Jugar con fuego: guerra social y utopia em la independencia de América Latina.

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Cartagena, que resistió con derroche de heroísmo el sitio tendido por estas fuerzas descomunales durante más de cien días, se rindió el 6 de diciembre de 1815. A esta capitulación, siguió el derrumbe en los meses siguientes de la resistencia patriota en las restantes ciudades y la propia Bogotá, que cayeron una tras otra como fichas de dominó. En el Virreinato del Perú, bastión peninsular, donde ya se había producido una extendida rebelión indígena en Huánuco y Huamalíes (marzo de 1812), estalló a fines de 1814 otra de mayores proporciones. Nos referimos a la masiva sublevación de mestizos e indígenas, conducida por el septuagenario curaca quechua Mateo G. Pumacahua – descendiente del inca Huayna Capac –, connotado jefe realista, premiado y ascendido por la Corona por su destacado papel treinta años antes en la lucha contra Túpac Amaru. La puesta en vigor en Cuzco de la constitución gaditana fue la responsable de avivar las contradicciones entre las capas medias y los artesanos mestizos, encabezados por José y Vicente Angulo y el oidor Manuel Vidaurre – autor del Plan del Perú (1810), destinado a abogar en las Cortes por la autonomía hispanoamericana – y los restantes miembros de la audiencia, los realistas y el virrey Abascal. Para estos últimos, el predominio de los primeros en el ayuntamiento constitucional era un verdadero desafío al orden establecido. Detenidos los hermanos Angulo y otros criollos desde fines de 1813, lograron escapar de prisión y apoderarse del Cuzco (2 de agosto de 1814), con el propósito de hacer respetar la constitución de 1812. La inesperada adhesión de Pumacahua a este movimiento, lo convirtió en una verdadera revolución que estremeció al virreinato al ampliar sus modestos objetivos originales por los de una lucha contra «la madrastra patria opresora», apoyada por «Trescientos mil Incas, señores de este suelo».210 Según el testimonio del regente de la audiencia, Manuel Pardo: Inmediatamente mandaron venir a la capital del pueblo de Urquillos distante seis leguas de la capital en donde se hallaba el brigadier Pumacahua, uno de los tres gobernadores nombrados para interesarlo en la revolución, como que tenía en los indios un ascendiente decidido, tanto que era conocido entre ellos con el nombre de Inga, el cual se acomodó luego a las nuevas ideas.211

Por la amplia participación popular, la presencia de sacerdotes criollos en sus filas, como Ildefonso E. Muñecas y José Gabriel Béjar, y la feroz represión 210

Tomado de la respuesta de Angulo, del 17 de septiembre de 1814, al ultimátum del virrey Abascal, tras conocerse la derogación de la constitución de 1812 por Fernando VII, en Antología de la independencia del Perú, Lima, Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1972, p. 206. 211

Citado en Heraclio Bonilla: «Clases populares y Estado en el contexto de la crisis colonial», en La Independencia en el Perú, ed. cit., p. 46.

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