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A11 MARTES 22 DE MAYO DE 2012

PENSAMIENTO Y ACCIÓN DE MÉXICO

OPINIÓN

* Homero Bazán * Laura Elena Herrejón * Juan José Rodríguez

Cronista de guardia

T

engo una amiga extranjera que desde hace dos años vive en una casa de huéspedes por el rumbo de la colonia Roma y me cuenta que su rutina equivale a la disciplina que se debe guardar en un barco o en el ejército. Ella cuenta con horarios específicos para usar la regadera por las mañanas, tiene su propio refrigerador y también tiene sus horas para cocinar. Si realiza una llamada por teléfono a celular debe apuntar el número en una libreta y el tiempo aproximado, además de que no puede llevar a ningún invitado o invitada a su habitación. Lo curioso es que la casa de huéspedes en la que vive es una de las muchas que operan en el Distrito Federal sin ningún tipo de regulación, y ya no se diga, de responsabilidad fiscal, un tema bastante viejo en nuestra urbe y que data de tiempos de la Colonia. Sería hasta después de la Revolución cuando la proliferación de las casas de huéspedes en distintas colonias del valle de México haría necesaria la instauración del primer reglamento, cortesía del ayuntamiento y se trató de realizar un improvisado registro sobre todos los predios que ofrecieran alojamiento por una tarifa mensual. La cosa no era nada fácil, sobre todo cuando alguna anciana o viuda necesitada decidía rentar discretamente algún cuarto de su casa y lograban conformar un ambiente familiar con sus clientes. Por esta razón, los inspectores debían hacer de algunas artimañas para dar con los evasores. La más común era pasar por parroquianos comunes y preguntar por los distintos barrios, con el panadero, el tendero, quien ofrecía alojamiento mensual a buen precio. Una vez localizada la dirección de la víctima, el chupasangre fiscal le leía el reglamento sobre regularización de semi arrendamiento en casas habitación y lo invitaba a firmar un documento que lo obligaba a poner en orden su registro (y por ende su mordida) en un lapso de 30 días. Por supuesto, al carecer de bases sólidas, el abuso oficial fue prácticamente ignorado por los posaderos, quienes sencillamente se ponían de acuerdo.

Vecinos trabajando

C

omo nadie es profeta en su tierra, (bueno, casi nadie) tuvo que venir a la Ciudad de México un extranjero a decirnos lo que hacía falta llevar a cabo, para promover entre los habitantes una cultura de convivencia y buena vecindad. Así, el Gobierno del Distrito Federal contrató hace meses, al Sr. Antanas Mockus, ex alcalde de Bogotá, Colombia, para que viniera a descubrir el hilo negro y elaborara un decálogo de acciones para impulsar una buena cultura ciudadana (yo cambiaría el término a vecinal). Con bombo y platillo fueron anunciadas estas acciones, y al paso de los meses me pregunto ¿qué impacto habrá tenido en la Ciudad esta inversión, la cual seguramente no fue nada barata o si sólo fue un gasto fuerte más? Y es que ya estamos tan acostumbrados a que se nos den notas llamativas sin conocer su final, que difícilmente hacemos nuestra parte y nos tomamos la molestia de darles seguimiento. Por esta razón, las autoridades y políticos se sirven “con la cuchara grande” y no se detienen al ofrecer y prometer cosas que saben que no se podrán cumplir o por lo menos reconocer que hay dudas de su efectividad. Si en lugar de contratar servicios a extranjeros, por muy amigos que éstos sean, se hubiera acordado Marcelo Ebrard que en la Ciudad de México existe, desde el 2006, el 15 de agosto como el Día de Vecino, no hubiera hecho falta el diagnóstico que el Sr. Mockus vendió sobre la problemática que se vive de apatía y falta de vecindad, ya que el por qué del Día del Vecino es precisamente ese. Si también se hubiera acordado que según la Gaceta Oficial del Distrito Federal, del 11 de agosto del años 2006, en la que salió publicado el Decreto donde se oficializa el Día de Vecino, hay una serie de acciones que deben llevar a cabo las Delegaciones Políticas e instancias de gobierno, entre ellas la Procuraduría Social, Desarrollo Social y la Secretaria de Gobierno, quizás desde ese año se estarían atacando de fondo muchos de los problemas que el Sr. Mockus vino a descubrir a la Ciudad de México. Así, en vez de firmar acuerdos y convenios que solo visten a los políticos y rellenan la cartera de otros, se aprovechara lo que ya tenemos y se aplicara la ley, quizás tendríamos ahora vecinos más responsables y menos apáticos.

Cuaderno de un náufrago

H

ay una preocupante invasión de poemas falsos de Pablo Neruda, William Shakespeare y hasta de Paulo Coelho en las redes sociales… algunos increíblemente cursis, otros chantajistas y planos en su mensaje. Ojo, no descalifico los mensajes de optimismo, superación o bienaventuranza. Simplemente deploramos la impostura y el uso de un lenguaje poco original, aunque venga arrebolado de vibras positivas que a no pocos mandan con la finta electrónica. Monsiváis establecía que “lo cursi era todo lo exquisitamente fallido”. Tanto en Facebook, Twitter y las conversaciones frontales - que son también redes sociales en desuso: gracias a los iPods, existe gente que prefiere escuchar su música a conversar en un encuentro casual- hemos visto la proliferación de ese material apócrifo que inunda con eficacia de un virus los más inesperados espacios del diálogo. Cualquiera que conozca la poesía y el lenguaje de Neruda o Shakespeare se daría cuenta de que las palabras a las que acuden estos textos no son parte del léxico común del profeta de América Latina o del Bardo de Strattford-On-Avon. Desde hace rato la masificada sociedad que tiene Internet comparte contenidos previamente masticados a todo un globalizado entorno que no se detiene ante la menor reflexión. Decimos masticados porque ni siquiera están bien digeridos. Notas y fotos falsas que todo mundo postea sin pensar nos invaden. Algunas son un auténtico llamado al odio, a la intolerancia o la simple estupidez y, tristemente, las cuelgan personas que defienden causas tan respetables como el estado laico, la ecología o su simple simpatía política.

CARICATURA


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