Mis parientes 13 de enero 2017 2a edicion pdf corregida

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El tío Heliodoro Izquierdo Vivanco I Para quienes no lo conocieron, el tío Helio era puntualísimo, formal, trabajador, poeta, periodista, entusiasta ferrocarrilero, y cuando jubilado siempre andaba con prisa para seguir ofreciendo su servicio gratuito a otros de su gremio. Tenía más de 76 años, cuando por todas sus virtudes, el líder sindical de los ferrocarrileros potosino lo designó responsable de dar la bienvenida a todos los invitados a la fiesta navideña anual, seguro de que estaría a tiempo y con su porte digno cual más, coronado por bombín. Nadie mejor que él para tal comisión. Era un jueves y el tío Helio se bañó y perfumó como nunca, y dado el frío de la temporada, se puso su largo abrigo negro, elegante, a tono con el evento. Salió apurado de casa de Elenita y Sam, y para acortar terreno evitó las pocas banquetas que había por la colonia,

lanzándose

por en medio de los

muladares, solares y terrenos en construcción. Usaba lentes gruesísimos, por su baja visión, por eso no alcanzó a ver una zanja que estaba en uno de los lotes vecinos y fue a dar a su fondo. Salió de ahí todo enterrado. Del esfuerzo por salir de la zanja, le surgió una gran necesidad que le hizo regresar a casa. Sam se sorprendió al verlo de vuelta y cuando le ofreció sacudirle el polvo, éste no se dejó por la prisa mayor que tenía de ir al baño. El tiempo corría y tío Helio, un Izquierdo, había prometido llegar puntualmente a la fiesta, de modo que a la salida, nuevamente se negó a que Sam le limpiara el polvo de su ya no tan elegante abrigo. Pasó de carreras frente a Sam, quien alcanzó a percibir un olor fétido. Extrañado, insistió al tío que se dejara limpiar el abrigo. El puntualazo de tío Heliodoro no iba a permitirse llegar tarde por un simple abrigo polveado, de modo que siguió su paso firme con todo y bastón. Sam se quedó con la idea de que algo andaba mal en el tío. Don Heliodoro llegó a tiempo a la fiesta navideña, cumplió cabalmente su compromiso de saludar cortésmente a todos y cada uno de los invitados y al terminar la cena, regresó a casa, acompañado de su pestilencia. Entonces no tuvo más que 19


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