154 - La pasión capturada. Del carnaval underground a “La Movida madrileña” marca registrada
ricamente tener algo que hacer. Si aceptamos por tanto –aunque sea de manera indicativa– el concepto “La Movida” podríamos definirla, a fecha de hoy, como la cultura urbana que se instaló en Madrid desde 1977 hasta mediados de los ochenta, dejando claro que estamos hablando del conjunto de movidas que se cocieron en un Madrid en crisis que vio moverse sus bases vitales, y con una juventud que vio cómo se le cerraban las salidas. En 1979 los Leño lo describían así: “Tú aquí y yo aquí, seguimos unidos, vivimos todo por igual. Bebemos, fumamos y nos colocamos, tenemos plena libertad. Es una mierda este Madrid en el que ni las ratas pueden vivir”. Bajo el sino de esta crisis se alumbró un periodo cultural muy prolijo y profundamente ambiguo que se definió sobre un cambio en las coordenadas clásicas del underground de ascendencia contracultural. La crisis de las utopías y la crisis de los proyectos comunitarios hicieron que todos los lenguajes expresivos y culturales entrasen también en una fase de profunda transformación. a. La crisis del proyecto utópico. Éste fue el primer elemento que se derrumbó en muchas de las mentes más inquietas del momento. Una mezcla entre desilusión y cansancio a la hora de interpretar el sentido de la realidad vivida y a la hora de interpretar el futuro acompañó a las viejas generaciones contraculturales y marcó un nuevo contexto para las nuevas formas de vivir al margen, más bañadas por la ética del rock de periferia y del punk que por ninguna otra cultura. Así lo expresaron los Eskorbuto en su tema Cerebros Destruidos: “Perdida la esperanza, perdida la ilusión, los problemas continúan, sin hallarse solución. Nuestras vidas se consumen, el cerebro se destruye, nuestros cuerpos caen rendidos, como una maldición.” b. El derrumbe del sueño comunitario. El hecho comunitario, piedra angular de todos los proyectos enraizados en el imaginario post-68 y que tuvieron expresiones diversas en la forma-comuna, se fue desarticulando o quedando reducido a su mínima expresión con proyectos surgidos de la huida de la ciudad al campo de colectivos afectados por la crisis de finales de los setenta. Un nuevo marco social que reconfiguró profundamente el imaginario de lo individual, haciendo partir los discursos, en la mayoría de los órdenes, más de la construcción del yo que de la formación del nosotros. c. La ambigua continuidad de las formas expresivas. La música, los fanzines, el aire carnavalesco en los enunciados visuales, la vida nocturna, entre muchas otras cuestiones, fueron algunas de las pautas cotidianas que se siguieron utilizando en torno al año 1980 para expresar este cambio de signo en la expresión cultural. Sólo la incorporación de nuevos elementos como la estética glam, muy vinculada a la ruptura transgénero y gay, y la ética-estética punk, que se tomaron como puntas de lanza para la subversión por el escándalo y la crítica social, se presentaron como herramientas propias y trabajadas en este momento.
En cualquier caso, el Madrid de La Movida tuvo dos referentes centrales con los que consolidó su estilo: el primero fue la herencia del Madrid contracultural y el segundo el punk-rock que, tal y como ha descrito Héctor Fouce, encontró en Madrid unas características muy específicas: “El punk madrileño, al menos en su origen, se distingue por ser un crisol de influencias en torno a las ideas de fres-