entrega, dejar los problemas en casa y estar aquí. Yo me entrego por completo", me dice mientras le cambia la ropa a José, un joven con retardo mental, de 16 años.

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S OYER

ME PIDE QUE LO AYUDE A BAÑAR A

S ANTOS . E NTRE

LOS DOS LO CARGAMOS

DE SU SILLA DE RUEDAS CON TODAS NUESTRAS FUERZAS AÑOS , PESA MÁS DE

tras toca su corta cabellera nívea como recordando, "a mí me han robado 3 veces los pirañitas; son cosas materiales, lo principal es tener confianza en Dios".

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Antes del mediodía, Soyer con los demás voluntarios preparan el jugo del almuerzo, llevan las ropas sucias de los niños a la lavandería, las recogen cuando ya están secas y las doblan con esmero. Barren los pasadizos y los cuartos, también los baldean varias veces. Pasan un trapo a las ventanas y muebles. Trabajo hay de sobra, tanto en la mañana como en la tarde, lo que faltan son personas que ayuden. La madre Vianney, superiora de la Congregación en Lima explica cómo llegan los niños, "sus madres los abandonan en los hospitales, el juez ordena su traslado y la policía los trae. Son huérfanos y nosotras cuidamos de ellos. El hogar cuenta con comedor y hospital para los más necesitados. Todo es gratuito, gracias a las donaciones que recibimos. Hay hermanas de África, México, Perú, India y Argentina". Otro voluntario es Philippe Dúchesne, 67 años, de Québec, ingeniero de profesión y voluntario canadiense de corazón con más de 8 años en este hogar: "Mi trabajo es ayudar a los pobres, a los más pobres. Pueden venir como voluntarios todas las personas, de todos los países y edades", y añade mien-

MITAD DE SEMANA Soyer me pide que lo ayude a bañar a Santos. Entre los dos lo cargamos de su silla de ruedas con todas nuestras fuerzas (Santos, a sus 19 años, pesa más de 70 kilos). Sus delgadas piernas no logran sostener la parte superior de su cuerpo. En un rincón del cuarto del baño y encima del inodoro, unos diminutos muñecos (topo giggio, oso panda, tortuguitas, entre otros) adornan el ambiente. Soyer termina de bañarlo y me pide que le alcance una toalla, el talco y un enorme pañal de tela. -Santos es un niño grande, comenta, y hace el nudo del pañal.

(S ANTOS , 70

A SUS

19

KILOS ).

do o un refresco de fruta. Cada taza tiene el nombre de su propietario, escrito con plumón y letras grandes. (Vicente, Ángel, Yoshi, son 18 niños). "Dar de comer es no es nada fácil. Cada niño tiene su forma particular de recibir la comida. Algunos se demoran al masticar, otros la botan o no quieren abrir la boca. Sus cuellos se doblan con facilidad y el voluntario tiene que mostrar su paciencia samaritana, afirma Soyer. El pasadizo se estrecha aún más con la presencia de las hermanas y de la madre Vianney. Envueltas con la blancura del sarí y sus orillas celestes hasta los tobillos, con el velo protegiendo sus cabelleras. Después del almuerzo, Soyer con los voluntarios y las hermanas desatan los baberos sucios de los niños y si el día no está nublado los llevan en sus sillas de ruedas al patio para que tomen baños solares. MISA DOMINICAL, 8 A.M. La iglesia de la congregación está en el interior del hogar y tiene una sola cúpula. Las bancas delanteras son ocupadas por las hermanas de la Caridad, los chicos con síndrome de Down, los feligreses y en la parte final los ancianos.

A la hora de la comida, los niños esperan en el pasadizo, sentados en sus sillas de ruedas, con baberos colgando de sus cuellos. Una de las hermanas reza en voz alta el Padre Nuestro y el Ave María, después Soyer y los voluntarios cantan: "Bendice señor esta mesa..." y reparten los platos.

A un costado, cerca de la puerta de salida, hay una estatua de San Martín de Porres abrazando a un niño pobre, sin zapatos, con un tazón pidiendo comida. En este recipiente, los devotos dejan monedas y se persignan varias veces.

El almuerzo programado para hoy es menestras con pescado y verduras. El postre es un jugo surti-

"Colorín colorado, esta homilía ha acabado", dice el padre Gottlieb Ravarocco, en un tono amical


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para despertar a los feligreses y todos compartimos la risa. Antes de consagrar el cáliz, advierte que hay que tener mucho cuidado de los pastores mentirosos, "que son como lobos disfrazados de ovejas" y pienso que en sentido contrario también se cumple esta regla, porque a veces los ángeles ocultan sus enormes alas y se vuelven niños frágiles que necesitan nuestra ayuda. Termina la misa y todo un mar de creyentes abandona la iglesia. Las hermanas y los voluntarios regresan con los niños a la sección para darles el almuerzo. Las horas pasan y antes que oscurezca, los niños ingresan a sus habitaciones para descansar. Soyer aprovecha el silencio que recorre el pasadi-

zo y saca de su mochila un libro para repasar las lecciones que le faltan. La próxima semana empiezan sus exámenes finales y tiene que estar preparado para terminar la especialidad que ha decidido estudiar: enfermería. Sus clases son de lunes a viernes, de 6 a 10 de la noche, en un instituto del Centro de Lima. "Estudio enfermería porque me gusta ayudar a la gente pobre. Soy como un padre para los niños del hogar, y aunque la mayoría de ellos apenas pueden hablar, sé que me extrañan. Son ellos quienes me dan la fuerza para seguir adelante", confiesa. Luego de varios días de visitar este hogar, escribo este reportaje con la plena seguridad de que no

me equivoqué de profesión, porque los periodistas somos también voluntarios en la sociedad. DATOS - El 19 de octubre del 2003 la Madre Teresa de Calcuta fue beatificada en Roma. - Se gasta un promedio diario de 5 kg. de detergente para lavar sábanas, pañales, baberos, ropa interior, toallas, etc. - 18 niños viven en este hogar y 8 de ellos estudian en los colegios especiales San Francisco de Asís y Manuel Duato. - Los voluntarios de las Congregaciones de San Camilo, Hermanos San Juan de Dios, Hermanos de la Santa Cruz, Jetsemaní, entre otros, también brindan su ayuda.

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Francisco Gonzalo Cohello Puente Periodista

GUARDIÁN DE LOS BOSQUES

REGNER ARÉVALO NO FIGURA EN INTERNET (AHORA QUE CASI TODO FIGURA EN INTERNET) PERO SÍ, ÉL ES DE CARNE Y HUESO. LO VEMOS PESCANDO SOBRE UNA PEQUEÑA LAGUNA.

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La persona por la que voy, por la que he salido casi despavorido de Lima, por la que he temido que sea en realidad un charlatán, un fantasma,

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Es verano en Tarapoto y a pesar de eso, llueve. Llueve con gotas intensas, nutridas, inacabables,

que parecen seguir el rumbo del camino angustioso y serpenteante. Camino de barro afirmado que se va haciendo blandengue, escurridizo y sobre el que el taxi moto se remece con ruda monotonía. Le cuento al conductor que ahora entiendo por qué el vuelo que debía salir de Lima a las 9 y 10 de la mañana se retrasó hasta las dos de la tarde. Le explico que estoy apurado pero que, pese a eso, vaya con cuidado. Total, la persona a la que busco no se va a ir.

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C

onforme avanza el taxi moto, más y más casas construidas con ladrillos de adobe van apareciendo en el inclemente camino. En el paisaje, aparecen niños descalzos que interrumpen su rutina con los movimientos ofuscados del vehículo, mujeres sentadas bajo el marco de sus puertas que miran resignadas el cancino paso del tiempo y jóvenes que regresan frustrados del partido de fulbito, renegando por la intolerancia de las lluvias poco comunes en estas épocas en Tarapoto.


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BUSCANDO UNA ZONA ADECUADA PARA UBICAR SUS CERDOS FUE SUBIENDO POR PIEDRAS RESBALADIZAS Y LLENAS DE MUSGO HASTA QUE LA CATARATA SALIÓ A SU ENCUENTRO.


una personalidad inventada por la imaginación febril de mis informantes se llama Regner y se apellida Arévalo Ruiz. Tiene 66 años, es casado con Berní Torres Pinedo y tiene 6 hijos. No vive en la ciudad. Hace 25 años llegó al lugar al que el taxi moto me conduce con absoluto desatino: la Cordillera Escalera, un lugar ubicado a 40 minutos del centro de la ciudad, en la carretera Tarapoto -Yurimaguas y en la que no solo no faltan lluvias, sino también precipicios. No, el nombre de Regner Arévalo no figura en Internet (ahora que casi todo figura en Internet) pero sí, él es de carne y hueso. Sorteada esa ruta lunática e insufrible y por la que irremediablemente tengo que regresar (y todavía de noche), lo vemos pescando sobre una pequeña laguna. El chillido de las cigarras acompaña nuestro saludo pero no es suficiente para distraernos. Lo sufrido ya tiene su primera recompensa: una caída de agua majestuosa adorna con frescura la imponente cordillera. SÓLO PARA SUS OJOS "Discúlpame, te estuve esperando, pero después tuve que venir a la asamblea", es lo primero que nos dice don Regner con el acento inigualable del hombre selvático. La asamblea, lo supe después, se realiza el último domingo de cada mes desde hace dos años, exactamente el 1 de abril de 2003, cuando don Regner fundó la Asociación de Conservación y Protección Ecológica Cordillera Escalera-Alto Ahuashiyacu". Ese día fue, para don Regner, un punto de inicio, pero también una culminación. A partir de entonces tendría ayuda, una ayuda que, nos dijo, nunca había tenido desde que llegó hace 25 años con su hijo mayor, Jaime, hasta aquí, la Cordillera Escalera, ubicada a la altura del km. 15 de la carretera Tarapoto-Yurimaguas, junto a su esposa Berní, y arreando 200 chanchos que, con la ferocidad de su hambre, podían ceder ante cualquier tentación.

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"TUVE QUE EMPEZAR A HABLAR CON ELLOS, LOS CONVOCABA A REUNIONES PARA DECIRLES QUE NO ERA LÓGICO DEPREDAR, SEMBRAR CHACRA. SI DEPREDAMOS LOS BOSQUES ¿QUÉ AGUA VAMOS A TENER?"

Había llegado con la intención de asentar un criadero de cerdos en un lugar más propicio del que había elegido antes, pero el nuevo sitio tampoco era el mejor. Ese espacio de la cordillera era escarpado, repleto de maleza y húmedo, pero don Regner escondía otra intención. Había escuchado de sus abuelos y de sus tatarabuelos que allí, en esa parte de la cordillera, había una secreta catarata de ensueño que pocos ojos humanos habían tenido la dicha de ver. Y a pocos días de su llegada, él la vio. Buscando una zona adecuada para Ubicar sus cerdos fue subiendo por piedras resbaladizas y llenas de musgo hasta que la catarata salió a su encuentro. Sí, sus abuelos no habían exagerado, era no sólo hermosa sino fina y elegante, un manjar en esa zona boscosa, de ciénagas abrumadas por la lluvia, de serpientes zigzagueantes y traicioneras como el chuschupe, el jergón o el loro machácuy. ¿Cuántos sabían entonces que el descenso de agua que se veía desde la carretera tenía semejante culminación? ¿Cuántos pensaban que esa vegetación espesa escondía una catarata que terminaba en un encañado oscuro, por donde no se fil-

traba el sol y se alimentaba una laguna fresca de 20 metros de longitud? Era la catarata de Ahuashiyacu según sus abuelos y la leyenda que conocen los lugareños, debe su nombre a la hija del legendario curaca o apu de esa zona, de nombre Ahuashi, que estaba enamorada de un robusto galán llamado Shilly. Como su padre se oponía a la relación y más bien quería que se uniera a su lugar teniente, Ahuashi fue condenada por los brujos a la cumbre más alta e inaccesible, desde donde llora por los siglos de los siglos. Yacu, que significa agua en quechua, termina por darle nombre a la mujer-catarata.

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A ESAS AMENAZAS NO SE HA

AMILANADO .

C ASI

TODOS LOS

DÍAS DEJA LAS FALDAS DE LA CORDILLERA , ATRAVIESA LOS

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MINUTOS DE TROCHA AFIRMADA

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Y REALIZA MÚLTIPLES GESTIONES .

Desde el primer golpe de vista, desde que Ahuashiyacu se deslizó frente a sus ojos, don Regner comprendió la importancia turística que ese paisaje podía tener para Tarapoto. "Esta es una puerta abierta para el turismo en Tarapoto", fue lo primero que pensó. Desde entonces, 1979, se dedicó a hacer viable el camino hacia el centro de las cataratas con la ventaja de poseer, a unos metros de allí, una zona para su criadero que poco tiempo después, ante la imposibilidad de que los cerdos se acostumbrasen a semejante naturaleza, se convirtió en un recreo turístico. "Puse de mi propio dinero para arreglar el lugar y fue recién a partir de entonces que empezaron a llegar turistas a Tarapoto. Primero, hice el camino fuera del agua, fuera de la quebrada. Im-

provisé dos puentes rústicos para que la gente pase. Fue un trabajo lento, hasta que en 1994 el municipio de banda de Schilcayo toma la administración de la zona. No he tenido un reconocimiento por eso y no he cobrado ni un céntimo, pero no importa, lo valioso fue que pude hacer un trabajo de difusión", dice. En efecto, junto a la labor esforzada de habilitar el acceso, dicen los propios lugareños de la quebrada Cordillera, don Regner inició un trabajo de promoción a través de radio Tropical y por todos los medios que estaban a su alcance. "El primer turista americano que llegó a la catarata", cuenta don Regner, "me dijo, impresionado, que el peruano no sabía lo que tenía". Yo sí lo supe, y por eso lo promocioné. Hoy por hoy, la catarata, junto a la laguna del Sauce, es uno de los primeros destinos turísticos de Tarapoto, pero mientras la laguna está a cinco horas de viaje, la catarata está mucho más cerca de la ciudad.

ZONA RESERVADA La vida en esa zona de selva no ha sido fácil. Afortunadamente, don Regner, técnico electrónico, trabajaba en Corpac y podía compensar sus actividades de colono -había comprado cinco hectáreas para su zona recreativa- con la de un empleado eficiente que no descuidaba la vida alternativa que tenía en esa parte de la cordillera. Sin embargo, no todo era bueno. Había una depredación continua de la biodiversidad. Fue por ignorancia y porque nadie lo prohibía, cuenta don Regner, que la tala de árboles, el quemado de chacras, el sembrío de coca y de otros cultivos como el café hacían un daño irreparable a la ecología del entorno. El nivel de las aguas, por la depredación (la falta de árboles impedía cumplir el ciclo de generación de agua) empezó a disminuir. Los colonos de la zona no tenían mucha conciencia de eso y la necesidad de subsistir les dejaba pocas opciones para respetar la naturaleza como se debía. "Tuve que empezar a hablar con ellos, los convocaba a reuniones para decirles que no era lógico depredar, sembrar chacra. Si depredamos los bosques ¿qué agua vamos a tener? Va a haber sequía. Esto se va a convertir en un desierto, hasta derrumbes van a haber. Cada hoja de un árbol es una


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gota menos. Millones de hojas arrasadas son millones de gotas menos", era la prédica de don Regner.

Es así que el 20 de octubre de 2002, entre todos los posesionarios de parcelas de sector alto Ahuashiya-

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Sin duda, hay hechos concretos. Cada posesionario, según los estatutos, no solo no puede depre-

dar, talar árboles, matar animales (el picuro, el armadillo y el jabalí están en extinción) bajo pena de expulsión, sino que cada uno tiene un área de vigilancia determinada, que varía según la ubicación de su parcela, y que está obligado a cuidar y proteger. Hasta antes de adoptar esa decisión, dice don Regner, el 90 por ciento de los asociados había tenido alguna vez plantaciones de coca.

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Don Regner tomó el toro por las astas y asumió el protagonismo de la tarea. Empezó realizando un empadronamiento y llegó a contabilizar hasta 30 colonos en el área de influencia de la Cordillera Escalera. Los reunió y les explicó la urgencia de terminar con la depredación de una vez por todas y, más importante que eso, instó a todos a que sean. desde entonces los celosos guardianes del entorno. Ellos mismos se fijaron un área de conservación: desde el kilómetro 11 de la carretera Tarapoto-Yurimaguas hasta el kilómetro 21, antes del túnel. Y 5 kilómetros más a cada lado de la carretera. En total, 100 kilómetros cuadrados de protección.

cu y Cordillera Escalera del distrito de La Banda de Shilcayo, queda conformada la asociación del mismo nombre, la que se reúne el último domingo de cada mes, y cuyo fin fundamental es conservar y proteger los bosques en coordinación con otras instituciones públicas y privadas que tengan los mismos objetivos. El notario de La Banda de Schilcayo, José Rafael Mesía Sánchez, dio fe del acto.

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¿Era posible revertir la situación? ¿era posible hacerlo solo? ¿quién podía tomar conciencia de este propósito? Enterada y preocupada por la situación de la zona y del trabajo silencioso que desempeñaba don Regner, una ONG, el Centro de Desarrollo e Investigación de la Selva Alta (Cedisa), lo busca para pedirle que encabece un proyecto destinado a terminar con el suicidio colectivo al que los propios colonos se estaban sometiendo.


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Mientras la ayuda de las autoridades brilla por su ausencia, la asociación que preside don Regner apela a la creatividad para cumplir sus objetivos. Cada asociado debe pagar una cuota mensual de tres soles. Con parte de ese dinero, les dan una propina a dos vigilantes (Ediberto Vásquez Tapullima y Manuel Bernales Shapiama) para que recorran la zona (50 km2 cada uno) y denuncien la existencia de tala ilegal, sembríos de coca, cualquier tipo de depredación o la presencia de colonos que están prohibidos de adueñarse de terrenos en esa zona. "Mucha gente venía para extraer madera y llevársela a vender a la ciudad. Nosotros hemos descu-

bierto a varios y los hemos denunciado a Inrena. Les explicamos que no se puede depredar, que no podemos causarle más daño a la naturaleza", explica. TODOS PARA UNO Eloy Pezo Gonzales, ingeniero agrónomo y regidor de la municipalidad de La Banda de Schilcayo, destaca la importancia de la asociación: "El cerro Escalera es un símbolo para esta parte de laregión, sobre todo para 11 distritos y dos provincias, Lamas y San Martín. Supe que esta asociación se ha constituido a iniciativa de don Regner y el trabajo que realizan es valioso, ha contribuido a frenar las migraciones y evitar el deterioro de los bosques. Es un hito tener una asociación que cuide la zona", señala. Las invasiones, la presión migratoria, las actividades económicas en áreas no autorizadas son gran parte del problema que la asociación debe combatir y por el que don Regner ha recibido, incluso, más de una amenaza de muerte. Pero no es el único motivo. Recuperar y mantener los recursos hídricos que bajan de los estribaciones es vital, pues el agua que desciende por la Cordillera Escalera calma la sed de 200 mil usuarios de Tarapoto. Pezo reconoce que el avance de la presión migratoria es una actividad continua en la zona y que la tala


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LA

GENTE HA PLANTADO Y

DESPUÉS NO HA TENIDO A QUIÉN VENDERLE .

C UIDAN

LA

ZONA , PERO ESTÁ DECEPCIONADA

El explica que la asociación necesita también que el trabajo de custodia y conservación que hacen sea legalmente aceptado por las autoridades competentes (Inrena, Ministerio de Agricultura, mu-

Pese a esas amenazas no se ha amilanado. Casi todos los días deja las faldas de la cordillera donde se ubica su recreo, atraviesa los 40 minutos de trocha afirmada de la carretera, y realiza múltiples gestiones. Ante el municipio (para que den un aporte para el pago de los vigilantes), ante Inrena (para apurar el trámite que permita que esa zona sea declarada de conservación regional a través de una ley) o ante el Ministerio de Agricultura o la Policía Ecológica (si hay que presentar alguna denuncia).

En los alrededores de Cordillera Escalera, no ingresan las comunicaciones telefónicas por lo que, si hay que denunciar algún hecho, don Regner, en su calidad de presidente de la asociación, debe viajar personalmente a la ciudad para tramitarla. "Hay que gastar en pasajes (6 soles ida y vuelta) y nadie da para eso. Nosotros trabajamos ad honoren y no recibimos ni un centavo. Queremos llegar hasta la conciencia de nuestras autoridades para que nos den importancia, para que nos reconozcan como servidores y defensores de estos bosques", insiste. "Necesitamos que alguien diga algo, saque algo de la asociación y del trabajo que estamos haciendo para tener más apoyo porque si nosotros no cuidamos esas áreas ¿quién las cuida? Inrena no tiene capacidad de hacerlo, ellos no salen de sus oficinas, no tienen gente. La policía ecológica tie-

.

"Don Regner fue conglomerando a todos para que sigamos un mismo fin, un mismo objetivo. Yo he sembrado café, cacao y maíz, pero ahora estoy tratando de reforestar. Hay una posibilidad de buscar capitales para financiamiento y don Regner está detrás de eso", dice por su parte Oriol Fasabi Carbajal (57), vicepresidente de la asociación.

nicipio de Tarapoto) pues, según sus estadísticas, son más de treinta el número de denuncias por intentos de deforestación o sembrío de coca que hacen por año. En una oportunidad, cuenta don Regner, al descubrir in fraganti a un sembrador de coca, éste lo amenazó ¿Oiga, usted quiere morir o quiere vivir?, le dijo.

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de madera, la posesión ilegal de tierras, el asesinato de la fauna son actos que el municipio no puede contrarrestar y que necesita de aliados. El cedro, la catahua y el estoraque son maderas muy buscadas y requeridas. La última de ellas es usada para fabricación de parquet.

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DE LA POBREZA .


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NECESITAMOS

DARLE UNA ALTERNATIVA

RENTABLE, POR ESO ESTAMOS COORDINANDO CON DIVERSAS INSTITUCIONES PARA QUE NOS BRINDEN CAPACITACIÓN Y ASESORÍA .

tales a lo largo de la carretera, señalizarla y continuar con el trabajo de limpieza y conservación a lo largo de los 10 km. que cuidan. Raúl Cipriano Nolasco (75) dos veces ex alcalde del distrito La Banda de Schilcayo, reconoce a don Regner como uno de los hombres más colaboradores y de ayuda social en toda la ciudad.

ne dos o tres policías y se demoran en llegar. Si depredan, hacen chacra, maltratan los bosques y nosotros no estamos allí, no pasa nada. La asociación es el único fiel guardián en toda la zona".

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Manuel Bernales Shapiama (65), uno de los dos vigilantes designados por la asociación, dice que el principal problema que tienen es el económico. A la propina que les da la asociación, de 10 soles mensuales, se añade el compromiso del municipio (gestionado por don Regner) de darle a él y a su compañero 300 soles mensuales pero, al final, dice, el dinero llega por partes y solo terminan dándoles 150. Si gastamos 6 soles en ir y venir ¿qué es lo que queda para nosotros?, se pregunta. Don Regner agrega que el camino de las limitaciones es grande, pero hay que superarlos. Los vigilantes no tienen botas, machetes, uniformes y corren el riesgo de sufrir accidentes, caerse o ser atacados por algún animal. Si se enferman, la asociación trata de ayudarlos con su pequeño fondo. A pesar de todo, la vigilancia no se deja de hacer. MIRANDO EL FUTURO En el restaurante-recreo en el que don Regner vive sus mejores horas (a pesar de que la afluencia

de clientes es mínima), al pie de la cordillera, con la vista impresionante de las cataratas, con electricidad generada por la fuerza de las aguas, con lagunas formadas con el llanto incesante de Ahuashi, con su inseparable Berní y ya sin hijos que los acompañen, tiene más retos y objetivos aún que desde hace 25 años, la época en que llegó. En efecto, don Regner dice que una de las posibilidades de los integrantes de la asociación es el cultivo del Inca Inchi, una semilla que produce uno de los mejores aceites del mundo por tener el más alto contenido de aceites insaturados (92 por ciento de Omega), y que forma parte de los cultivos alternativos para la protección ecológica. "Se ha hablado mucho del yacón, de la hierba luisa, del achiote, pero en realidad no hay mercado. La gente ha plantado y después no ha tenido a quién venderle. La gente cuida la zona, pero está decepcionada de la pobreza. Necesitamos darle una alternativa rentable, por eso estamos coordinando con diversas instituciones para que nos brinden capacitación y asesoría", señala. Otro de los pilares en que se piensa apoyar la labor de la asociación, dice don Regner, es en la instalación de criaderos de peces y animales silvestres o sembrío de orquídeas. La idea con estos proyectos es que los asociados puedan usar sus parcelas como estaciones integradas a un circuito turístico centrado en las cataratas de Ahuashiyacu. Además, quieren sembrar plantas ornamen-

En una de sus gestiones, recuerda, emprendió la tarea de dotar al distrito de una biblioteca, y no paró hasta concretar la tarea. Don Regner -cuenta Nolasco- allá por el año 75, viajó a Lima para pedir a empresarios y embajadas las donaciones de libros que le permitan al distrito tener su primera biblioteca. Lo logró con creces y es la que hasta ahora funciona. La escalinata que une Banda de Schilcayo con Tarapoto fue también obra de don Regner. Él presidió el comité cívico para su construcción, consiguió parte de los fondos y convenció a la comunidad para que den el aporte fundamental: la mano de obra. Fue así que quedó decretado que todos los pobladores donen 15 jornadas de trabajo para la mano de obra de la construcción, que no tenía financiamiento. La escalera se hizo realidad en poco tiempo. Ahora el compromiso de don Regner es con los 30 integrantes de la asociación, pero sobre todo con la naturaleza. Él sabe, y nos lo ha dicho, que su aporte en pos de la conservación de Cordillera Escalera va mucho más allá, incluso, de lo que Tarapoto pueda obtener. "El mundo está preocupado por la biodiversidad. Nuestro trabajo no sólo nos beneficia a nosotros y a Tarapoto, sino que ayuda a la vida del planeta", sentencia. Efectivamente, don Regner, es así sin ninguna duda, aunque la tecnología cubra todas las esferas y su trabajo y su nombre no figuren en Internet.


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"NUESTRO TRABAJO NO SÓLO NOS BENEFICIA A NOSOTROS Y A TARAPOTO, SINO QUE AYUDA A LA VIDA DEL PLANETA", SENTENCIA.


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María Matilde Soto Amasifuén Periodista

NIQUÍN, EL CURAJA COLLI

A Niquín hay que hablarle fuerte, escribirle notitas en una hoja de papel o esperar a que termine de leer los labios. No escucha. Se acuesta de madrugada, porque la luna no lo deja dor-

97 Enrique llegó a las pampas de Collique en 1966 con tres palos, esteras y una frazada. Era un invasor. Dejó el distrito de Jesús María para pasar las horas sin ver nada en un lugar totalmente alejado de la brisa del mar. La neblina de Collique no quería inquilinos. "Todavía creo que este es un buen lugar para vivir", murmulla confundido entre indescifrables planos de una ur-

.

E

mir. Despierta con la bulla de un comedor popular y sube la cuesta de un cerro húmedo para abrir su museo tres días a la semana. Colgado de la ventana, Niquín espera a los visitantes que no llegan. "Este fue el reino de los Colli", dice mientras observa a la ciudad devoradora. "Aquí hubo una historia que pocos conocen y que muchos pisotean", comenta cada vez que deja de golpear las teclas de una oxidada máquina de escribir.

Talentos Anónimos

nrique Niquín Castillo tiene 53 años. Lleva las manos llenas de tierra, los zapatos viejos y la esperanza doblada en un maletín. Niquín no fue a la universidad. Vive en la Tercera Zona de Collique, en Comas. Allí donde la pobreza es la vecina con ruleros. Donde el desorden y la violencia tienen el poder arrollador de una combi asesina. Niquín viste la misma camisa de hace cinco años. Miente cuando dice que desayuna y almuerza todos los días. Tiene el cuerpo de una calavera, las piernas de una muñeca patilarga y la piel fría de serpiente. Ríe cuando le preguntan si sueña. Oculta su vergüenza cuando recuerda el amor.


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SU PASIÓN POR LA HISTORIA Y LA ARQUEOLOGÍA EMPEZÓ HACE 26 AÑOS. NIQUÍN SIEMPRE CREYÓ QUE EL DIBUJO ERA LO SUYO. IBA DE UN LADO A OTRO CON HISTORIETAS BAJO EL BRAZO.


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banización que se le ha escapado de las manos a la autoridad municipal.

NIQUÍN TIENE ANTECEDENTES. SU NOMBRE ESTÁ REGISTRADO EN LA LISTA DE VECINOS PROBLEMA PORQUE HA

Para cualquier drogadicto, allí no hay ningún santuario inca. Para las marionetas de la pasta básica, allí sólo hay montículos de tierra convertidos en fumadero. "¡Váyanse de aquí!", les ha gritado Niquín más de una vez. Pero lo único que ha conseguido es que le roben a golpes. Y es que a Enrique pocos le creen. No le pueden decir arqueólogo, porque no ha descubierto su Señor de Sipán. No le pueden decir historiador, porque no apellida Lumbreras. Niquín es un in-

CON QUEJAS, DENUNCIAS Y PEDIDOS DE AYUDA PARA SALVAR EL PATRIMONIO CULTURAL DE LOS

COLLI.

cansable estudioso de la cultura Colli que le ha declarado la guerra al olvido, y no le dará tregua. "Colli" significa oscuro, gente de piel oscura. Fue la historiadora María Rostworowski quien en 1968 hizo su aparición en Comas. Nadie la entendía. Pedía con urgencia los planos de una ciudad en pañales. Rostworowski buscaba unos lugares mágicos que fueron registrados en documentos de la época colonial. Buscaba un señorío preinca que la historia oficial no mencionaba. Y allí estuvo ella. Subiendo y bajando huacas de culto religioso ante la absorta mirada de los invasores. Los mismos que hoy en día están dispuestos a levantar sus casas de ladrillo en suelo declarado Patrimonio Cultural de la Nación y a quienes la palabra "Colli" sólo les suena a jerga patentada por alguna banda de pandilleros. En 1977, Rostworowski escribió el libro Etnia y Sociedad para dar cuenta de la existencia de la cultura Colli e inició un ciclo de conferencias gratuitas para que los pobladores de Comas valoraran y entendieran su pasado. Enrique Niquín se plantó en primera fila. Adivinó cada palabra y no paró de tomar apuntes. Quiso acercarse a la historiadora para decirle

que deseaba ser su asistente. Pero pensó que era inmaduro. Rostworowski no lo sabe, pero es la culpable. Convirtió a Niquín en un esclavo de la historia Colli. Le dio veneno para que dijera con orgullo que es un autodidacta. Que ha leído libros prestados. Que no le teme a nadie. Rostworowski debe ser sentenciada por hacer que Niquín se identifique como alumno NN de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Debe ir a prisión, porque ha creado un monstruo para dos municipalidades. Niquín tiene antecedentes. Su nombre está registrado en la lista de vecinos problema porque ha empapelado las oficinas de Cultura con quejas, denuncias y pedidos de ayuda para salvar el patrimonio cultural de los Colli. Para muchos, Niquín está loco. Las alumnas del colegio República de Cuba tiritan de frío. Les dijeron que el Colli Luna Raymi Escolar iba a empezar a las nueve de la mañana.

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La sorpresa arribó vestida de cartero en medio del arenal. El sobre con los principios de la caricatura llegó antes que el general Velasco. Niquín no durmió. Lo primero que dibujó palmo a palmo fue la Fortaleza del Señorío de los Colli que está ubicada a un costado del hospital Sergio Bernales, en el Kilómetro 15 de la avenida Túpac Amaru. Un elefante gris que parece yacer muerto sin que alguien se haya enterado.

CULTURA

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Un día el destino dio giro de trompo. Enrique leyó en la contraportada de su revista El Llanero Solitario el siguiente mensaje: "Aprenda a dibujar y viaje al futuro". Sin esperar respuesta viajó mentalmente con su maleta de colores; Escribió a la escuela norteamericana Continental Comic para estudiar dibujo animado a distancia. De Collique a Miami, pensó.

EMPAPELADO LAS OFICINAS DE

Talentos Anónimos

Su pasión por la historia y la arqueología empezó hace 26 años. Niquín siempre creyó que el dibujo era lo suyo. Iba de un lado a otro con historietas bajo el brazo. No le gustaba el trabajo de carpintería ni mucho menos ser asistente de soldador. Quería ser autor de sus propios dibujos animados. Quería hacer trazos con vida propia para que los niños fueran al cine a deshacerse en carcajadas. Pero era un sueño más.


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HA

LOGRADO CONVENCER A

MAESTROS DE LOS COLEGIOS DE

COLLIQUE

LOS

COLLI

HISTORIA .

QUE INCLUYAN A

EN EL CURSO DE

Q UE

HABLEN DE SUS

COSTUMBRES , DEL DIOS

K ON ,

QUE ERA VENERADO POR LAS TRIBUS .

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Y nada. Un grupo de estudiantes se alista para recordar la muerte de dos mil guerreros Colli que defendieron su fortaleza antes de someterse al poderío Inca. Revivirán la escena histórica en las faldas de la huaca madre por segundo año consecutivo, pero Enrique Niquín está realmente molesto. No le falta razón. La Municipalidad de Comas se comprometió con él a levantar la basura de una esquina para que las alumnas puedan apreciar la Fiesta de la Gente Oscura sin que las moscas y el hedor las fastidie, y falló una vez más. Ni siquiera envió el equipo de sonido para que Niquín explicara a los vecinos de la urbanización San Carlos que por donde viven se extendía hace cientos de años un camino preinca, el cual conducía a un manantial sagrado.

A la autoridad edil le importa poco que el Colli Luna Raymi Escolar sea la creación de un solo hombre que lidia con la ignorancia las veinticua tro horas del día. Para el municipio es más importante inaugurar las escaleras de un alcalde que lo pinta todo de color político. Niquín no tiene el auspicio del Instituto Nacional de Cultura (INC) ni del Ministerio de Educación. Sin embargo, ha logrado convencer a maestros de los colegios de Collique que incluyan a los Colli en el curso de historia. Que hablen de sus costumbres, del dios Kon, que era venerado por las tribus, porque traía consigo las lluvias y los alimentos. "Las huacas no serán tierra muerta mientras haya costa", sentencia Niquín con rabia contenida. A un lado, tres mototaxistas lo escuchan en silencio. La tuberculosis se abrazó de Niquín. Lo devoró. Lo convirtió en una caricatura de hueso. En el huésped ilustre de un hospital para tísicos. Sólo a

él se le ocurre dormir en la noche vacía para sentir a los Colli. Caminar por el sendero de la burocracia con un sol en el bolsillo. No hay para el pasaje, pero él insiste en promover conferencias sobre la milenaria gente de piel oscura. A quién le importa, Niquín. "Un pueblo sin historia es un pueblo fantasma", repite sin cansancio en la cola de una mesa de partes. Vive intranquilo, porque la Huaca del Manantial está a punto de desaparecer. Han extraído antiguas piedras lajas para construir una berma central en la urbanización La Alborada. No sabe qué hacer cuando le informan que en la cúspide del Allpa Coto Chacara se ha instalado una caseta de guardianía. Está al borde de la nostalgia. Prefiere recordar al cementerio Colli como una pieza arqueológica intacta y no como un nauseabundo basural del distrito. Luce cansado. No sabe si ha valido la pena perderse en expediciones. Aún le duele los portazos de indiferencia en la cara. Niquín puede morir tranquilo, aferrado a su cuaderno de dibujo. Si preguntan por los Colli alguien tendrá que mencionarlo y contar que fue él quien, el 11 de agos-


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to del 2000, logró que el INC declare Patrimonio Cultural de la Nación al Cerro Comicay: el cerro con forma de mujer embarazada. El fortín de la productividad. Y para qué sirvió, Niquín, si en la panza de la dama de tierra han escrito ‘‘Fujimori sí cumple’’. Si en la cabeza de la parturienta crece la pobreza. Para qué sirvió. Enrique ha construido un museo en su propia casa. Yacña se llama. En idioma Colli significa "el que mira el tiempo". La sala de exposición es de tierra, no hay alarmas de protección para los ceramios y los pedazos de tejidos llevan encima pe-

queñas láminas de vidrio para evitar que pierdan su color. El museo de Niquín no aparece en los registros del INC. Yacña no tiene licencia de funcionamiento. Es un pirata condenado. Nadie sabe que la sala cultural ha recibido a tres mil visitantes y que el 15 de enero del 2005 cumplirá dos años de fundación. Niquín abre las puertas de su museo a las diez de la mañana con una tímida sonrisa de estreno. Es el director, guía y guardián. Se sienta detrás de una mesa de madera y espera a los turistas que algún día vendrán. No importa si tiene que esperar como los viejecitos al otoño. "Hay que izar la bandera bien alto para que sepan que aquí

está el museo", dice mientras esparce chorritos de agua en el piso para que el polvo no se levante. A Niquín le han preguntado con qué sueña cuando miraba a una extraña mariposa reposar en su jardín. Y no quiso dar respuesta. Quizá porque es un imposible. Quizá porque sueña con el dinero que no tendrá o con los hijos que no puede tener o con el libro que no publicará. Niquín no tiene valor para decirlo, pero sólo sueña con entregarle al alcalde un proyecto monumental que él diseñó para preservar 34 zonas arqueológicas de los Colli que están a punto de ser una borrosa huella del recuerdo. No pide más.

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Samuel Enrique Ashcallay Samaniego Periodista

“SOY DE LA IGLESIA, ¿QUÉ COSA DESEAS?”, DIJO MARINA. WALTER SÓLO PUDO BALBUCIR: “NO ME ABANDONES". A PARTIR DE ESA TARDE, MARINA FUE A VISITARLO A MENUDO.

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Sentado en la parte oscura de un cuartucho, Walter Guzmán pasaba los días con los ojos fijos en cualquier parte, moviendo a veces su cabeza y el brazo derecho. Su familia y los vecinos de su quinta, en el Rímac, sólo le daban alimentos cuando podían, y habían destinado su cuerpo a un rincón desde que sus miembros estaban para-

Marina Aguilar, que en ese tiempo hacía una lista de beneficiarios para el programa de ayuda Vaso de Leche, sintió temor al verlo, pues Walter comenzó hablarle sin poder articular una palabra. Antes de dar otro paso más, recordó la advertencia que, segundos antes, le había hecho una vecina: ¡No entre ahí porque hay un loco! "Soy de la Iglesia, ¿qué cosa deseas?", dijo Marina. Walter sólo pudo balbucir: “No me abandones”. A partir de esa tarde, Marina fue a visitarlo a menudo y, junto a otras personas de su co-

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M

lizados. La droga consumida durante gran parte de sus 50 años, le había dado el aspecto de un octogenario que esperaba a la muerte con angustia.

arina Aguilar y su esposo Lorenzo llegaron al distrito del Rímac hace más de 40 años. Ella ha luchado por liberar a las mujeres y llevar palabras de esperanza a quienes sufren. Muchos les han atribuido la capacidad de curar con sus manos, pero ellos dicen que lo más importante es sanar el alma.

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UNOS MESES DESPUÉS, WALTER FALLECIÓ. SIN EMBARGO, A MARINA LE QUEDA EL RECUERDO DE LA NOCHE EN QUE ÉL CANTÓ DESDE SU SILLA DE RUEDAS Y LUEGO, CON UNA SONRISA DE NIÑO, LE DIJO: MIEDO A MORIR,

"YA NO TENGO

MARINA, VOY A ROGAR POR USTED".


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munidad, le llevó ayuda y le habló de Dios. La familia de Walter se admiraba al ver cómo servían a un hombre que no podía siquiera dar las gracias. Unos meses después, Walter falleció. Sin embargo, a Marina le queda el recuerdo de la noche en que él cantó desde su silla de ruedas y luego, con una sonrisa de niño, le dijo: "Ya no tengo miedo a morir, Marina, voy a rogar por usted”.

NO LAS DEJARON ENTRAR, PUES NO HABÍAN LLEVADO DOCUMENTOS. SIN EMBARGO, ROGARON AL CELADOR QUE LES CONCEDIERA EL PERMISO.

DECENAS DE INTERNOS PUDIERON COMER Y ABRIGARSE.

ESPERANZA EN EL ENCIERRO De los 74 años que Marina Aguilar ha vivido, ha dedicado 30 al prójimo, como coordinadora general del Vaso de Leche, ayudando a las mujeres a ser libres, o visitando a encarcelados y enfermos desahuciados. Es morena y de cabellos canos. Tiene una sonrisa que hace simple la vida y dice con la mirada que existe todo el tiempo del mundo para hacer el bien. No es alta pero sí delgada, y viste siempre con el decoro de una que ha sido llamada a servir con humildad. Llegó al Rímac en tiempos en que el Papa Juan XXIII iniciaba el Concilio Vaticano II, y se integró a la Iglesia para leer la Biblia y escuchar la Misa por primera vez en castellano. Era la segunda hija de ocho hermanos y tuvo que trabajar desde niña para que los más pequeños recibieran educación. Después de casarse en Trujillo, llegó a Lima y luego al Rímac para integrarse a la capilla Cristo Redentor, cerca del río que los separa de la Ciudad de los Reyes. Entre celebraciones y prédicas, sintió el llamado a hacer algo por los demás. En ese tiempo tenía tres hijos, un matrimonio inestable y una pequeña bodega de abarrotes, por lo que se preguntaba qué podía ofrecer. Pocos años más tarde, cuando se realizó el Paro Nacional de 1977, Marina se enteró que gran cantidad de detenidos de diversas partes del Perú fueron trasladados a la cárcel del Callao. Muchos

AQUELLA NOCHE,

de ellos no conocían a nadie en Lima y habían pisado por primera vez la capital. Marina no lo pensó dos veces y reunió a una decena de mujeres para ir a entregar ayuda a estos desposeídos. Eligieron el 18 de octubre, día en que el Señor de los Milagros salía en procesión, y les dijeron sus esposos que estarían detrás del anda del Crucificado, entre el sahumerio y los miles de devotos. Cuando llegaron al penal no las dejaron entrar, pues no habían llevado documentos. Sin embargo, rogaron al celador que les concediera el permiso de entregar la ayuda. Aquella noche, decenas de internos pudieron comer y abrigarse luego de varios días, pero no les dieron las gracias. Lo único que les dijeron era que ellas también tenían que luchar contra la dictadura militar. LA SECUELA DEL TERRORISMO Durante la década de los ochenta, de cada cien niños del Rímac veinte padecían de desnutrición crónica. El aumento de la pobreza fue una constante durante las dos últimas décadas del siglo anterior, donde perdieron la vida alrededor de 69.000 peruanos -80 por ciento de los cuales vivían en el campo.

La tugurización era el reflejo de la migración de la sierra peruana hacia Lima. El Rímac fue uno de los destinos de esta masiva ola de familias, que huían, abandonando sus parcelas y animales, para escapar del terrorismo. LA MAÑANA DEL VASO DE LECHE La mañana del 30 de marzo de 1984, treinta mil niños se reunieron, en el Parque Central de Reserva, para beber cada uno un vaso de leche. En días en los que el mundo gastaba alrededor de 750 millones de dólares para los juegos olímpicos, el municipio de Lima dio inicio a un programa para atender las necesidades alimenticias de los peruanos. El Alcalde de Lima, Alfonso Barrantes, dio el primer sorbo de un programa que en principio esta-

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HA

SIDO UN MÚSICO BOHEMIO DESDE LOS

VEINTE AÑOS .

Y

SIEMPRE ANDUVO CON UN

SAXOFÓN BAJO EL BRAZO DESDE QUE TENÍA USO DE RAZÓN .

bares de la ciudad, no era precisamente una profesión que preservara la armonía de la familia.

vez a María Elena Moyano, una dirigente del distrito de Villa El Salvador que sería asesinada años más tarde por el grupo terrorista Sendero Luminoso.

ba dirigido a los asentamientos humanos. Cuando Marina Aguilar vio esto por televisión se preguntó: ..¿por qué el vaso de leche no puede llegar al Rímac?, ¿es que acaso no hay pobres aquí?

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Ella y un vecino que trabajaba en el municipio hicieron gestiones para que el programa apoyara a los pobres de las zonas urbanas. Con un grupo de su capilla, comenzó a visitar casa por casa para empadronar a los futuros beneficiarios. En medio de esas visitas, donde a veces no era bien recibida, conoció los rostros de la pobreza entre callejones y recovecos. En su sector, el Vaso de Leche comenzó a repartir tres mil raciones diarias, pero esto no era suficiente, pues el programa sólo atendía a niños de 0 a 6 años y madres lactantes. Era imprescindible incorporar a los menores hasta 13 años, además de alimentar a ancianos y enfermos de tuberculosis. Marina se levantó temprano, sin decir una palabra a su esposo, para ir a una marcha a reclamar estos derechos. En medio de centenares de madres que bloquearon la Plaza San Martín, vio por primera

"Ella era la que comandaba” -dice Marina al recordarla. En 1986, la Municipalidad de Lima y la Coordinadora de Comités del Vaso de Leche firmaron un convenio donde se aceptaron los requerimientos expuestos en aquella marcha. Dos años más tarde, Marina fue nombrada Coordinadora General del programa en su sector. Y tuvo el sueño de hacer que las mujeres sean libres. LORENZO COSAMALÓN: UN NON SANCTUM QUE HACE MILAGROS Dice Lorenzo Cosamalón que nunca fue un santo, pero ya hay varios que le han atribuido milagros. Ha sido un músico bohemio desde los veinte años. Y siempre anduvo con un saxofón bajo el brazo desde que tenía uso de razón. En la época en que el mambo fue censurado por el primer cardenal peruano, Monseñor Juan Gualberto Guevara, Lorenzo comenzó a recorrer los bares trujillanos con su saxofón, haciendo popular el ritmo de aquel cubano de poco más de metro y medio que -según un premio Nobel- "dio un golpe de Estado contra la soberanía de todos los ritmos”: Dámaso Pérez Prado. Cuando llegó a Lima, Lorenzo hacía lo imposible por mantener a sus tres hijos y su esposa, Marina Aguilar, tocando su instrumento. Sin embargo, ser músico bohemio y trabajar todos los días de amanecida en diferentes

Luego de varios años, Lorenzo renunció a la música y se dedicó ayudar a su esposa en una bodega que habían instalado en un cuarto de adobe cerca de la capilla Cristo Redentor, y que también les servía de vivienda. Dice Lorenzo que fue Marina quien lo llevó a la Iglesia para cambiar. Ahora, a sus 80 años, ha visitado con su esposa de 8 a 10 enfermos, cada semana, por más de una década, para brindarles medicinas o tratar de paliar el dolor que provoca la soledad y la pobreza. En cuartuchos que compartían hasta 10 personas, no era difícil encontrar un enfermo que a veces era marginado por su propia familia. En ocasiones, Marina tuvo que bañar enteramente a un paciente que no había tenido aseo desde varios meses atrás. Un día llegaron a la casa de una mujer que tenía una llaga gangrenosa en el pie. La herida provocaba un dolor muy agudo y supuraba gran cantidad de pus. Lorenzo cogió un paño limpio y agua oxigenada, y comenzó a retirar el líquido espeso del pie de la mujer. A los pocos días el orificio de la llaga había sido rellenado con carne nueva, y unas semanas después comenzó a caminar. La noticia no tardó en propagarse como si fuera un milagro. Desde luego que Lorenzo lo había consultado con un médico y el galeno le dijo que esa cura sólo era momentánea, pues la enfermedad avanzaba por dentro NO FEMINISMO SINO LIBERACIÓN DE MUJERES Marina intercalaba la visita a los enfermos con la organización del Comité del Vaso de Leche. En


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ambos casos la opción era la misma: ayudar al que menos tiene y dar palabras de esperanza en el sufrimiento. Sin embargo, para Marina, el Vaso de leche significó una oportunidad de liberación para las mujeres, la mayoría de las cuales "eran sólo sirvientas del marido". "Yo quería que la mujer se libere, pues eran muy sumisas. Pero que sea libre para ejercer su voluntad sin dejar de lado la responsabilidad de ser madre y esposa”, señala Marina. No era extraño que las mujeres fueran a decirte entre sollozos que su marido ya no las dejaba continuar en el Comité. En ese momento, Marina las cogía de la mano y se iba con ellas adonde el esposo, para convencerlo que si su mujer salía "no era para buscar hombres, sino para ayudar a otros que no tenían ni siquiera qué comer".

Luego de más de 15 años, Marina dejó la coordinación general del programa para dedicarse a organizar su propia cuadra. "Lo importante es que todas aprendan", dice. Y no disimula una sonrisa cuando observa que aquellas mujeres por quienes abogó muchas veces, ahora son líderes en su comunidad. TEOLOGÍA DE LA SOLIDARIDAD Lo que recuerdan más los esposos Cosamalón del Padre Gustavo Gutiérrez, autor de la Teología de la Liberación, es su sencillez y cercanía con los más necesitados. Fue su párroco durante más de una década y aprendieron de él que debían predicar la palabra de Dios para construir una sociedad distinta, más libre y más humana.

Por ello decidieron estudiar la Biblia y el Catecismo de la Iglesia Católica. Por eso coordinan durante varios años la labor pastoral de su comunidad y han colaborado en la creación de diversos espacios para la formación de los jóvenes, como una biblioteca y un lugar para realizar cursos de nivelación escolar. Asimismo, con diversas colectas pudieron adquirir dos sillas de ruedas, que se juntaron a la que

Marina recuerda que cuando comenzó a dirigir la gente era egoísta y preguntaban por qué tenían que dar dinero a otros. Pero el espíritu solidario pudo más y comenzaron a ayudarse mutuamente.

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Se designaron coordinadoras de salud que se encargaban de ver, en el sector, si alguien se enfermaba y si se les podía ayudar.

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Las mujeres se turnaban para la preparación de la leche y, cuando estaba lista, llamaban a los niños y mujeres a recoger su ración, que en muchos casos significaba el único alimento del día.

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Un día a la semana el camión del municipio entregaba los insumos en el centro de acopio. Marina contaba meticulosamente cada producto y los repartía en las cuadras.


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C UANDO QUE

TODOS BAJARON DEL CARRO , VIERON

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ESTABA AL COSTADO DE UNA DE

LAS LLANTAS DEL CAMIÓN , IMPIDIENDO EL PASO .

dega y vivienda, y decidieron que al único lugar donde se irían de ahí sería a un camposanto. ¡FLORES NEGRAS, CUÑA EL CARRO! Marina siempre se preguntó por qué tanta gente del pueblo de Cascas le repetía cuando la veían: "Flores negras, cuña el carro! rano y el invierno. Acompañaba a su padre a cuantas fiestas patronales lo invitaban y no podía recibir mejor regalo que un globo traído de Trujillo.

Walter Guzmán donó a la Iglesia antes de morir. Estas tres sillas ahora son utilizadas por gran cantidad de enfermos de la zona, cuando tienen que ir al hospital o cuando, simplemente, tienen deseos de recorrer las calles y liberarse por un momento de su encierro.

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Los esposos Cosamalón no tienen momentos para descansar, pues muchas parejas acuden a ellos para recibir un consejo y dejar de lado la violencia en la que viven. Asimismo, cuando se tiene que organizar a una quinta para alguna procesión, no dudan en predicar alguna palabra de reconciliación y amor fraterno. Pues en un gran patio, con un solo caño, que comparten decenas de familias, son muy frecuentes los líos de callejón. DE CASCAS AL RÍMAC El Rímac ha sido siempre una zona de mucho respeto en cuanto a los niveles de delincuencia se trata. El barrio no es tranquilo y la violencia no se comparaba con el apacible pueblo de donde vinieron Marina y Lorenzo. Ambos se casaron en Trujillo pero se criaron en Cascas, cuyo nombre -según lo afirman los pobladores- se lo deben a Antonio José de Sucre, quien al pasar con su caballo notó el curioso ruido que hacían sus cascos con el suelo de cascajo del pueblo. Cuando niño, Lorenzo vestía ropas muy pobres y usaba una especie de alpargatas de caucho en el ve-

Le gustaban las fiestas patronales porque la gente era solidaria. Cuando tenían que alimentar a otros mataban a su chancho y se quedaban sólo con la manteca. Celebraba la Fiesta de la Virgen de Chiquinquirá y le gustaba ubicarse en algún rincón de la plaza de armas, donde se realizaban las corridas de toros. Le encantaba ver cómo algunos pobladores del lugar mostraban su cuerpo a la bestia, y se lo arrebataban de sus cuernos en movimientos ágiles que no siempre eran exitosos. Marina era muy huraña cuando joven, pero que le gustaba la fiesta de Navidad. En su casa no la celebraban, pues había mucho recelo con la Iglesia y los curas. Así que, si Marina quería asistir a la velada del pueblo en Nochebuena, tenía que dejar preparada la olla de patasca que luego sería vendida por raciones en el mercado. Los tres hijos de Lorenzo y Marina vivieron durante muchos años en el Rímac y, a pesar del medio, terminaron como destacados profesionales. Marina supo transmitir en su casa los valores que aprendía dentro de la Iglesia. Tanto que, cuando un ladrón rompió su ventana para robar y se lastimó la mano, ella entró corriendo a la casa, mojó un algodón con alcohol y le curó las heridas. El sueño de los Cosamalón era construir su casa propia en el distrito de San Juan de Miraflores, un lugar para pasar sus últimos años de vida. Gracias al esfuerzo de varios años, lo lograron. Sin embargo, cuando se pusieron a hacer maletas, se miraron uno al otro y se dieron cuenta de que no era eso lo que querían. Así que refaccionaron la casita de adobe que les sirvió durante años como bo-

De joven se enteró el porqué del apelativo de "Flores Negras", que era -sobre todo- por haber nacido un poco más morena que sus hermanos y tener una belleza peculiar. Lo que no podía comprender era la siguiente parte de la oración: ¡cuña el carro! Su madre nunca se lo quiso contar, hasta que Marina, con el valor y la entereza que más tarde la caracterizarían en el Rímac, le solicitó que relatara la historia. Marina no tenía más de seis meses y la habían envuelto en varios mantos blancos, haciendo con ellas una especie de alforja. Sus padres viajaban hacia Trujillo, en tiempos en que sólo se podía elegir entre camión o lomo de burro. El camión iba lleno de pasajeros y el terreno estaba accidentado. De pronto, en medio de la noche, el carro frenó. Se escuchó que el chofer ordenaba a su ayudante retirar una piedra, que estaba cuñando el camión y no los dejaba avanzar. El barullo despertó a la madre de Marina, quien pronto sintió un vacío tremendo al no encontrar a su hija en sus brazos. Cuando todos bajaron del carro, vieron que Marina estaba al costado de una de las llantas del camión, impidiendo el paso. "Me había caído y mi mamá no se había dado cuenta. Cuando me contaron, pensé que había sido una gracia de Dios", relata Marina. Dar a la suerte la responsabilidad de explicar este hecho es muy comprometedor, sin embargo, tal vez pueda ensayarse la razón de que Marina tenía ya una historia escrita, a unos 800 kilómetros al sur oeste de Cascas, en las orillas de un río que habla y en los corazones de muchas personas.


TRES HIJOS DE

PROFESIONALES .

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LORENZO

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Y

M ARINA

TERMINARON COMO DESTACADOS

SUPO TRANSMITIR EN SU CASA LOS VALORES QUE APRENDÍA DENTRO DE LA

IGLESIA .

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TALENTO AYUDAR PARA


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Edgar Homero Saldaña Reátegui Periodista

‘ DOÑA CHELITA’ TALENTO PARA AYUDAR

Diría que se siente; frío en los brazos, tierra en las manos, barro en los pies, polvo en la cara. Diría que se ve; la pobreza en el Perú por todas partes se ve, y doña Chelita sabe de esto...

GRACIELA REÁTEGUI PINEDO ES CONOCIDA EN EL DISTRITO DE COMAS COMO DOÑA CHELITA, A SUS 72 AÑOS, SE ENTUSIASMA AL VER CÓMO VA QUEDANDO EL PRONOEI LUZ Y VIDA QUE ESTÁ CONSTRUYENDO EN LA CUARTA ZONA DE COLLIQUE.

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Si la pobreza de nuestro país pudiera describirla con todos los sentidos diría que tiene olor, que huele a tierra mojada, a agua maloliente de charcos en la pista por falta de desagüe, que huele a orines depositados en huecos llamados silos construidos al fondo de un salón de clase. Diría que tiene sabor; que sabe a agua de yerba con un pan solo de desayuno (todos los días), que sabe al concolón de arroz quemado de un comedor popular,

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S

que sabe a tripita frita a la salida del colegio, que sabe a pan duro, pero casi siempre sabe a ayuno. Diría que tiene sonido; que se escucha los ladridos de perros famélicos llenos de caracha, sin dueño deambulando en el cerro, se escucha a niños llorando pellizcados por su madre que no los soporta, se escucha el soplido del viento moviendo la estera, se escucha el grito del borracho, los gemidos del cuarto de esteras de la vecina, el grito de los pandilleros.

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i la pobreza de nuestro país pudiéramos describirla utilizando todos nuestros sentidos, no seria difícil; bastaría con levantar la cabeza y mirar una choza habitada de los cerros en cualquiera de los conos de Lima.


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CADA VEZ QUE DOÑA CHELITA SE ENTERA QUE EL DIRIGENTE DE UN ASENTAMIENTO HUMANO QUIERE CONSTRUIR UN

PRONOEI, EMPIEZA A PENSAR CÓMO SE VA

A HACER PARA CONSTRUIRLE A LOS NIÑOS UN SALÓN.


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Graciela Reátegui Pinedo es conocida en el distrito de Comas como doña Chelita, a sus 72 años, se entusiasma al ver cómo va quedando el Pronoei "Luz y Vida" que está construyendo en la Cuarta Zona de Collique con ayuda de los vecinos y el financiamiento de la empresa Telefónica.

SE REUNIERON 9,403 SOLES, DINERO QUE ALCANZÓ PARA COSTRUIR UN AULA DE 24 METROS CON PISO DE CEMENTO PAREDES TARRAJEADAS, BAÑO ENLOSETADO,

Ella tiene dificultades para caminar, debido a dos operaciones a la columna que le hicieron hace 10 años; pero esto no resulta impedimento para llegar a los cerros, pasando sobre cascajos y cuestas empinadas, llegando al final de los asentamientos humanos, al último lote, allí donde las combis no llegan.

Y TECHO DE

Fue más fácil encontrarla en la construcción del Pronoei que en su casa -Apúrate fIaquito, dile al señor de la ferretería que te dé los materiales... yo ya hablé con él -ya voy doña Chelita- fue lo primero que escuché al aproximarme al terreno donde se viene construyendo el Pronoei; era inconfundible su voz, era fácil distinguir quien se convertía en el motor de la obra. Los Pronoei son como colegios de educación inicial con una sola aula, construido por los vecinos con las esteras y los palos que les sobra de sus chozas; ellos ponen los "salones" (si se le puede llamar así) y el Estado pone el sueldo de la profesora, quien recibirá 220 soles al mes para que se encargue de enseñar a los niños entre dos y cinco años, las vocales, canciones, a lavarse las manos y la cara (en baldes con agua del cilindro) y todo lo relacionado a su "Educación Inicial". - Por lo menos eso - dice doña Chelita -a que se queden encerrados en sus casas sin hacer nada mientras los padres trabajan. Los Pronoei son una salida inteligente y entusiasta, "bien peruana" para que los niños de la casa en los barrios más pobres "no estén en nada". Cada Pronoei alberga entre 20 y 30 niños, todos hijos de los moradores de las invasiones donde se construyen, cuyos padres no tienen posibilidades para mandarlos al "nido-jardín" que por lo general queda a la entrada del cerro.

CALAMINA.

Cada vez que doña Chelita se entera que el dirigente de un asentamiento humano quiere construir un Pronoei, se emociona y empieza a pensar cómo se va a hacer esta vez para construirle a los niños un aula que por lo menos tenga piso de cemento, paredes de ladrillo y techo, aunque sea de calamina. Ya ha ayudado a construir cinco Pronoei y si bien es cierto no con todos se ha logrado, las paredes de ladrillo por lo menos se han cambiado las esteras forradas con plástico por triplay con maderas. Para doña Chelita, educar a los más pequeños resulta de vital importancia, y si el Estado o el Ministerio de Educación no lo puede hacer -“alguien lo tiene que hacer”-, nos dice; basta con la voluntad de los vecinos, la necesidad de los padres, y sobre todo con la sonrisa de los niños, para tocar las puertas de instituciones privadas: Telefónica, Frecuencia Latina, América Televisión, Radio Comas, o sino una "chanchita familiar" (el aporte de los hijos) para comprar los materiales y que los vecinos pongan la mano de obra. Así sucedió en setiembre del año 98, cuando tras cursarle una carta de invitación a Almendra Golmesky (conductora de televisión de un programa infantil de Frecuencia Latina) logra llevarla al Séptimo Sector de Collique, y tras constatar en las

condiciones como 30 niños estudiaban (paredes de cartón, techo de plástico y piso enlodado), logra que la conductora de televisión acceda a organizar un show infantil en el parque zonal Sinchi Roca, cuyos fondos serían destinados a la construcción del Pronoei. Se reunieron 9,403 soles, dinero que alcanzó para construir un aula de 24 metros con piso de cemento, paredes tarrajeadas, baño enlosetado, y techo de calamina; la mano de obra la pusieron los vecinos y a los mas "chambas" se les entregó canastas de víveres. La inauguración se realizó en vísperas de la Navidad de 1998, la alegría por la construcción del salón de clases se ve en cada una de las fotos que doña Chelita guarda. Único recuerdo. Los niños sonríen, doña Chelita también. Pero no sólo de Pronoei's vive el hombre. En el año 1996 doña Chelita conoce a Ana María Romero Quinto, huancaína de 56 años que sufre de una enfermedad congénita llamada Charcot-MarieTooth, mal que le impide caminar desplazándose sólo en una silla de ruedas. Ana María Romero

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al mediodía, cuando puede almorzar con todos sus hijos, compartir con ellos y disfrutar cada momento.

vive en la Quinta Zona de Collique, con su único hijo, Javier Alcedo Romero de 28 años, quien sufre la misma enfermedad; su nuera, Haydee Villarino, que tuvo polio, de niña, y su nieto de 6 años, que al parecer está sano. En el año 96 doña Chelita logra que se elija a Ana María Romero como mujer símbolo del día internacional de la mujer en el distrito de Comas, distinción que le sirvió para que recibiera donativos de víveres, ropa y una máquina de coser. También le consiguió una beca en Cibertec para que Javier estudiara Computación, pero la infraestructura y lejanía del local hizo que abandonara los estudios. Durante un año, doña Chelita cancelaba en un comedor cuatro menús para Ana Romero y su familia, actualmente ha conseguido que el lnabif les brinde ese apoyo. Javier Alcedo realiza artesanías construyendo barquitos en botellas de licor, pero la venta es escasa y en Jirón de la Unión ya no le dejan vender. Pero si el abandono a los pobres por parte del Estado duele, el abandono de los padres a los hijos

duele más... y más si es papá y mamá... y más si es por una enfermedad. En la Séptima Zona de Collique viven cinco hermanos: Percy (14), Jorge (11), Rosa (10), Renzo (8), Leonela (6) cuyos padres Percy Cabrera Tello (35) y Judith Garro González (33) murieron de SIDA el año pasado, han quedado solos con Carmen Garro González, su tía, quien es madre soltera de dos niños de 3 y 11 años y ahora tiene que velar por los siete. Doña Chelita se pregunta cómo hacer para ayudarlos, aunque sabe que lo más urgente es mitigar el hambre de todos los días, hambre que se inicia con el amanecer y que sabe igual por las noches. Doña Chelita los visita semanalmente, llevando víveres, ropa de los vecinos, de los nietos y todo cuanto consiga, pues sabe que encabezando la lista de prioridades están ellos, los siete. Tal vez la sensibilidad de doña Chelita parta de la necesidad que sintió cuando a los 8 años perdió a su madre, víctima de cáncer, y a los 14 a su padre por un derrame cerebral, teniendo que hacerse cargo de su familia como hija mayor. Iquitos, su tierra natal, fue testigo de los esfuerzos que tuvo que hacer para estudiar y sacar a su familia adelante; vino a Lima a los 24 años y se casó a los 26, tiene 6 hijos, 13 nietos y 1 bisnieto. Siente que su mayor riqueza está en la familia, en el domingo

Doña Chelita no tiene riquezas. “A la tumba no me voy a llevar nada”, nos dice. Pero después de conocerla sé que su mayor riqueza esta en ese talento para ayudar canalizando recursos para los que más necesitan, está en esa fuerza poco usual a los 72 años, está en esa motivación que le imprime a las obras de bien común, en su don de mando, en su carisma, en su poder de convencimiento a los que tienen la posibilidad de ayudar y no lo hacen por desconocimiento, desidia o en el caso más común, egoísmo. Tal vez el mayor defecto de doña Chelita sea no saber decir que NO, siempre hay un “sí se puede”, “vamos a pedir”, o en el peor de los casos un “vamos a ver qué hacemos”; es por eso que es madrina de más de 15 equipos deportivos, más de 30 promociones escolares, ha organizado innumerables campañas de salud, talleres de orientación a adolescentes y todo cuanto signifique colaborar para la mejora de su distrito. A doña Chelita no le asusta la muerte, sabe que siempre está presente y es ésta la que tiene la última palabra, sólo quiere que la recuerden como alguien que hizo todo lo que estuvo en sus manos para ayudar a los demás, sabe que no cambiará al mundo con lo que hace, pero que las personas a las que tocó por lo menos estuvieron un poco mejor.


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DOÑA CHELITA NO TIENE RIQUEZAS. "A LA TUMBA NO ME VOY A LLEVAR NADA" NOS DICE, PERO DESPUÉS DE CONOCERLA SÉ QUE SU MAYOR RIQUEZA ESTA EN ESE TALENTO PARA AYUDAR.


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