08 MANUAL PSICOLOGIA_IMPRESO

Page 68

68

Actividades

Autoevaluación

Glosario

Bibliografía

Anotaciones

UNIDAD II: PROCESOS PSICOLÓGICOS BÁSICOS

Los resultados sugieren que, tal y como propuso Easterbrook (1959), el estrés elevado produce un incremento de la selectividad atencional, o un estrechamiento del foco atencional, que hace que la atención se concentre en los detalles contrales de un evento a costa de ignorar los otros aspectos, y acabe produciendo sesgos de memoria; en concreto, (1) un mejor recuerdo de los detalles periféricos de una escena emocionalmente neutral, y (2) un mejor recuerdo del asunto central de una escena violenta que del de una escena neutral, y (2) un mejor recuerdo de los detalles periféricos de una escena emocionalmente neutral que de una escena violenta. La hipótesis e Easterbrook será retomada en la última parte de este trabajo. En definitiva, la evidencia disponible apoya la idea de que el estrés emocional reduce la memoria de los detalles periféricos y aumenta la memoria de los detalles periféricos y aumenta la memora de los detalles centrales de un evento como consecuencia de una hiperselectividad o estrechamiento de la atención, que hace que la atención de la persona sea focalizada en los aspectos salientes y emocionalmente activadores del episodio en detrimento de los aspectos periféricos (Christianson, 1992b; Heuer y Reisberg, 1992). Al afecto a sesgo de memoria correspondiente se le ha llamado memoria en túnel, para indicar que, en situaciones de estrés, la memoria humana parece que funciona como si mirásemos a través de un estrecho túnel que apuntaría a los elementos críticos del acontecimiento y dejaría fuera los aspectos no relevantes. La hipótesis de la memoria en túnel ha recibido confirmación empírica de diferentes estudios (cf. Safer et al., 1994). Trauma y memoria Cualquier que revise la literatura científica acerca de los efectos del trauma sobre la memoria o, más concretamente, como es la memoria de los sucesos traumáticos, comprobara fácilmente que existe una falta ostensible de acuerdo respecto a distintos y variados problemas. En realidad, más que falta de acuerdo lo que se encuentra es un debate acalorado sobre cuestiones tales como si los recuerdos traumáticos difieren o no de los recuerdos ordinarios, así es necesario apelar o no a mecanismos extraordinarios para explicar la formación de los primeros, si la fragmentación es una característica exclusiva y distintiva de los recuerdos traumáticos, etcétera. En mi opinión, una observación que podría resultar tranquilizadora al respecto es que el enfrentamiento se produce (casi) sistemáticamente entre científicos del ámbito aplicado/clínico y del ámbito teórico/ investigador, por lo que de inmediato surge la sospecha de que “aquí ocurre algo raro”, probablemente, no en el plano puramente científico o en el contexto del descubrimiento, sino en los presupuestos, prejuicios y actitudes desde los que se juzga lo que ocurre en el campo ajeno. En un trabajo reciente del psiquiatra Bessel van der Kolk, uno de los grandes expertos en trauma psíquico, se describe ese problema y se señalan algunas de sus posibles razones en los siguientes términos: “Tradicionalmente, los campos de la psicológica clínica y la psiquiatría, metodologías y conceptos tan divergentes sobre los que han basados sus explicaciones de los procesos de memoria, que se ha producido una verdadera confusión de lenguas entre estas disciplinas” (van der Kolk, Hopper y Osterman, 2001,p. 10). Un punto importante de desencuentro surgió recientemente, en la pasada década, cuando tras la observación por parte de algunos clínicos, muy antigua, por lo demás, en psiquiatría de que algunas personas que habían sido víctimas de abusos sexuales podían perder toda su memoria de tales experiencias y recuperarla en un momento posterior, muchos científicos cognitivos adoptaron una actitud de incredulidad (e, g., Loftus, 1993; Kihkstrom, 1995). Sin embargo, como continúan argumentando van der Kolk y sus colaboradores, esta era una observación que desde hacía más de un siglo se había venido constatado de modo consistente por parte de psiquiatras que habían trabajado con poblaciones traumatizadas. Baste recordar los trabajos pioneros de Pierre Janet o de Josef Breuer y Sigmund Freud de finales del XIX sobre la histeria, seguidos de los informes sobre la llamada “neurosis traumática de guerra de Vietnam, que daría lugar que en 1980, por fin, la American Psychiatric Association incluyera en sus manual oficial de trastorno mentales (DSM-III) una nueva categoría llamada “trastorno por estrés postraumático”. A mi entender, resulta muy difícil encontrar una justificación a la actitud de desprecio de algunos psicólogos cognitivos ante estas observaciones, a las que siste-


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.