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Cartas al Cartero
Desde la mirada de la eternidad POR: PACO SANTOS Francisco Javier Santos Rebollo @Facebook - Instagram: francisco_fuerteventura
Imperecedero lector de estas líneas efímeras: A sus oídos sutiles para distinguir el silencio del ruido, a sus ojos preclaros para no confundir el fruto con el gusano, dirijo la pregunta que en estos días me desvela: ¿Qué se ha hecho del buen gusto más allá de la moda? ¿Qué se ha hecho del gusto elevado, más allá de las réplicas en cadena de lloriqueos exitosos que hoy bombardean nuestros oídos, o de las sagas de mediocridades reeditadas en catorce idiomas? Llámeme elitista quien quiera, o rancio o desinformado, pero conste que no pretendo barrer esta polvareda que la rueda del mercado levanta a su paso y con que la inmediatez de la moda nos asfixia. Es sólo que aspiro a algo más, que defiendo que tras esta cortina opaca que nos confina en un cerco estrecho y mediocre de ignorancia hay algo mejor; “mejor” porque nos hace mejores: una música transformadora como el grito de un niño que reinventa el mundo; una literatura capaz de dejarnos mudos. Bach afirmaba que componía para los oídos de Dios. Spinoza propugnaba como un deber ético el saber contemplar el mundo sub specie aeternitatis (desde la mirada de la eternidad). Y qué fácil sería acusarme por esto de carca pretencioso, adalid de los fríos monumentos y de las sepulcrales obras de mármol. No, yo reivindico la rosa. Porque a los ídolos milenial de hoy en día se les escapa la verdad sencilla y revolucionaria de la rosa: que es eterna, pues por más que inevitablemente se marchite, sus pétalos se abren a la eternidad, y es eso lo que la alienta y la torna perfecta. Quienes hoy se afanan en buscar la eterna juventud ignoran, patéticos, que la juventud es eterna, pues perdura por encima del paso del tiempo y de las arrugas. Faltan rosas en el arte. Hoy todo florece marchito, sin una gota de néctar, y ya no vale la pena ni molestarse en acercar la nariz para buscar un aroma fresco. Cansado de megaventas que mañana serán meganadas, se despide de usted el inquilino de: c/ El Médico de los Corderos, nº 8 (semisótano).