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Enamorarse

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La Vida en la Mesa

La Vida en la Mesa

“Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:4-5).

“Ama...” qué sorprendente forma de iniciar una oración. No solo nos resistimos a ser dirigidos al amor, sino que también tenemos una suposición común de que el amor no puede surgir por orden. “El corazón ama lo que ama” es la frase que a menudo escuchamos, con la suposición de que nuestros corazones tienen su propio albedrío con respecto a quién, cómo y qué amamos. Podría ser útil cuestionar esa noción: ¿Realmente no tenemos aportes sobre quién y cómo amamos? ¿Estamos a merced del capricho de nuestros corazones? Al amar a Dios con todo nuestro corazón, mente y fuerzas, podemos escuchar una invitación en lugar de un mandamiento a enamorarnos de Dios. La pregunta no es lo que sienten nuestros corazones, sino qué prácticas cultivan buena tierra para nuestros corazones, almas y mentes y así amemos a Dios.

Es útil recordar que “Amar a Dios” es saber primero que estamos respondiendo a Aquel que nos ama totalmente. El a menudo citado Juan 3:16 comienza con estas palabras de verdad y promesa: “Porque tanto amó Dios a...” Inserte su nombre y permita que la belleza de ese amor y esa promesa se apoderen de su ser sin importar la situación de vida en que se encuentre. Porque Dios me ama tanto. Cuanto más permitimos que ese amor fluya en nosotros en oración, adoración y en las Escrituras, más podemos escuchar la invitación a crecer más profundamente en nuestro amor por Dios. Dios siempre inicia esta relación de amor.

Esta relación amorosa crece a medida que compartimos intencionalmente la vida en lo mundano y emocionante. En las prácticas de dar oraciones de acción de gracias por el pan de hoy y en los milagros. Es el caminar día a día con Dios lo que crea una intimidad cada vez mayor a partir de la cual cantamos: “Es tan dulce confiar en Jesús... Lo he probado una y otra vez”. Podemos crecer en nuestra comprensión del carácter, las promesas, el llamado y, en última instancia, la confianza en Dios. A medida que conocemos mejor a Dios, podemos enamorarnos de Dios de maneras cada vez más profundas.

La imagen de Dios como nuestro pastor que se encuentra particularmente en el Salmo 23 es una gran expresión del amor fiel de Dios y una invitación a enamorarse. Tal vez usted, como yo, escuchar este pasaje en la Versión King James le traiga recuerdos de las voces de aquellos que han leído este pasaje para usted y con usted. Puedo ver a las personas que dieron testimonio de enamorarse de Jesús, su pastor. También captura los momentos de mi vida en los que he recibido estas palabras como una promesa y garantía. Lo animo a leerlo en voz alta y lentamente.

El Señor es mi pastor. Nada me faltará. En lugares de verdes pastos me hace descansar; j Junto a aguas de reposo me conduce. Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de Su nombre. Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo; Tu vara y Tu cayado me infunden aliento. Tú preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos; has ungido mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días. (Salmo 23 NVI)

El Salmo 23 es un hermoso recordatorio del carácter de Dios, que es de amor y fidelidad. Nuestro Dios nos ama con provisión, descanso, guía, restauración, consuelo, provisión y la presencia prometida. Dios nos ama como un pastor. “Ama” es un llamado a devolver ese amor para que podamos conocer todo lo que Dios quiere derramar en nuestras vidas por amor.

No hay nada tan hermoso como escuchar el testimonio de una persona mayor que ha caminado con Dios de una manera vibrante a lo largo de los años. Su historia no se narra en pasado. Es un testimonio en presente de que se sigue enamorando a medida que encuentra a Dios en cada nuevo día. Es un testimonio vivo que dice: “El Señor es mi pastor... Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán”.

La Dra. Mary Rearick Paul, D.Min, es ministra y vicepresidenta de vida y formación estudiantil en Point Loma Nazarene University.

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