comerse sus palabras, para sorpresa de los conservadores. Bilderberg impuso, una vez más, a su hombre. En su libro, Conspirators Hierarchy: The Story of the Committee of 300, el doctor John Coleman escribe que «los consejos de Vickers aplicados a la administración Reagan fueron los responsables del derrumbe de las industrias ban-caria y emprestitaria». Coleman añade que Milton Friedman, un economista americano defensor del laissez-jaire capitalista, sinónimo de la economía de mercado más estricta, revivio los planes del Club para desindustrializar Norteamérica, «usando la presidencia de Reagan para acelerar la caída de la industria del acero y después, la de la construcción y el automóvil». Así pues, los cacareados principios de Reagan pertenecen a los que le pagan. Cuando en 1966 consiguió, por primera vez, la nominación republicana como candidato a gobernador de California, Ronald Reagan, el más conservador entre los conservadores, se distanció del ala dura y puso a la gente de Roc-kefeller como sus consejeros. Es totalmente aterrador pensar que los miembros del Club Bilderberg son una fuerza omnipotente ya que no tienen oposición. Después de ser destronada, lady Thatcher le confesó a Jim Tucker, de la revista The Spotlight, que ella consideraba que ser denunciada por el Club era todo un «tributo», porque ni Gran Bretaña ni ningún otro país deberían entregar su soberanía. Sin embargo, se puede decir que lady Thatcher tiene suerte de seguir con vida. No se puede decir lo mismo del destino de Aldo Moro, primer ministro italiano, o de Ali Bhutto, presidente de Pakistán, como veremos a continuación. El asesinato de Aldo Moro En 1982, John Coleman, un ex funcionario de Inteligencia con acceso a las más altas esferas del poder, demostró que el primer ministro italiano A1do Moro, «un miembro leal del Partido Democristiano que se oponía al crecimiento cero y a las reducciones de población planeadas para su país», fue asesinado por órdenes del Grupo Masón P2, con el objetivo de alinear Italia al Club de Roma y al Bilderberg. El país transalpino debía ser desindustrializado y ver reducida su población. Coleman afirma en su libro que los globalizadores querían usar Italia para desestabilizar Oriente Medio,
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