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-Sucedió hace siete días, aquí en Quito. Yo no vivo en la ciudad, es extraño que me atacaran aquí y no en donde vivo. Soy
propietario
de
una
hostería
en
la
provincia
de
Cotopaxi, en la llanura que está bajo el volcán -Solano calló mientras se humedecía los labios con la lengua; se aproximaba al recuerdo como quien se acerca a un perro furioso. -Bajo
el
volcán
-repitió
Stalin
para
incitarlo
a
que
continuara hablando, mientras bebía otro trago de pisco de su pequeña botella de metal. -Sí, bajo el Cotopaxi. El atentado fue hace una semana, el lunes 15; yo había venido a Quito para comprar algunas cosas: licores y productos de aseo... -¿Fue accidental su viaje? -quiso saber Falcón. -No le entiendo. -¿Viene siempre los lunes para esas compras? -No
siempre,
a
veces
viene
mi
administrador,
a
veces
venimos juntos. -Ese día, ¿por qué vino usted? -La hostería está vacía los lunes. Esperaba a un grupo de turistas
alemanes
para
el
día
siguiente,
el
martes,
y
quería recibirlos yo mismo. Después del asalto le pedí a un colega que se hiciera cargo del paquete de alemanes y me vine a esconder aquí, en la casa de mi padre, él no la utiliza la mayor parte del año. Dos policías vinieron a interrogarme al día siguiente; después de eso despedí a la