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LICENCIATURA EN INNOVACIÓN Y ASESORAMIENTO EDUCATIVO ASIGNATURA: FILOSOFÍA EDUCATIVA

ANTOLOGÍA

ÍNDICE I. Lectura 1


II. Lectura 2 III. Lectura 3 IV. Lectura 4 V. Lectura 5 VI. Lectura 6 VII. Lectura 7

Lectura 1. Delimitaci贸n del Concepto de Filosof铆a de la Educaci贸n


HUGO SALAZAR GOMEZ Para tener una idea más clara del concepto de Filosofía de la Educación, es necesario, Primero, abordar los términos Educación y Filosofía para luego delimitar un concepto de Filosofía de la Educación de igual manera; a partir de una serie de ideas de los autores; tener los puntos más claros y las ideas centrales del concepto de Filosofía de la Educación. Según lo que nos plantea Octavio Fullat en su escrito de Filosofía de la Educación: concepto y limites plantea que: “La educación es una actividad compleja, en la que intervienen ideas, sentimientos, personas, objetos, instituciones, es relacionar las acciones con el pensamiento.”1 por otra parte tenemos a Durkheim que dice: “la educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las generaciones aún débilmente socializadas”. A partir de lo anterior podemos llegar a decir que la educación son todos aquellos procesos, acciones, pensamientos y personas involucradas en el proceso de formación de los sujetos y el aprendizaje de los mismos. Y podríamos complementarlo con lo que dice Paulo Freire en las cuestiones educativas del siglo XX, “La educación es lograr que las personas sean felices. Su único propósito debe siempre ser el de alcanzar la igualdad, la transformación y la inclusión de todos los individuos de la sociedad”. Así llegamos al punto que la educación es este proceso de incorporar a los individuos pero de igual manera se ejerce por generaciones adultas que ya cuentan con la experiencia o cierta preparación con el objetivo de cumplir ciertos estándares que la misma sociedad impone, por tanto tenemos que la educación emana en tres esferas lo humano, lo social y lo cultural internamente relacionado y que actúan en conjunto para los objetivos establecidos de la sociedad. Lo educativo se presenta a partir de la teoría de la educación y la filosofía de la educación. A partir de esto podemos definir a la teoría de la educación como la que engloba todos los procesos educativos en medida que son aprendizajes de informaciones, actitudes y habilidades como lo afirma Octavio Fullat. Para tener una idea más clara sobre educación debemos recordar que su finalidad es que las personas se vayan transformando a medida que vayan conociendo su mundo y sus realidades; estos en los 3 ámbitos: formal, informal y no formal. El segundo concepto que necesitamos abordar para tener una idea más clara sobre el concepto de Filosofía de la Educación, es la definición de Filosofía; que según el griego phylosophía, es “amor al saber.” y de igual manera la Filosofía es para Piaget en la Epistemología de las ciencias humanas, 1972: “La Filosofía consiste en una búsqueda de lo absoluto en un análisis de la sociedad y en la razón de ser de las cosas”. De igual manera enteremos a la Filosofía como las últimas causas de las cosas a través de la razón, su objetivo es responder las interrogantes de diversos campos científicos. La filosofía es la que formula interrogantes y cuestiones dentro de las ciencias cuando estas no pueden alcanzar a comprobarlas. Para su estudio la Filosofía se divide en 4: propedéutica, general, especial y aplicada. Y la Filosofía de la Educación de encuentra en la Filosofía aplicada al campo educativo. En cambio la Filosofía de la Educación es la que veremos a continuación a partir de una serie de características y conceptos de varios autores y fuentes llegando a puntos clave que nos permitan tener un concepto de Filosofía de la Educación. Ahora si con lo


anterior podemos ver algunas conceptualizaciones respecto a la Filosofía de la Educación, ya tenemos la idea general que la educación vista como un proceso, por tanto la Filosofía de la Educación según Octavio Fullat determina que existen tres vertientes de los procesos educacionales estos son el axiológico, epistemológico y antropológico y ciertamente dentro de sus estudios maneja estos tres enfoques para poder completar las insuficiencias existentes de las ciencias y en nuestro caso será el tema de la educación. Como algo grande debemos recordar que la educación no solamente está enfocada a lo formal que significa lo institucional sino también saber que la educación tiene otros ámbitos como ya lo había mencionado con anterioridad como lo no formal que incluyen todos aquellos cursos, talleres que se realizan sin un papel a cambio, ahora el ultimo ámbito pero no menos importante es el informal que se realiza de manera intencional en donde la experiencia juega un papel importante y la relación de su medio ambiente y/o actividades que realiza día con día. Ahora bien con los puntos de vista de Octavio Fullat en el artículo antes mencionado puedo asegurar que la Filosofía de la Educación tiene como propósito interpretar de manera sistemática, crítica y fundamental todos los procesos educativos con la vertiente antropológica y axiológica. En pocas palabras el fin de la educación seria uno de los objetivos de la Filosofía de la educación. Para entender más el concepto de Filosofía de la educación es necesario diferenciar con ayuda de Octavio Fullat que nos dice que varias fuentes manejan una diferencia entre Filosofía de la Educación y la Teoría de la Educación que no estamos hablando de una teoría de la educación como todos aquellos aspectos existenciales la pregunta esencial de la teoría de la educación es que es educar y la educación, mientras que la Filosofía de la Educación pretende fundamentar a la actividad educativa y sobre todo el fin de los mismos. Con base en esto puedo fundamentar que es cierto que uno de los puntos de la Filosofía de la Educación es fundamentar el fin de los procesos educativos. Con base en el libro de Filosofía de la Educación de la autora Priscila Hernández menciona que la Filosofía de la Educación es “Una disciplina reflexiva, crítica, analítica y normativa de los enfoques, procesos y actividades educativas”. Con esto podemos reafirmar que es reflexiva porque establece una interacción de la educación con la misma cultura y sociedad de los individuos que la componen para llegar a la comprensión de lo que los mismos miembros de la sociedad entienden como educación y los fines que pretende, sin dejar atrás que el estado y la iglesia de igual manera manejan claves importantes en la dirección del sentido que debe tener la educación. La Filosofía de la educación es analítica porque aclara todos aquellos aspectos que se relacionan con el proceso educativo y que permiten distinguir sus fines y crítica hacia las actividades educativas, por último es normativa porque sigue una normatividad de acuerdo a los enfoques anteriormente mencionados : el axiológico, teleológico y ético. Para concluir debemos entender que la definición de educación es muy amplia y que existe una variedad de conceptos que la acompañan pero puedo redondearla a tres


aspectos que son los ámbitos de la misma educación: el formal , informal y no formal, que involucra todos aquellos procesos educativos dentro de una sociedad y que no hay que dirigirlo únicamente al ámbito escolar sino entender que es un proceso más amplio y riguroso, de esta manera pasar a lo que sería tener un concepto de Filosofía de la Educación ya según los conceptos, aspectos e ideas relacionados con la misma puedo llegar a la conclusión que es la disciplina que trata de explicar y fundamentar todos aquellos principios que rigen a la educación, su contenido y su esencia; y de igual manera entender el fin de la educación y su relación con la vida social de las personas. Se apoya de la Axiología, la Epistemología y de la Antropología para poder entender todos aquellos puntos reflexivos de la Filosofía y su aplicación a los procesos educativos. De igual manera los puntos que orientan para poder encontrar el fin de la actividad educativa en su conjunto, para entender su esencia y fines a alcanzar y de qué forma se visualiza en los intereses sociales, es necesario aclarar que la tarea de la Filosofía de la Educación es el analizar estos lenguajes pedagógicos, es decir analizar este proceso de comunicación entre los participantes y el maestro o el medio y los participantes tomando en cuenta los 3 ámbitos de la educación antes ya mencionados dentro del proceso enseñanza – aprendizaje. Otra de las tareas es tomar de la Antropología, epistemología y teleología para entender los procesos educativos y los mismos lenguajes educacionales. La Filosofía de la Educación por tanto tiene tareas que podríamos delimitar en la reflexión sobre el proceso educativo, la epistemología, antropología y teleología de la educación, su fin por tanto un significado del lenguaje educativo. ______________________________________________________________________ _______________ 1 Fullat, Octavio, Filosofía de la educación: concepto y limites, Educar, Universidad Autónoma de Barcelona, 1987. Recuperado de http://www.tuobra.unam.mx/vistaObra.html?obr... 4 de 4 15/05/14 08:31

Lectura 2. Chateau, Jean (2001). Los grandes pedagogos. México: FCE (1ª edición en francés, 1956). Tr. Ernestina de Champourin. http://www.libro-s.com/los-grandes-pedagogosjean-chateau/1/

Lectura 3


Repensando la filosofía de la educación Gerardo Tunal Santiago Uno de los principales problemas epistemológicos abordados en ¿Qué es la filosofía de la educación? es el poco consenso en torno a dicho saber, debido a que se trata de un territorio en disputa, donde los estudiosos del tema han antepuesto sus intereses particulares en una parcela analítica en la que los investigadores de distintas disciplinas se asumen como los propietarios del conocimiento sobre el fenómeno educativo. Lo que sugiere Hortensia Cuéllar Pérez es que la realidad no es propiedad de ningún saber y que ninguna disciplina o investigador puede conocer todo lo cognoscible, es decir, debe de haber pluralismo epistémico. Es así que, como todos los conocimientos, la filosofía de la educación tiene que convocar a otras disciplinas si se quiere tener un conocimiento profundo del objeto de estudio de este tipo particular de filosofía. Aunque la autora advierte que "…lo importante es discernir, saber qué ciencias favorecen la gran tarea de la formación humana e incorporar sus hallazgos al cuerpo de saberes auxiliares o conexas a la pedagogía, a los que hay que acudir para educar con excelencia a los seres humanos…". Otra explicación a la situación anterior es que la mayoría de la literatura sobre la filosofía de la educación deviene de una filosofía general sobre la educación, y no de construcciones teóricas específicas en torno a los problemas propios de dicha filosofía. Al respecto, Hortensia Cuéllar Pérez dice que la "…bibliografía especializada en este ámbito no es lo abundante que pudiera esperarse y resulta más bien escasa…". Huelga decir que muy poco se ha teorizado desde la filosofía de la educación sobre el fenómeno educativo, y por eso teorizar o reteorizar lo poco teorizado tendrá un valor sumamente importante para que la filosofía de la educación pueda ser considerada como un saber que tiene marcos teóricos y metodologías específicas. Es en esta tarea en la que se pretende participar a través de ¿Qué es la filosofía de la educación? En este sentido, hacer una reflexión en el marco de la filosofía de la educación aún tendrá mucho más valor, y lo tendrá porque –como ya se mencionó– se tiene que trabajar sobre reflexiones muy dispersas y casos aislados que den pistas para reflexionar sobre la construcción de un marco teórico que valide a la filosofía de la educación como un saber científico. Sumado a la problemática anterior, gira el pragmatismo positivista prevaleciente aún en la ciencia y que asume que no todos los saberes tienen aplicabilidad a problemas reales. Lo que olvidan muchos científicos es que la teoría es la codificación de los problemas que enfrentamos los seres humanos día a día, y que los conceptos semánticamente vacíos hacen referencia a la realidad, al igual que los conceptos semánticamente llenos propios de las ciencias duras. Es importante reconocer que la teoría es un conjunto de modelos de la realidad, los cuales pudieran tener o no una clara referencia empírica. Pero aun con eso, la teoría es un ejercicio de ordenación de la realidad, de tal forma que se trata de enunciados secuenciales resueltos que constantemente deben ser replanteados para que tengan validez empírica. La teoría es una representación literaria de la realidad, de tal forma que teoría y realidad no son dos esferas separadas del conocimiento, sino que una supone a la


otra, y es así que cuando se habla de teoría, se da por supuesto un corte de realidad aprehendido y aprendido por el científico. El concepto del fenómeno educativo es un concepto abarcador y que, por lo tanto, ha levantado diversos debates entre los investigadores. La educación es uno de los conceptos que han sido erigidos como una categoría analítica bajo la cual son posibles análisis de muy distinta índole. Lo anterior nos lleva a entender que el fenómeno educativo no es unívoco, y que toma forma en términos de situaciones en específico. En este sentido, Hortensia Cuéllar Pérez no explicita un marco referencial para la filosofía de la educación debido a que se trata de un ejercicio teórico en donde el marco referencial acotado en tiempo y espacio puede ser tan amplio que no necesita ser definido como en las investigaciones sobre una coyuntura o situación particular de la realidad. Para la autora, la actualización de las reflexiones sobre los problemas propios de la filosofía de la educación no implica un adiós a los clásicos, en tanto que se asume que el conocimiento no es de generación espontánea sino una reconfiguración teórica que permite acercarnos a diferentes conocimientos con antecedentes investigativos que no sólo son insumos de las nuevas producciones teóricas, sino que forman parte del conocimiento que se está gestando. Es así que en ¿Qué es la filosofía de la educación? se reconocen los aportes a la filosofía de la educación de autores que en sus pensamientos o teorías generales han abordado el fenómeno educativo y los planteamientos filosóficos que subyacen a éste. Es por lo anterior que Hortensia Cuéllar Pérez rescata algunos postulados de teorías o pensamientos aparentemente muertos o debilitados sobre el fenómeno educativo, con la finalidad de reconfigurar éstos a la luz de la realidad actual. Ejemplo de estos son: Confucio, Platón, Aristóteles, San Agustín, Tomás de Aquino, Rousseau, Kant, Makarenko, Dewey, Natorp y Wittgenstein, por mencionar sólo algunos. Nos queda claro que la metodología utilizada por la autora es la llamada metateorización, en tanto que ésta le permitió hacer un análisis sistemático de las estructuras subyacentes de las teorías sobre la educación y le señaló el camino a elegir para la reinterpretación del fenómeno educativo. La elección de dicha metodología tiene que ver con el hecho de tratar de mejorar el ordenamiento de forma sintética de la teoría ya existente, ya que una teoría base se enriquece con postulados de otras, creando así una teoría completamente nueva pero familiar, capaz de contestar de mejor manera los problemas que atañen a la filosofía de la educación. Entre líneas podemos darnos cuenta que en el libro ¿Qué es la filosofía de la educación?, el uso de la metodología de la metateorización obligó a Hortensia Cuéllar Pérez a hacer una exhaustiva revisión bibliográfica de material especializado sobre el tema de la filosofía y de la educación en los ámbitos nacional y mundial. Es en esta lógica que se analizó la teoría base del fenómeno educativo, buscando los elementos que pudieran ser tomados en cuenta para una posible reconfiguración. Asimismo, se buscaron las debilidades y vacíos de las teorías que se tomaron como base del análisis presentado y también se complementaron dichas teorías con ayuda de marcos teóricos distintos. Es un hecho que, para la utilización del método seleccionado, la autora recurrió también a algunos elementos constitutivos de la hermenéutica que le ayudaron a reinterpretar los enunciados secuenciales resueltos dados por algunas escuelas


teóricas y por algunos teóricos en particular. Queda claro que el uso de la metateorización y de la hermenéutica no son las únicas vías para una investigación teórica sobre la filosofía de la educación. Más aún, el recurrir a estos métodos nos lleva a plantearnos nuevas dudas teóricas sobre la filosofía de la educación. ¿Qué es la filosofía de la educación? de ninguna manera trata de hacer una corrección, ni una fusión ni mucho menos la exhibición de la supremacía de unas teorías sobre otras, sino hacer una valoración y comprensión cabal de éstas con miras a aportar un grano de arena en la reconfiguración teórica del fenómeno educativo bajo el ojo de la filosofía de la educación. Es así que, desde la perspectiva del humanismo educativo, Hortensia Cuéllar Pérez asume que la filosofía de la educación está orientada a la proyección de "…un modo existencial de concebir la formación humana con fines desplegados en torno a lo que significa ser hombre y mujer y su crecimiento como persona en donde se aprecian posiciones filosóficas de fondo sobre el ser humano, los fines de la educación, el conocimiento especulativo y el práctico, la formación axiológica y ética, la relevancia de la cultura, las diversas instituciones educativas y su proyección en la educación del hombre, la política educativa y social, el papel de la historia, la tradición, las nuevas tecnologías, la innovación pedagógica, el problema de la globalización y el multiculturalismo…". Lo anterior refuta los supuestos en torno a que la filosofía de la educación no tiene vinculación empírica cuando ésta atiende a cuestionamientos sobre: "¿Quiénes somos? ¿Cuáles son las finalidades más típicamente humanas y cuál es su relación con la educación? ¿Estamos determinados o somos libres? ¿Cuál es el sentido de la educación? ¿Por qué la educación tiene que abarcar los diversos aspectos de la personalidad y cuál es su fundamento? ¿Por qué la consecución de la excelencia educativa debería centrarse en la formación de la persona en la doble dimensión individual y comunitaria? ¿Por qué la necesidad de la formación de hábitos intelectuales y morales tan poco apreciados hoy en día? ¿Cuál podría ser la vinculación existente entre hábitos como los anteriores y las competencias educativas tan en boga en nuestros días? ¿Por qué la búsqueda de la felicidad constituye un elemento central en el quehacer educativo? y ¿Por qué la formación continua prepara para el trabajo y para la vida?" Al explicitar la proyección de la filosofía de la educación y los planteamientos inherentes a ésta, la autora logra ubicar claramente cuáles son las líneas de investigación actuales de este tipo de saberes, reconociendo que éstas tendrán que ajustarse a los cambios que se van presentando en la vida cotidiana. Esto porque la filosofía de la educación, como cualquier conocimiento, es dinámica, y por lo tanto se tendrán que actualizar las reflexiones a la luz de las nuevas problemáticas inherentes al ser humano. Bajo esta notación en el libro que se está reseñando se ubica que las actuales líneas de investigación de la filosofía de la educación están focalizadas a: "…las nuevas tecnologías de la información y el descubrimiento del ciberespacio con su consecuente innovación educativa; el análisis de la política educativa y el malestar generalizado que proyectan muchos de los sistemas de enseñanza, tanto de la escuela pública como de la privada; el papel de la historia y la tradición; la inteligencia prospectiva e innovativa como elementos contribuyentes de los grandes cambios planetarios en el ambiente, la cultura y la educación; la preocupación ecológica y la formación bioética de los


estudiantes; el sentido del multiculturalismo y la globalización; el deconstruccionismo en la cultura y su influencia en la educación; las nuevas formas de agrupación político– social que impactan la convivencia de las personas, surgidas al abrigo del espíritu posmoderno y la formación light de las personas y el culto a la imagen…", por mencionar sólo algunas. Grosso modo, la tarea del investigador quedará inconclusa sino sometemos nuestros hallazgos a la comunidad científica a través de una disertación pública o de una publicación que nos permita reconsiderar nuestras posturas a la luz de otros hallazgos científicos en un aprendizaje continuo. Es esta una de las razones por las que Hortensia Cuéllar Pérez escribe y da a conocer un proyecto académico a través del libro ¿Qué es la filosofía de la educación?, siendo coherente con Sören Kierkegaard al comprender que ser maestro no significa simplemente afirmar, sino ser aprendiz.

Lectura 4 Aranguren, J. (2011) “¿Qué es un maestro?” Recuperado de http://arvo.net/filosofia-de-la-educacion/que-es-un-maestro/gmx-niv148-con12370.htm

Lectura 5 Beuchot, M. (2007) La filosofía en México en el siglo XIX, Anuario del Colegio de Estudios Latinoamericanos, UNAM. 2. Recuperado de http://www.journals.unam.mx/index.php/acel/article/view/31724/29322

Lectura 6 Vásquez Rocca, A. (2008) Modernidad líquida y fragilidad humana; de Zygmunt Bauman a Sloterdijk Recuperado de http://www.margencero.com/articulos/new/modernidad_liquida.html

Lectura 7 Claves para educar a la generación del YO Alejandro Llano Los problemas con los que me voy a enfrentar en esta breve intervención se inscriben en el ámbito más amplio de la crisis de integración social que padecen los actuales países democráticos de nuestro entorno. Junto a una cierta satisfacción con las


libertades públicas y el progreso económico, experimentan estas sociedades fenómenos de disidencia, marginación, paro, violencia e, incluso, terrorismo, que provocan el generalizado sentimiento de que "algo no marcha". Y eso que no acaba de ir bien se manifiesta con especiales relieves en el campo de la educación de las generaciones jóvenes. Tiempo de efervescencia y descoordinación afectiva, la adolescencia constituye un tramo clave en la formación de la personalidad, no sólo porque en él tienen lugar fuertes traumas que condicionan a veces el curso de la vida, sino sobre todo porque es el momento en el que comienzan a despuntar los ideales que muchas veces impulsarán el resto de la existencia individual. Se ha dicho, con razón, que una vida lograda es un ideal vislumbrado en la edad juvenil y realizada en la madurez. Todos los conocedores de la psicología evolutiva señalan la emergencia del yo, de la autoconciencia vital diferenciada, como uno de los fenómenos más característicos de la primera juventud. Al tiempo que consideran que el normal desarrollo de esta conciencia de la propia identidad desemboca en el descubrimiento de la alteridad, de la realidad de esos otros que también pueden decir "yo", así como de un entorno más amplio que el familiar o escolar: un ámbito que cabe denominar social y, en un sentido más estricto, ciudadano o cívico. Pues bien, la integración en ese territorio de más dilatados horizontes se ha problematizado de una manera nueva y sorprendente a partir del final de los años sesenta. La conciencia del "yo" individual se ha exacerbado o, al menos, descompensado en toda una generación, a la que se ha denominado precisamente la “me generation” o "generación del yo". De la fiebre del sábado por la noche a la “movida” Pero la crisis histórica cuya fecha de partida convencional es mayo del 68 ha adquirido una importancia mucho mayor de la que habitualmente se le concede. Han desaparecido, en buena parte, los fenómenos más clamorosos de la revuelta estudiantil de aquellos años. Los jóvenes, se dice, ya no son revolucionarios: presentan más bien rasgos de conformismo acrítico y de consumismo desbocado. Pero sigue presente la resistencia a integrarse en un tipo de sociedad que ya no consideran como suya y también permanece el individualismo que les lleva a desconfiar de la presunta capacidad de acogida de una sociedad cuya dureza materialista les desagrada profundamente. Por eso, como ha dicho Lustiger, "los jóvenes acampan fuera de la ciudad". Si antes se entregaban a la "fiebre del sábado noche", hoy la "movida", que se prolonga hasta bien entrada la mañana, triunfa también en la noche del viernes y comienza a extenderse hasta el mismísimo jueves. ¿Por qué los jóvenes prefieren la noche tardía, la madrugada incluso? Quizá porque ése es un tiempo vacío, libre, no sometido a los convencionalismos de una sociedad aburguesada, con la que no se sienten identificados. Si acaban por integrarse en ella, a edad más tardía cada vez, lo harán en muchos casos sin grandes ilusiones, con


planteamientos que seguirán siendo individualistas, y que raramente incluyen proyectos ambiciosos de tipo cultural, religioso o político. A mi juicio, ninguno de estos fenómenos es casual o pasajero. Responden a la quiebra de todo un modelo social propio del capitalismo tardío, al que se suele llamar "Estado del Bienestar". Lo característico de este paradigma es el dominio unilateral de los factores políticos, económicos y mediáticos que configuran lo que los sociólogos denominan "tecnosistema" o "tecnoestructura". Se trata de una imbricación entre Estado, mercado y medios de comunicación social, en la que los medios de intercambio simbólico son el poder, el dinero y la influencia persuasiva. Por consiguiente, lo característico de tal configuración social es que las transacciones decisivas se producen entre poder y dinero, dinero e influencia, influencia y poder. Se trata de intercambios anónimos y, a veces, opacos. De manera que la corrupción generalizada que afecta a los países del entorno -también a España, aunque afortunadamente aquí ya empiecen a estar lejanos los peores años de este fenómenono es una especie de desajuste o trastorno pasajero, sino que está posibilitada y no pocas veces casi exigida por la propia estructuración social. No es extraño que de manera más habitual que consciente los jóvenes, que comienzan desde temprana edad a descubrir la índole descarnada y cínica de ese entramado, sientan escaso aprecio por él y teman (en lugar de esperar) su integración en un ambiente social poblado por ese tipo de personas que, a comienzos del siglo XX, el sociólogo alemán Max Weber anticipó que secan "especialistas sin alma, vividores sin corazón". A los jóvenes les faltan maestros Pero enseguida habría que preguntarse si la vigencia de este modelo social imperante es fatal, sin alternativa posible. Y mi respuesta es, desde luego, negativa. No solamente es deseable que esa configuración de la sociedad industrial moderna dé paso a comunidades de vida más humanas y solidarias. Es que ese tránsito, aunque de forma escasamente advertida, ya se viene produciendo en las dos últimas décadas. Al cambio de mentalidad que este paso supone lo denominé en su momento "nueva sensibilidad" y, en los aspectos sociales que ahora nos ocupan, lo denomino "humanismo cívico". El humanismo cívico que propugno se caracteriza porque, frente al modelo técnico y anónimo de una sociedad de masas, propugna la revitalización de las comunidades ciudadanas y la activa participación en la esfera pública. Es una nueva cultura de la responsabilidad cívica, que se opone tanto al estatismo agobiante como al economicismo consumista, pero que también rechaza el narcisismo individual, el cual lleva a no pocas personas a refugiarse en el cerco privado y a desentenderse de lo que antes se llamaba "bien común" y hoy se denomina con menor fortuna "interés general".En mi opinión, toda propuesta de formación cívica de las generaciones jóvenes se ha de plantear desde una visión del hombre y de la sociedad en la que se valore por encima del dinero, del poder y de la influencia la dignidad intocable de la


persona humana y su derecho y deber a participar en las cuestiones sociales y políticas que a todos nos afectan, y que comprometen el futuro de esas vitalidades que se estrenan en la vertiente nueva de la juventud. Las personalidades jóvenes se hallan hoy, por lo general, casi completamente desasistidas en lo que concierne a esa preparación ética y cultural que podría capacitarles, no tanto para integrarse en un tinglado mecánico y desmotivador, como para lanzar sus propias propuestas de regeneración social y de perfeccionamiento humano. A los jóvenes actuales les faltan auténticos maestros. Aprender el oficio de la ciudadanía Lo primero que habría que decir de la formación ciudadana es que no consiste en una información teórica que hubiera que impartir en unas clases determinadas del curriculum escolar. Se trata de aprender el oficio de la ciudadanía. Porque, efectivamente, la ciudadanía es una especie de saber artesanal, hecho de capacidades de diálogo, de mutua comprensión, de interés por los asuntos públicos y de prudencia a la hora de tomar decisiones. Se trata de un conocimiento práctico que sólo se puede adquirir en comunidades vitales cercanas a las personas mismas, como son la familia, el colegio, la parroquia, o la Universidad. El aprendiz de ciudadano se integrará realmente en tales comunidades si descubre que en ellas hay unas prácticas que apuntan a lo bueno y lo mejor, si vislumbra que son grupos armónicos y abiertos que valoran a las personas por sí mismas y que tienen finalidades de mejora ética y social. Dicho de otro modo, la educación cívica sólo se logra cuando la joven, o el joven, se inserta en un ethos, es decir, en una ambiente fértil, moralmente denso, humanamente acogedor, que abra caminos para la autorrealización y sea capaz de suscitar el entusiasmo en quienes tienen la vida por delante. El ethos es la síntesis de bienes, virtudes y normas que se entrelazan para configurar un "estilo de vida", una cultura, un modo panorámico de percibir el entorno social y el mundo físico. No es un conjunto de reglas de comportamiento ni un artilugio pedagógico más o menos sofisticado. El ethos es vida: es como el poso y el peso que se va depositando cuando se vive intensamente de acuerdo con unas convicciones que superan con mucho las convenciones típicas de la sociedad burguesa, en la que lo más importante es "guardar las apariencias". La sociedad del espectáculo Según ha dicho recientemente Ratzinger, la realidad hace superflua la apariencia. Y esto adquiere una importancia crucial en una sociedad poblada de simulacros, como es la "sociedad del espectáculo" en que vivimos. En la sociedad como espectáculo lo que se valora es el brillo, es decir, la prestada claridad, el reflejarse y el resbalar de las luces artificiales por la superficie de objetos niquelados. En cambio, una sociedad que vive a fondo de su ética y de su cultura no valora el brillo, sino el resplandor, la luminosidad que brota del alma al rostro, la impronta exterior de una vida interna rica y cultivada. El brillo es artificial, aparente y superficial; el resplandor es natural, real y hondamente humano.


Si se puede decir que hoy estamos maleducando a toda una generación, desde el punto de vista cívico, es porque les enseñamos a que valoren el brillo y ni siquiera aprecien el resplandor. Les estamos induciendo a que piensen de acuerdo con la razón instrumental y no les dejamos sosiego ni libertad para que se esfuercen en ejercitar la inteligencia meditativa. Recapacitemos por un momento en el tipo dominante de mensajes que reciben hoy las chicas y los chicos. Tanto la familia como la escuela y los medios de comunicación les impulsan, sobre todo, a valorar el éxito individual, sin advertir que, como dice Leonardo Polo, "todo éxito es prematuro". En cambio, se les disuade de embarcarse en empresas que les comprometan a servir a los demás, y que no estén encaminadas a triunfar rápidamente, sino a alcanzar una vida lograda desde la perspectiva ética, que es la única que ofrece valores absolutos. Poder decir tonterías en cinco idiomas La propia enseñanza reglada pone todo el énfasis en los procedimientos. Se habla, por ejemplo, de "aprender a aprender". Pero se deja sin contestación o ni siquiera se formula la pregunta clave: "¿aprender, qué? Los contenidos son lo de menos, se arguye, porque pueden encontrarse en cualquier base de datos. Lo importante es que estos jóvenes, llamados a vivir en la sociedad de la información, dominen las nuevas tecnologías informáticas y telemáticas que van a poner a su disposición inmediata todo el saber disponible en el mundo entero. Tan vano y falso planteamiento hace cada vez más actuales los versos de T. S. Eliot en los coros de La roca:¿Dónde está la sabiduría que se nos ha perdido en conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que se nos ha perdido en información? Como decía (injustamente) el castizo Miguel de Unamuno del cosmopolita Salvador de Madariaga, "es capaz de decir tonterías en cinco idiomas". Pensemos un momento, por favor, en el enorme esfuerzo y la gran cantidad de dinero que se pone en que los muchachos y las chicas españoles aprendan a malhablar el inglés, la lingua franca del siglo XXI. Si recala uno durante el verano en los aeropuertos de Londres, Dublín, Nueva York o Chicago, le parecerá que se ha trasladado como por arte de magia al patio de un colegio de Madrid, Bilbao o Jerez de la Frontera o, peor aún, a algún pub o discoteca para españolitos menores de edad. Si, como el avión de Iberia se retrasa, entabla uno conversación con esos jóvenes, no dará crédito al conjunto de vulgaridades y tópicos que han sido capaces de recolectar durante ese mes carísimo transcurrido en alguna población de lengua inglesa. No se les pregunte por la política de Tony Blair, el problema del Ulster o la economía americana, porque sencillamente son temas que ignoran. Eso sí, están completamente "al loro" de lo último en música pop y en marcas de zapatillas deportivas, vaqueros o cazadoras. Ni uno solo ha leído un libro, en cualquier idioma, durante esas semanas, y desde luego tienen otros proyectos más interesantes para el resto de las vacaciones de verano. Informática e inglés, como preparación para estudiar empresariales o ingeniería, y conseguir así una buena posición económica. En esto se agota el panorama cultural y social que se suele abrir ante las prometedoras inteligencias, potencialmente infinitas, de quienes pronto tomarán el relevo en la dirección de la cosa pública y de las empresas privadas. ¿Qué se hizo del frondoso árbol de las ciencias? ¿Dónde quedan


las humanidades clásicas y los grandes libros? ¿Qué fue de los ideales para cambiar el mundo que germinan en la primera juventud? Se ignora: no saben, no responden. Sobre base tan somera es inviable que se desarrolle una formación ciudadana, reducida hoy a ser una pintoresca línea transversal de la ESO. La marginación de las disciplinas más formativas El humus, la tierra fértil, donde podrían asomar los primeros brotes de un humanismo cívico, es precisamente el cultivo de las Humanidades, es decir, de la Historia, la Filosofía, la Literatura, el Arte, las Lenguas Clásicas. Tan maltratadas están que incluso algunos políticos se han dado cuenta del tremendo error que se está cometiendo al marginar las disciplinas más formativas de los programas de estudio, tanto en la Enseñanza primaria y secundaria como en la Universidad. Pero ya se ha visto a lo que ha conducido la vampirización política de un tema tan serio, de cuyo recuerdo sólo quedan las lágrimas de la valiente Ministra de Educación, cuando rechazaron su interesante proyecto en un Congreso de los Diputados donde el "Marca" parece ser la lectura de mayor consumo. Se ha empezado a notar qué sucede cuando una chica o un chico conocen perfectamente su "entorno", dominan la vida de los héroes locales, hablan de corrido el bable asturiano, utilizan la jerga de la semiótica y la teoría de conjuntos, pero no saben nada de historia universal, Shakespeare no les suena, ni siquiera en inglés, y cuando se les pregunta qué significa cogito, ergo sum y quién pronunció tan famosa frase, responden: "Me han cogido, yo soy", Jesucristo en el huerto de los olivos. El olvido de las Humanidades conduce a la incomunicación, la incomunicación lleva al aislamiento, y el aislamiento como advirtió Hannah Arendt es pretotalitario. La mejor manera para asegurarse de que nadie piense algo "políticamente incorrecto" por ejemplo, que hay que tratar a los emigrantes magrebíes como a seres humanos es sencillamente que no piense. Muerto el perro, se acabó la rabia. Y así tendremos la paz de los cementerios y de las cárceles. Las Humanidades facilitan que se logren cuatro metas educativas de la mayor trascendencia: 1) La comprensión crítica de la sociedad actual; 2) La revitalización de los grandes tesoros culturales de la humanidad; 3) El planteamiento profundo de las cuestiones fundamentales que afectan a la vida de las mujeres y de los hombres; 4) El incremento de la creatividad y la capacidad de innovación. Y estas finalidades poseen hoy la mayor actualidad. Porque, sorprendentemente, el gran desarrollo de los sistemas informáticos no se ha debido, como inicialmente se pensó, a la construcción de poderosas máquinas de calcular, sino al proceso de textos desarrollado sobre todo en ordenadores portátiles o microcomputadores. La cultura pos literaria que se anunciaba para el final del milenio se ha transformado en un mundo poblado de libros, en el que el personaje del año 2000, según la revista Time, es precisamente un librero: el promotor y presidente de Amazon, la librería virtual a la que se puede pedir cualquier libro desde cualquier lugar del mundo, y además llegan pronto y sin excesivo gasto.


Los padres, los políticos, los educadores, tienen que plantearse muy a fondo esta cuestión, en la que nos jugamos nuestro futuro inmediato. No podemos olvidar algo que se lleva experimentando con indudable éxito desde hace un veinticinco siglos, es decir, dos milenios y medio. Y eso que no debemos dejar que se pierda es la realidad de que las mentalidades jóvenes sólo podrán formarse en el oficio de la ciudadanía si se logra que su educación sea un simbiosis con las grandes creaciones de nuestra civilización occidental. Sería una lástima que ahora que existen los medios técnicos para que todos los ciudadanos conozcan los fundamentos de la cultura en la que viven, dispersaran su vida en espectáculos, aficiones y entretenimientos sin sustancia alguna. Abrirse a otras vidas El gran acervo de ideas, creencias, valoraciones y narraciones acerca de la vida del hombre en sociedad se encuentra en los grandes libros, en los clásicos antiguos y modernos. Al leer esos libros, nuestra vida se abre a otras vidas, reales o imaginadas, en las que se reflejan los tipos básicos de personas y de comportamientos, las situaciones más hondas en las que las personas pueden encontrarse, los discursos y hazañas que nos han conducido a ser lo que somos. Esos grandes libros mejoran tanto al que por ellos transita que le hacen capaz de entender la riqueza humana que tales obras literarias o filosóficas contienen. El conocimiento de la Literatura, de la Filosofía y de la Historia nos ayuda a distinguir lo pasajero de lo permanente, lo esencial de lo accidental, lo humano de lo inhumano, el bien del mal. La mujer y el hombre de muchas y buenas lecturas es difícil que caiga en los extremos del dogmatismo o del escepticismo, del relativismo o del fanatismo. Porque aprenderá que en el ser humano conviven una vocación sublime y una profunda miseria, que el hombre supera infinitamente al hombre, y que no hay soluciones automáticas o puramente técnicas para los problemas sociales.


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