El gato manchado

Page 1

El Gato Manchado y la SeĂąorita Golondrina O Gato Malhado e a Andorinha SinhĂĄ

1


2


Jorge Amado

El Gato Manchado y la señorita Golondrina O Gato Malhado e a Andorinha Sinhá

JORGE AMADO O Gato Malhado e a Andorinha Sinha Uma historia de amor Ilustracoes a cores de Carybe

Colección “Ejemplar para corrección” 3


Hemos llegado a la presente versi贸n del cuento de Jorge Amado gracias a su publicaci贸n en internet por Juan Ram铆rez Roco, hermano chileno. Desde ya agradecidos.

4


JORGE AMADO

Introducción Esta es la historia de un gato que se enamoró de una golondrina, causando sorpresa entre todos los otros animales que habitaban en un parque. La golondrina está comprometida con el Ruiseñor, pero al mismo tiempo, incentiva el amor del gato. Acontecieron juramentos, el gato escribió poemas, ellos salían juntos a pasear aunque los otros condenaban ese amor imposible.

El gato manchado y la golondrina Sinhá Érase una vez, hace tiempo, hace mucho tiempo, en las profundidades del pasado, cuando los animales hablaban, los cachorros eran amarrados con correas de longaniza, los sastres se casaban con princesas y los niños llegaban en una bolsa en el pico de las cigüeñas. Hoy los niños y las niñas nacen sabiéndolo todo, aprenden en el vientre materno, donde se hacen psicoanalizar para escoger cada cual el complejo preferido, la angustia, la soledad, la violencia. Sucedió en aquel tiempo una historia de amor. La historia que le contó la Mañana al Tiempo para ganar la 5


rosa azul, fue la historia de “El gato manchado y la Golondrina Sinhá”. La Mañana la escuchó del Viento, susurrada con enigmática expresión y con algunos suspiros, con voz lastimera y un poco triste. Yo la trascribo aquí, porque la he oído del ilustre sapo Cururu que vive en la cima de una piedra, en medio del musgo, a la orilla de un lago de aguas podridas, en un paisaje inhóspito y desolado. Viejo compañero del Viento, el eminente sapo Cururu me contó el caso, para probar la irresponsabilidad de su amigo el Viento: Desperdiciándose en fantasías en vez de utilizar el tiempo de sus largos viajes al extranjero, en estudiar; comunicación, sánscrito o acupuntura, asuntos de noble provecho. El sapo Cururu es doctor en filosofía, catedrático de la lengua y la expresión corporal, cultor del rock, miembro de la escuela de derecho, corresponsal y benemérito de academias nacionales y extranjeras, famoso en varias lenguas muertas. Si la narración no les parece bella, no es culpa ni del Viento ni de la Mañana, mucho menos del sapiente sapo Cururu, doctor honoris causa. Puesta en el habla de la gente no hay historia que resista y que conserve su puro encanto, se pierde la música y la poesía del Viento.

6


CAPITULO 1

LA ESTACIÓN DE LA PRIMAVERA

Cuando la primavera llegó vestida de azul, de colores y de alegría, olorosa de perfumes sublimes, abriendo las flores y vistiendo a los árboles de ropajes verdes, el gato manchado estiró los brazos y abrió sus ojos pardos, ojos feos o malos. Feos y malos era la opinión general, también decían que no sólo los ojos del gato manchado reflejan maldad, sino también, todo el cuerpo fuerte y ágil, de rayas negras y amarillas. Se trataba de un gato de edad media, ya distante de la primera juventud, cuando amaba correr por entre los árboles, vagabundear por los tejados, maullando a la luna, llenándola de canciones de amor, ciertamente picarescas y relajadas. Nadie podía imaginarlo, entonando canciones románticas y sentimentales. En aquellos alrededores no existía criatura más egoísta e solitaria. No mantenía relaciones de amistad con sus vecinos y casi nunca respondía a los raros cumplidos que por miedo y no por gentileza algunos paseantes le dirigían. Refunfuñaba de mal humor y volvía a cerrar los ojos, como si todo su alrededor le molestara. 7


Al gato manchado nadie se acercaba, las flores se cerraban si el se aproximaba en su dirección, dicen que cierta vez derrumbo con una patada, un tímido lirio blanco del cual todas las rosas se habían enamorado. Nadie presentó pruebas, pero ¿ quien podía poner en duda la ruindad del gato mañoso? Las aves ganaban altura al volar en las inmediaciones del escondite donde él dormía. Murmuraban inclusive que el gato manchado había sido el malvado, que se había robado al pequeño Sabiá (un pajarito del Brasil de canto melodioso) de su nido de entre las ramas de un árbol. Mamá Sabiá al no encontrar a su pequeño hijo al cual le traía su alimento, se suicidó ensartando su pecho en las espinas del Mandacaru. Un entierro triste y en aquel día muchas maldiciones fueron pronunciadas a favor del gato manchado. Pruebas no existieron, pero ¿Quién otro pudo haber sido? bastaba mirar la cara del villano para localizar al asesino. Bicho feo ese... Un gato malo, malo y egoísta. Se acostaba por la mañana sobre las plantas, para que el sol lo calentase, pero apenas el sol subía al cielo, él lo abandonaba por cualquier sombra cariñosa. Ingrato... Debo decir, para ser exacto que el gato manchado no tomaba conocimiento de lo mal que hablaban de él. Si lo sabía no le importaba, pero es posible que ni supiese que era tan mal visto, pues casi no conversaba con nadie, a no 8


ser en ciertas ocasiones con la vieja lechuza, a pesar de eso la lechuza, cuyas opiniones eran muy respetadas, debido a su edad, acostumbraba a decir que el gato manchado no era tan malo así, tal vez todo eso no pasase más allá de la incomprensión general. Los demás oían, movían la cabeza y a pesar del respeto que le tenían a la lechuza, preferían seguir evitando al gato manchado.

COMIENZO DE LA ESTACIÓN DE LA PRIMAVERA Así vivía el Gato Manchado, cuando la primavera entró al interior del parque, en un despilfarro de colores, de aromas, de melodías. Colores alegres, aromas para aturdirse, sonoras melodías. El gato manchado dormía cuando la primavera irrumpió, repentina y poderosa. Pero su presencia era tan insistente y fuerte que lo despertó de su sueño sin sueños, abrió sus ojos pardos y estiro sus brazos. El pato negro, que casualmente lo miraba, casi cayó desmayado de espanto porque tuvo la impresión de que el gato manchado estaba sonriendo. Fijó su vista y llamó la atención de la pequeña pata blanca: - ¿no te parece que se está riendo? -¡Santo Dios! Se está riendo... Jamás lo había visto reír. La pequeña pata blanca tuvo que poner su mano en el corazón, tan espantada estaba con aquella risa en la boca feroz del Gato Manchado. Reía por la boca, y lo que era aún más inexplicable, reía también por sus ojos pardos. De repente comenzó a revolcarse sobre el pasto, como si fuera un joven gato adolescente, soltó un maullido que más parecía un gemido. Fue una emoción general por 9


todo el parque. La gallina Carijó que pasaba cerca con su bandada de pollitos dorados, grito: Uy! y se desmayó en los brazos de sus hijos. El gallo don Juan de Rhode Island, vino corriendo a ver que había sucedido. De todas las gallinas de su harén, la Carijó era su preferida. La ayudó a levantarse y allí lanzó su canto de guerra y de protesta, igual que una diana, cuando una vez más el gato manchado se revolcó en el pasto y lanzó otro maullido... Ay mi Dios un maullido romántico. ¡Imposible!... - Creo que enloqueció- Diagnosticó una planta medicinal que tenia fama de ser buen médico. - El se está preparando para una nueva maldad...- Susurró la gallina Carijó, repuesta del ataque de pánico, y apartó hacia un lado a los pollitos y al don Juan de Rhode Island. Entre tanto el Gato Manchado se levantó, estiró los brazos y las piernas, erizó el dorso para captar mejor el calor súbitamente dulce del sol, abrió sus fosas nasales para respirar profundo los nuevos olores que rondaban en el aire, dejó que todo su rostro feo y malo se abriese en una cordial sonrisa para las cosas y los seres de su entorno. Comenzó a caminar. Sucedió entonces una estampida general... Toda esa estampida hizo un gran alboroto, llamando la atención del Gato Manchado. Miró espantado, ¿por que huyen todos si era tan bello el parque en el tiempo de la llegada de la primavera? No había tempestad, no corría viento frió agitando las hojas, la lluvia no caía en lagrimas sobre los tejados. ¿ Cómo huir y esconderse cuando la 10


primavera llegaba trayendo consigo toda la dulzura de vivir? ¿Será que la cobra cascabel había vuelto?, ¿había osado retornar al parque? El Gato Manchado buscó con los ojos. Si fuese ella, le daría ahí una nueva lección para que no volviera jamás a robar huevos, sacar pájaros de los nidos, comer pollitos y tragar palomas. Pero no la Cascabel no estaba. El gato manchado reflexionó. Y comprendió, entonces que huían de él, hacia tanto tiempo que no lo oían maullar ni sonreír que ahora se amedrentaban. Fue una triste constatación. Primero dejo de reír, pero después encogió sus hombros en un gesto de indiferencia. Era un gato orgulloso, poco le importaba lo que pensasen de él. Hasta guiño – un gesto un poco forzadoun ojo malandro hacia el sol, y ese gesto aún más inesperado, hizo que la enorme piedra, que hacía muchísimos años vivía en las proximidades del lugar donde el gato estaba, rodó, corriendo para el campo. El Gato Manchado respiró llenando sus pulmones, la primavera recién llegaba. Se sentía liviano, quería decir palabras sin compromiso, andar sin rumbo, inclusive hasta conversar con alguien. Miró una vez más con sus ojos pardos, pero no vio a nadie. Todos habían huido. No, todos no. En una rama de un árbol la Golondrina Sinhá piaba y sonreía al Gato Manchado. Solamente ella no había huido. Desde lejos sus padres la llamaban con nerviosos gritos. Y desde sus escondites, todos los habitantes del parque miraban espantados a la golondrina Sinhá que le sonreía al Gato Manchado. Entorno estaba la primavera, el sueño de un poeta. 11


LA GOLONDRINA SINHÁ

Cuando ella paseaba, risueña y coqueta, no había pájaro en edad de casarse que no suspirase por ella. Era muy joven aún, pero donde quisiera que estuviese, luego se acercaban todos los jóvenes del parque. Le hacían declaraciones, le escribían poemas, el ruiseñor, un conquistador afamado, venia al claro de luna a cantar serenatas en su ventana. Ella reía con todos, con todos se daba, no amaba a nadie. Libre de todas las preocupaciones volaba de árbol en árbol por el bosque. Curiosa y conversadora, inocente de corazón. A decir verdad, no existía, en ninguno de los parques por allí cerca, golondrina tan bella ni tan gentil, como la Golondrina Sinhá.

12


CONTINUACIÓN DE LA ESTACIÓN DE LA PRIMAVERA "En todos lados era primavera, el sueño de un poeta. El Gato Manchado tuvo que decirle algo a la Golondrina Sinhá. Se sentó en el suelo, se aliso los bigotes, y apenas pregunto: - Tu no huiste con los otros? - ¿Yo, huir? No tengo miedo de ti, los demás son todos unos cobardes… Tu no me puedes alcanzar, no tienes alas para volar, eres un gordinflón, loco y sin juicio además feo. Y mira que feo. - ¿Feo, yo? El gato manchado rió, risa espantosa de quien no estaba acostumbrado a reír, y esta vez hasta los árboles más valientes, como el Palo Brasil – un gigante- se estremecieron. Ella lo insultó y él la va a matar, pensó el viejo perro dinamarqués. El reverendo Papagayo – reverendo porque pasó un tiempo viviendo en un seminario, donde aprendió a rezar de memoria y a decir frases en latín de corrido, lo que le daba valiosa reputación de erudito- cerró los ojos para no ser testigo de semejante tragedia. Por dos razones: la 13


primera porque era muy emotivo, no le gustaba ver sangre, menos aún, sangre de una golondrina tan herosa, y segundo para no servir de testigo de un crimen, llegaría la policía, terrible problema, debería elegir entre decir la verdad y cargar con las consecuencias de la ira del Gato Manchado – proceso por calumnias, unas cachetadas, un pico arañado, y quien sabe que cosas más – o mentir y quedar con fama de cobarde o de cómplice de asesinato. Situación difícil, lo mejor era no dar testimonio. A cambio rezó por el alma de la Golondrina Sinhá, quedando en paz con su conciencia, una cosa llena de exigencias. La propia Golondrina Sinhá sintió que exageraban y por las dudas, voló a una rama más alta donde quedo picoteando sus plumas en un gesto de extrema vanidad. El gato manchado continuaba riéndose, a pesar de sentirse un tanto ofendido. No porque la golondrina lo hubiese tachado de malo, sino porque lo había llamado feo, pues el se encontraba bonito, una belleza de gato. Elegante también. - ¿Tu me encuentras feo. De verdad? -Feísimo…- Reafirmó desde lejos la golondrina. - No te creo. Solo una criatura ciega podría encontrarme feo. - ¿Feo y convencido! La conversación no continuó porque los padres de la Golondrina Sinhá, el amor por su hija superó su miedo, llegaron volando, y se la llevaron con ellos, enojándose con ella, reprendiéndola en voz alta, le dieron un sermón de aquellos. Pero la golondrina mientras se la llevaban, gritó para el gato: 14


- Hasta luego, su feo… Fue así, con ese diálogo un poco idiota que comenzó toda la historia del Gato Manchado y la Golondrina Sinhá. De verdad la historia, por lo menos en lo que se refiere a la golondrina, comenzó antes. Un capitulo inicial debería haber hecho referencia a ciertos hechos y actos anteriores de la golondrina. Como ya no puedo escribirlo en el lugar debido, dentro de las buenas reglas de la narrativa clásica, me limitaré sólo una vez a suspender el relato y volver a las acciones que ya sucedieron. Es sin duda un método anárquico de contar historias, lo reconozco. Pero el olvido puede ir por cuenta del trastorno que causó la llegada de la primavera a los gatos y a los contadores de historias.”

CAPITULO INICIAL ATRASADO Y FUERA DE LUGAR. " La Golondrina Sinhá a pesar de ser bella, era un poco loca. Loquita le quedaría mejor. Aunque aún tenía que ir a la escuela de pájaros, era muy joven y sus respetables padres no la dejaban salir de noche sola con sus admiradores, ella ya era bien independiente, enorgulléndose de mantener buenas relaciones con todos los habitantes del parque. Amiga de las flores y de los árboles, de los patos y de las gallinas, de los perros y de las piedras, de las palomas y del lago. Con todos ella conversaba, un tiempito suficiente, sin darse cuenta de las pasiones que iba dejando al pasar. (...) a pesar de todas esas relaciones y admiradores, una sombra nublaba la vida 15


de la Golondrina Sinhá, que es la razón de ser de este capitulo inicial atrasado, pues esa sombra era exactamente el Gato Manchado. O mejor dicho; el hecho de que ella nunca hubiese conseguido conversar con él. Aquel sujeto callado, orgulloso y medio bestia, le comía los nervios. Acostumbraba a vivir espiándolo cuando él dormía, o cuando tomaba el sol en al pasto. Escondida en la rama de un árbol, solía mirarlo durante horas, buscando e inventando razones por que el feazo no mantenía relaciones con nadie. Oía hablar mal de él, pero de igual forma miraba fijamente su nariz rosada, sus grandes bigotes, y (nadie sabe porque) dudaba de la veracidad de las historias. Así son las golondrinas, ¿que se puede hacer? (no hay forma de hacerlas comprender la verdad más rudimentaria, la verdad más probada y conocida, si ellas se ponen a dudar no hay nada que se pueda hacer ) Son cabezas duras y se dejan guiar por sus corazones. El Gato Manchado era la sombra en la vida clara y tranquila de la Golondrina Sinhá. A veces estaba cantando unas lindas canciones que aprendió con el Ruiseñor y , de súbito, paraba porque veía (a veces adivinaba) el gran cuerpo del gato que paseaba caminando cantando su canción predilecta. Ella lo seguía por los aires, rápido o despacito, incluso cierta tarde, se divirtió mucho tirándole palitos secos sobre su espalda. El gato dormía, ella estaba escondida entre las hojas del Jacarandá, riéndose con cada palito que acertaba en las espaldas del gato, obligando al perezoso a abrir un ojo y mirar a su alrededor. Pero luego los cerraba, pensando que era alguna broma idiota del Viento.

16


Fue ese día que ella tuvo la célebre conversación con la Vaca Mocha. (…) La Vaca Mocha no gustaba del Gato Manchado porque, siendo ella una figura altamente respetable, con sangre porteña en sus venas, se consideraba terriblemente ofendida por el mísero felino en cierta ocasión, ya distante. Sucedió que, a pesar de su circunspección, la Vaca Mocha era dada a la ironía. Fue así que, cierta vez, habiendo encontrado al Gato Manchado en el corral, donde el gato fue con la esperanza de robar un poco de leche, le dijo, en un gesto de desprecio y pillería en mezcla de español y de portugués: - Un tipo tan chiquito y ya con bigotes. El gato, en evidente e imperdonable falta de respeto, tuvo la osadía de responderle: - Una tan grandota y sin sostenes. La Vaca Mocha le lanzó un par de patadas, pero el gato ya iba lejos, riendo para dentro con una risa malvada (…) Cuando la golondrina le contó, la especie de diversión en que pasaba sus tardes, la Vaca Mocha 17


lamentó que, en vez de palitos, la golondrina no hubiese tirado pedazos de roca en el cráneo del gato, liquidándolo de una vez. Pero cuando Sinhá se horrorizó con tal posibilidad sangrienta y le confesó que jugaba con los palitos como un pretexto para buscar conversación con el gato. Ahí fue donde la vaca realmente demostró su asombro: -¿Hablar con el gato?, Loquita, realmente? ¡Por Dios, no seas tonta!

¿piensas

hacerlo

Hablar en español le daba estatus y cansancio, que cansancio! Continúo en portugués. -Entonces tu no sabes que él es un gato, un gato malo, y que jamás una golondrina puede- sin comprometer la honra de su familia- mantener relaciones, siquiera un simple intercambio de cumplidos, con un gato. ¿Qué, no sabes que los gatos son enemigos irreconciliables de las golondrinas, que muchas y muchas parientes tuyas perecieron en las garras de gatos como ese manchado? ¿O no lo sabias? Prosiguió con el sermón. Como pensaba ella, loca golondrina, romper una ley tan antigua, y pasar por encima de las reglas sagradas, establecidas a través del tiempo, y hacer tal insulto a sus amigos, dar tamaño disgusto a sus padres. - Pero el no hace nada… Es un gato, y peor aún, manchado! - ¿Solo por ser un gato y encima manchado? Pero él tiene un corazón como todos nosotros… 18


- ¿Corazón? Se indignó la Vaca Mocha, de fácil indignación como estamos de a poco descubriendo. - ¿Quién te dijo que tiene corazón? ¿Quién?. - Bueno yo pensé… - ¿Tu le viste algún corazón? ¿Dime? - Ver no vi.… - ¿Entonces? Luego habló largamente. Le contó la historia de lo que el gato le había hecho, y una vez más derramó lágrimas al recordar el insulto. Nuevos consejos, advertencias: dar consejos era una de las especialidades de la Vaca Mocha. Reglas del buen vivir, llenas de saludable moralidad y cortesía, le explicó como debía comportarse una joven golondrina doncella, lo que podía hacer y lo que le estaba vedado a una golondrina. Principalmente no debe hablar con gatos, mucho menos con el Gato Manchado… La golondrina oyó, atenta, como la buena educación lo ordena, y quedó triste. No debía conversar con un gato, haría muy mal en pensar una cosa así. La vaca debería tener razón, poseía experiencia y una voz impostada y noble. Solo que la golondrina, cabeza dura, no comprendió porque cometería un pecado en conversar con un gato. En todo caso, juró a la vaca jamás tirarle palitos a la espalda amarilla y negra del Gato Manchado y ni siquiera pensar en conversar con él. Pero el juramento de una golondrina no vale mucho, no se le debe dar crédito exagerado. Mucho menos 19


juramento de golondrina joven, de cabeza ardiente y de espíritu un poco aventurero. De mi parte, desconfío, que al jurar, ella ya sabía que sería incapaz de cumplir su juramento. Continuó espiando al gato. No le tiró mas palitos, pero ay! No debió hacer un juramento así, no quería que el creyese que se trataba de una pillería del Viento. Ella lo espió todos los días hasta aquel día de la llegada de la primavera…”

FIN DE LA ESTACIÓN DE LA PRIMAVERA PARTE 1 Los padres de Sinhá iban rabiando con ella. Pero estaban conmovidos con su propio heroísmo- tuvieron el coraje de enfrentar al gato manchado para salvar a su hijaque no la regañaron demasiado. La golondrina papá le decía a la golondrina mamá: nosotros amamos a nuestra hija, nosotros la salvamos. La mamá golondrina respondía: - Nosotros somos buenos padres, protegemos a nuestra hija. - Y se miraban el uno al otro con admiración. Prohibieron terminantemente a la golondrina aproximarse una vez más a su enemigo feroz. Si los juramentos de una golondrina joven no tuviesen ninguna validez, estas bruscas prohibiciones solo harían aumentar el interés y la curiosidad. No es que Sinhá fuese de esas golondrinas las cuales basta que les digan – no lo hagas – para que inmediatamente no lo hicieran. Al contrario, era tierna y obediente, amaba a sus padres. Era amable y bondadosa de buen comportamiento en general. Pero le gustaba que la convenciesen de las cosas con buenas y 20


justas razones, y aún nadie le había probado que era un pecado o un crimen mantener relaciones cordiales con el Gato Manchado. Así, cuando posó su gentil cabecita sobre el pétalo de la rosa que le servia de almohada, había decidido continuar su conversación con el gato al otro día: - Él es feo pero es simpático… - murmuró al adormecer. En cuanto al Gato Manchado, también pensó en la arisca Golondrina Sinhá, en aquella primera noche de primavera, al reposar su cabeza sobre su almohada. Sin embargo, había una cosa que el no poseía: almohada. Además de malo y feo, el Gato Manchado era pobre; reposaba su cabeza encima de sus brazos. Era un ser de pocos lujos, no le preocupaba. Falta sentía de otras cosas: de afectos, de cariño y de salchichas vienesas. Se recogió tarde. Antes caminó por el parque, vagando. Arañaba la corteza de los troncos de los árboles, maullaba sin motivo aparente, sentía deseos de volver a vagabundear por los tejados como lo hacía en esa distante adolescencia. El buen perfume penetraba por sus narices, y sus grandes bigotes se movían inquietos. Se sentía joven, hasta tuvo ganas de correr con los perros. Y lo hubiese hecho, tranquilamente, si los perros no se hubiesen asustado, llenos de recelo, cuando él los buscó. Tal era su estado de cansancio y de indefinido deseo que murmuró para si mismo: - debo estar enfermo. Puso una de sus patas sobre su cabeza y concluyó: - Estoy ardiendo en fiebre.

21


Cuando cayó la noche, y volvía a su cama. – un viejo trapo peludo- miró una flor y en ella vio reflejado los rasgados ojos de la golondrina. Febril, fue al lago a beber agua, y en el agua también encontró a la golondrina que le sonreía. Y la reconoció en cada hoja, en cada gota del rocío, en cada rayo del sol crepuscular, en cada sombra de la noche que llegaba. Después la descubrió vestida de plata en la Luna Llena, para la cual maulló y maulló dolorido. Ya era tarde y muy de noche cuando consiguió dormir. Soñó con la golondrina, era la primera vez que soñaba , desde hace ya muchos años. ¿ Debo concluir que el Gato Manchado de feos ojos pardos, de oscura fama de malvado, se había enamorado? Ahora que él y la golondrina duermen, y que sólo la vieja lechuza está despierta, me permito filosofar un poco. Deseo decir, que hay gente que no cree en el amor a primera vista, otros por el contrario, además de creer, afirman que este es el único y verdadero amor unos y otros tienen razón. Es que el amor esta en el corazón de las criaturas, adormecido, y un día cualquiera se despierta, con la llegada de la primavera o incluso con el rigor del invierno. De repente el amor despierta de su sueño en la inesperada visión de otro ser. Da igual si ya lo conocemos, 22


es como si lo viésemos por primera vez y es por eso que se dice que fue amor a primera vista. Así como el amor del Gato Manchado por la Golondrina Sinhá. En cuanto a lo que pasaba por el pequeño y valeroso corazón de Sinhá, no esperen que yo les explique o les saque la venda de sus ojos. No soy tan tonto al punto de sentirme capaz de entender el corazón de una mujer, peor aún el de una golondrina. Ninguna de esas consideraciones perturbó aquella noche al Gato Manchado. En verdad él aún no sabía que estaba enamorado. Tal idea ni se le ocurrió. Cuando era joven, se enamoraba todas las semanas (…) Despedazó innumerables corazones de gata de todos los colores, el de una coneja color gris y el de una zorra adolescente. Pero eso pasó hace tanto tiempo que ni él se acordaba ni de los nombres ni de las situaciones. Vivía a su modo, ya les expliqué, tranquilo, perezoso al sol, gozando las dulces caricias de la brisa, el frescor de las noches de verano, y el gustoso frío del invierno. Ahora llegaba la primavera a perturbar su paz. Al día siguiente, al levantarse y lavarse la cara, pensó en la golondrina, recordando el sueño que lo acompaño durante la noche: él y Sinhá discutiendo de belleza y fealdad. Se rió: Ayer estuve enfermo y resolvió no pensar más en la golondrina. Se dirigió a su prado preferido para calentarse al sol sobre su trapo viejo y peludo. La vida se desenvolvía por el parque. Bien, allí estaba el Gato Manchado. Relajado, como siempre, estirado cual largo era para que el agradable sol de la primavera lo envolviera por entero. Pero, lo que era extraño, no conseguía cerrar sus ojos como lo hacia habitualmente. La experiencia le había enseñado que con 23


los ojos cerrados, se goza mucho mejor del calor del sol y de la frescura de la brisa. Pero en cuanto, a aquel segundo día de primavera, tenia los ojos abiertos, y además, volcados hacia los árboles, buscando que estuviera la Golondrina Sinhá. Cuando se dio cuanto de lo que estaba sucediendo, se puso furioso. Desviaba la mirada, silbando despacito, buscaba fijar su mirada en otros paisajes. Miró los perros que corrían, los idiotas no saben hacer otra cosa, los árboles llenos de hojas, miró hasta al Papagayo ocupado rezando sus oraciones matinales (…) - Buen día mi queridísimo doctor Gato Manchado. ¿Cómo se siente? ¿Gracias a Dios, bien? El gato ni siquiera se dignó a responderle. A pesar de todo, vista, ya estaba de nuevo con su mirada fija en los árboles, donde se posaría la golondrina (…) En la esperanza de que la Golondrina Sinhá viniese… Pero ella no llegó, ingrata! Vamos a reencontrar a nuestro amigo Manchado ya sin ninguna alegría, en un estado de su espíritu muy diferente al de la mañana, la liviandad que sentía desde la tarde del encuentro ya no estaba, sus bigotes estaban caídos, desmoralizados, marchitos. Eso era una triste y peligrosa señal tratándose del Gato Manchado. Sus bigotes eran el indicador de su 24


humor. Espía una vez más los árboles, como ya tantas veces lo hiciera antes… no vio a la golondrina, la sombra del árbol le cubría su cuerpo completo. Sus ojos pardos se oscurecieron, por que siente su corazón dolorido. Entre tanto, en todos lados es primavera.

FIN DE LA ESTACIÓN DE LA PRIMAVERA PARTE 2 Sucedió entonces que sintió la necesidad de levantarse, ¿Por qué? Ni el mismo sería capaz de explicarlo. Talvez para sólo tomar el sol. Se levantó y salió de paseo. Y, de repente notó dónde que sus pies, lo habían llevado , ¿Será que él ya no los gobernaba? sin que él lo quisiese, cerca juntito al árbol donde vivía la familia de la Golondrina Sinhá. Debo aclarar que este árbol quedaba del otro lado del parque. Los padres de Sinhá habían salido en busca de alimentos. La golondrina había visto venir al gato desde lejos y lo esperaba sonriente. El Gato Manchado se detiene debajo del árbol, comenzó a espiar y descubrió a la golondrina. Fue entonces que percibió donde había llegado, sin darse cuenta. ¿Qué estoy haciendo aquí? Y decidió devolverse rápidamente (Diablos! Sus pies estaban tan pesados que parecían estar clavados al suelo), pero la golondrina le habló con una dulce voz: -¿No me vas a decir buenos días, mal educado?

25


-Buen día, Sinhá… - había hasta cierto acento armonioso en la voz seca del gato. - Señorita Sinhá, me hace el favor…Y , su cara se puso muy triste ( era aún más feo cuando estaba triste) , ella dijo: -Esta bien llámame Sinhá Si eso quieres… y yo te llamaré feo. Ya te dije que no soy feo. Pucha! Que convencido! Eres la persona más fea que yo conozco. A tu lado mi madrina la lechuza es un premio de belleza… Al final ¿qué estoy haciendo aquí? Pensaba el Gato Manchado. Aquella joven golondrina, era apenas una adolescente, que no lo trataba con el debido respeto (¿Será que realmente el quería que ella lo tratase con respeto?), insultarlo, agredirlo, llamarlo feo. Era el resultado de haberle dado confianza a una joven golondrina cualquiera ¿que era ella sino una estudiante, una alumna de religión del papagayo, que podía tener en la cabeza, que especie de conversación podría mantener con él?, un gato serio, viajado, que se consideraba un ser superior, más culto que todo ese montón de gente del parque, y que se encontraba – principalmente- un gato bonito? Resolvió retirarse y nunca mas volver a hablarle a esa irrespetuosa golondrina (ah! Pero sus pies, como si estuviesen pegados al suelo, no los podía mover) Hizo un esfuerzo: 26


- hasta luego - ¿vaya, se ofendió? … más convencida de que el feo… ¿Porqué diablos el comenzaba a encontrar divertido este comentario? Ahora ya no eran sólo los pies los que no le obedecían, también la boca se abría y sonreía cuando el quería quedarse serio, con un aire irritado. Era una gran conspiración contra el Gato Manchado. La golondrina seguía, en un parlotear incesante, era una linda adolescente de los campos, cuya juventud dominaba todo el alrededor: No es necesario que te vayas ahora. No te llamaré mas feo. Ahora sólo te diré hermoso. No tampoco quiero… ¿Entonces como te voy a llamar? Gato. Gato, no puedo ¿Porque? ¿Será que ella se puso triste? Ahora su voz ya no era juguetona. El Gato Manchado de pronto preguntó: ¿Porqué no puedes? No puedo conversar con ningún gato. Los gatos son enemigos de las golondrinas.

27


¿Quién dijo eso? Es verdad, yo lo se. El gato puso la cara mas triste del mundo. La Golondrina Sinha que amaba la alegría y que no podía ver a nadie triste, continuó: Pero nosotros no somos enemigos, ¿verdad? Nunca Entonces nosotros Pero luego agregó:

podemos

conversar.

Ahora deber irte porque mi papá viene allí. Después yo iré a conversar contigo. Feito. El gato rió y trató de desaparecer entre las matas de algodón que crecían por allí. Estaba nuevamente alegre. En cuanto iba atravesando ágilmente los matorrales, del campo iba recordando el diálogo con la golondrina su voz melodiosa volvía a resonar en sus oídos. Ella no podía conversar con los gatos, los gatos son malos, algunos fueron atrapados in fraganti almorzando golondrinas, había verdad en eso. 28


¿Cómo seria posible ser tan malo así? ¿Cómo comerse un ser tan frágil y tan hermoso como la Golondrina Sinha? Se recostó sobre un campo de hierbas en flor, más tarde llegó la golondrina, haciendo círculos en el aire, en un vuelo improvisado, como danzando en un baile gentil y primaveral. De lejos el ruiseñor que la vigilaba con sus ojos, comenzó a cantar y su melodía de amor llenó el parque. El gato aplaudió cuando la golondrina se posó en una rama baja del árbol. Y continuaron la conversación que había sido interrumpida. No voy a reproducir más los diálogos. Y tomo tal decisión porque eran todos un poco parecidos y solamente, al pasar el tiempo y unas pocas conversaciones, se hicieron dignos de una historia de amor. Quién sabe, talvez más adelante pueda contarles uno, si se da la ocasión. Por ahora, sólo quiero decir que ellos conversaron durante toda la primavera, sin que jamás les faltase tema. Fueron conociéndose el uno al otro, cada día un nuevo descubrimiento. Y no sólo conversaron. Juntos, él corriendo por el suelo verde lleno de pasto, ella volando por el cielo azul, vagabundeaban por todo el parque, encontraban rincones deliciosos, descubrían nuevos matices del color de las flores, variaciones en la dulzura de la brisa, y una alegría que talvez estuviese más dentro de ellos mismos que en las cosas de alrededor. El bien de la alegría estaba presente en todas las cosas y ellos no lo veían antes. Porque yo les digo: Tenemos ojos para ver y ojos para no ver, depende del estado del corazón de cada uno. Quiero agregar, finalmente que ya no se trataban de usted. Cuando, por la mañana, se veían por primera vez en el día, el le preguntaba: 29


Que hiciste de ayer hasta hoy? Hoy estas más linda que ayer y aun mas linda de lo que estabas esa noche del sueño en que te vi.… Cuéntame tu sueño. Yo no te cuento el mío porque soñé con una persona muy fea: Soñé contigo… Se reían los dos, él con su risa seca de gato malo, ella con su risa de plata de golondrina adolescente. Así pasó la primavera.

LA ESTACIÓN DEL VERANO Este capitulo es un capitulo corto porque el verano pasó muy deprisa con el sol ardiente y sus noches llenas de estrellas. Siempre es rápido el tiempo de la felicidad. El Tiempo es un ser difícil, cuando queremos que se prolongue, sea lento y se demore, el corre deprisa, ni sentimos el correr de las horas, cuando queremos que vuele deprisa, más rápido que el pensamiento, porque sufrimos, porque estamos en un mal momento, él se vuelve lento, largo es el desfilar de las horas. Corto fue el tiempo de verano para el gato y la golondrina. Gozaron compartiendo esos paseos vagabundos por el parque, con largas conversaciones a la sombra de los 30


árboles, con sonrisas, con palabras murmuradas, con miradas tímidas compartiendo expresiones, con algunos enfados también… No se si enfados seria la palabra correcta. Voy a explicar: a veces la golondrina encontraba al gato un poco abatido, con sus bigotes mustios, y sus ojos aun mas pardos. La causa no era otra sino que: la golondrina salía con el Ruiseñor, con el conversaba o tenía clases de canto- el ruiseñor era el profesor. La golondrina no comprendía la actitud del gato, aquellas repentinas tristezas que se prolongaban en silencios difíciles. Entre ella y el gato jamás habían compartido una palabra de amor, además, por otro lado, la golondrina, según se dice, consideraba al ruiseñor un hermano. Un día, día que la clase de canto se alargo más que el tiempo de costumbre- cuando los bigotes del gato estaban tan marchitos que tocaban el suelo, ella le pidió explicaciones de aquella tristeza. El gato respondió: - Si yo no fuese gato, te pediría que te casases conmigo… - La golondrina se quedo callada, en un silencio de profunda noche. ¿Sorprendida? –no lo creo, ella ya había adivinado lo que pasaba en el corazón del gato. ¿Enfadada? No lo creo tampoco, aquellas palabras fueron agradables en su corazón. Mas tenía miedo. El era un gato y los gatos son enemigos irreconciliables de las golondrinas. - Voló cerca sobre el Gato Manchado lo tocó levemente con su ala izquierda, él podía oír los latidos del pequeño corazón de la Golondrina Sinhá. Ella comenzó a elevarse, y desde lejos lo miró, era el último día de verano. 31


LA ESTACIÓN DEL OTOÑO El otro día, el otoño llegó, derrumbando las hojas de los árboles. El Viento se sentía frío, y para calentarse corría silbando por el parque. El otoño traía consigo un caudal de nubes y con ellas pintó el cielo de colores cenicientos (de las cenizas). no sólo era el paisaje El Viento se sentía frío, y para calentarse corría silbando por el parque. El otoño traía consigo un caudal de nubes y con ellas pintó el cielo de colores cenicientos (de las cenizas). No solo era el paisaje que se modificaba con el correr de las estaciones, como ciertamente percibió el culto y talentoso lector. También la actitud de los habitantes del parque , en relación al Gato Manchado, había sufrido un sensible cambio. No era que habían dejado de sentir rabia, tampoco era que le habían perdonado los agravios anteriores: pero ahora ya no sentían miedo de él, como lo probaban las murmuraciones y habladurías sobre su caso con la Golondrina Sinhá, comentarios que de tímidos murmullos se trasformaron en grandes rumores. Recordemos que antes temían sólo en cuanto el Gato Manchado abría un ojo. ¿Cómo explicar entonces que ya no le temiesen, que comentasen abiertamente sus paseos con la golondrina? Es que el gato durante la primavera y el verano vivió alegre y satisfecho. No amenazaba más a otros seres vivos, ya no despedazaba más a las flores con patadas, no encrespaba los pelos del lomo cuando se acercaba a algún extraño y ya no repelía a los perros erizando los bigotes, insultándolos entre los dientes. Se convirtió en un ser blando y amable, era el primero en dar cumplidos a los otros habitantes del parque, el que antiguamente no respondía a los tímidos buenos días que le dirigían. 32


No puedo aventurarme y afirmar que el mismo cultivó, en aquella época, buenos y generosos sentimientos. La verdad es que el gato continuaba con fama de sujeto malo e intratable. Los habitantes del parque, ante la actual amabilidad del Gato Manchado, habían concluido que, si bien el era malo, ya no era muy peligroso. Talvez se estaba volviendo viejo, sin fuerzas, y por eso estaba intentando rehabilitarse. Le perdieron el miedo… La fama de ruin del gato era antigua y arraigada. ¿Cómo podrían ellos entender que el gato cambiase desde que la golondrina entrara en su vida? Como entender que bajo esa cáscara gruesa, bajo ese pelo erizado del gato, latía un tierno corazón? Tan tierno, que aquel primer día de otoño, fuera a encontrar al Manchado escribiendo un soneto. Cubierto con un pesado manto de lana (el gato era muy friolento) contaba silabas con los dedos y procuraba rimas de un grueso diccionario. Si, hasta un soneto le escribió. No sólo con un manto contra el frío se cubría el Gato Manchado en aquella mañana de lírica inspiración: también se cubría con el manto del amor. La poesía no solo esta en los versos. A veces ella esta en el corazón, y es enorme, a punto de no caber en las palabras. Soneto del amor imposible Para mi adorada golondrina Sinhá La Golondrina Sinhá 33


La Golondrina sinh谩 La golondrina abri贸 sus alas y vol贸. Vida triste mi vida, No se cantar y no se volar, No tengo alas ni plumas, No se sonetos escribir. Amo mucho a la golondrina, Con ella me quiero casar. Pero la golondrina no quiere, Conmigo no puede casarse Porque soy un gato manchado, ai!

34


CONTINUACIÓN DE LA ESTACIÓN DEL OTOÑO

Criticado, discutido y juzgado el soneto del gato manchado, volvamos a nuestra historia. Lo que equivale además, a continuar con el soneto pues no lo cité por si acaso, si porque ese soneto tiene que ver con el desarrollo de los acontecimientos. Sucedió así: en el último día de verano, después de aquella escena entre la golondrina y el gato, él tuvo una larga conversación con la Lechuza. De todas las criaturas del parque, la Lechuza era la única que estimaba al Gato Manchado, como ya fue dicho. En aquella noche después de lo ocurrido, la golondrina no volvió. El gato intentó comprender lo que estaba sucediendo con ella, entre que sentimientos contradictorios se debatía. Envuelto en tristeza y soledad, resolvió ir a conversar con la Lechuza. Ella despertaba de su sueño de anciana y abría los ojos para la Noche, su amiga querida. 35


El gato se sentó sobre una rama del árbol donde vivía la Lechuza, primero hablaron de cosas indiferentes. Luego la Lechuza siendo adivina, percibió lo que traía al Gato Manchado hasta su casa. Fue franca: No solo le contó los rumores del parque (que pusieron al gato casi loco de furia) Y por fin le dio su opinión: Viejo amigo, no hay nada que hacer. ¿Cómo te pudiste imaginar que la golondrina te iba a aceptar como marido? Nunca ha habido un caso así, incluso si ella te amase.- ¿y quién te afirma que ella no te ame? – jamás podría casarse contigo. Desde que el mundo es el mundo, las golondrinas tienen prohibido casarse con gatos. Esa prohibición es más que una ley y esta implantada con profundas raíces en el corazón de las golondrinas. Dices que ella gusta de ti, que si dependiese de su voluntad… puede ser, te creo seguro que si. Pero mas fuerte para ella, debe respetar la ley de las golondrinas. Porque esta dentro de ella desde su más viejo abuelo, desde la primera golondrina. Y para romper una ley, es preciso una Revolución… Finalizo, balanceando su cabeza: En todo caso, sería hasta bueno que sucediese una revolucioncita… Estamos necesitándola. El Gato Manchado no dijo nada. Ni el mismo que amaba a la golondrina y que soñaba tenerla a su lado, olvidaría que las golondrinas duermen en nidos sobre los árboles, en cuanto los gatos duermen en el suelo sobre 36


trapos abandonados. Se despidió de la Lechuza sin comentar sus palabras. Llegando a casa, comenzó a escribir el célebre soneto. En su elaboración llevó toda la noche y parte de la mañana siguiente. Todo lo que consiguió realizar fue la pieza ya juzgada y condenada. No obstante, en aquel primer día de otoño encontró a la golondrina. Ella estaba seria, ya no sonreía, no exhibía la sutil alegría de siempre, aquel aire de disponibilidad que era su mayor encanto. Tampoco el Gato Manchado conseguía esconder su tristeza, le pesaban en el corazón las palabras de la Lechuza. Caminaron en silencio, recorriendo los lugares en los que habían estado en la primavera y en el verano. Una y otra vez intercambiaban palabras sueltas, pero ambos tenían ese aire de querer evitar un asunto que era inevitable. Llegó la hora en que la golondrina tenía que partir. El gato le entrego su soneto. Ella voló, muchas veces miro hacia atrás, girando su gentil cabecita para verlo, tenía lagrimas en los ojos. Al día siguiente, - ese fue el día más largo del otoñoella no apareció. Inútilmente el rondó en las cercanías del árbol donde ella vivía, pero no la vio. Esa noche recordó los rumores del parque y entonces corrió a un pato negro, le metió un susto casi mortal al Papagayo (que rezaba sus oraciones nocturnas), rasguño el hocico del perro dinamarqués, robó los huevos en el gallinero – y para colmo de maldad- no los robó para comérselos, sino para tirarlos en el campo. El temor al Gato Manchado volvió a habitar en el parque y las murmuraciones ruidosas se transformaron en susurros secretos. 37


En el tercer día de otoño, la paloma mensajera le trajo desde muy lejos (tuvo el coraje para aproximarse) una carta. El gato la leyó tantas veces hasta que se la aprendió de memoria. Una carta triste y definitiva enviada por la Golondrina Sinhá. Una golondrina jamás puede casarse con un gato. Decía también que ellos no debían juntarse más. En compensación decía que jamás fue tan feliz excepto en el tiempo en que vagabundeaba con el Gato Manchado en el parque. Y terminaba: Siempre tuya Sinhá. Ella había jurado no volver a verlo más. Pero como ya dije y ahora repito, juramento de golondrina no merece confianza. Volvieron a pasear por el parque, a ir a los rincones que habían descubierto durante la primavera. Sólo que ahora Sinhá no conversaba, era como si existiera una invisible cortina que los separaba.

Fue así como pasó todo el otoño, un tiempo gris, en el que los árboles se iban despidiendo de las hojas y el cielo se iba despidiendo del azul. Como el Gato Manchado volvió a ser temido y nuevamente volvió a vivir aislado de 38


todos, sin conversar con nadie no sabia que en la casa de la golondrina trabajaban seis arañas costureras que preparaban el ajuar de la joven novia. El casamiento del Ruiseñor con la golondrina Sinhá estaba fechado para el comienzo del invierno. En el último día del otoño, día húmedo y ventoso, seguido por un viento que congelaba de frío, la golondrina quiso ir a todos los lugares que había aprendido a amar en la primavera y en el verano. Estaba extrañamente ruidosa y habladora, tierna y llena de dulzura, como si se hubiese abierto de repente la cortina que la separaba del Gato Manchado, como si hubiese traspasado de súbito la distancia que les distanciaba. Era la misma golondrina de la primavera y del verano, un poco loca, y el gato la contemplaba conmovido. Estuvieron juntos hasta que llegó la noche. Entonces ella le dijo que esta sería la ultima vez que se verían, que se iba a casar con el Ruiseñor, ¿porqué? Porque una golondrina no se puede casar con un gato. Como ya lo había hecho un cierto día, voló sobre el en un vuelo rasante, lo tocó con el ala izquierda- Era su manera e besar- y esta vez el no pudo oír el latido de su pequeño corazón de golondrina, eran muy débiles sus latidos. Por los aires ella se fue, esta vez no miró hacia atrás.

39


LA ESTACIÓN DEL INVIERNO Este debería ser un capítulo largo porque el comienzo del invierno fue un tiempo de sufrimiento. Pero para que hablar de cosas tristes, para que contar las maldades del gato, que sus ojos estaban negros de tan pardos, de eso hablaban las cartas enviadas por los habitantes del parque, cartas que la paloma mensajera llevaba a otros parques distantes. Las noticias llegaron hasta el apartado escondrijo de la Cobra de Cascabel e incluso ella tembló de miedo. Hablaban de las maldades del gato pero también hablaban de su soledad. Jamás el gato manchado volvió a dirigirle una palabra a quien quiera que fuese. Tan grande era su soledad que llegó a conmover a la Rosa Té que le confidenció al Jazmín, su reciente amante: - Pobrecito! Vive tan solito, no tiene a nadie en el mundo… - Se engañaba la Rosa cuando pensaba que el Gato Manchado vivía solitario y que no tenia nada en el mundo. Bien por el contrario, el tenía un mundo de recuerdos, de dulces momentos vividos, de alegres recuerdos. No voy a decir que era feliz y que no sufría. Sufría, pero todavía no estaba desesperado, todavía se alimentaba de lo que ella le había dado antes. Triste, porque la felicidad no puede alimentarse sólo 40


de recuerdos del pasado, necesita también de sueños del futuro. Un día, de suave sol invernal, se realizó el casamiento de la golondrina y el Ruiseñor. Hubo una gran fiesta, mesa de dulces y champaña. El casamiento civil fue en casa de la novia, el Gallo era el juez e hizo un discurso elocuente sobre las virtudes y los deberes de una buena esposa, especialmente sobre la fidelidad debida al matrimonio. De la fidelidad del marido a la esposa el no habló. Era mahometano y no hipócrita: todos saben que el Gallo Don Juan de Rhode island tenía un harén. El casamiento religioso fue en el naranjal, en la linda capilla del parque. El reverendo padre Urubu vino de un convento distante para celebrar la ceremonia religiosa. El Papagayo sirvió de sacristán, y la Noche se embriagó. El sermón del Urubu fue conmovedor. La madre de la golondrina lloró mucho. En el momento en que el cortejo nupcial, en una arrebolada multitud, salía de la capilla, la golondrina vio al gato desde un rincón lejano. No se de que forma ella consiguió volar sobre él y logró dejar sobre él un petalo de rosa, de las rosas rojas de su ramo de novia. El gato la puso sobre su pecho, parecía una gota de sangre. Para que esta historia terminase alegremente, mi deber seria describir la fiesta dada por los padres de la Golondrina Sinhá. Talvez debería contar alguna de las anécdotas con las que el Papagayo divirtió a los invitados. Habían asistido todos los habitantes del parque, menos el Gato Manchado. La Mañana describió la fiesta enterita al señor Tiempo, dándole detalles de los vestidos, las comilonas, la mesa de dulces y postres, de los adornos de 41


la sala. Pero todo eso el lector lo puede imaginar a su gusto, con entera independencia. Solo diré que era maravillosa la orquesta de los pájaros y que su melodioso son llegaba hasta el Gato Manchado, solitario en el parque. Ya no había futuro con que alimentar su sueño de amor imposible. Noche sin estrellas, la noche de la fiesta de casamiento de la Golondrina Sinhá. Solo un pétalo rojo sobre su corazón, una gota de sangre.

LA NOCHE SIN ESTRELLAS La música le dolía en el corazón. Canción nupcial para los novios; para el Gato Manchado un canto fúnebre. Tomó el pétalo de rosa miro una vez más al parque cubierto por el invierno, salió andando lentamente- Conocía un lugar lejano, donde sólo vive una Cobra de Cascabel, que nadie acepta ni en los parques ni en las plantaciones. El gato tomo la dirección de los estrechos caminos que conducen a la encrucijada del fin del mundo. Cuando pasó en frente de la casa de la fiesta, vio que los novios se iban. La golondrina también lo vio y adivinó el rumbo se esos pasos. Entonces algo rodó desde 42


los cielos sobre el pétalo que el gato llevaba en la mano. Sobre el rojo de sangre del pétalo de rosa brilló la luz de una lagrima de la Golondrina Sinhá. Iluminó el solitario camino del Gato Manchado, en la noche sin estrellas. Aquí termina la historia que la Mañana oyó del Viento y que le contó al Tiempo que le regaló la prometida rosa azul. En ciertos días de Primavera la Mañana coloca sobre su luminoso vestido esa rosa azul de antiguas edades. Entonces se dice que hay una esplendida mañana toda azul.

FIN.

43


O GATO MALHADO E A ANDORINHA SINHÁ Introdução Esta é a história de um gato que se apaixona por uma andorinha causando estranheza em todos os outros animais que habitavam um parque. A Andorinha está prometida ao Rouxinol mas, ao mesmo tempo, incentiva o amor do Gato. Acontecem juras, o Gato escreve poemas, e les passeiam juntos enquanto as outras personagens condenam o amor impossível.

O Gato Malhado e a Andorinha Sinhá “Era uma vez antigamente, mas muito antigamente, nas profundezas do passado, quando os bichos falavam, os cachorros eram amarrados com linguiça, alfaiates casavam com princesas e as crianças chegavam no bico das cegonhas. Hoje os meninos e meninas já nascem sabendo tudo, aprendem no ventre materno, onde se fazem psicanalisar para escolher cada qual o complexo preferido, a angústia, a solidão, a violência. Aconteceu naquele então uma história de amor.A história que a Manhã contou ao Tempo para ganhar a rosa azul foi a do Gato Malhado e da Andorinha Sinhá: ela a escutara do Vento, sussurrada com enigmática expressão e alguns suspiros – a voz plangente. Eu a transcrevo aqui por tê-la ouvido do ilustre Sapo Cururu que vive em cima de uma pedra, em meio ao musgo, na margem de um lago de águas podres, em paisagem inóspita e desolada. Velho companheiro do Vento, o eminente Sapo Cururu contou-me o caso para provar a irresponsabilidade do amigo: desperdiça-se o Vento em fantasias em vez de utilizar as 44


longas viagens pelo estrangeiro para estudar comunicação, sânscrito ou acupunctura, assuntos de nobre proveito. O Sapo Cururu é Doutor em Filosofia, Catedrático de Linguística e Expressão Corporal, cultor de rock, membro de direito, correspondente e benemérito de Academias nacionais e estrangeiras, famoso em várias línguas mortas. Se a narração não vos parecer bela, a culpa não é do Vento nem da Manhã, muito menos do sapiente Sapo Cururu, doctor honoris causa. Posta em fala de gente não há história que resista e conserve o puro encanto; perdemse a música e a poesia do Vento.”

Capítulo I

A estaçao da primavera Quando a primavera chegou vestida de luz, de cores e de alegria, olorosa de perfumes subtis, desabrochando as flores e vestindo as árvores de roupagens verdes, o Gato Malhado estirou os braços e abriu os olhos pardos, olhos feios e maus. Feios e maus, na opinião geral. Aliás, diziam que não apenas os olhos do Gato Malhado reflectiam maldade, e sim, todo o corpanzil forte e ágil, de riscas amarelas e negras. Tratava-se de um gato de meia-idade, já distante da primeira juventude, quando amara correr por entre as árvores, vagabundear nos telhados, miando à Lua Cheia canções de amor, certamente picarescas e debochadas. Ninguém podia imaginá-lo entoando canções românticas, sentimentais.Naquelas redondezas não existia criatura mais egoísta e solitária. Não mantinha relações de amizade com os vizinhos e quase nunca respondia aos raros cumprimentos que, por medo e não por gentileza, alguns passantes lhe dirigiam. Resmungava de mau humor e voltava a fechar os olhos como se lhe desagradasse todo 45


o espectáculo em redor. (…)Do Gato Malhado ninguém se aproximava. As flores fechavam-se se ele vinha em sua direcção: dizem que certa vez derrubara, com uma patada, um tímido lírio branco pelo qual se haviam enamorado todas as rosas. Não apresentavam provas mas quem punha em dúvida a ruindade do gatarraz? Os pássaros ganhavam altura ao voar nas imediações de esconso onde ele dormia. Murmuravam inclusive ter sido o Gato Malhado o malvado que roubara o pequeno Sabiá, do seu ninho de ramos. Mamãe Sabiá, ao não encontrar o filho para o qual trazia alimento, suicidou-se enfiando o peito no espinho de um mandacaru. Um enterro triste e naquele dia muitas pragas foram pronunciadas em intenção do Gato Malhado. Provas não existiam, mas que outro teria sido? Bastava olhar a cara do bichano para localizar o assassino. Bicho feio aquele. (…)Um gato mau. Mau e egoísta. Deitava-se pela manhã sobre o capim para que o Sol o esquentasse, mas, apenas o Sol subia ao céu, ele o abandonava por qualquer sombra cariciosa. Ingrato. (…)Devo dizer, para ser exacto, que o Gato Malhado não tomava conhecimento do mal que falavam dele. Se o sabia não se importava, mas é possível que nem soubesse que era tão mal visto., pois quase não conversava com ninguém, a não ser, em certas ocasiões, com a Velha Coruja. Aliás, a Coruja, cujas opiniões eram muito respeitadas devido à sua idade, costumava dizer que o gato Malhado não era tão mau assim, talvez tudo isso não passasse de incompreensão geral. Os demais ouviam, balançavam a cabeça, e, apesar do respeito que tinham à coruja, continuavam a evitar o gato malhado. FIN DEL CAPITULO 1

46


Inicio da estaçao da Primavera Assim vivia ele quando a Primavera entrou pelo parque adentro, num espalhafato de cores, de aromas, de melodias. Cores alegres, aromas de entontecer, sonoras melodias. O Gato Malhado dormia quando a Primavera irrompeu, repentina e poderosa. Mas sua presença era tão insistente e forte que ele despertou do seu sono sem sonhos, abriu os olhos pardos e estirou os braços. O Pato Negro, que casualmente o olhava, quase caiu de espanto porque teve a impressão de que o Gato Malhado estava sorrindo. Fixou o olhar, chamou a atenção da pequena Pata Branca:- Não parece que ele está rindo?- Santo Deus! Está rindo mesmo…Jamais o tinham visto rir. A pequena Pata Branca necessitou botar a mão sobre o coração, tão espantada estava com aquele riso na boca feroz do Gato Malhado. Ria pela boca, e, o que era ainda mais inexplicável, ria pelos olhos pardos também.De repente rebolou-se na grama como se fora um jovem gato adolescente, soltou um miado que mais parecia um gemido. Foi uma emoção geral pelo parque. A Galinha Carijó, que passava perto com sua doirada ninhada de pintos, gritou:- Ui! – e desmaiou nos braços dos filhos.O galo Don Juan de Rhode Island veio correndo ver o que tinha acontecido. De todas as galinhas de seu harém, a Carijó era a preferida. Ajudou-a a levantar-se e ia lançar seu canto de guerra e de protesto, igual a uma clarinada, quando mais uma vez o Gato Malhado rebolou-se sobre a grama e miou outro miado… Ai, meu Deus, um miado romântico. Impossível! (…)- Creio que ele enlouqueceu… diagnosticou o Pé de Mastruço que tinha fama de ser bom médico.- Ele está é preparando alguma nova maldade… sussurrou a Galinha Carijó, refeita do faniquito, arrastando consigo para longe os pintainhos e Don Juam de Rhode 47


Island.Enquanto isso o Gato Malhado levantou-se, estirou os braços e as pernas, eriçou o dorso para melhor captar o calor do sol subitamente doce, abriu as narinas para aspirar os novos odores que rolavam no ar, deixou que todo o rosto feio e mau se abrisse num sorriso cordial para as coisas e os seres em torno. Começou a andar.Aconteceu então uma debandada geral. (…) Toda essa correria fez um certo ruído, despertando a tenção do gato Malhado. Olhou espantado, por que fugiam todos se era tão belo o parque naquela hora da chegada da Primavera? Não havia tempestade, não corria o vento frio derrubando as folhas, a chuva não desabava em lágrimas sobre os telhados. Como fugir e esconder-se quando a Primavera chegava trazendo consigo a doçura de viver? Será que a Cobra Cascavel havia voltado, havia ousado retornar ao parque? O Gato malhado procurou-a com os olhos, Se fosse ela, dar-lhe-ia nova lição para que jamais ali viesse roubar ovos, tirar pássaros dos ninhos, comer pintos e pombas-rolas. Mas não, a Cascavel não estava. O Gato Malhado refletiu. E compreendeu então que fugiam dele, há tanto tempo não o ouviam miar nem sorrir que agora se amedrontavam.Foi uma triste constatação. Primeiro deixou de sorrir, mas depois encolheu os ombros num gesto de indiferença. Era um gato orgulhoso, pouco lhe importava o que pensassem dele. Até piscou – num gesto um pouco forçado – um olho malandro para o Sol, e esse gesto, ainda mais inesperado, fez com que a enorme Pedra, que há muitíssimos anos residia nas proximidades do lugar onde o Gato estava, rolasse correndo para o mato.O Gato Malhado aspirou a plenos pulmões a Primavera recém-chegada. Sentia-se leve, gostaria de dizer palavras sem compromisso, de andar à toa, até mesmo de conversar com alguém. Procurou mais uma vez com os olhos pardos, mas não viu ninguém. Todos haviam fugido.Não, todos não. No ramo de uma árvore a 48


Andorinha Sinhá fitava o Gato Malhado e sorria-lhe. Somente ela não havia fugido. De longe seus pais a chamavam em gritos nervosos. E, dos seus esconderijos, todos os habitantes do parque miravam espantados a Andorinha Sinhá que sorria para o Gato Malhado. Em torno era a Primavera, sonho de um poeta.

A Andorinha Sinhá Quando ela passava, risonha e trêfega, não havia pássaro em idade casadoira que não suspirasse. Era muito jovem ainda, mas, onde quer que estivesse, logo a cercavam todos os moços do parque. Faziam-lhe declarações, escreviam-lhe poemas, o Rouxinol, seresteiro afamado, vinha ao clarão da lua cantar à sua janela. Ela ria para todos, com todos se dando, não amava nenhum. Livre de todas as preocupações voava de árvore em árvore pelo parque, curiosa e conversadeira, inocente coração. No dizer geral não existia, em nenhum dos parques por ali espalhados, andorinha tão bela nem tão gentil quanto a Andorinha Sinhá.”

Continuação da estação da Primavera "Em torno era a Primavera, o sonho de um poeta. O Gato Malhado teve vontade de dizer algo semelhante à Andorinha Sinhá. Sentou-se no chão, alisou os bigodes, apenas perguntou:- Tu não fugiste com os outros?- Eu? Fugir? Não tenho medo de ti, os outros são todos uns covardes… Tu não me podes alcançar, não tens asas para voar, és um gatarrão ainda mais tolo do que feio. E olha lá que és feio…- Feio, eu?O Gato Malhado riu, riso espantoso 49


de quem se havia desacostumado de rir, e desta vez até as árvores mais corajosas, como o Pau Brasil – um gigante – estremeceram. Ela o insultou e ele a vai matar, pensou o velho Cão Dinamarquês.O Reverendo Papagaio – reverendo porque passara uns tempos no seminário onde aprendera a rezar e decorara frases em latim, o que lhe dava valiosa reputação de erudito – fechou os olhos para não testemunhar a tragédia. Por duas razões: por ser emotivo, não lhe agradando ver sangue, menos ainda de andorinha tão formosa, e por não desejar servir como testemunha se o crime chegasse à justiça, maçada sem tamanho, tendo de decidir entre dizer a verdade e arcar com as consequências da ira do Gato Malhado – processo por calúnia, umas bofetadas, o bico arrancado, quem sabe lá o quê – ou mentir e ficar com fama de covarde, de cúmplice do assassino. Situação difícil, o melhor era não testemunhar. Em troca rezou pela alma da Andorinha Sinhá, ficando em paz com a sua consciência, uma chata cheia de exigências.A própria Andorinha Sinhá sentiu que exagerara e, por via das dúvidas, voou para um galho mais alto onde ficou bicando as penas num gesto de extrema faceirice. O Gato Malhado continuava a rir, apesar de se sentir um tanto ofendido. Não porque a Andorinha o houvesse tachado de mau e sim por tê-lo chamado de feio, e ele se achava lindo, uma beleza de gato. Elegante também.- Tu me achas feio? De verdade?- Feiíssimo… reafirmou lá de longe a Andorinha.- Não acredito. Só uma criatura cega poderia me achar feio.- Feio e convencido!A conversa não continuou porque os pais da Andorinha Sinhá, o amor pela filha superando o medo, chegaram voando, e a levaram consigo, ralhando com ela, pregandolhe um sermão daqueles. Mas a Andorinha, enquanto a retiravam, ainda gritou para o Gato:- Até logo, seu feio…Foi assim com esse diálogo um pouco idiota, que começou toda a história do Gato Malhado e da Andorinha Sinhá. Em 50


verdade a história, pelo menos no que se refere à Andorinha, começara antes. Um capítulo inicial deveria ter feito referencia a certos atos anteriores da Andorinha. Como não posso mais escrevê-lo onde devido, dentro das boas regras da narrativa clássica, resta-me apenas suspender mais uma vez a acção e voltar atrás. É, sem dúvida, um método anárquico de contar uma história, eu reconheço. Mas o esquecimento pode ir por conta do transtorno que a chegada da Primavera causa aos gatos e aos contadores de histórias.”

Capítulo inicial, atrasado e fora de lugar “Andorinha Sinhá, além de bela, era um pouco louca. Louquinha, fica-lhe melhor. Apesar de ainda frequentar a escola de pássaros, tão jovem que os respeitáveis pais não a deixavam sair à noite sozinha com os seus admiradores, já era metida a independente, orgulhando-se de manter boas relações com toda a gente do parque. Amiga das flores e das árvores, dos patos e das galinhas, dos cães e das pedras, dos pombos e do lago. Com todos ela conversava, um arzinho suficiente, sem se dar conta das paixões que ia espalhando ao seu passar. (…)Apesar de todas essas relações e admirações, uma sombra anuviava a vida da Andorinha Sinhá, razão de ser deste atrasado capítulo inicial, pois a sombra era exactamente o Gato Malhado. Ou melhor: o fato dela nunca ter conseguido conversar com o Gato. Aquele sujeito caladão, orgulhoso e metido a besta bulia-lhe com os nervos. Habituara-se a vir espiá-lo quando ele dormia ou esquentava sol sobre a grama. Escondida no ramo de uma árvore, mirava-o durante horas perdidas, cismando nas razões por que o feioso não mantinha relações com ninguém. Ouvia falar mal dele mas fitava o seu nariz róseo, 51


de grandes bigodes, e – ninguém sabe por que – duvidava da veracidade das histórias. Assim são as andorinhas, o que se pode fazer? – não há forma de fazê-las compreender a verdade mais rudimentar, a mais provada e conhecida, se elas se metem a duvidar. São cabeçudas e se deixam guiar pelo coração.O Gato Malhado era a sombra na vida clara e tranquila da Andorinha Sinhá. Por vezes estava cantando uma das lindas canções que aprendera com o Rouxinol, e, de súbito, parava porque via (às vezes adivinhava) o grande corpo do Gato que passava em caminho do seu canto predilecto. Ia então pelos ares, seguindo-o devagar, e, em certa tarde, divertiu-se muito a atirar-lhe gravetos secos sobre o dorso. O Gato dormia, ela estava bem escondida entre as folhas da jaqueira, rindo a cada graveto que acertava nas costas do Gato, levando o preguiçoso a abrir um olho e mirar em torno. Mas logo o cerrava, pensando tratar-se de alguma brincadeira idiota do Vento. (…) Foi nesse dia que ela teve a célebre conversa com a Vaca Mocha. (…) Vaca Mocha não gostava do Gato Malhado porque, sendo ela uma figura tão altamente respeitável, com sangue portenho, considerara-se terrivelmente ofendida pelo mísero felino em certa distante ocasião. Acontece que, apesar de sua circunspecção, a Vaca Mocha era dada à ironia. Foi assim que, certa vez, tendo encontrado o Gato Malhado no curral, onde fora com certeza na esperança de roubar um pouco de leite, disselhe, num misto de desprezo e pilhéria e em mescla de espanhol e português:- Un tipo tan chiquito y ya de bigotes! O gato, em evidente e imperdoável desrespeito, teve a ousadia de responder-lhe:- Uma sujeita tão grandona e sem porta-seios!A Vaca Mocha armou-lhe um coice bem armado mas o gato ia longe, rindo para dentro seu riso malvado.(…)Quando a Andorinha lhe disse em que espécie de diversão empregara sua tarde, a Vaca Mocha lastimou que, em vez de gravetos, a Andorinha não houvesse 52


jogado calhaus enormes bem no crânio do gato, liquidando-o de uma vez. Mas quando Sinhá se horrorizou com tal possibilidade sangrenta e lhe confessou que jogara os gravetos como um pretexto para puxar conversa com o gato, aí foi a vez da Vaca demonstrar seu assombro:Hablar con el Gato? Piensas, loquita, en hacerlo realmente? Por Dios, no seas tonta!Falar espanhol davalhe status e cansaço, que cansaço! Continuou em português.- Então tu não sabes que ele é um gato, um gato mau, e que jamais uma andorinha pode – sem com isso comprometer a honra da família – manter relações, sequer de simples cumprimentos, com um gato? Que os gatos são inimigos irreconciliáveis das andorinhas, que muitas e muitas parentas tuas pereceram entre as garras de gatos como aquele? Malhados ou não?Prosseguiu com o sermão. Como pensava ela, louca andorinha, em rasgar uma velha lei estabelecida, em passar por cima de regras consagradas pelo tempo, em fazer tal insulto aos seus amigos, dar tamanho desgosto aos seus pais?- Mas ele não fez nada…- É um gato, e ainda por cima, malhado!- Só por ser um gato ainda por cima malhado? Mas ele tem um coração como todos nós…- Coração? – Indignou-se a Vaca Mocha, de fácil indignação como estamos aos poucos constatando. – Quem lhe disse que ele tem coração? Quem?- Bem, eu pensei…- Você viu o coração dele? Diga!- Ver não vi…- Então?Ainda falou longamente. Contou a história do que o Gato lhe fizera e mais uma vez derramou algumas lágrimas ao recordar o insulto. Novos conselhos, advertências; dar conselhos era uma das especialidades da Vaca Mocha. Regras de bom viver, cheias de salutar moralidade e de algum ranço. Explicou como deve comportar-se uma jovem andorinha donzela, o que pode fazer e o que lhe estava vedado. Principalmente não deve falar com gatos, muito menos com o Gato Malhado…A Andorinha ouviu, atenta como a boa educação 53


ordena, e ficou triste. Não devia conversar com o Gato, fizera muito mal em pensar em tal coisa. A Vaca devia ter razão, possuía experiência e uma voz empostada e nobre. Só que a Andorinha, cabeça dura, não compreende por que cometerá um pecado se conversar com o Gato. Em todo caso, jurou à Vaca jamais jogar gravetos sobre o dorso amarelo e preto do Gato Malhado e nem sequer pensar em conversar com ele.Mas juramento de andorinha não vale muito, não se lhe deve dar crédito exagerado. Muito menos a juramento de andorinha jovem, de cabeça ardente e espírito um pouco aventureiro. De mim, desconfio que, ao jurar, ela já sabia ser incapaz de cumprir a jura. Continuou a ir espiar o Gato. Não mais lhe jogou gravetos mas, ai!, não devido ao juramento e sim, com medo de que ele fosse embora pensando tratar-se de pilhéria do vento. Ia espiá-lo todos os dias até que naquele dia da chegada da Primavera…

Fim da estação da Primavera – Parte I "Os pais de Sinhá iam ralhando com ela. Mas estavam tão comovidos com o próprio heroísmo – tiveram coragem de afrontar o Gato Malhado para salvar a filha – que não ralharam demasiado. A Andorinha Pai dizia à Andorinha Mãe: Nós amamos nossa filha, nós a salvamos.A Andorinha Mãe respondia:- Nós somos bons pais, protegemos nossa filha.E se olhavam, admirando-se mutuamente. Proibiram terminantemente a Andorinha de novamente aproximar-se do inimigo feroz. Se os juramentos da Andorinha jovem não têm nenhum valor, bruscas proibições só fazem aguçar-lhe o interesse e a curiosidade. Não que Sinhá fosse uma dessas andorinhas às quais basta que se diga não faça isso para que 54


imediatamente não o façam. Ao contrário, terna e obediente, amava os pais. Era bem-comportada, amável e bondosa. Mas gostava que a convencessem das coisas com boas e justas razões, e ainda ninguém lhe havia provado ser um pecado ou um crime manter relações cordiais com o Gato Malhado. Assim, quando deitou a gentil cabecinha sobre a pétala de rosa que lhe servia de travesseiro, havia decidido continuar a conversa no outro dia:- Ele é feio mas é simpático… - murmurou ao adormecer.Quanto ao Gato Malhado, também ele pensou na arisca Andorinha Sinhá, naquela primeira noite de Primavera, ao repousar a cabeça no travesseiro. Aliás, eis uma coisa que ele não possuía: travesseiro. Além de mau e feio, o Gato Malhado era um pobre de Job; repousava a cabeça em cima dos braços. Sendo de pouco luxo não reclamava. Falta sentia de outras coisas: de afeição, de carinho e de salsichas vienenses.Recolheu-se tarde. Antes, andara pelo parque, ao léu. Arranhara a casca de troncos árvores, miara sem motivo evidente, sentira desejo de voltar a vagabundear nos telhados como praticara na distante adolescência. O cheiro bom da terra penetrara-lhe pelas narinas e seus grandes bigodes moveram-se inquietos. Sentira-se muito moço, até teve vontade de correr com os cães. E o teria feito, com certeza, se os cachorros não se houvessem afastado, cheios de receio, quando ele os procurou. Tal fora o seu estado de lassidão e de indefinido desejo que murmurou para si mesmo:Creio que estou doente.Colocou a pata sobre a testa e concluiu:- Estou ardendo em febre…Quando, ao cair da noite, voltava para a sua cama – um velho trapo de veludo – olhou uma flor e nela viu reflectidos os rasgados olhos da Andorinha. Febril, foi ao lago beber água e na água também enxergou a Andorinha que sorria. E a reconheceu em cada folha, em cada gota de orvalho, em cada réstia de sol crepuscular, em cada sombra da noite que chegava. 55


Depois a descobriu vestida de prata na lua cheia para a qual miou um miado dolorido. Ia alta a noite quando conseguiu dormir. Sonhou com a Andorinha, era a primeira vez que ele sonhava havia muitos anos.Devo concluir que o Gato Malhado de feios olhos pardos, de escura fama de maldade, havia se apaixonado? Agora que ele e a Andorinha dormem, que só a Velha Coruja está acordada, permito-me filosofar um pouco. Desejo dizer que há gente que não acredita em amor à primeira vista. Outros, ao contrário, além de acreditar afirmam que este é o único amor verdadeiro uns e outros têm razão. É que o amor está no coração das criaturas, adormecido, e um dia qualquer ele desperta, com a chegada da Primavera ou mesmo no rigor do Inverno. De repente, o amor desperta de seu sono à inesperada visão de um outro ser. Mesmo se já o conhecemos, é como se o víssemos pela primeira vez e por isso se diz que foi amor à primeira vista. Assim o amor do Gato Malhado pela Andorinha Sinhá. Quanto ao que se passava no pequeno porém valoroso coração de Sinhá, não esperem que eu explique ou desvende. Não sou tão tolo a ponto de achar-me capaz de entender o coração de uma mulher, quanto mais de uma andorinha.Nenhuma dessas considerações perturbou naquela noite o Gato Malhado. Em verdade ele não se julgava ainda apaixonado. Tal ideia nem lhe ocorreu. Quando era jovem, apaixonava-se todas as semanas (…). Despedaçara inúmeros corações de gatas de todas as cores, de uma coelha cinzenta e de uma raposa adolescente. Mas isso fazia tanto tempo que ele nem mais se recordava dos nomes e das situações. Vivia no seu canto, eu já expliquei, tranquilo, preguiçando ao sol, gozando a doce carícia da brisa, o frescor das noites de Verão, o frio gostoso do Inverno. Agora vinha a Primavera perturbar a sua paz.No dia seguinte, ao acordar e lavar a cara, pensou na Andorinha, recordando o sonho a acompanhá-lo pela noite: 56


ele e Sinhá discutindo de boniteza e feiura. Riu-se: ontem eu estava doente e resolveu não pensar mais na Andorinha. Dirigiu-se ao seu canto predilecto para calentar sol sobre o velho trapo de veludo. A vida se desenvolvia pelo parque.Bem, ali está o Gato Malhado. Deitado, como sempre, ao comprido para que o sol gostoso da Primavera o envolva por inteiro. Mas, o que é estranho, não consegue fechar os olhos como o faz habitualmente. A experiência lhe ensinara que, de olhos fechados, goza-se muito mais o calor do sol e a frescura da brisa. No entanto, naquele segundo dia de Primavera, tinha os olhos abertos, e, ademais, voltados para a árvore onde, na véspera, estivera a Andorinha Sinhá. Quando percebe o que está sucedendo, fica furioso. Desvia o olhar e, assobiando devagarinho, busca outras paisagens. Olha os cachorros que correm, os idiotas não sabem fazer outra coisa, as árvores cheias de folhas, olha até o Papagaio ocupado a rezar as suas orações matinais. (…)- Bom dia, meu caríssimo doutor Gato Malhado. Como vai a saudinha? Graças a Deus, bem?O Gato nem se digna responder. Além de tudo seu olhar já está de novo fixo na árvore onde a Andorinha pousara na véspera (…) na esperança de que a Andorinha Sinhá viesse… Mas ela não veio, a ingrata!, e vamos reencontrar o nosso amigo Malhado já sem nenhuma alegria, num estado de espírito muito diferente daquele em que acordara, a leveza que sentia desde a véspera, os grandes bigodes estavam caídos, desmoralizados, murchos. Isso era um triste e perigoso sinal em se tratando do gato Malhado. Seus bigodes eram o índice do seu humor.Fita mais uma vez a árvore, tantas vezes já o fizera antes… Não vê a andorinha, a sombra da árvore cobre-lhe o corpanzil. Os olhos pardos escurecem. Por que sente o coração dorido? No entanto, é Primavera em torno."(continua) 57


Fim da estação da Primavera – Parte II Acontece-lhe então levantar-se. Por que o faz nem ele mesmo seria capaz de explicar. Talvez para ficar ao sol. Levanta-se e sai andando. E, de repente, nota que seus pés – será que ele já não os governa? – o haviam levado, sem ele sentir, para junto da distante árvore onde mora a família da Andorinha Sinhá. Devo esclarecer que esta árvore ficava do outro lado do parque.Os pais de Sinhá haviam saído em busca de alimento. A Andorinha tinha visto o Gato vir vindo e o esperava sorridente. Gato Malhado pára embaixo da árvore, espia, descobre a Andorinha. Foi então que percebeu onde havia chegado, sem se dar conta. Dana-se. Que faço eu aqui? Resolveu voltar rapidamente (diabo! seus pés, de tão pesados, pareciam ter chumbo grudado), mas a Andorinha falou com sua doce voz:- Não me diz bom dia, seu mal-educado?Bom dia, Sinhá… - havia até certo acento harmonioso na voz cava do Gato.- Senhorita Sinhá, faça o favor.E, como ele fizesse uma cara triste (era ainda mais feio quando ficava triste), ela concedeu:- Vá lá… Pode me chamar de Sinhá se isso lhe dá prazer… E eu lhe chamarei de Feio.Já lhe disse que não sou feio.- Puxa! Que convencido! É a pessoa mais feia que eu conheço. Junto de você minha madrinha Coruja é prémio de beleza…Afinal que fazia ele ali? – pensava o Gato Malhado. Aquela jovem Andorinha, apenas uma adolescente, não o trata com o devido respeito (será mesmo que ele desejava que ela o tratasse com respeito?), insulta-o, agride-o, chama-o de feio. Era o resultado de ter ele dado confiança a uma jovem andorinha qualquer. Que era ela senão uma estudante, aluna de religião do Papagaio, que podia ter na cabeça, que espécie de conversa podia manter com ele, um gato sério, viajado, 58


que se considerava um ser superior, mais culto do que toda a gente do parque e que se achava – principalmente – um gato bonito? Resolveu retirar-se e nunca mais voltar a falar àquela desrespeitosa andorinha (ah! seus pés como chumbo, como se tivessem toneladas de chumbo…). Faz um esforço:- Até logo…- Está aí, se ofendeu… Ainda é mais convencido do que feio…Por que diabo ele começa a achar graça? Agora não eram apenas os pés que já não lhe obedeciam, também a boca se abria em riso quando ele queria ficar sério, com um ar zangado. Uma vasta conspiração contra o Gato Malhado. A Andorinha continuava, num palrar incessante, linda adolescente dos campos, cuja juventude domina tudo em derredor:- Não precisa ir embora. Não lhe chamo mais de feio. Agora só lhe trato de formoso.- Não quero também…- Então como vou lhe chamar?- Gato.- Gato não posso.- Por quê?Será que ela entristecera? Agora sua voz já não é brincalhona. O Gato Malhado repete a pergunta:- Por que não pode?Não posso conversar com nenhum gato. Os gatos são inimigos das andorinhas.- Quem lhe disse?- É verdade. Eu sei.O Gato fez a cara mais triste do mundo. A Andorinha Sinhá, que amava a alegria e não podia ver ninguém triste, continuou:- Mas nós não somos inimigos, não é?- Nunca.Então nós podemos conversar.Mas logo acrescentou:- Vá embora que Papai vem aí. Depois eu vou na ameixeira conversar com você, Feião…O Gato ri e trata de sumir entre as moitas de capim que crescem por ali. Estava novamente alegre. Enquanto atravessa agilmente por entre o mato, vai recordando o diálogo com a Andorinha, a voz melodiosa volta a ressoar em seus ouvidos. Ela não podia conversar com um gato. Os gatos são maus, alguns foram apanhados em flagrante almoçando andorinhas, havia alguma verdade nisso. Como era possível ser assim tão mau? Como almoçar um ser tão frágil e formoso como a Andorinha Sinhá?Deita-se sob a ameixeira que está em 59


flor. Logo depois a Andorinha chega, fazendo círculos no ar, num voo que é improvisado e lindo bailado primaveril. De longe, o Rouxinol, que a acompanha com os olhos, começa a cantar e sua melodia de amor enche o parque.O Gato bate palmas quando ela pousa num galho baixo. Continuam a conversa interrompida.Não vou mais reproduzir os diálogos. E tomo tal resolução porque eram todos um pouco parecidos e somente aos poucos, com o correr do tempo, se fizeram dignos de uma história de amor. Quem sabe, talvez mais adiante eu reproduza um, se houver ocasião. Por ora, apenas quero dizer que eles conversaram durante toda a Primavera, sem que jamais faltasse assunto. Foram se conhecendo um ao outro, cada dia uma nova descoberta. E não apenas conversaram. Juntos, ele correndo pelo chão de verde grama, ela voando pelo azul do céu, vagabundearam por todo o parque, encontraram recantos deliciosos, descobriram novas nuances de cor nas flores, variações na doçura da brisa, e uma alegria que talvez estivesse mais dentro deles que mesmo nas coisas em derredor. Ou bem a alegria estava presente em todas as coisas e eles não a viam antes. Porque – eu vos digo – temos olhos de ver e olhos de não ver, depende do estado do coração de cada um.Quero acrescentar, finalmente, que já não se tratavam de você.Quando, pela manhã, se viam pela primeira vez naquele dia, ele lhe perguntava:- Que fizeste de ontem para hoje? Hoje estás ainda mais linda do que ontem e mesmo mais linda do que estavas essas noites no sonho em que te vi…- Conta-me o teu sonho. Eu não te conto o meu porque sonhei com uma pessoa muito feia: sonhei contigo…Riam os dois, ele o seu riso cavo de gato mau, ela seu argentino riso de andorinha adolescente. Assim aconteceu na Primavera.(continua)

60


A estaçao do Verão Este é um capítulo curto porque o Verão passou muito depressa com o seu sol ardente e suas noites plenas de estrelas. É sempre rápido o tempo da felicidade. O Tempo é um ser difícil. Quando queremos que ele se prolongue, seja demorado e lento, ele foge às pressas, nem se sente o correr das horas. Quando queremos que ele voe mais depressa que o pensamento, porque sofremos, porque vivemos um tempo mau, ele escoa moroso, longo é o desfilar das horas.Curto foi o tempo do Verão para o Gato e a Andorinha. Encheram-no com passeios vagabundos, com longas conversas à sombra das árvores, com sorrisos, com palavras murmuradas, com olhares tímidos porém expressivos, com alguns arrufos também… Não sei se arrufos será a palavra precisa. Explicarei: por vezes a Andorinha encontrava o Gato abatido, de bigodes murchos e olhos ainda mais pardos. A causa não variava: a Andorinha saíra com o Rouxinol, com ele conversara ou tivera aula de canto – o Rouxinol era o professor. A Andorinha não compreendia a atitude do Gato Malhado, aquelas súbitas tristezas que se prolongavam em silêncios difíceis. Entre ela e o Gato jamais havia sido trocada qualquer palavra de amor, e, por outro lado, a Andorinha, segundo disse, considerava o Rouxinol um irmão.Um dia – dia em que a aula de canto se prolongara além do tempo costumeiro – quando os bigodes do Gato estavam tão murchos que tocavam o solo, ela lhe pediu explicação daquela tristeza. O Gato Malhado respondeu:- Se eu não fosse um gato, te pediria para casares comigo…A Andorinha ficou calada, num silêncio de noite profunda. Surpresa? – não creio, ela já adivinhara o que se passava no coração do Gato. Zangada? – não creio tampouco, aquelas palavras foram gratas ao seu coração. Mas tinha 61


medo. Ele era um gato e os gatos são inimigos irreconciliáveis das andorinhas.Voou rente sobre o Gato Malhado, tocou-o de leve com a sua asa esquerda, ele podia ouvir os latidos do pequeno coração da Andorinha Sinhá. Ela ganhou altura, de longe ainda o olhou, era o último dia de Verão.

A estação do Outono No outro dia, o Outono chegou, derrubando as folhas das árvores. O Vento sentia frio, e, para esquentar-se, corria zunindo pelo parque. O Outono trazia consigo uma cauda de nuvens e com elas pintou o céu de cores cinzentas. Não era só a paisagem que se modificava com o correr das estações, como certamente percebeu o culto e talentoso leitor. Também a atitude dos habitantes do porque, em relação ao Gato Malhado, havia sofrido sensível mudança. Não que houvessem deixado de ter-lhe raiva, não que lhe houvessem perdoado os agravos antigos. Mas já não sentiam medo dele, como o provavam as murmurações sobre o seu caso com a Andorinha, murmurações que de tímidos cochichos transformaram-se em obstinado rumor. Recordemos que antes, tremiam todos apenas o Gato Malhado abria o olho. Como explicar então que não mais o temessem, que comentassem quase abertamente seus passeios com a Andorinha?É que o Gato, durante a Primavera e o Verão, vivera alegre e satisfeito. Não ameaçara os demais viventes, não despedaçara flores com patadas, não encrespara os pêlos do dorso à aproximação de estranhos e não repelira os cães eriçando os bigodes, insultando-os entre dentes. Tornara-se um ser brando e amável, era o primeiro a 62


cumprimentar os outros habitantes do parque, ele que antigamente quase nunca respondia aos medrosos bonsdias que lhe dirigiam.Aventurar-me-ei mesmo a afirmar que ele cultivou, naquela época, bons e generosos sentimentos.A verdade é que o Gato continuava com fama de sujeito mau e intratável. Os habitantes do parque, todavia, haviam concluído, ante a actual amabilidade do Gato Malhado que, se bem ele fosse mau, já não era muito perigoso. Devia estar ficando velho, sem forças, e por isso procurava reabilitar-se. Perderam-lhe o medo. (…)A fama ruim do gato Malhado era antiga e arraigada. Como poderiam eles compreender que o Gato mudara desde que a Andorinha entrara em sua vida? Como entender que sob a casca grossa, sob o pêlo eriçado do Gato pulsava um terno coração?Tão terno, que aquele primeiro dia de Outono foi encontrar o Malhado escrevendo um soneto. Coberto com um pesado manto de lã (o Gato era muito friorento), contava sílabas nos dedos e procurava rimas num grosso dicionário. Sim, até um soneto ele escreveu.Não apenas com um manto contra o frio cobriase o Gato Malhado naquela manhã de lírica inspiração: cobria-se também com o manto do amor. A poesia não está somente nos versos, por vezes ela está no coração, e é tamanha, a ponto de não caber nas palavras. Soneto do Amor ImpossívelPara a minha adorada Andorinha SinháA Andorinha SinháA Andorinha SinhôA Andorinha bateu asas e voou.Vida triste minha vida,não sei cantar nem voar,não tenho asas nem penas,não sei soneto escrever.Muito amo a Andorinha,com ela quero casar.Mas a Andorinha não quer,comigo casar não podeporque sou gato malhado, ai!

63


Continuação da estação do Outono Criticado, discutido e julgado o soneto do Gato Malhado, volvamos à nossa história. O que equivale, aliás, a continuar com o soneto pois não o citei por acaso e, sim, porque ele teve que ver com o desenrolar dos acontecimentos.Passou-se assim: no último dia de Verão, após aquela cena entre a Andorinha e o Gato, este teve uma longa conversa com a coruja. De todas as criaturas do parque, a Coruja era a única que estimava o Gato Malhado, como já foi dito. Naquela noite, após o corrido, a Andorinha não voltara. O Gato tentou compreender o que estava se passando com ela, entre que sentimentos contraditórios se debatia. Envolto em tristeza e solidão, resolveu ir conversar com a Coruja. Esta acordava do seu sono de anciã e abria os olhos para a Noite, sua amiga querida.O Gato sentou sobre um galho da jaqueira, ao lado da Coruja, e falaram primeiro de coisas indiferentes. Porém a Coruja, sendo adivinha, percebera o que trouxera o Malhado até ali. Foi franca: não só lhe contou as murmurações do parque (que puseram o Gato quase louco de furor) como lhe deu, por fim, sua opinião:- Amigo velho, não há que fazer. Como pudeste imaginar que a Andorinha viesse te aceitar como marido? Nunca houve caso… Mesmo se ela te amasse – e quem te afirma que ela te ame? – jamais poderia casar contigo. Desde que o mundo é mundo, às andorinhas é proibido casar com gatos. Essa proibição é mais do que uma lei e está plantada com fundas raízes no coração das andorinhas. Dizes que ela gosta de ti, que se dependesse de sua vontade… Pode ser, acredito mesmo que sim. Mais forte que ela, porém, á a lei das andorinhas. Porque está dentro dela desde o seu mais velho avô, desde a primeira andorinha. E para romper uma lei, é preciso uma revolução…Completou, balançando a cabeça:- Aliás, era até bom que acontecesse uma 64


revoluçãozinha… Estamos necessitando.O Gato Malhado não disse nada. Nem mesmo que gostava da Andorinha e que sonhara tê-la ao seu lado no pedaço roto de veludo. Esquecera que as andorinhas dormem em ninhos sobre as árvores, enquanto os gatos dormem pelo chão sobre trapos abandonados. Despediu-se da Coruja sem comentar suas palavras. Chegando a casa, começou a escrever o célebre soneto. Em sua elaboração levou toda a noite e parte da manhã seguinte. Tudo que conseguiu realizar foi a peça já julgada e condenada.Não obstante, naquele primeiro dia de Outono encontrou a Andorinha. Ela estava séria, não sorria, não exibia a leve alegria de sempre, aquele ar de disponibilidade que era o seu maior encanto. Também o Gato Malhado não conseguia esconder a tristeza, pesavam-lhe no coração as palavras da Coruja. Andaram em silêncio, percorrendo lugares onde haviam ido na Primavera e no Verão. Uma ou outra vez trocavam palavras soltas, mas tinham ambos o ar de quem quer evitar um assunto que se impõe.Chegou a hora da Andorinha partir. O Gato entregou-lhe o soneto. Ela voou, muitas vezes voltou a gentil cabecinha para vê-lo, tinha lágrimas nos olhos.No dia seguinte – ai, foi o dia mais longo do Outono – ela não apareceu. Inutilmente ele rondou nas proximidades da árvore onde ela residia, não a viu. Nessa noite lembrou-se das murmurações do parque e então correu com o Pato Preto, meteu um susto quase mortal no Papagaio (que rezava suas orações nocturnas), arranhou o focinho do Cão Dinamarquês, furtou ovos no galinheiro e – cúmulo da maldade – não os furtou para comê-los e, sim, para largá-los no campo. O temor ao Gato Malhado voltou a habitar o parque e as murmurações ruidosas amorteceram-se em cochichos segredados.No terceiro dia do Outono, o Pombo-Correio atirou-lhe de longe (cadê coragem para aproximar-se?) uma carta. O Gato a leu tantas vezes que até a aprendeu de memória. 65


Uma carta triste e definitiva enviada pela Andorinha Sinhá. Uma andorinha não pode jamais casar com um gato. Dizia também que eles não deviam mais se encontrar. Em compensação falava que jamais fora feliz excepto no tempo em que vagabundeava com o Gato Malhado pelo parque. E terminava: da sempre tua Sinhá. Ela tinha jurado não mais o ver. Mas como já disse e agora repito, juramento de andorinha não merece confiança. Voltaram a passear pelo parque, a ir aos recantos que haviam descoberto durante a Primavera. Só que agora quase não conversavam, era como se uma invisível cortina os separasse.Foi assim que passaram todo o Outono, um tempo cinzento em que as árvores iam se despindo das folhas e o seu ia se despindo do azul. Como o Gato Malhado voltara a ser temido e novamente vivia isolado de todos, sem conversar com ninguém, não sabia que na casa da Andorinha trabalhavam seis aranhas costureiras que preparavam o enxoval da jovem noiva. O casamento do Rouxinol com a Andorinha Sinhá estava marcado para o começo do Inverno.No derradeiro dia do Outono, dia húmido e enevoado, percorrido por um vento que soluçava de frio, a Andorinha quis ir a todos os lugares que haviam aprendido a amar na Primavera e no Verão. Estava estranhamente faladora e ruidosa, terna e cheia de dengue, como se houvesse aberto de repente a cortina que a separava do Gato Malhado, como se houvesse de súbito transposto a distância que entre eles tinha se delimitado. Era a mesma Andorinha Sinhá da Primavera e do Verão, um pouco louca, e o Gato Malhado a contemplava comovido.Andaram até que a Noite chegou. Então ela lhe disse que aquela tinha sido a última vez, que ia casar-se com o Rouxinol porque, ai!, porque uma Andorinha não pode casar-se com um Gato. Como já o fizera certo dia, voou sobre ele num voo rasante, tocou-lhe com a asa esquerda – era a sua maneira de beijar – e ele não pôde 66


desta vez ouvir o bater do pequeno coração da Andorinha, tão fracos eram os seus latidos. Pelos ares ela se foi, não olhou para trás.(continua)

A estação do Inverno Este devia ser o capítulo longo porque o começo do Inverno foi um tempo de sofrimento. Mas por que falar de coisas tristes, por que contar as maldades do Gato Malhado cujos olhos andavam escuros de tão pardos? Disso falavam as cartas enviadas pelos habitantes do parque, cartas que o Pombo-Correio levava a outros parques distantes. As notícias chegaram até o longínquo esconderijo da Cobra Cascavel e mesmo ela tremeu de medo. Diziam da maldade do Gato mas diziam também de sua solidão. Jamais o Gato Malhado voltara a dirigir a palavra a quem quer que fosse. Tão grande solidão chegou a comover a Rosa-Chá que confidenciou ao Jasmineiro, seu recente amante:- Coitado! Vive tão sozinho, não tem nada no mundo...Enganava-se a Rosa-Chá quando pensava que o Gato Malhado vivia solitário e não tinha nada no mundo. Bem ao contrário, ele tinha um mundo de recordações, de doces momentos vividos, de lembranças alegres. Não vou dizer que fosse feliz e não sofresse. Sofria, mas ainda não estava desesperado, ainda se alimentava do que ela lhe havia dado antes. Triste no entanto, porque a felicidade não se pode alimentar apenas das recordações do passado, necessita também dos sonhos do futuro.Um dia, de brando sol hibernal, realizouse o casamento da Andorinha com o Rouxinol. Houve grande festa, mesa de doces e champanha. O casamento civil foi em casa da noiva, o Galo era o juiz e fez um discurso eloquente sobre as virtudes e os deveres de uma 67


boa esposa, especialmente sobre a fidelidade devida ao marido. Da fidelidade do marido à esposa ele não falou. Era maometano e não hipócrita: todos sabem que o galo Don Juan de Rhode Island possui um harém. O casamento religioso foi na laranjeira, a linda capela do parque. O reverendo Padre Urubu veio de um convento distante para celebrar a cerimonia religiosa. O Papagaio serviu de sacristão e, à noite, embriagou-se. O sermão do Urubu foi comovente. A mãe da Andorinha chorou muito.No momento em que o cortejo nupcial, numa revoada, saía da capela, a Andorinha viu o Gato no seu canto. Não sei que jeito ela deu no voar que conseguiu derrubar sobre ele uma pétala de rosa, das rosas vermelhas do seu buquê de noiva. O Gato a colocou sobre o peito, parecia uma gota de sangue.Para que essa história terminasse alegremente, o meu dever seria descrever a festa dada à noite pelos pais da Andorinha Sinhá. Talvez mesmo contar algumas das anedotas com que o Papagaio divertiu os convidados. Tinham comparecido todos os habitantes do parque, menos o Gato Malhado. A Manhã descreveu a festa inteirinha ao Tempo, dando detalhes dos vestidos, das comilanças, da mesa de doces, da ornamentação da sala. Mas tudo isso o leitor pode imaginar a seu gosto, com inteira independência. Apenas direi que era maviosa a orquestra dos pássaros e que o seu melodioso rumor chegava até o Gato Malhado, solitário no parque. Já não havia futuro com que alimentar seu sonho de amor impossível. Noite sem estrelas, a da festa do casamento da Andorinha Sinhá. Apenas uma pétala vermelha sobre o coração, uma gota de sangue.

68


A noite sem estrelas A música doía-lhe no coração. Canção nupcial para os noivos; para o gato Malhado, canto funerário. Tomou da pétala de rosa: olhou mais uma vez o parque coberto pelo Inverno, saiu andando devagar. Conhece um lugar longínquo, onde vive apenas a Cobra Cascavel, que ninguém aceita nos parques nem nas plantações. O Gato tomou a direcção dos estreitos caminhos que conduzem à encruzilhada do fim do mundo.Quando passou em frente à casa da festa, viu os noivos que saíam. A Andorinha também o viu e adivinhou o rumo de seus passos. Qualquer coisa rolou então dos céus sobre a pétala que o Gato levava na mão. Sobre o vermelho de sangue da pétala de rosa brilhou a luz da lágrima da Andorinha Sinhá. Iluminou o solitário caminho do Gato Malhado, na noite sem estrelas.Aqui termina a história que a Manhã ouviu do Vento e contou ao Tempo que lhe deu a prometida rosa azul. Em certos dias de Primavera a Manhã coloca sobre o luminoso vestido essa rosa azul e antigas idades. E então se diz que faz uma esplêndida manhã toda azul.(fim)

FIM

O Gato Malhado e a Andorinha Sinhá 69


(Infanto-juvenil, 1976)

“A

história de amor do Gato Malhado e

da Andorinha Sinhá eu a escrevi em 1948, em Paris, onde então residia com minha mulher e meu filho João Jorge, quando este completou um ano de idade, presente de aniversário; para que um dia ele a lesse. Colocado junto aos pertences da crinça, o texto se perdeu e, somente em 1976, João, bulindo em velhos guardados, o reencontrou, dele tomando finalmente conhecimento. Nunca pensei em publicá-lo. Mas tendo sido dado a ler a Carybé por João Jorge, o mestre baiano, por gosto e amizade, sobre as páginas datilografadas desenhou as mais belas ilustrações, tão belas que todos as desejam adimirar.

Diante do que, não tive mais condições para recusar-me à puclicação por tantos reclamada: se o texto não paga a pena, em troca não tem preço que possa pagar as aquarelas de Carybé. O texto é editado como o escrevi em Paris, há quase trinta anos. Se fosse bulir nele, teria de reestruturá-lo por completo, fazendo-o perder sua única qualidade: a de ter sido escrito simplesmente pelo prazer de escrevêlo, sem nenhuma obrigação de público e de editor”. Londres, agosto de 1976.

70


Jorge Amado (In: O gato Malhado e a andorinha Sinhá: uma história de amor, 40. ed. Rio de Janeiro: Record, 2002)

Noticia biográfica de Jorge Amado (de Internet) Nació en Bahía, Brasil el 10 de agosto de 1912 y falleció el 6 de agosto de 2001

Publicó su primera novela, llamada El País del Carnaval en 1931, cuando tenía 18 años. En 1933 publicó su segunda novela, Cacao. Se graduó en la Facultad Nacional de Derecho de Rio de Janeiro en 1935. Militante comunista, fue obligado a exiliarse en Argentina y Uruguay entre los años 1941 y 1942, período en que hizo un viaje por América Latina.

71


En el año 1945, fue electo miembro de la Asamblea Nacional Constituyente, por el Partido Comunista Brasileño (PCB), siendo el diputado más votado del estado de São Paulo. En 1947, año en que nació João Jorge, primer hijo con Zélia, su partido PCB fue declarado ilegal, y sus miembros fueron perseguidos y arrestados. Jorge tuvo que exiliarse en Francia, donde se quedó hasta el año 1950, cuando fue expulsado.. Desde 1950 hasta 1952, Amado residió en Checoslovaquia, donde nació su hija Paloma. . Fue electo, el 6 de abril de 1961 para la Academia Brasileña de Letras. Recibió el título de Doctor Honoris Causa por diversas universidades. También recibió el título de Obá de Xangô en la religión Candomblé. Sus libros fueron traducidos a 49 idiomas y publicados en 55 países. Existen también publicaciones en Braille, y cintas de audio grabadas para ciegos. En 1987, fue inaugurada en el Largo do Pelourinho, ubicado en la ciudad de Salvador, Bahía, la Fundación Casa de Jorge Amado, que abriga y preserva su acervo para investigadores. La fundación también ayuda el desarrollo de actividades culturales en el estado de Bahía. Jorge Amado adoptó un compromiso social con los pobres, los desposeídos, los marginados de la sociedad: obreros, campesinos, putas y vagabundos pueblan sus novelas, se convierten en protagonistas y héroes. Novelas de Bahia (denominación dada por el propio escritor) En Salvador de Bahía como escenario, Jorge Amado denuncia las injusticias sociales y la opresión en un mundo dividido entre buenos y malos, negros y blancos, oprimidos y opresores, pobres y ricos: O país do Carnaval, Suor y Capitães da areia.

72


Novelas ligadas al ciclo del cacao En Cacau, São Jorge dos Ilhéus y Terras do sem-fim denuncia la explotación de los trabajadores rurales por los exportadores de cacao en las haciendas del cacao del sur de Bahia; Jorge Amado narra historias líricas de malandrines y vagabundos elevados a la categoría de héroes románticos y folletinescos: Mar morto, Gabriela, cravo e canela, ésta de 1958, se convirtió en uno de los mayores éxitos editoriales de la literatura brasileña. En esta tendencia se encuadra también la novela A morte e a morte de Quincas Berro d'Água, en la que Jorge Amado crea uno de sus mejores personajes, el marinero Quincas Berro d'Água. En estas novelas las protagonistas son grandes heroínas, muy conocidas por el público brasileño: Gabriela, Tieta do agreste y Dona Flor. Otras obras Jorge Amado escribió también dos importantes biografías noveladas: ABC de Castro Alves y O cavaleiro da esperança en la que narra la vida de Luís Carlos Prestes, el primero presidente del Partido Comunista Brasileño.

73


. Fue encarcelado varias veces; la primera en 1936. Un año después sus libros fueron quemados en la Plaza Pública de Bahía por la policía del Estado Nuevo Brasileño, en tanto que Amado fue apresado nuevamente y enviado a una cárcel de Río de Janeiro, donde estuvo recluido por tres años. En 1941, se vio obligado a exilarse en Argentina. Al volver a Brasil en 1942 fue nuevamente arrestado, aunque puesto en libertad luego de unas semanas. Su actividad política finalmente lo condujo a abandonar Brasil para residir primero en Francia y luego en Rusia. Trasladado a Checoslovaquia, escribió allí los tres volúmenes de ensayos titulados Los subterráneos de la libertad (1952-1954). De vuelta a Brasil, publicó en 1958 Gabriela, clavo y canela, que fue recibida como la creación de uno de los más bellos símbolos literarios de la narrativa brasileña, así como la consagración definitiva de Amado como novelista. Publicados en 52 países, sus libros fueron traducidos a 48 idiomas y las adaptaciones de sus novelas para cine, radio, teatro y televisión fueron recibidos con gran placer estético por diferentes públicos.

San Andrés. Junio de 2010

74


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.