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rituales del ekeko

1960 entre los artesanos del surandino peruano—, con el ekeko. Tanto el niño como el ekeko adoptan exactamente el mismo estilo hierático y la posición de brazos y manos (véase el ensayo fotográfico al final de este capítulo).

En ambos casos, la representación que adquiere el ekeko se habría basado en formas, técnicas y el estilo de la imaginería popular española y su difusión se asociaría a la existencia de ferias y espacios de intercambio donde los artesanos pudieron haber difundido sus creaciones híbridas a diferente tipo de público: indígenas, mestizos y mistis, tanto rurales como urbanos. Esto explicaría el porqué, a lo largo del siglo XX, los observadores asociaron esta imagen a las ferias altiplánicas mientras que los estudios referidos al uso tradicional y ritual de miniaturas entre los aymaras parecen indicar que estas prácticas no tuvieron mayor vinculación con el ekeko (Tschopik 1946, 1951).

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En el altiplano peruano las descripciones de esta figurilla, como personificación de la prosperidad y la buena fortuna —el sami andino—, aparecen hacia la década de 1910, cuando en la prensa local puneña se le apunta con especial interés dentro de la celebración de miniaturas en las faldas del cerro Machallata: «Desde las 1 p.m. desfilaron a ese lugar señoras, señoritas, jóvenes, niños, maritones e indígenas a gozar de la algazara popular y de la cara enigmática de los equekos que este año anduvieron tan escasos como los botones después de la fiesta» (El Siglo, 4 de mayo de 1917). La nota evidencia el aprecio que los asistentes a las alasitas otorgaban a la figura del ekeko y el sinsabor suscitado porque en la celebración de 1917 la figura estuvo especialmente escasa dentro de los productos expendidos por los feriantes.

Unos años después, a inicios de la década de 1920, el médico Hermilio Valdizán anotaba el especial cuidado que el ekeko recibía de parte de las familias en Puno, Cusco y Arequipa (Valdizán 1922), hecho que será luego confirmado por Carlos Camino (1945) y Harry Tshopik (1946) quien, a su vez, ubica esta práctica en todo el territorio aymara.

Si bien muchos observadores contemporáneos han insistido en otorgar al ekeko un papel protagónico dentro de la celebración de alasitas

del 3 de mayo —incluso algunos han llegado a afirmar que la feria de miniaturas nace como una especie de homenaje al dios ekeko (Loza 1971) —, encontramos que su rol protagónico recién se va evidenciando desde la década de 1950. Por lo tanto, debemos dejar de pensar al ekeko y las alasitas como fenómenos indisociables de una misma práctica celebratoria. Esto no es correcto, pues las primeras descripciones que tenemos de espacios sagrados de intercambio de objetos rituales no evidencian un uso extendido de esta figurilla.120 Será recién a mediados del siglo XX que el ekeko alcance un rol predominante en las ferias. Es posible que los cambios atravesados por la población puneña en este período hayan incidido en la entronización del dios de la prosperidad y la abundancia121 a los ojos —expectativas y deseos— de los migrantes y comerciantes de la ciudad (Núñez 2008).

A inicios de la década de 1950, el puneño Enrique Cuentas (1953) afirmaba que, dentro de la fiesta de miniaturas del 3 de mayo, el ekeko era el «personaje que cobra[ba] mayor importancia dentro de los diversos artículos de comercio» (Cuentas 1953).122 Para esta época, diferentes notas periodísticas describen el especial interés que sienten por él los concurrentes a las alasitas:

(…) vemos una muchacha soltera que compra un “ekeko” que es un pequeño muñeco de rostro arrugado y sonriente i provisto de vestiduras indias i abrumado de objetos, el mismo que dice que es para que tenga suerte en el matrimonio i se case con un hombre rico. El comerciante adquiere el “ekeko” para triunfar en los negocios i luego lo colocará en un sitio preferente sobe una repisa i cuando presienta algo malo en su trabajo le prenderá una vela, tal vez hasta le rece una oración (Jospani 1955).

Las notas resaltan también el rol protagónico que alcanzó dentro de la feria:

En esta ciudad azul con motivo de la fiesta de la Cruz se lleva a cabo la feria de las alasitas que es una venta de objetos típicos en miniatura donde

120 Con el mismo sentido, el ekeko es hoy expendido en diferentes ferias y mercados ajenos a la tradición de las alasitas, tanto en el surandino como en otras partes del país. 121 Algunos investigadores afirman que en las primeras descripciones del ekeko no se le ofrece como atributo la abundancia —valor del pensamiento occidental—, sino la prosperidad y la fortuna, familiar y comunitaria, propias de la cosmovisión andina prehispánica (Illatarco 2012). 122 Información similar a la que refiere una nota publicada dos años después en Los Andes (3 de mayo de 1955), donde se indica que en alasitas «(…) tiene singular preferencia el

“ekeko”, muñeco de yeso abrumado de objetos cuyo origen desaparece en la leyenda».

Feria de los deseos en Lima

Fotografía del autor. Exibición y venta de miniaturas que, en los últimos años, ha permitido la visibilización de la producción artesanal y prácticas rituales altiplánicas entre el público capitalino. Campo de Marte, diciembre del 2012.

ocupa un lugar principal el famoso “Equeco” que según las creencias es el personaje de la buena suerte (Flores 1964).

Según el antropólogo Mario Núñez (2008:13), es hacia el decenio de 1970 cuando el ekeko alcanza su masificación en el norte del departamento de Puno —tradicionalmente quechua—, en especial en Juliaca, hecho que se consolidó por la fuerte presencia aymara, vinculada al comercio, en dicho territorio. Paralelamente, los procesos de migración que atravesó la población altiplánica hacia las ciudades del litoral, especialmente destacados desde mediados del siglo XX, favorecieron la incorporación del ekeko dentro de los escenarios religiosos nacionales, más allá del surandino.

Así, a mediados de la década de 1960, la folclorista Alfonsina Barrionuevo (1966:14) describía la dinámica de las «ferias del ekeko» en la capital. Una nota publicada en la revista Variedades destacaba la llegada de este “viajero” a la capital: «Un hombrecillo regordete, rubicundo, con un grito en la boca ha entrado en Lima llevando un hábito de bienestar a las casas donde llega. Es el pequeño dios caminante de los aimaras» (Variedades, 1 de enero de 1975).123 Más adelante, entre las décadas de 1980 y 1990 —decenios

123 En esta misma nota se apunta el inicio de la producción de ekekos en la ciudad del

especialmente críticos de nuestra historia social contemporánea—, se convertía en un elemento claramente reconocido dentro del escenario ritual limeño, sobre todo entre la población migrante asentada en esta ciudad. Así, se registra el expendio de ekekos dentro de la popular Feria Agropecuaria de La Molina. Las palabras del folclorista ayacuchano Alejandro Vivanco (1988:182) evidenciaban el especial aprecio que iba ganado la figurilla entre la población de Lima:

Los limeños que suelen creer en talismanes, fetiches y mascotas poseen ya seguramente, el gracioso y pintoresco “Eqeqo”, que es la figura de un ser bonachón, de 15 cm. de tamaño, portador de la dicha y la buena suerte, según la creencia del pueblo aimara.

La comprensión del significado religioso de las alasitas y el ekeko nos exige entender el universo religioso surandino y altiplánico como un espacio abierto, donde los creyentes tienen la posibilidad de incorporar constantemente nuevos elementos —y rechazar otros— para ofrecer una reflexión amplia sobre las dinámicas de cambio que constantemente vienen produciéndose. Así, investigaciones recientes (Martínez y Castillo 2011; Walter Rodríguez, entrevista personal, 2012; observación personal 2012) corroboran la progresiva “desaparición” del ekeko dentro de los objetos vendidos en las ferias. Aparentemente, en tiempos recientes, esta figurilla ha dejado de ser el elemento central de las alasitas para dar lugar a nuevas representaciones.

De igual forma, se conoce que en celebraciones de alasitas durante la primera mitad del siglo XX otras figuras en miniatura fueron especialmente apreciadas por los participantes en la feria, objetos que en la actualidad simplemente han desaparecido.124 Huelga decir que, constantemente, emergen nuevas representaciones, algunas de las cuales, con el tiempo, logran alcanzar un lugar privilegiado entre los concurrentes a las ferias —desde figuras de sapos, budas, gatos, elefantes, hasta búhos—, todas con un determinado significado dentro de la cosmovisión andina y mestiza propia de

Cusco a manos de los artistas Enrique y Maximiliana Sierra, con el objeto de ofrecerlo en diferentes escenarios dentro y fuera del país. Una pieza del ekeko, adjudicada a

Maximiliana [Palomino de] Sierra, de cartón y pasta, fechada hacia 1974, se encuentra en los fondos del Museo Nacional de la Cultura Peruana (código 1.85.14). 124 La narradora paceña Yolanda Bedregal (1976: 143-144) describe una serie de

«muñecos típicos» de las alasitas en La Paz, que fueron desapareciendo con el tiempo, como el «kusillo (dios de la alegría)» y las «cholasttejetas».

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