Desacuerdos 5

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182 - La institucionalización de lo popular

La institucionalización de lo popular MESA REDONDA COORDINADA POR JESÚS CARRILLO CON LA PARTICIPACIÓN DE JOSÉ DÍAZ CUYÁS, CARLES GUERRA, BEATRIZ HERRÁEZ Y ALBERTO LÓPEZ CUENCA MACBA, 30 DE JUNIO DE 2008

Mediante una primera ronda de intervenciones se pretende situar el debate acerca de la noción de lo popular dentro del sistema de la cultura contemporánea. A continuación se aborda la especificidad de lo popular en el sistema contemporáneo de la cultura con alusiones a la situación en el Estado español. Jesús Carrillo - Mi intención en esta primera intervención es de precisión terminológica con el fin de comenzar a enmarcar de qué o de qué no estamos hablando. Intentaré dar unos primeros apuntes acerca de qué hablamos cuando hablamos de lo popular en la cultura contemporánea y en el sistema del arte que espero que, de algún modo, pueda servir de introducción a vuestras intervenciones. Mi punto de partida sería que la noción de lo popular forma parte de un par entre cultura culta o de élite y cultura popular que ha sido consustancial al propio sistema de la cultura burguesa, en el que la burguesía dentro de su principio de distinción como clase necesita un otro que es la cultura popular. Ello no implica que dicho segundo elemento haya carecido de sustancia o capacidad de generación de significados relevantes. Simplemente, quiero decir que la división de la sociedad en términos bipolares tomando la cultura como factor diferenciador es un gesto original y netamente burgués. Esa especificidad o determinación histórica es la que nos obliga a plantearnos el tema hoy en marcos totalmente distintos al verse desbordada desde todos los flancos dicha distinción, aunque por anacronismo, inercia o interés aún nos veamos a menudo trabajando dentro de ella. La cultura burguesa y el sistema del arte que estaría vinculado a la misma partiría de una identificación del arte con lo culto, con el ámbito de la cultura, con la civilización. El otro no burgués respecto al cual se afirma el arte en términos de valor, la cultura popular, ha jugado un papel ambivalente ya que a menudo le ha servido de principio legitimador, fuente de inspiración o punto de referencia. Por un lado se distingue entre alto y bajo pero curiosamente ese bajo, como se ve desde el siglo XVIII y fundamentalmente en el siglo XIX, en los nacionalismos, en los romanticismos y en los realismos, se convierte en un elemento de referencia que le sirve a la cultura burguesa para localizar sus orígenes, su autenticidad. Cuando a finales de los años 30 Clement Greenberg reafirma de nuevo esa distancia entre la cultura de vanguardia y la cultura popular o el kitsch para fundamentar el ejercicio legítimo de la alta cultura, en ese momento esta dicotomía o esta oposición que había sido fundamental dentro de la cultura burguesa, ya no funciona. En el fondo lo que está haciendo Greenberg, y por ende gran parte de la vanguardia desde entonces, es proyectar el simulacro de algo que ya no existe debido al desarrollo imparable de la sociedad mediática. Su énfasis en la


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