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en Puno contemporáneo

CAPÍtuLO 4

ReCOnstRuCCIón hIstóRICA De LAs feRIAs De MInIAtuRAs en PunO COnteMPORáneO

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Una de las celebraciones rituales más populares en el altiplano puneño son las ferias que hoy conocemos como alasitas —término de origen aymara referido a la transacción comercial propia del mercado—. La celebración de dicha feria se vincula con el calendario religioso popular andino, por lo cual, comúnmente, acompaña alguna celebración patronal destacada. Las alasitas consisten en el expendio ritual de manufactura en miniatura, la comercialización de otros productos, artesanales e industriales, así como la presencia de una serie de yatiris —sacerdotes aymaras—, encargados de bendecir, ch’allar, las adquisiciones a fin de hacer los sueños realidad.

La fiesta que observamos en diversos poblados puneños y otras ciudades andinas muestra la transformación de una celebración de origen prehispánico que, al igual que otras prácticas religiosas indígenas, fue denunciada en diversos momentos por los evangelizadores, tanto coloniales como republicanos decimonónicos, pero que, a lo largo del siglo XX, fue ganando gran aceptación social, siendo a la larga incorporada como elemento sustantivo de la identidad puneña, tal como podemos observar el día de hoy.

En nuestro país, las primeras referencias documentales contemporáneas que tenemos sobre las alasitas datan de inicios del siglo XX y se refieren a la feria que se realizaba anualmente con motivo de las celebraciones de la Santa Cruz, el 3 de mayo, en el actual barrio de Bellavista —Calvario Chico— en el Cercado de Puno.69 Este hecho, sin embargo, no significa que la

69 Si bien la duración actual de la Feria Internacional de Alasitas se prolonga por más de una semana (en el 2012, la Municipalidad de Puno estableció su extensión entre el 2 y el 9 de mayo), en sus orígenes la fiesta duraba solamente la tarde del tres de mayo, hecho que todavía puede observarse en algunas de las celebraciones de alasitas que se llevan a cabo en las provincias de Huancané o Pomata, o, incluso, en la feria que se organiza en la ciudad de Puno en conmemoración de la Asunción, en el cerro

Cancharani (15 de agosto).

práctica no haya tenido lugar con anterioridad. Se trata de una celebración indígena que, con la propia transformación que ha atravesado la sociedad aymara en el último siglo, ha venido cambiando su forma, en algunos casos su significado y, sobre todo, la manera en que ha sido percibida por los observadores no indígenas.

En esta fecha, cientos de artesanos —y comerciantes— ofrecen una diversidad de efectos en miniatura, los cuales son adquiridos en una concurrida feria por un público esperanzado en alcanzar, merced al objeto adquirido, la materialización de los deseos: la compra de un terreno, la culminación de la construcción de una casa, automóviles, el título universitario, la profesionalización de los hijos, el éxito en los negocios, la adquisición de una visa y de algunos artefactos electrónicos, entre otros tantos sueños que van generándose y recreándose continuamente. Entendemos que si bien la feria de las alasitas tiene origen en el mundo campesino indígena, con el tiempo su significado religioso ha sido asumido también por otros sectores de la sociedad puneña contemporánea, que la ha erigido junto a otras manifestaciones festivas locales —la celebración de la Candelaria, el ekeko, la diablada— como símbolos identitarios regionales. Asimismo, puede que hoy la forma que adquieren las ferias difiera mucho de la que originariamente practicaban los ayllus aymaras, sin embargo, conserva su

expendio y bendición de miniaturas en la feria de alasitas de Puno.

Los yatiris, o paccos (sacerdotes andinos), realizan el rito de la ch'alla o bendición de los objetos, importante para muchos de los asistentes a la feria. Si bien, en muchos casos, los propios vendedores pueden efectuar este acto, no son pocos los compradores que llevan las miniaturas ante los yatiris, a fin que estos hagan las ofrendas–coca, alcohol, cigarrillo, sahumerio– que aseguren la fortuna y las peticiones de los creyentes. Fotografías del autor. 3 de mayo del 2012

significado esencial, el cual sigue vigente dentro de la idiosincrasia de otros tantos pueblos en el mundo católico popular andino, por lo cual se exige el cumplimiento de una serie de normas y ritos que permiten alcanzar la realización de los deseos: la fe, la bendición de la miniatura en la capilla de la cruz, el acto de la ch’alla o, en el caso del ekeko, su recibimiento como regalo o la adquisición por medios non sanctos.

El objetivo del presente capítulo es ofrecer una reconstrucción histórica que permita entender el proceso de transformación que la feria de miniaturas ha atravesado en el tiempo, además de explicar el significado religioso que ha tenido dicha celebración dentro de la sociedad aymara. Entendemos que las ferias de alasitas, tal cual observamos hoy en Puno y otras poblaciones altiplánicas, surgen con el desarrollo urbano y las consecuentes transformaciones que este proceso genera sobre las prácticas religiosas en el mundo indígena.

Si bien las ferias de alasitas se celebran en distintas fechas del año, asociadas, por lo general, a alguna celebración patronal, en el altiplano peruano una de las fechas destacadas para su realización está en relación con la festividad de la cruz, del 3 de mayo. Es este también el tiempo en el cual se lleva a cabo la feria más grande y destacada de todas en la ciudad de

Puno. Aun cuando las celebraciones a la cruz no estaban incluidas dentro del calendario festivo católico, se han mantenido vigentes, pese a que en muchos momentos el clero intentó reducir su influencia entre la población indígena.

Los doctrineros, consientes de la importancia de los espacios sagrados dentro del sentimiento religioso indígena, tendieron a aprovecharlos dentro de sus prácticas evangelizadoras, estableciendo cruces. Allí que, en la actualidad, estas montañas sean llamadas «calvarios». En estos lugares, según diversos observadores, y tal como podemos observar hoy en día, los indígenas tienen la costumbre de levantar pequeñas edificaciones de piedra, a semejanza de casas, estancias agrarias o ganaderas, las cuales con el tiempo dan la impresión de ser ciudades en miniatura. En ciertas fechas del año, las construcciones reciben la visita de sus «dueños», los cuales realizan las «reparaciones» debidas y son objeto de una serie de ritos celebratorios, cargados de alcohol, coca, música e iluminadas por velas. Este tipo de práctica ritual ha sido anotado en diversas ocasiones en los alrededores de Puno y otras provincias. Con el paso el tiempo, el crecimiento de las ciudades producto de las migraciones, extendió la celebración hacia una feligresía no solamente indígena70. Como ha señalado un entendido en el tema: «[...] cada creyente hace sus construcciones con la idea que en lo futuro tendrán casa y mayores extensiones de tierras» (Canahuire 1993: 14).

Con relación a esas prácticas rituales en el siglo XIX, recogemos la información especialmente significativa que nos ofrece un documento de 1868. En esa fecha, el cura de San Miguel de Ilave elevó un informe al obispo de Puno, señalando que, en ciertas fechas del año, los indígenas de su jurisdicción tenían por costumbre establecer «mercados» en una apacheta cercana a su parroquia:

(...) en un lugar distante de la población tres leguas y media llamado Biludo (sic) comprensión de la parroquia de San Miguel, el jueves septuagésimo de cada año veneran los indios la efigie de la muerte grabada en una roca, le dedican una fiesta solemne con bailes y mercado, hacen depravaciones

70 La participación de los indígenas en las diversas ferias populares organizadas con motivos de las fiestas religiosas locales es anotada constantemente por los observadores, civiles y religiosos, desde tiempos coloniales. Así, hacia finales del siglo XIX, en 1891, el Gobernador de Pichacani informaba al Subprefecto del Cercado de Puno la imposibilidad de efectuar el cobro de impuestos en esta localidad por la asistencia masiva de los indígenas a la fiesta de San Miguel de Ilave. En: Oficio del Gobernador de Pichacani, Segundo de Amat, al Subprefecto de Puno, 4 de octubre de 1892. AHRP, Prefecturas, Caja N.° 159.

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