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EL JARDÍN DE LOS SABORES

Boiling point (hierve)

No vean la peli si les gusta exclusivamente el cine de Disney. No la vean si les gusta los happy end. No la vean si creen que la realidad no supera la ficción. Porque si lo creen, es que no se dedican a la hostelería.

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La película, construida a partir de un planosecuencia a ratos agobiante y siempre conmovedor, constituye un fresco hiperrealista sobre la vida en la cocina. Así, La exigencia personal y profesional a la que se ve sometido un chef, va incorporando presión a la olla hasta hacer saltar toda válvula de seguridad. El director, Philip Barantini, trabajó doce años como chef en una cocina. Desconozco si era un buen cocinero. Pero lo cierto es que, en su faceta de director, logra trasladar al espectador el ambiente de un restaurante de una manera directa y eficaz. En la cocina de Hierve no hay ramitos de perifollo estratégicamente dispuestos en el plano o cocineros que hacen aspavientos para probar un guiso. Hay, por contra, mucha verdad. Ese tipo de verdad que no es que sea triste, sino que lo que no tiene es remedio. Que levante la mano quien no haya entrado nunca en la cocina antes de un servicio con el libro de reservas a tope y se haya encontrado un problemón de esos sobrevenidos, en el primer minuto de trabajo. Que diga alguien que no es verdad el consumo de alcohol y droga en la cocina. El argumento me lleva siempre al recuerdo de Luis. M. Un niño grande, una buena persona, un bendito en medio de una de esas megaurbes que exprimen el jugo de sus habitantes y que decidió que la heroína y solo ella, iba a ser la sustancia que le proporcionara los momentos de paz en su vida. Que tire la primera piedra quien no se haya indignado ante una comanda de filete con patatas, siempre en mitad de un servicio. Pero, si quieren comer esto... ¿para qué vienen aquí? Es la primera y consabida pregunta. Pero no es la última, porque ésa es la que hace el cocinero. La cuestión para el propietario es: ¿Y por qué no se lo vamos a hacer si tenemos carne y patatas? Y el análisis del chef-socio es: os comprendo porque hacemos otro tipo de cocina, pero a final de mes hay que pagar las facturas.

Que alguien confirme o desmienta que es una mera licencia cinematográfica la clientela maleducada. Que los influencers constituyen ya una categoría de clientela en sí misma, alimentada por esa mezcla de narcisismo y vacuidad que las redes propician. O que las dietas, alergias, intolerancias y reacciones inmunitarias incorporan al trabajo de un cocinero un extra de esfuerzo y de

responsabilidad. Lo digo siempre que toca explicar la vida dentro de un establecimiento. Trabajar en un restaurante es como habitar en el Vaticano: en un segundo tan cerca del cielo; al instante con un pie en el infierno. En esta película, como en la vida real en una cocina de cierta exigencia, lo sórdido y lo sublime conviven. Los destellos de disfrute culinario se maridan con la presión de los impagados. La vida cotidiana se aliña de sueños y aspiraciones. El pato asado, la tarta de limón, las ostras y los cócteles, observan atónitos como los seres humanos nos amamos y nos autodestruimos; creamos y devastamos. Y tal como sucede cuando un líquido llega al punto de ebullición, en algunas ocasiones anhelamos simplemente, evaporarnos y salir volando por la campana. horeca