Revista Iglesia y Vida - Septiembre 2008

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Llamo por teléfono al P. Xysto Kraiser. Dejo recado que me llame para darme su testimonio, pues no atiende. Tampoco estoy cuando me llama al celular y me deja su grabación. Estos corotos al menos sirven para algo: XK: “Cuando entraba en cualquier iglesia, después de haberse santiguado con el agua bendita, su mirada estaba siempre fija en al Tabernáculo, a donde inmediatamente se dirigía… También pude observar personalmente que visitaba varias veces al Santísimo en la capilla de nuestra Casa Madre en Roma. Nunca salía por la puerta de la casa sin haber visitado primero al Salvador en el Tabernáculo, y no regresaba a su habitación sin hacerle una visita. Durante los años que vivimos juntos en la Casa Madre, no lo vi de otra manera sino inmerso en la más profunda veneración ante el Santísimo y siempre de la misma manera, día a día, y durante muchos años”. Tocamos a la puerta de la habitación del P. Engelbert Heilmann, solo dos golpecitos suaves, al más clásico estilo alemán, para no molestar a los vecinos. “Ave”, se escucha desde dentro, lo cual es la señal de que uno puede entrar. Recordando las antiguas tradiciones, antes de decirle buenas tardes, y mucho menos “hola chamo”, le saludo reverentemente: “Ave María Purísima”. “Sin pecado concebida”, me responde, y ahora sí podemos entrar en diálogo. Mira, tú eres joven, seguro que recuerdas algún testimonio de algún padre mayor, y bla, bla, bla…

EH: Sí, cómo no: “El difunto P. Efrén Bonheim me contó que el Reverendísimo Padre había pasado repetidas noches enteras en oración delante del Santísimo. Ese padre tuvo durante mucho tiempo el encargo en la Casa Madre de cerrar la capilla con llave en la noche, y abrirla temprano en la mañana. El Reverendísimo Padre se dejó encerrar repetidas veces dentro de la capilla a la hora de cerrar el P. Efrén, hasta que reabría en la mañana”. Entra el P. Atanasio Krächan a traer la correspondencia, abierta, naturalmente, como era la costumbre entonces. Este padre era el encargado o “prefecto” de los estudiantes. Las cartas se recibían abiertas, pues el superior, o el encargado, tenían derecho de revisarlas. De todas formas casi todas son cartas de bienhechores, prometiendo donaciones o haciendo alguna consulta espiritual. Aprovechamos para conocer el testimonio de este Padre que acaba de entrar y nos cuenta: AK: “Como prefecto de los teólogos mi puesto en la capilla estaba al lado de la puerta de entrada de la misma. Por eso, cuanto entraba el Siervo de Dios, después de santiguarse, observé que al entrar ya había olvidado todo lo que le rodeaba, y ninguna otra cosa tenía más importancia para él fuera del Tabernáculo. Su genuflexión era siempre una predicación para nosotros. Por la forma como saludaba al Santísimo, se notaba que había establecido un contacto personal con Jesucristo. Durante la recitación del Oficio Divino, el P. Jordán, que tenía su puesto cerca .

de donde se leía el Evangelio, siempre se tornaba un poco, a fin de quedar mirando directamente hacia el Santísimo. Nosotros, los más antiguos de la Sociedad, hicimos nuestra esa costumbre del Fundador, de visitar al Divino Salvador en el Tabernáculo regularmente y, sobre todo, al salir y entrar de la casa”. Ya urge entregar el artículo en Iglesia y Vida, pues siempre el día 15 debe ir a la imprenta y estamos a 14. Pero insiste el P. Apolinar Thoma, que él también quiere salir en nuestra revista. El siempre la lee y especialmente le gustan los chistes y los chismes de “Familia Salvatoriana” (por cierto él cumple años el 1 de abril y espera que su nombre aparezca en la sección de cumples). AT: “Cuando se veía entrar al P. Jordán en nuestra Capilla, parecía que era atraído por el altar, ¡tan conmovido entraba! Entraba con las manos medio alargadas hacia adelante como para saludar al Salvador en el Tabernáculo. Tras la genuflexión, cuando se dirigía a su puesto, procuraba no dar la espalda al altar, sino que caminaba casi de medio lado, mirando hacia el sagrario, de tal forma que se notaba que estaba completamente unido al Señor oculto en el Sagrario”. ¡Ya, Padre, basta! Que corremos el peligro de que Efraín rechace el artículo por llegar tarde y lo sustituya con algo de la agencia ZENIT y nos fregamos. Voy a dar forma a todo esto en la computadora. Gracias y hasta pronto.


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