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En familia
Astillero González del Campo
Nos sentimos muy agradecidos porque nos hayan dado la posibilidad de escribir unas líneas en el anuario de nuestra querida Cofradía sobre pertenecer a la misma. Por ello, iniciamos este texto dando públicamente las gracias a la Junta Directiva y al equipo de redacción de “Espinas” por este detalle.
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Escribir sobre el sentimiento que es para nosotros cuatro, padres e hijos, ser hermanos de Nuestro Padre Jesús Nazareno, es tener que hablar de unas raíces familiares. Sin lugar a dudas, una de las fiestas más populares y con mayor participación de Daimiel es su Semana Santa. Y creemos que es así porque está enraizada en la institución más importante que existe en la humanidad como es la familia.
En nosotros todo surge cuando se refundó la Cofradía, esos complicados “nuevos inicios” que algunos daimieleños quisieron llevar a cabo para que Nuestro Padre fuese acompañado con su cruz por muchos moraos. El que fue Hermano Mayor y Hermano número uno de la Cofradía, Félix Cejudo Fernández del Moral, hizo hermanos no sólo a sus hijos sino también a sus sobrinos, y muchos más. Es así como la semilla fue plantada y como brotó. Pronto la implicación de Félix (padre) fue creciendo en la Cofradía hasta sentirla una importante parte de él. Es por ello, que nada más nacer cada uno de sus hijos, Félix y Javier, nos inscribió en las listas de moraos, mucho antes que en el Registro Civil y, por supuesto, antes de ser bautizados, ya que en aquellos tiempos si se permitía hacerlo así. Ya sólo quedaba que las mujeres pudieran hacerse hermanas para que, Vicen (madre), también formase parte de la Cofradía.
Siempre hemos vivido la Semana Santa como una fiesta religiosa muy especial, porque siempre hemos comprendido que en ella se conmemora el hecho que sustenta la fe católica: la Resurrección de Jesucristo. Por ello, mucho más allá que la procesión, siempre ha estado presente en nosotros el participar del septenario y las funciones religiosas como pasos previos de preparación a la Pascua. Y, por supuesto, asistir y participar en los Cabildos. Todo ello encabezado por Félix (padre) que siempre recuerda, informa, insiste, anima… para que asistamos toda la familia a esos actos.
Hemos crecido todos colaborando y ayudando a la Cofradía. Recordamos con cariño esas dos décadas en la que Félix (padre) fue “encargado de paso”. Cuantas horas en la antigua cochera de la calle Padre López quitando el polvo, dando cera, colocando las faldillas, dando aire a las ruedas e incluso poniendo esparraguera para el adorno floral del paso “Jesús consuela a las mujeres”. Todo ello en familia, aprendiendo a querer y respetar ese patrimonio de todos los moraos y de su importante significado, mucho más que lo artístico.
Y como no recordar también, esos días previos al Viernes Santo donde había que montar banderines, bajar los enseres del coro de la ermita, limpiar o, simplemente, “hacer recados” que mandaban los mayores. Como siempre se ha dicho por nuestra casa, lo importante es servir. Y efectivamente, como el Señor, esta familia nos consideramos servidores de la Cofradía. Independientemente de quien esté en la Junta Directiva, nosotros siempre hemos estado y estaremos al servicio de Nuestro Padre, que es por quien se hace todo.
No queremos dejar de reflejar lo que es para nosotros el Viernes Santo. ¿Cómo es posible que con los años que ya vamos teniendo, tras ver pasar los pasos de “los coloraos” a la parroquia de san Pedro, aun nos llenemos de nervios? Es algo que nos ocurre innatamente. Un mal dormir esa noche y al mandato, sin falta. Lo más emocionante es juntarnos en casa y colocarnos conjuntamente, familiarmente, la túnica. Y esperar en la plaza de la Paz (ya sea con lluvia, con amenaza de la misma, o con sol) que empiece la procesión con la misma emoción de si se tratase de la primera vez. Y todo el recorrido en silencio, pero juntos en familia, acompañando al nazareno como Él nos acompaña diariamente a llevar las cruces de las enfermedades, desánimos y preocupaciones que nos surgen en el día a día. Terminar viéndolo pasar y rezando en La Paz a Nuestro Padre Jesús Nazareno, es de los actos tradicionales que hacemos en familia. Queremos recordar a la abuela María Engracia, a la que visitábamos sin quitarnos la túnica cada Viernes Santo. Nunca olvidaremos su cara de alegría, de emoción, de satisfacción.
El sentimiento “morao” está muy hondo, muy dentro, seguramente como lo está en muchos otros daimieleños. Hace décadas éramos muchos los que salíamos del patio del ya mencionado Félix Cejudo (tíos, primos, sobrinos) camino de esas terribles aglomeraciones que se formaban por las calles San Juan o Barranco Santa María. Hace décadas que limpiábamos “nuestro querido paso”. Hace décadas que somos moraos. Siempre moraos. Siempre moraos en familia. Pero siempre, moraos en familia al servicio de Jesús Nazareno.

¡Qué nos proteja y guie a todos!

