Una historia de la imaginación en la Argentina

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del XIX que pensó en la montaña como alternativa de la llanura para construir la tradición), ya sea porque fueron quedando paulatinamente relegados (como la experiencia femenina de la pampa en Enero, de Sara Gallardo, o del litoral en Río de las congojas, de Libertad Demitrópulos, o del noroeste en Dos veranos, de Elvira Orphée) o acotados a lo regional (queda aún trayecto por recorrer para sacar definitivamente de allí a Manuel Castilla o a Francisco Madariaga). Explorar la imaginación literaria presenta, para mí, el desafío de abrirse a imaginarios heterogéneos, alternativos, a veces complementarios y a veces inconciliables. Significa detectar las tensiones y, sobre todo, percibir nuevas sintonías entre rasgos, figuras, personajes, elementos que el peso de la tradición ha opacado casi por completo. Quiero seguir otros caminos posibles de la imaginación literaria territorial. Uno que no empiece en la imagen cristalizada del desierto que entregó Esteban Echeverría en La cautiva (1837) para rastrearla a lo largo de la historia, sino que se detenga en sus bifurcaciones, que revele sus grietas (las fugaces indias cautivas, las indias por adopción). Uno que, en vez de empezar en el tan poderoso como ya convencionalizado Sarmiento que hace de la campaña el espacio privilegiado de la barbarie, parta de ese Sarmiento igualmente poderoso pero mucho más estimulante que juega con aquello que está del otro lado del horizonte y que no puede ver pero sí imaginar (lo que fue a buscar Lucio V. Mansilla y narró en Una excursión a los indios ranqueles, en 1870). Busco seguir un camino que no siempre comience en el pasado, en las fundaciones del espacio nacional, sino que pueda comenzar en el presente: con las chinas deseantes de Gabriela Cabezón Cámara y con los indios que han sabido darles la felicidad en las islas del Paraná; con las muchachas intensas de Selva Almada, que reconocen en su cuerpo y en sus ropas la herencia femenina del campo litoraleño. Se trata de avanzar por otros caminos, entonces, diferentes a las rutas que la modernización trazó en la pampa por medio de la tecnología y de la letra. Se trata de volver a hacer los viajes que hicieron por la llanura los viajeros ingleses en las primeras décadas del siglo XIX o de volver a internarse con Horacio Quiroga por el litoral hasta llegar a la selva misionera. Se trata de tomar 49


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