Nagari#4 LAS BARCELONAS

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141 Los autores latinoamericanos están presentes casi siempre: Mario Diament, Vargas Llosa, Federico García Lorca entre otros y, además, por la mixtura del origen de los estudiantes –Perú, Cuba, Venezuela, Colombia, México, Puerto Rico, Nicaragua, Argentina, R. Dominicana…– uno conoce a autores, poetas y escritores de cada país. Una contribución sin duda a la expansión del conocimiento teatral, la preservación, y el intercambio de la cultura hispana en este país. Y como Estados Unidos es el nuevo hogar, sus autores también están presentes: Tennesse Williams, Arthur Miller, Walt Whitman… Y por supuesto el mundo se expande y aparecen los textos de los clásicos: Molière, Shakespeare, Víctor Hugo o el propio Homero, traído tras un largo viaje en el tiempo. Existen los más audaces y provocativos: los que muestran sus propias creaciones. Los trabajos guardados en la gaveta o los que les falta aún ser pulidos para el próximo repertorio. Semillas que terminan volando más allá de la cuarta pared para detenerse en algún teatro de la ciudad. La arena tiene la particularidad de volar. A la mitad de la clase, Máx hace un “break”. Se toma unos minutos para estar solo y ver lo que viene después. En los pasillos del college se detiene. Mira por la ventana. Y ve la ciudad de noche. Es un instante donde recuerda los años que lleva dictando aquí sus lecciones. Cuando decide el adiós profesional al teatro por una afección cardiaca y abandona su querida Nueva York. Recuerda que ya no es el mismo joven que había sacado adelante el teatro hispano en aquella ciudad. Ya no puede co-

rrer por la capital del mundo con pasos rápidos. Ahora su salud le pide otro ritmo. Otra ciudad. Un lugar como “La ciudad del Sol.” Apenas llegó a Miami, el Miami Dade College, una de las principales instituciones educativas del estado de Florida, lo contactó para aprovechar sus conocimientos. Le brinda clases periódicas de teatro en inglés. Pero aquello no tuvo la acogida esperada y tuvo que cerrar sus clases. Máx fue picado nuevamente por ese “bichito” de su interior. Un día, en un restaurante cerca de la famosa calle ocho, se reunió con un grupo de amigos actores para comunicarles que deseaba continuar con el teatro a través de la enseñanza. En abril de 2006 Max le renta por tres meses a Juan Roca, director teatral cubano, el espacio escénico Havanafama; un grupo que difunde la cultura teatral en Miami desde hace más de veinte años. A partir de ahí, cada sábado empieza a dictar sus clases. Al terminar el corto periodo, ese mismo año, se muda al garaje de uno de sus alumnos para seguir impartiendo sus enseñanzas académicas. Todos se unen a la causa reparando las paredes, repintando la esperanza, reacomodando las viejas sillas por otras nuevas. Cuatro meses después de este inicio, y tras el éxito de sus talleres, el Miami Dade College lo vuelve a contactar, para que instruya, ahora, en el segundo idioma más importante de este país, el español. Una apuesta arriesgada y valiosa de esta institución que decide también producir una obra por año como muestra final con los mismos estudiantes como actores, y el mismo profesor como director. Así, en el año 2007,


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