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Para Eiguer el autoerotismo psicológico aparece como “la matriz de la subjetivación”, ese dialogo que emprendemos con nosotros mismos. Uno de los ingredientes de este proceso es la autoreflexión (“me miro, me observo, como si yo fuera otro”). El autoerotismo, continúa Eiguer, es activo en el trabajo de pensamiento lo cual nos permite ser sensibles a la llamada de nuestro verdadero Self, el núcleo de nuestra identidad que reclama ser auténtico.

La habitación del adolescente marca una ruptura La habitación del adolescente constituye un lugar de ruptura, que corresponde a un momento de cambio en su vida, es su casa. Los padres no se atreven incluso a entrar en este lugar. Los adolescentes marcan su independencia, por ejemplo, colgando posters en las paredes. Eiguer aconseja a los padres no atacar sus extravagancias: es necesario dejarles llegar a ser ellos mismos.

El salón, el reino del aparentar

habitación de los padres hasta que abandonaban la casa. De esta manera la intimidad de la pareja no estaba nunca garantizada. Para el niño es un lugar donde desarrollarse y disfrutar. Es darle el derecho a su intimidad, a su diferencia, un espacio para jugar y hacer sus deberes, un espacio donde ordenan o no sus cosas. Es un espacio separado del de los adultos, donde no ven la intimidad de los adultos ni tampoco son observados o espiados por ellos. Eiguer aconseja a los padres encontrar un justo equilibrio entre “el dejar hacer”, que es una manera de no responsabilizarse, y el control excesivo que paraliza y no favorece nada la estima de sí mismo. Recomienda que los niños intervengan en la elección de los muebles de su habitación y dejarlos organizar su espacio a su manera.

El cuarto de baño, lugar donde uno se reencuentra consigo mismo Para Alberto Eiguer es un lugar de intimidad, en el que se instala un dialogo con su cuerpo y por extensión consigo mismo. Se encuentra el reino del autoerotismo: el gesto, el movimiento, sensaciones gratificantes, afeitarse, enjabonarse…

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El salón es un sitio para recibir, generalmente se organiza para recibir a los visitantes. Es el lugar donde la pulsión de ver es la más activa. Por eso es organizado y decorado para mostrarse rodeado de muebles y de objetos de prestigio. Aunque se piense haberlo decorado de actualidad, también está representado parte del pasado: cuadros, retratos, antiguos o recientes “vigilan” a las personas que los rodean. De una cierta manera, es ser reconocido por nuestros antepasados que están en primer lugar en los retratos. Y también por la familia más actual: identificados, admitidos como que forma parte de la familia. En general es un lugar donde la familia se reúne y sus integrantes descansan juntos.

La cocina restaura el cuerpo y el espíritu Eiguer sostiene que la cocina está viviendo una época de renacimiento. Por otra parte, para muchas personas representa el corazón de la casa. Ello deriva del hecho que cocinar es una función de las más nobles y que actualmente se va ampliando a una función de restauración psíquica, al comer y hablar todos juntos: “No se trata solo de cocinar, sino también de nutrir, de ofrecer su talento”. Allí uno busca refugio para encontrar a alguien con quien compartir sus penas e inquietudes. Durante las comidas cada miembro de la familia evoca sus dificultades y sus alegrías. Cocinar es amar, afirma el autor.

Homeopathy watching horrors of Allopathy, Alexander Beydeman, 1857

Coincidencias de la HOMEOPATÍA con el PSICOANÁLISIS

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a homeopatía es un sistema terapéutico creado por el Dr. Samuel Hahnemann (1755-1843) en el año 1796, que se basa en la Ley de similitud.

Los cuatro pilares en los que se basa la homeopatía son los siguientes: 1º. Principio de la similitud (simillia, simillibuscurentur): Lo semejante cura a lo semejante. Lo que provoca la enfermedad en un sujeto sano puede curar en dosis infinitesimales un estado enfermo similar. Ese remedio homeopático único es el “Simillium”.

2º. La experimentación en un hombre sano: Los remedios homeopáticos surgen de esa experimentación, procedimiento que se denomina “patogenesias”. 3º. La dilución infinitesimal dinamizada: Los remedios homeopáticos son utilizados en dosis infinitesimales. Esto quiere decir que son energía. El procedimiento de preparación del remedio se denomina “dinamización”, que consiste en la dilución sucesiva de la sustancia, conjuntamente con la “sucusión” o agitación del frasco. 4º. Individualidad de cada caso: Los síntomas son para el homeópata la expresión del desequilibrio de la energía vital. Muestran la idiosincrasia de cada persona. Esta particular manera de reaccionar, sentir y ser de una persona, es la que indicará cuál es el remedio adecuado para ella.

José María Peré Caldés Experto en Homeopatía por el Institut Homeopàtic de Catalunya


La Ley de curación homeopática nos indica el proceso que se observa en una curación verdadera. Puede esquematizarse así: La curación se produce, de arriba hacia abajo; del centro a la periférica; de los órganos de mayor a los de menor compromiso vital. Se observa el retorno transitorio de síntomas antiguos que no estaban verdaderamente curados, sino solo suprimidos. En un primer acercamiento puede parecer arriesgado plantear que la homeopatía y el psicoanálisis posean muchas coincidencias, pero profundizando un poco se ve que hay más coincidencias de las que parece. Ya las hay a nivel biográfico. Ambos, el Dr. Hahnemanny el Dr. Freud, tenían una gran facilidad por los idiomas. Tenían temperamentos fuertes y eran muy obstinados. Poseían una condición libre de prejuicios hacía la religión, y cuidaban mucho su cultura. El germen de sus descubrimientos parece provenir en Hahnemann de su auto-ensayo con la quinina; Freud, por otro lado, puso en marcha la prueba de la cocaína, que algunos relacionan como el primer encuentro científico con la neurosis y más tarde, con el psicoanálisis. También sufrieron ambos los ataques de la medicina de la época: Hahnemann, cuando escribió el Tratado de enfermedades crónicas y Freud con sus Tres ensayos para una teoría sexual (año 1905). La homeopatía ha sido pionera desde hace doscientos años en llevar adelante una concepción profundamente psicosomática, mucho antes de que surgieran desde la psicología atisbos de estas ideas.

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Desde el psicoanálisis se considera el síntoma como la expresión de un conflicto psíquico, cuya angustia es reprimida y somatizada. El síntoma somático adquiere entonces, un sentido a recobrar. Desde la homeopatía cada individuo refleja en el desequilibrio de su energía vital también su conflicto psíquico, y el particular modo psicosomático de intentar resolverlo. El síntoma pone de manifiesto a la vez, la condición miasmática, es decir, la tendencia constitucional predominante y evolutiva del paciente. Según el homeópata y psicoanalista francés, Dr. Didier Grandgeorge, la homeopatía hace de puente entre el psicoanálisis y la medicina “orgánica”, disciplinas ambas, lamentablemente separadas en la medicina contemporánea. La entrevista homeopática restablece la conexión con el todo que es el paciente. Al integrar las partes es de por sí ya psicoterapéutica. Los remedios homeopáticos actúan como si “liberaran lo inconsciente”, aunque sin necesidad de hacer consciente lo reprimido (condición del psicoanálisis). La homeopatía “no interpreta”, es su manera de ser objetiva. En psicoanálisis, las palabras del paciente “auto-interpretan” a quien las pronuncia. De este modo, el homeópata y el analista protegen la subjetividad del paciente de las intervenciones subjetivas del médico. La objetividad ante las palabras del paciente, constituye un puente entre el psicoanálisis y la homeopatía, permitiendo que un se sirva del otro para mejorar los resultados de cada uno. Fue Hahnemann el primero que vio al ser humano como una unidad, y que los síntomas de los pacientes que llamó “raros, extraños y peculiares” eran la expresión más profunda de su enfermedad. Freud fue el que abordó a sus pacientes a través del discurso de los mismos, y el que sostuvo que la

vía de acceso a los conflictos más profundos era a través de lo que denominó formaciones del inconsciente: los síntomas, los sueños y los actos fallidos fundamentalmente. Pero hay más semejanzas; Hahnemann proponía en la toma del caso una escucha con mucha paciencia, no los interrumpía mientras relataban sus sufrimientos y dolencias, quería que cada enfermo explicará con sus propias palabras, ni rebuscadas ni técnicas, sus sufrimientos. Freud aplicaba lo que denominaba atención flotante en la escucha de un paciente sin interrumpirlo y luego proponía hacerle “una devolución” de dicho discurso en la que emergieran sus productos inconscientes, con el objeto de vencer los mecanismos de defensa o la resistencia que no permitían que estos accediesen a la consciencia. Existe una interesante similitud, entre el retorno transitorio de síntomas antiguos, expuestos en la Ley de curación homeopática y el retorno de lo reprimido planteado en psicoanálisis, como parte del proceso de hacer consciente el conflicto inconsciente. Hahnemann pasó por el denominado autoensayo o patogenesias de muchos medicamentos y recordaba a sus discípulos que la experimentación es el proceso de aprendizaje no conquistable por otros caminos de la homeopatía. Freud relata que realizó su autoanálisis durante mucho tiempo, llegando a plantear posteriormente a sus discípulos, como requisito de su formación, el análisis personal junto al aprendizaje teórico. Hahnemann sostuvo que un pilar fundamental de la teoría homeopática es la ley de semejanzas o similitud, que nos dice que toda sustancia que a dosis infinitesimales pueda reproducir la enfermedad en

el sujeto sano, puede ser capaz de curar al hombre enfermo que reproduzca esta misma sintomatología. Freud introdujo el término transferencia, que designa en psicoanálisis el proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos dentro de una determinada relación establecida con ellos, y de un modo especial dentro de la relación analítica. Se trata de una repetición de prototipos infantiles vivida con un marcado sentimiento de actualidad. El psicoanalista dispone de tres armas para cumplir su misión: el paciente, el analista y la palabra. El homeópata dispone de: el paciente, el homeópata y el remedio homeopático. De hecho, el remedio homeopático y la palabra en psicoanálisis se dan perfectamente la mano para ayudar al paciente. Hahnemann, cuando tiene que referirse a lo heredado, nos va a remitir a la teoría del miasma, y cuando describe sus modelos de funcionamiento, nos va a remitir a sus tres miasmas como lo son la psora (etapa oral), la psicosis (etapa anal), y la luesis (complejo de Edipo). Freud cuando tiene que hablar de lo heredado lo escribe a través de las llamadas series complementarias, y para mostrarnos el modelo de funcionamiento del aparato psíquico nos remite a su primera tópica (consciente, preconsciente e inconsciente) o más tarde lo que llamó la segunda tópica (yo, ello y superyó). Pensando en el rechazo científico del que fueron objeto Hahnemann y Freud y sus teorías, fantaseo un posible comentario de un imaginario Freud vivo hoy: “¡Y aún me quedé corto cuando escribí en 1924 Las resistencias contra el psicoanálisis!”.


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