Durante el siglo XVI (1526), la iglesia asignó a la Virgen María como patrona de los territorios del Imperio Español. Para dar cumplimiento a esta decisión, los poderes religioso y político del virreinato de la Nueva Granada escogieron la advocación de la Virgen del Rosario. Desde entonces empezaron a pintarse en todo el territorio numerosas imágenes de la Virgen del Rosario. En Boyacá, hacia 1555, a través del fraile dominico Andrés de Jadraque, el encomendero Antón de Santana encargó una pintura de esta virgen a Alonso de Narváez para entronizarla en Suta, en la capilla doctrinera de la región. Como en el lienzo sobraba espacio, el pintor decidió acompañar la imagen de la virgen, de los santos patronos del encomendero que la encargó y del fraile que llevó a cabo el pedido. Treinta años después de pintada (1586), la imagen había sido abandonada y sufría grave deterioro. Rescatada amorosamente, fue llevada a Chiquinquirá y entronizada en un oratorio hogareño....