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destino

maría el 7 de septiembre de 1978, tres semanas después del lanzamiento del álbum. Moon se puso a dormir después de desayunar y nunca se despertó. La noche anterior él y su mujer habían estado en una fiesta en Covent Garden. La autopsia certificó que se había tomado treinta y dos pastillas sedantes de un fármaco con el que trataba su alcoholismo. Qué cosas: había cumplido treinta y dos años pocos días antes.

“Podría haber pasado en cualquier momento”, reconoce Daltrey en sus memorias. Pete Townshend se lo temía igualmente, pero se engañaba pensando “que nunca sucedería”.

Tras su muerte, el guitarrista se empeñó en enrolar a Kenney Jones, batería de The Small Faces. El invento no funcionó, y después de grabar un álbum irrelevante, el cuarteto bajó el telón en 1982. Moon era, en efecto, insustituible.

El talón de Aquiles de Bonzo

EL ESTILO CAÓTICO Y TORRENCIAL de Moon era opuesto al del legendario batería de Led Zeppelin. John Henry “Bonzo” Bonham era un súper dotado que articuló el sonido de la batería de rock llevándolo a una nueva dimensión con su pegada y clase. Lo tenía todo. Pero como le sucedía a Moon, el talón de Aquiles del hercúleo batería total estaba en la bebida. Murió justo dos años después que su caótico y brillante compatriota, y a su misma edad.

Había formado con sus compañeros Led Zeppelin en 1968. Su tremenda pegada e innato sentido rítmico contribuyeron al ascenso irresistible del cuarteto, convertido en una de las instituciones rockeras más grandes del mundo, con una sucesión de discos y conciertos legendarios, que llevaron al grupo a embarcarse en un estilo de vida peligrosamente excesivo. A punto de emprender una gran gira por Estados Unidos en apoyo de “In Through The Out Door” tras tres años sin casi pisar los escenarios, el 24 de septiembre de 1980 Bonham llegó a los ensayos de los estudios Bray con dieciséis chupitos de vodka en el cuerpo.

Unas semanas antes se había desplomado en medio de la tercera canción durante un concierto en Alemania. El grupo se apresuró a desmentir que la causa hubiera sido la botella. Pero Bonham era un alcohólico de libro, y en aquel fatídico ensayo de septiembre iba a redoblar su ritmo etílico hasta el colapso, quizá como reacción a las exigencias que podía esperar de la carretera. Por la tarde todos fueron a la casa del guitarrista Jimmy Page en Windsor. Bonham se quedó frito, y a medianoche le llevaron a una cama a dormir la mona. En la tarde posterior el tour manager y el bajista John Paul Jones le llamaron, pero se había ahogado en su propio vómito.

En diciembre de ese mismo año la banda emitió un comunicado cerrando la puerta a cualquier posibilidad de continuar sin él. En un concierto de 2012 Jimmy Page y Robert Plant enrolaron al hijo de John, Jason, en un bonito guiño y epílogo a su enorme legado.

El héroe olvidado del post-punk

NO HABÍA CUMPLIDO los veintiocho cuando Pete de Freitas, impecable y atormentado batería del grupo de Liverpool Echo and The Bunnymen, falleció en un accidente de moto en la carretera inglesa A 51. Iba de Londres a Liverpool en su Ducati de 900 cc. Estamos en junio de 1989. Hace un par de años que ha vuelto al redil, después de una temporada en Nueva Orleans, donde sus crisis de ansiedad se agravaron. De Freitas había ingresado en la banda en 1979, reemplazando la caja de ritmos con la que Ian McCulloch, Will Sargeant y Les Pattinson trabajaban. El músico se dirigía en su moto a ensayar con el nuevo vocalista Noel Burke, pero la prueba nunca tuvo lugar. Otro gran músico de las baquetas malogrado por los demonios interiores, las drogas y un destino adverso. Años más tarde, Ian se referiría a la última etapa del batería como “una misión suicida”. JC. PEÑA

Leer M S

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