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Diaro del editor

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El escape

El escape

Es innegable que el universo de la literatura ilustrada se puede componer como una amalgama infinita de referencias de múltiples disciplinas, vertientes artísticas y un vaivén de fuentes de conocimiento. Todo esto termina condensado en una pieza que ofrece una sinfonía gramática estructurada autónomamente para decantar en distintos niveles de lectura. En el caso de este proyecto colaborativo, debo declarar, que me hace reflexionar sobre su carácter ambicioso, pero modesto al mismo tiempo. Ambicioso por el proceso que se tradujo en el resultado final, después de ensamblar de forma tanto intuitiva como medida una gama tan diversa de material, de creadores con perfiles disímiles, tanto en su experiencia, como en edades y estilos. Pero a su vez modesto porque se planteó como la oportunidad de dar voz a “sobrevivientes” del mundo artístico que aún no se han enceguecido por pretensiones muy comunes en nuestro mundo actual, particularmente en los círculos literarios y artísticos.

Este ejercicio se materializó dentro de una gran historia que tendría como fin alojar en su concepto a todos los mundos literarios y visuales obtenidos de los participantes en esta compilación. En el proceso creativo desde el que se moldeó esta caja de Pandora provocada por el extraño hecho histórico de la Pandemia, se dio un recorrido irregular, saltando desde la reflexión obligada acerca de las implicaciones de convertir nuestros hogares en los refugios del aislamiento, pasando por referencias icónicas de la ciencia ficción y el terror, hasta algunos hitos importantes del cine, para llegar a gestar esta propuesta.

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La fascinación por los misterios del universo son una constante cautivadora para el ser humano. Este fue el punto de partida para poder materializar una conexión con la condición de encierro.

En medio de la búsqueda de un detonante apareció uno de los textos donde se hace referencia a Borges. La ramificación comienza a extenderse y retumba la visión de la idea de universo en una relación inversa: ese punto íntimo donde se condensan todos los confines del universo, El Aleph. ¿se podría decir que nuestro universo se transfiguró a nuestros espacios “privados” o en el “interior”? Desde aquí se comienza a reorganizar nuestro imaginario de la realidad. Nuestro nombre ha nacido: “Universo en aislamiento”.

En otros momentos tuvimos referentes de diversos perfiles. Este dislocamiento de teorías acerca del universo también nos convocó con algunos postulados presentes en las películas de Christopher Nolan “Interestellar e “Inception”. Curiosamente en el primer caso el creador nos lleva a navegar

Universo en aislamiento en las teorías más arriesgadas y avanzadas sobre los secretos del universo y el espacio exterior; y en el segundo caso nos invita a un viaje a otro universo enigmático: el de la mente y los sueños. Esto es algo que ya habíamos vivido en una especie de fuente de inspiración que fue “2001: Odisea en el espacio”; Kubrick había tenido este tipo de acercamiento a visiones científicas que hacían su aporte a darle sentido al universo y sus laberintos indefinibles. Este aspecto se convierte casi en un marco teórico indispensable para entender distintos puntos de análisis relacionados con la idea de universo, que se ve aún más condensada en el libro original de Arthur C. Clarke. Tal vez una nariz de ventaja frente al estudio cinematográfico de Nolan es ese componente de abstracción que deja como resultado Kubrick, el cual nos hace una zancadilla hacia el abismo inasible que intuimos con más familiaridad de una nada escurridiza como el cosmos y sus misterios. Somos admiradores de la ciencia ficción, en muchos de sus formatos. Por esta razón no tuvimos escapatoria al nombrar a personajes de la talla de Ray Bradbury o Philip K. Dick. Recordaba en este último esa muestra de desintegración de la realidad tan compleja de “Una mirada a la oscuridad” (A scanner darkly). Porque acá no funcionan las soluciones efectistas de algunos maestros de las ventas que nos obligan a creer que todo se reduce a un espacio infinito y que todos tenemos la razón. Interesante pero ingenuo, al no tener cómplices que nos impulsen a conocer más sobre las capas que envuelven todo lo que concebimos en este plano. Además del libro hay un gran material visual en la adaptación llevada al cine por Richard Linklater. “Una mirada a la oscuridad” también nos ha funcionado como un pretexto de reflexión acerca de estos fenómenos sociales escalados a decisiones políticas en los cuales se termina viviendo un ejercicio de control de esa misma realidad. En este punto tomamos como referencia las disertaciones críticas frente a fenómenos relacionados con la utilización de las drogas químicas y sintéticas con fines ya predeterminados. De alguna forma esta temática es recurrente devolviéndonos a una realidad más inmediata en la que también el mundo de los medicamentos se torna cada día más frágil y sujeto a cuestionamientos. Así también lo plantea, en un formato enfocado más a televisión, la serie de Netflix Maniac. Un complejo escenario donde las drogas vuelven a tener una aparición como esa fuente de resolución a todo lo que sucede en nuestras vidas, desde la búsqueda capitalista de placer o desde una religión más hermética: la ciencia. Y sí, estamos girando constantemente en la órbita de la ciencia ficción. Por esta razón recabamos en recuerdos lejanos de los íconos televisivos más representativos, como por ejemplo en la Dimensión Desconocida, un referente que no solo nos remite a esa estética en la que el universo se vuelve una ruleta que puede caer en cualquier lugar, esa sensación de estar flotando en un lugar impredecible que en cualquier momento nos puede lanzar a cualquier tipo de sensación; sino que además comienza a adentrarnos en las oscuras zonas del terror cósmico. Ya sabemos que estas dos palabras tienen un efecto instantáneo, traducido en un nombre: H. P. Lovecraft, el genio detrás de este mundo extraño y violento que se torna en contra del ser humano, casi que sin una razón justificable, solo es algo que implanta esa energía destructiva sobre el ahora diminuto e insignificante individuo. Aunque hay una moral un poco escondida que nos advierte también sobre la soberbia y sus consecuencias nefastas al no respetar esta premisa. Esto sería aún más extraño si no se incluyeran referentes tomados del mismo insumo de contexto artístico. Hay una atmósfera que se respira a lo largo del recorrido transversal de la obra. Esa estética que se tradujo para tratar de darle una voz colectiva al compendio de experiencias en fuga se veía plasmada en hitos de la novela gráfica como el recientemente amplificado The Sandman, gracias a su experimento televisivo de la diáspora del streaming, con la adaptación para Netflix; un proyecto con un tinte de polémica, principalmente para los fans que han conformado en sus mentes un universo exacerbado en símbolos y alegorías que el factor comercial de la maldita caja suele en muchos casos no satisfacer. Universo en aislamiento termina ofreciendo un resultado que no se reduce a esa necesidad condescendiente de muchos proyectos inmersos en este tipo de temáticas, de dar una solución amable o un final feliz. Por cuestiones más provocadas a raíz de la sinergia del trabajo editorial y creativo, naturalmente este universo narrativo nos deja más bien enfrentados a una realidad de la cual no podemos escapar, una serie de interrogantes que buscan con mayor interés acompañar una cantidad de experiencias en las cuales todos nos tuvimos que posturar en algún momento, con un sabor contradictorio de aquello que siempre va a estar fuera de nuestra comprensión y control.

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