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LA MÍA

Todos sois iguales

ODIO LAS GENERALIZACIONES. Las encuentro una de las cosas más absurdas de todas cuanta tienen que ver con las opiniones. Las he usado, claro está, como todo el mundo alguna vez en su vida, pero me he acabado arrepintiendo cuando lo he hecho. Por eso le he dedicado columnas a todos aquellos que pontificaban que el cine español no valía la pena o que se cerraban en redondo frente a géneros musicales sin permitirles siquiera el beneficio de la duda. Culpables por mis santos cojones, y a otra cosa. Así que podría decirles lo mucho que aborrezco a todos aquellos que, en un ejercicio que sin duda dice mucho más de ellos que del objetivo de sus iras, meten a toda la crítica en un saco. Los críticos no se enteran de nada, los críticos son unos cretinos, los críticos tal y tal y más tal. Si se sienten amables esa mañana y han desayunado bien, quizás incluyan un “musical”, “cinematográfica”, “literaria” o “cultural” a continuación. Más que nada para que tengamos algún detalle más que nos ayude a fijar mejor hacia dónde va el comentario despectivo. Y ya sabemos que ese tipo de comentarios funcionan realmente bien en redes sociales y barras de bar, si es que a veces no son lo mismo. Siento la puntualización –por lo obvia que me parece–, pero cada crítico es de su padre y de su madre. Cada uno –o cada una– tiene sus referentes. Cada uno se fija en unos u otros aspectos a la hora de dar su opinión. Cada persona es responsable de que lo firma y no existe un “la crítica” así a lo universal. Porque es bien cierto que son muchas las opiniones que comparten infinidad de críticos alrededor del mundo, pero no lo es menos que hay millares que nada tienen en común. Ejemplos los hay a montones. Léanse las reseñas de “UGLY” de slowthai –por poner un ejemplo– aparecidas en medios como NME, Pitchfork o incluso en el nuestro y encontrarán las diferencias. Y eso hablando de música, porque si nos vamos a otros ámbitos culturales no tienen más que echarle un repaso a todo lo que se ha ido publicando en estos últimos días sobre los ganadores de los Oscar de Hollywood. Échenle un vistazo a las diversas opiniones que se han vertido en los medios sobre “Todo a la vez en todas partes”, y díganme dónde encaja esa “opinión generalizada de los medios”. Pero como tampoco voy a hacer yo un acto de generalización al hablar de la gente que generaliza con la crítica, les diré que se fijen bien, porque muchas veces tras esos comentarios suele haber gritos de atención, ajustes de cuentas y muchas otras de esas mierdas que se supone que nos hacen a todos tan humanos. En el peor de los sentidos. JOAN S LUNA

NO ES FÁCIL LLEGAR al decimosexto largo con la frescura y lucidez con la que reaparecen Ira Kaplan, Georgia Hubley y James McNew: la santísima trinidad del pop alternativo en su versión más emocional. En “This Stupid World” recuperan la vertiente más eléctrica y por momentos experimental, combinada con una mirada nada complaciente sobre el paso del tiempo y sus estragos. James sigue siendo el tipo tranquilo con el que todas las piezas del preciso engranaje encajaron hace ya tres décadas (en “Painful”), e insiste en la idea de “espontaneidad” como marca indeleble del trío. “A mí no me parece que este disco tenga más carga emocional que cualquiera de los que hemos hecho”, afirma tajante. “Creo que esa carga siempre está ahí, lo que pasa es que sale de maneras distintas. Supongo que depende de la persona que lo escucha. Pero no ha habido un catalizador como tal. Nos limitamos a sacar canciones. Tristemente, te tengo que dar una respuesta así de aburrida”. Y se ríe. Canciones como el maravilloso single “Fallout” les devuelven, cierto, a su lado más guitarrero, melódico e inmediato, pero “no ha habido ningún plan, más allá de que muchas de las canciones se grabaron en directo. Hemos tratado de capturar esa energía”.

JAMES NO CREE que sea trabajo del grupo explicar su música. Pero está claro que el Tiempo, así en mayúsculas, tiene un peso importante tanto en las letras como en el tono crepuscular de algunos cortes. Para confrontarlo, escapar de él, o aceptarlo. ¿Es el gran tema del álbum? De nuevo, “depende un poco del oyente. Nosotros no le queremos decir nada a nadie sobre lo que tiene que pensar. Pero… podría ser. Lo que está claro es que ‘el Tiempo’ es el tema de virtualmente todo. En ese sentido, sí lo es. Totalmente”.

JAMES SE MUESTRA TAMBIÉN esquivo en cuanto a posibles interpretaciones del ambiguo título. En cambio, se entusiasma hablando de la grabación, completada por ellos mismos en directo, sin productor externo y probando técnicas poco ortodoxas. El proceso le apasionó porque abría nuevos horizontes creativos. “En el lugar en el que ensayamos tenemos un pequeño tinglado que hemos venido usando un montón a lo largo de los años para las bandas sonoras. Con el tiempo supongo que hemos graba- do más cosas del grupo y menos bandas sonoras. En realidad no es un estudio, es una sala repleta con todos nuestros cacharros. Casi toda la grabación de “There’s A Riot Going On” (Matador, 18) se hizo allí. Disfrutamos mucho de la libertad de trabajar juntos en casa”. Y es que “en el estudio estás todo el rato mirando el reloj. Cuando trabajas en casa tienes más libertad. Según grabábamos las canciones de aquel disco, se nos ocurrió grabarlo entero allí y mezclarlo en algún otro sitio. Esta vez pensábamos hacer lo mismo, pero nos pusimos a mezclarlo según avanzábamos, y nos dimos cuenta de que nos lo íbamos a llevar ya [risas]. Hasta que se lo llevamos al ingeniero de mastering no hubo nadie más involucrado”.

GRABARSE A SÍ MISMOS sin ayuda externa y en directo fue “un reto extremo”, pero muy gratificante. “Tecnológicamente era como volver a empezar. Yo siempre me ponía en la piel de los que se pusieron en su momento a grabar música rock: no sabían cómo hacerlo, se lo iban inventando e iban encontrando soluciones por el camino. Me parece muy inspirador que cuando surgen

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