El cuaderno de Renata
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“Solo tengo esto que darte”, dijo el chivo y un cachito se arrancó. El monito extrañado el cachito recibió.Y el chivito muy orondo se fue cantando y bailando una canción de amor. Sin saber qué hacer con un cacho de chivito, el monito se pasó todo el día meditando. “¿Y esto qué? ¿Para qué diantres me sirve un cachito de chivito?”Y la noche lo alcanzó. Por fortuna los golpes del martillo escuchó. “¡El herrero!”, y a su casa corriendo se dirigió. Rino, el herrero, con músculos poderosos y un alegre vozarrón, lo saludó. “Monito, ¿cómo anda todo?” “Marchando”, le contestó. “Señor herrero, quisiera me hiciera usted un favor. Este cacho de chivito, guárdemelo esta noche. El carrito tengo lleno y si lo llevo en las manos no puedo subir la loma”. “Todo bien”, dijo el herrero. “Hasta mañana, pequeño. Que sueñes con pasteles de limón”.“Y con un tambor de plata”, el monito pensó y entre brincos se perdió entre la noche estrellada. Al otro día, temprano, antes de trabajar, el monito al herrero fue a visitar. “Buenos días”, le dijo al verle la espalda. “Monito”, dijo el herrero. “Lo siento mucho, monito soy un tonto”. “¿Qué pasó?”, preguntó el monito, preocupado.“El cachito, snif, del chivito, snif. Anoche en la fragua estaba acabando un encarguillo.Y por sonso y distraído, con las nalgas empujé el cachito al fuego”.“¡Válgame!”, dijo el mono y la canción continuó: “Cachito no era mío. Cachito era del chivito. Chivito comió almendrita del Monito Basurero”. Y el herrero, arrepentido, en su grande corazón encontró una solución. “Solo tengo mi trabajo”, le dijo. “Te regalo esto a cambio de tu cachito. No es mucho pero al menos vale lo suyo para quien lo sepa usar”. Un machete puntiagudo el herrero al fin sacó. Se lo regaló al monito quien, sin más, lo recibió. “¿Y esto? ¿Qué hago con esto?”, pensó el monito y la noche le llegó junto al bosque de los Momos. “¡Zambomba, ya anocheció!” Los golpes del hacha le llegaron desde lejos y hacia allá se dirigió. El castor, un leñatero con dientes como diamante y cola de nadador, lo vio llegar y le dijo: “Monito. Qué sorpresa”. Intercambiaron saludos, la merienda compartieron (un delicioso salmón). El pájaro carpintero, ayudante del castor, el café trajo caliente y bebieron y cantaron y la luna les salió. “Señor leñatero”, dijo el monito. “Este machete filoso el herrero me cedió. Larga es la historia. Otro día se la cuento”. “Muy bonito”, le dijo el castor al ver la herramienta. “Guárdelo, por favor”, pidió el monito a su amigo. “Esta noche a mi tía tengo que visitar. Si me ve llegar con esto del susto desmayará”. “Tranquilo muchacho”, dijo el