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LA MÍA

Que se pare el mundo Q

UE SE PARE EL MUNDO del arte en toda su amplitud. Que dejen de pintar los pintores, de dibujar los dibujantes, de escribir los escritores, de diseñar los diseñadores, de ilustrar los ilustradores, de guionizar los guionistas, que dejen los músicos de hacer música. Que dejen todos sus talentos en la cuneta, porque, oigan, ha llegado la Inteligencia Artificial a petarlo máximo. Le echamos un vistazo a esos artículos en los que se nos habla de lo increíbles que son los programas que crean imágenes, beats o incluso historias completas a partir de unas pocas directrices. Miramos esas imágenes y, buah, nos flipamos con el futuro. La persona que escribe el texto se limita a repetir lo que le han vendido los responsables de tal o cual aplicación, que por fin la gente podrá desarrollar su creatividad e imaginar cosas imposibles y hacerlas posibles. Pero claro, resulta que no es eso. Qué contentos parecen estar los cerebros informáticos cuando echan por tierra el talento artístico de otros, conscientes de que nadie va a borrarles del mapa como ellos pretender hacer con los verdaderos artistas. No me malinterpreten, no tengo nada de ludita y adoro que la tecnología nos haga las cosas mucho más sencillas, pero por favor, que no me vendan la moto. Resulta que, ahora, desarrollar tu creatividad es abrir el programa introducir, por poner un ejemplo, las palabras “Studio Ghibli, anime, terror, monstruo” y que la aplicación te suelte un monstruo sangriento miyazakinesco. Pongamos otro. Introduzcamos en una App de creación musical “128 bpm, Radiohead, drum’n’bass” y pim, pam, pum... Tenemos una canción que, oigan, ni “Kid A”. A eso le llamo yo ser creativo y desarrollar nuestras capacidades. Y es que ningún programa de inteligencia artificial crea nada de la nada. Para que cree una base musical se le han introducido millones de canciones que se dedicará a analizar y copiar para ofrecernos lo que queremos. Pero así somos. Si queremos estar a la última –o mejor dicho, parecerlo– tenemos que hablar de las múltiples posibilidades que nos ofrecerán las aplicaciones de inteligencia artificial que dibujarán por los dibujantes, que crearán bases por los beatmakers y así hasta el infinito. O hasta que queden millares de cadáveres por el camino o hasta que seamos conscientes de que conforme más inteligentes parecemos, más estúpidos somos. De momento puedo decirles que yo no quiero leer un libro escrito por una máquina. Quiero leer un libro en el que una persona me abra su corazón. Como este texto, estúpido o no, pero creado por quien lo firma, por quien es y por quien así piensa.

JOAN S LUNA

LA CITA VÍA ZOOM tiene lugar a las 16.00h. (hora española) de un miércoles y, por un momento, vemos a Paul Banks –magnético vocalista y bajista/guitarrista de Interpol–, protegido a conciencia de la lluvia, justo antes de preguntar amablemente si habría inconveniente en que apagase el vídeo para dejar solo activa la función de audio, ya que concederá la entrevista mientras camina por las calles de Berlín. Una vez acomodada la parte técnica, da comienzo una conversación de cuarenta minutos, ejecutada casi en su totalidad en español (idioma que el músico domina con meritoria soltura), y que comienza versando en torno a “The Other Side Of Make-Believe”, último álbum de estudio del trío con base en Nueva York. Un disco emocionante, cargado de sentimiento y que, aunque cuenta con alguna canción más asfixiante como “Into The Nigth” o “Greenwich”, también es mayoritariamente cálido. “No fue una decisión consciente. Nuestros discos siempre surgen de una combinación de circunstancias que tienen que ver con lo que está pasando en la vida, personal y creativa de Daniel [Kessler, guitarrista). Y pasa lo mismo con Sam [Fogarino, batería] y conmigo. Todos llevamos nuestra propia energía a cualquier proyecto. Si Daniel nos trae unas canciones que tienen una vibra más melancólica y relajada eso va a inspirar algo en mí en la misma línea. A menos que Sam empiece a tocar una batería muy agresiva en contraste con lo que introduce Daniel y eso pueda derivar en algo más asfixiante; algo que, como tú dices, sucede en ‘Into The Nigth’. No planeamos ni discutimos por adelantado cómo va a sonar un disco. Resulta siempre de una combinación derivada de nuestras propias energías, pero nos influyó el hecho de encontrarnos en la pandemia y estar separados. Cuando Daniel me mandó sus canciones por correo electrónico, yo las escuchaba y tocaba el bajo en mi cuarto, cantando ideas al micrófono a volumen bajo, haciendo algo más íntimo. Creo que esas circunstancias influyeron en que el disco suene así: algo más relajado y cálido”.

LAS ESPECIFICIDADES DEL MOMENTO derivaron, de paso, en un atractivo adicional para los propios artistas, que se vieron manejando elementos inéditos en pleno reto. “Sentí que era algo interesante para nosotros, porque era algo diferente; igual de auténtico que lo anterior, pero diferente porque no pudimos estar en el mismo cuarto, juntos y haciendo ruido a un volumen alto. Por eso las ideas que salieron eran más melódicas y con menos agresividad en la voz”. El elegido para

TEXTO Raúl Julián

FOTOS Atiba Jefferson