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Reminiscencia
Prendo el televisor, imágenes erráticas aparecen ante mí, siluetas fluctuantes y vómito pútrido, en el que vislumbro brevemente aquel rostro moribundo… Los muertos se amontonan y no podemos rendirles culto como se debe, la gente se alza en un grito herido, cansados de que los cuerpos, mucho antes de que llegara el virus, ya se estuvieran amontonando, a causa de aquellos que solo velan por sus intereses. El virus no tiene alma, no es humano, pertenece a otra realidad que empezó a esparcirse sobre la nuestra, imponiendo su estructura burda y simple sobre nuestra vasta complejidad. La estática en la habitación se hace más y más ruidosa, mi respiración se acelera, amenazando con colapsar, los rostros de aquellos que alguna vez estuvieron en mi vida comienzan a difuminarse, y la transición a la inmaterialidad se hace inminente. Los estímulos visuales y auditivos ahora son el único rezago de su existencia, que cada vez se va difuminando más y más… poco a poco. Las proyecciones de mi mente enrevesada se tornan más marcadas hasta por fin ahogarme, hasta hacerme sentir que el mundo colapsa. Me refugio en aquella sustancia incolora, que me permite ver lo que yacía oculto en el interior… veo có mo las figuras descompuestas de los que habitan conmigo se hacen cada vez más toscas y extenuantes… encuentro la raíz oculta de todos mis males, potenciada exponencialmente, veo cómo el factor humano se ensancha hasta consumirme… algo aparentemente tan ridículo y simple. Pero el problema de aquello no radica en su forma realmente, sino en su sustancia, en lo extraño que aquello contiene; la incomprensión de lo que acontece se abalanza sobre el hombre, el peso de aquellos rasgos que lo dominan, de aquella situa- ción que solo lo conlleva a la exacerbación de todos sus males. Una ruptura, un quiebre en un modus operandi hasta ahora dominante… veo los ojos de mi madre, escucho los graznidos de mi hermana, precipitándose sobre el pavimento húmedo y sucio, y cuando aquella sustancia empieza a hacer efecto, veo cómo mi psique se resquebraja, y las piezas que componen a los otros que allí me acompañan se desarman, veo lo que buscan, veo lo que sienten, veo lo que contienen, semejante a una muñeca rusa, compuesta por capas y capas de sustancias viscosas, inmateriales e imperecederas, y logro concebir el nivel de complejidad que cada uno habita, por más sencillo que sea su drama de vida. También logro sentir el peso tan abrumador de la distancia, del silencio. Alejado de la civilización, camino por este bosque, pero extrañamente no me siento libre, estoy atado a ella, o quizá, a la conjunción de factores que toman como forma su rostro, y sus terminaciones nerviosas. Ese conjunto de sonidos y texturas que jamás conoceré. Pienso en el sonido chirriante que habita en el interior de mi oído, amenazando constantemente en perforar mi cerebro, y así, lentamente, decaigo en una maraña de inconsistencias extrañas. Y es ahí donde contemplo cómo fluctúa el proceso humano, por medio de mis constantes observaciones,reconozco la asfixia, y el ardor en mi pecho que amenaza con matarme, quemándome desde dentro, desde mis entrañas, fibra por fibra, extendiéndose como una gangrena. La mente degradándose entre la radio, replicando a un volumen estallado e ininteligible (como intentando tapar lo que resuena dentro), alcohol etílico y olor a excremento de gato. El sinsentido acumulándose y apilándose, abrumándome por el simple hecho de ser humano, encaminado quién sabe hacia dónde, cansado quién sabe por qué. Mi tristeza recubriéndome de un color grisáceo hasta la médula, y el sentimiento de vacío ampliándose en mi cavidad torácica. Y yo, intentando comprender el origen de aquel conjunto vomitivo de imágenes, pienso en cuánto tiempo llevo aquí. Siento que siempre he estado aquí, encerrado, en esta habitación, sin salida. QUIERO. El contraste entre asco y añoranza por las personas acentúa mi miedo y confusión, por eso quiero rasguñarme la cara, perforarme el cuello, la garganta. Quiero detener este maldito espasmo, este maldito escalofrío que recorre todo mi cuerpo. Quiero a alguien que me acaricie, alguien que me abrace, pero a la vez anhelo estar solo, flotando en mi cavidad mental. Quiero ser feliz y dichoso…pero más que la dicha quiero la paz. A veces quisiera solo dormir, y recorrer el tiempo, de un sueño a otro, sin más. INMATERIALIDAD INMINENTE. Aquí me hallo flotando en la inmensa posibilidad de este mundo fluctuante, repleto de formas palpitantes que no se configuran por el margen delimitado de las formas, que se hallan en aquel espacio indeterminado. Aquella laguna que fluye a mi voluntad, donde puedo vivir sin ataduras de ninguna clase de estructura física ni racional, solo me expando, me ensancho, y me regodeo en aquel éxtasis, siendo realmente libre de la asfixia. Ahora palpito de vida, soy todos los seres y vivo todas las emociones y existencias simultáneamente. Mi identidad ya no me ata, mi cuerpo ya no colapsa por aquellos espasmos, mi cuerpo ya no duele y mi alma no se queja. Este vacío lleno de colores me habla de una nueva posibilidad. Veo inconsistencias y reminiscencias de planos estáticos de algo que alguna vez fue, que alguna vez sufrió, veo cómo aquellas figuras difusas transmutan y aplacan mi mundo idílico y neón tornándolo en una greda fétida y escabrosa, un lugar oscuro. Veo aquel pozo profundo al que me precipito, mi respiración colapsa, el lugar retumba hasta derrumbarse y aplacar cualquier ideal del yo, convirtiéndome en una amalgama de miedos a duras penas pensante. GOLPE. Abro mis ojos, y veo aquel leve resplandor… ¿quién soy?, ¿dónde estoy?... mi ser se restablece después, todo el caos vuelve y se abalanza sobre mi conciencia, aprisionando a mi verdadero yo, encerrándolo en barrotes metafísicos que toman una textura de látex. Vómitos de información repulsiva hacen convulsionar a mi cerebro, la efusividad y el frenesí estremecen todo, mi mente entra en alerta continua y ningún detalle se puede escapar. Analizo cada milímetro de realidad, veo cada esquina, cada rincón, cada peligro, “así podré reaccionar”... O eso creía, porque ahora quedo paralizado por el profundo miedo, este se apodera de cada fibra de mi cuerpo y sigo naufragando ante el mar de lo absurdo, ante la extrañeza del mundo, el cual se hace tan distante… estoy varado en una isla, incomunicado con la realidad, la cual me abofetea, tergiversando las señales, sin poder leer los símbolos. APARICIÓN. Realidad a medias y el ensueño total. Buscando alguna compañía, algún calor, algo de paz, algo real… debe haber algo además de mí... Ahora he llegado a la costa de las demás almas, y creo vislumbrar una figura. Esta parece escucharme, espero haber encontrado vida, algo real, algo tangible, además de mí en este océano de infinita confusión. Confío firmemente en que alguno de nosotros lo logre… DESPIERTO. El proceso de confusión se repite e intento, como puedo, reiniciar mi fatigado día. Creo que me apliqué más perfume de lo habitual… la forma en que mi abuela mastica me parece repulsiva, mi hermana se mueve por el cuarto de manera frenética y hace que se torne más intenso el ruido en mi cabeza… los pensamientos se acumulan, transitan por mi cráneo desordenadamente y chocan con violencia… una idea se difumina, se desvanece abruptamente… no quedan rastros, solo susurros sin sentido… aparentemente nada lo tiene. El día por fin muere. El día renace. ¿Por qué debería levantarme?, ¿con qué propósito?... permanezco horas flotando en este estado, pasmado, delirante, envuelto en un caos mental, sin orden ni forma alguna, un homúnculo de sonidos desconfigurados, de obsesiones y compulsiones absurdas, rozando con lo ridículo. La exacerbación de mi estado se precipita, cada vez más lejano y difuso, tomando un halo de ensueño… todo tornándose tan ajeno. Me derrito en esta habitación hermética, intentando entrever las formas, contemplando el paso inminente a la inmaterialidad, mientras mi carne… finalmente, se pudre.
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