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EL JARDÍN DE LOS SABORES

El viaje en tiempos de Covid

Experiencias y peripecias de un viajero en Europa, exportables a la hostelería española de después del verano

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Viajar es necesario. Viajar enseña tolerancia. Es una excelente manera de aprender y de superar miedos. En este sentido, un viaje por Europa en el verano 1 después del Covid, ha dejado de ser una experiencia familiar y conocida para transformarse en una investigación in situ sobre la capacidad de metabolización y adaptación de la hostelería, el turismo y sus diversos operadores ante los retos a los que se enfrentan. Estos son algunos ejemplos. 1/ Compañías aéreas.

No es nueva la responsabilidad de las compañías aéreas de controlar los requisitos de entrada del viajero al país de destino. Pero ahora la cuestión sanitaria adquiere tintes dramáticos. Ya antes del desplazamiento, el viajero impenitente tuvo que descargarse el formulario europeo de localización de pasajero, necesitó bajarse de la web del SALUD, el Certificado digital Covid y si quiso viajar con hijos pequeños o preadolescentes, debió pasar por un centro médico y depositar entre 50 y 95 euros por test de antígenos o PCR. Sí; el test de antígenos cuesta 10 euros en la farmacia pero ese no sirve. Una vez que tienes en tu mano los documentos, todo ello debe ser adjuntado digitalmente a las tarjetas de embarque. Y la compañía aérea te envía ¡cada día! un recordatorio de que debes tener todo en regla y que en caso contrario, no podrás embarcar y acabarás en una prisión turca tipo El Expreso de Medianoche. Para cuando te llega el tercer mail, el viajero ya tiene los documentos en el correo electrónico, en la nube, en el archivo de fotos, impresos en papel y enviados a algún amigo en AENA por si acaso se te acaba la batería o se te bloquea el móvil en el momento del embarque. 2/ Compañías de alquiler de coches.

Las rent-a-car tuvieron que vender gran parte de sus flotas en la primavera de 2020 para aligerar pasivo y compensar pérdidas. La menor disponibilidad de vehículos y una mayor demanda conforme la actividad económica se recupera, ha llevado al sector a un fuerte incremento de precios. Un Nissan Micra se paga a precio de Mercedes Cabrio. Y eso, en el caso de que encuentres un automóvil disponible. Ya hay muchos turistas que han expresado su enfado en los archipiélagos españoles porque la falta de flota les Impide en la práctica salir del hotel. 3/Hoteles.

Los establecimientos hoteleros se han puesto las pilas: es un hecho indudable. Las soluciones adoptadas son variadas: pinzas de usar y tirar para coger los alimentos del buffet. Desayuno solo previa reserva. O desayuno buffet pero servido en mesa (como antes, en los grandes hoteles). Algo se gana y algo se pierde. Otras soluciones -fuera de España- parecen más extemporáneas: recalamos en un hotel que había decidido hacer la habitación cada tres días para “minimizar el contacto con los clientes”. Sonaba a lo que era: reducción de costes de personal aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. 4/ Pasaporte COVID para entrar en bares y restaurantes.

He estado en uno de los países europeos que han instaurado el pasaporte COVID para poner un pie en cualquier establecimiento. Lo que he visto es un panorama de normalidad. Como si fuera un gesto ya aprendido, camareros y clientes consuman el escaneo del móvil con naturalidad. Los pocos que no portan el pasaporte, se quedan en las terrazas, cada vez más comunes. No he presenciado ningún problema o tensión. La prensa del país aludía a ese mismo estado general de combinación de empatía cliente-empleado y viceversa. Uno sabe que lo debe de pedir y otro conoce que es condición sine qua non para poder acceder al local. Bien es cierto que nadie nos pidió un documento personal identificativo, que es una de las posibles fallas del sistema, pero, como en el resto de las normas establecidas en relación a la pandemia, la respuesta social más común es el seguimiento del marco normativo, con mayor o menor convencimiento. Resulta evidente que el requisito ayuda a la seguridad personal y colectiva y quizá esto pesa más que los argumentos en contra. Pasará el verano y cuando las terrazas no sean tan apetecibles, tendremos que ponernos de acuerdo también en España, sobre la gestión del espacio interno en la hostelería...con pasaporte o sin él.