LA ADOLES CENCIA: ¿UNA EMBOSCADA?

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Las pulsiones sexuales emergen poderosamente. Se empieza a gestionar la dependencia versus la independencia, y la comunicación, cuando existe, se hace difícil y suben las apuestas por lo inmediato y lo fugaz, y algunas de estas tienen desenlaces trágicos y graves. Las presiones internas y externas se acentúan y entran en conflicto en el adolescente, generándole una gran ambivalencia que repercute en los padres, aumentándoles el sentimiento de impotencia, de culpa y de ganas de dimitir si pudieran. Ya saben aquello de: usted no puede ganar, no puede empatar pero tampoco puede abandonar el juego.

LA ADOLESCENCIA: ¿UNA EMBOSCADA? Jóvenes y sociedad frente al cambio

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lguien dijo que la adolescencia es una emboscada en la que no faltan francotiradores. Sabemos que es una época de cambios y de cambio, estresante y desconcertante para el protagonista pero también “inmensamente larga” para el núcleo familiar. Algunos padres, no recordando la suya, a veces añorándola y a veces todavía instalados en ella, expresan la necesidad de hacer un Máster o de reciclarse en competencia parental en alguna Escuela de Padres. Si nuestros hijos se instalan en la adolescencia de forma crónica y el periodo adolescente se eterniza (algunos padres dicen que sus hijos “no se quieren ir de casa”, o “Tendré que echarlo porque todavía vive con nosotros”), alguna corresponsabilidad tendremos los padres y la sociedad que hemos construido. Esto, por supuesto sin obviar el drama del paro juvenil existente.

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Generalmente, la madre asume su función y está ahí, en ese acompañamiento a veces difícil, doloroso y agotador, donde la ausencia de la función paterna se hace muy frecuentemente presente. O, a veces (todavía peor), existe un “presentismo” que no incluye el necesario compromiso y la mínima responsabilidad exigible en las funciones parentales. Se está pero no se hace nada. Es preciso reinventar el vínculo educativo ante la emergencia de nuevas formas de viejos problemas (por ejemplo el botellón). Es necesario delimitar nuestro posicionamiento ante diversos fenómenos y conductas (bullying, consumo de tóxicos, adicciones tóxicas y psicológicas, fracaso escolar, maltrato a menores, conductas violentas…) que aparecen actualmente en la adolescencia. No existe la adolescencia: existe el adolescente, que además interactúa en un contexto determinado y vive en una sociedad compleja y cambiante. El adolescente convoca a ejercer la función educativa y rechaza tanto la compulsión prohibicionista y punitiva como la permisividad y la ausencia de límites. Nuestra posición como padres, educadores y gestores públicos debe de ser la ética de las responsabilidades, y nuestra autoridad debe basarse en el saber y en el límite para que sea posible la transmisión, y para poder ofrecer fórmulas que vehiculicen los intereses del adolescente hacia actividades socialmente admitidas. Ahora más que nunca hay que rescatar

No existe la adolescencia: existe el adolescente, que además interactúa en un contexto determinado y vive en una sociedad compleja y cambiante

la función civilizadora, objetivo prioritario de la responsabilidad educativa que tenemos como referente. Muchas veces el plural solo se conjuga en singular: la madre. El objetivo y la estrategia es la apuesta por la prevención a través de la pedagogía, pedagogía y pedagogía en los tres ámbitos: familiar, escolar y social. Es muy importante la educación en valores y la formación, desde muy niños, en procesos deliberativos. La pedagogía tiene que reconvertirse, en una sociedad plural como la nuestra, no en la imposición de valores de los docentes (eso se llama adoctrinamiento) sino en el debate y en el respeto de los valores de todos. Es a través de la deliberación sobre valores como aprendemos a ser tolerantes; es comportarnos con armonía en las diferencias. Esta debe centrarse en cómo se afrontan los conflictos de valores, con el objetivo de lesionarlos lo menos posible. El objetivo no es el consenso, sino la toma de decisiones prudentes. La prudencia es hacer lo correcto en el momento oportuno; es decir: el término medio aristotélico. No cambiaremos a mejor la sociedad; es decir, no progresaremos colectivamente si no le damos la importancia que tiene a la educación. Hay que redefinir la forma de educar. Hay que profesionalizar y valorar al máximo la función docente. Hay que formar y reciclar a los docentes en nuevos métodos pedagógicos. Ese es nuestro reto. He ahí nuestro futuro. Ah, y no se olviden, aun aquí y ahora, que ni estamos en derrota ni mucho menos en doma.

Dr. Miguel Lázaro

Psiquiatra Coordinador del Centro de Atención Integral de la Depresión Miembro del Instituto de Peritaje del COMIB

Por cierto, chapeau por nuestros jóvenes que en su proceso de madurar y de progresar como personas deciden “volar del nido” y buscar otros contextos en otros países. El cerebro del adolescente hace su “podaje neuronal”: hay un tsunami hormonal que lo arrastra todo; la pulsión gregaria se optimiza; se optimizan el desacuerdo, los encontronazos y los desencuentros; se activa poderosamente la dependencia afectiva, que confronta al adolescente, confundiéndole con el vértigo de la libertad y con su deseo y necesidad de autoafirmación y autonomía.

Psiquiatría: ¿Dialogamos o nos comunicamos?

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