El tejedor de alfombras

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El hijo del tejedor de alfombras

Abdel era el quinto hijo de Jusuf, el gran maestro artesano de alfombras, y, según los entendidos, el que heredó su habilidad. Sin embargo, la existencia de cuatro hermanos mayores, que aseguraban la continuidad del negocio familiar, y la facilidad del chico con los números, llevó a la familia a decidir que lo mejor sería que Abdel continuara sus estudios. Para llegar hasta la madrasa, Abdel tenía que recorrer a pie cinco kilómetros a diario, pues esta se encontraba en la ciudad vecina. Jusuf y sus hermanos le habían recomendado que no abandonase la compañía de los chicos que, como él, iban a estudiar allí, pues de esta manera no correría ningún peligro. La fortuna quiso que un día, en que Abdel se encontraba solo en el taller, un nuevo cliente de su padre se presentara en busca de su encargo. Este, que pretendía montar un negocio similar en su tierra, descubrió la maestría del joven y quiso hacerse con sus servicios a toda costa. Volvió en varias ocasiones y, cuando Abdel se hallaba presente, aprovechaba para acercarse al muchacho y alabar su labor. Por esta razón, no desconfió de aquel hombre cuando se le acercó un aciago día que volvía solo a casa, desoyendo los sabios consejos de sus seres queridos.


El hijo del tejedor de alfombras

Cuando despertó, Abdel se encontró solo. Estaba encadenado y frente a él se encontraba una saca con el algodón y la lana necesarios para tejer a mano una pequeña alfombra. El chico empezó a gritar pidiendo socorro, pero nadie acudió en su ayuda. Pasadas unas horas, aquel hombre, que tan amable había sido con él en el pasado, apareció portando una bandeja con una jarra de agua y comida y, señalando la saca, le dijo que tendría que ganarse su sustento. A partir de aquel día, la vida de Abdel transcurrió en el silencio de aquel cuarto. Solo se comunicaba con su captor y, cuando este se ausentaba, con un sirviente leal de aquel que se ocupaba de la alimentación del muchacho. Mientras tejía sus alfombras, Abdel cavilaba la manera de hacer llegar a su familia noticias de la suerte que había corrido. Un día, mientras tejía, sus dedos entrelazaron los hilos, creando un nudo que hacía décadas no se utilizaba, pero que había sido el origen del buen nombre de su familia. El joven se dio cuenta de que, si a manos de sus parientes llegaba alguna de sus alfombras, sabrían que estaba vivo. Pasaron los años y Jusuf, a quien la ausencia de Abdel había avejentado prematuramente, emprendió el camino de la peregrinación acompañado de uno de sus hijos. Llevaban unas semanas de viaje cuando se detuvieron en un pueblo para recobrar fuerzas.


El hijo del tejedor de alfombras

Antes de volver al camino, Jusuf quiso visitar la pequeña mezquita de la localidad. Estaba a punto de abandonarla cuando entró un anciano con una pequeña alfombra bajo el brazo. Algo en ella llamó la atención del maestro, y cuando el anciano la desenrolló y quedó al descubierto la urdimbre, Jusuf supo que su hijo Abdel era el artífice de aquel hermoso trabajo. Jusuf esperó pacientemente a que el anciano terminara su rezo y lo ayudó a incorporarse y a recoger su alfombrilla. Una vez fuera de la mezquita se mostró encantado por la hermosura de la misma y el anciano lo informó de dónde podía adquirir una similar. Jusuf, acompañado de su hijo mayor a quien había informado de los hechos, visitó el lugar que el anciano le había señalado. Descubrió allí a su antiguo cliente, quien ante la presencia del artesano no supo cómo reaccionar. Padre e hijo, que vieron en este hecho una extraña coincidencia, decidieron acudir a las autoridades del pueblo para exponer su caso. Tras escuchar al anciano, convocaron a su eminente vecino, quien en un primer momento negó tener conocimiento del paradero del chico, para finalmente, ante la cara de sufrimiento del padre de su cautivo, desmoronarse y confesar la verdad. Abdel fue liberado aquel mismo día, tras once años de cautiverio. Una vez aclarado lo sucedido, padre e hijos continuaron la peregrinación que había propiciado la liberación del chico antes de regresar a su hogar, donde los esperaba el resto de la familia.


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