Mondo Sonoro Aragón febrero 2018 Nº 258

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MONDoCULTURA

No gastéis más palabras, esculpidlas En diez años sin Sergio Algora, han sido muchos los amigos que han intentado recopilar su obra literaria como homenaje necesario y gesto de amor, a él y a la Literatura. Así llega “Celebrad los días”

Querido Sergio: Muchas gracias. Acaba de llegarme tu libro, “Celebrad los días”, la recopilación de tu obra poética, editada por Chamán. ¿Sabes que, además, Lola Lapaz está rodando un documental sobre tu vida? ¡Ya verás qué risa! Cuando sea, no hay prisa, subo a tu terraza, te invito a un Martini y me enseñas novedades. Hasta entonces, aquí hemos venido a hablar de tu libro. No sólo yo, también algunos de tus (muchos) (buenos) amigos, quienes han puesto su granito de arena en la publicación de tu poesía completa. No están todos los que son, pero... ya sabes cómo termina el dicho. “Os he condenado a hablar con lo que me quitáis de la boca y a nombradme”. Cuando leo éste, uno de tu versos, pienso en que ésa es la condena de, por ejemplo, tu amigo desde el Instituto María Moliner, el poeta Jesús Jiménez Domínguez. “Después de tantos esfuerzos infructurosos, fue una alegría para todos nosotros saber que, por fin, una editorial estaba interesada. Gracias a Maribel Ruiz, su última pareja, yo conservaba el manuscrito de un último libro de poesía que Sergio había terminado con la pretensión de enviarlo al premio mondosonoro.com — @mondo_sonoro — facebook/mondosonoro

“Miguel Labordeta” de Zaragoza. Pensábamos que aquel libro inédito, junto con los cinco publicados en vida por Sergio (alguno de ellos descatalogado o difícil de encontrar), serían un aliciente poderosísimo para los lectores nuevos y no tan nuevos, además de un acto de justicia. Si en sus canciones, Algora se mostraba lúdico y hedonista, en su poesía encontramos una voz muy distinta: urgente y explosiva al principio, más introspectiva y resignada al final. En ella hallamos los temas que más le obsesionaron: el amor físico y pasional, los fantasmas de la identidad y la consideración, siempre tan presente, de la muerte”. Gracias, Jesús. Estoy hojeando y ojeando tu libro, Sergio. Pero, ¡Algora!, ¿cómo se te ocurren poemas como “El hombre: laberinto de un paso”? Y ya. Y suficiente para presentar, por ejemplo, por qué no, a Sebas Puente. Él supo ser fan confeso y amigo, le aplaudo por lo que siento es un gran talento innato. “Pese a la diferencia de edad, desde el primer momento me trató como a un igual, lo que en aquellos años, la verdad, me hacía sentir importante: ya se sabe que Sergio tenía ese don, no descubro nada nuevo. Yo intentaba “hacerme el interesante” para que no se notase demasiado, supongo que sin demasiado éxito. Siempre he tenido muy presentes sus libros, los releo habitualmente: en mi casa, están separados de todos los demás. Pero, gracias a esta edición, he descubierto los versos de “Invierno”, su poemario póstumo, el único del que no conocía todos su poemas. Los editores, por otra parte, han acometido el trabajo con mucho entusiasmo, me consta.

Tengo, no obstante, sentimientos encontrados: quizá no hubiese titulado así (“Celebrad los días”) este libro, ya que considero que la poesía de Sergio estaba lejos de contener ese espíritu celebrativo, que sí contenían las canciones de El Niño Gusano. Son poemas crudísimos: duros, en ocasiones... Pero son nimiedades: a veces nos ponemos un poco serios cuando hablamos de Sergio, es lógico”. Escribes “Mi huida duerme en otro sueño”. No sé si a Octavio Gómez Milian le huebiera gustado huir. “Ésta es la carta que te escribo a ti, Virginia, porque no se la puedo escribir a Sergio. Éste es un proyecto ambicioso y tan bello que duele. Siento al volver a estos poemas que algunos se encontraron en mi vida, aparecieron de manera extraña, otros casi los vi esculpidos en los días. Todos tienen un recuerdo. Yo soy un biógrafo, no un crítico. Sitúo los datos y busco referentes. Del primer libro, con el malditismo, el opio, la dulzura, ese poso vital... a muchos de los poemas de los últimos libros, que tienen un trazo de premonición escalofriante; hay alguno de esos versos que parecen advertir la llegada de la muerte, la muerte en un sueño, el corazón reventado, el invierno como el final, pero un final dorado. Satisfecho de no haberme dejado el corazón en el camino; en realidad, cada círculo que cierro es una cicatriz que olvido. Piensa que la gente que tiene hoy 20 años tenía 10 el día que Sergio murió. Hágase la luz. No hablemos más de champán, por favor”. Algora, pon tú el final: “Y que luego suene una de esas músicas / que, de tan tristes, dan risa. / No sabéis qué risa”. . —virginia martínez febrero 2018 #7


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