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Desde la Misión

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Página del lector

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El cespaamazónico

P. Juan José Cortés Casillas, mg

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Las Constituciones aprobadas por la Iglesia católica que rigen la organización y disciplina del Instituto nos dicen que: “el Curso de Espiritualidad y Pastoral (cespa) es obligatorio, como parte integrante de la formación del Seminario Mayor, con el fin de que cada Seminarista adquiera un fundamento más sólido en la formación espiritual y abrace su vocación con madura y meditada elección” (cf. Const. Art. 59). Con la confianza puesta en las manos de Dios, y siendo obedientes a la invitación del Papa sobre unirnos como Iglesia sinodalmente al rescate de nuestra casa común, la “Querida Amazonía”, nuestro Instituto misionero ad gentes ha decidido llevar adelante una renovación estructural en relacióna la formación inicial de nuestros seminaristas; entre otros muchos proyectos se encuentra el de trasladar el cespa a la Amazonía (desde la fundación de nuestro seminario, este curso se había organizado en México). El 15 de agosto de 2022, fiesta de la Asunción de la Virgen María, ha sido la fecha fijada para la fundación de esta nueva manera de formar a los futuros Misioneros de Guadalupe. El lugar elegido

julio 2022 I fue Pebas, una comunidad del río Amazonas, en el Vicariato Apostólico de San José del Amazonas, en el Departamento de Loreto, Perú, cerca de la triple frontera entre Brasil, Colombia y Perú. El Instituto se siente impulsado, guiado por el Espíritu Santo, para seguir adelante con esta innovación formativa sin precedentes en nuestra historia. Por primera vez, los seminaristas serán enviados fuera de México para la vivencia del cespa, que dura un año; además, pretende ser “internacional”, ya que estará compuesto por estudiantes de otros países, no solamente mexicanos.

El objetivo del cespa, en consonancia con el del Seminario Mayor, consiste en profundizar en las fuentes de la vida espiritual apostólica y en comprender la vocación misionera dentro del Instituto, asimilando sus Constituciones (cf. Const. Art. 60). Por ello, lo que pretendemos es que el ambiente amazónico brinde a nuestros seminaristas los elementos necesarios a fin de que tengan una formación contextuada que les facilite ahondar en la vida espiritual apostólica para que, junto con las Constituciones, les ayude a conseguir la anhelada perfección en la caridad, fin último de todos los que formamos el Instituto.

Dichas Constituciones nos siguen diciendo: “Para cultivar el espíritu de oración, busque el misionero las genuinas fuentes de la espiritualidad cristiana, como son la Palabra de Dios, la Liturgia y la Tradición de la Iglesia” (Const. Art. 28). Llevar esta unidad formativa a la Amazonía facilita que el seminarista se inicie sistemáticamente en la práctica de la oración mental, así como en esas genuinas fuentes: la confesión, la Eucaristía, la Sagrada Escritura, el santo rosario, el ayuno y la lectura espiritual. Aunado a este cultivo de la vida espiritual, pretendemos que la realidad amazónica desarrolle el otro elemento esencial que persigue este curso: profundizar en estos orígenes de la vida espiritual, ya que lo esencial –como miembro de una sociedad de vida apostólica– es conservar un carácter de clero secular, viviendo en comunidad, teniendo como finalidad el apostolado. Por tanto, éste siempre primará sobre los otros elementos de nuestra naturaleza institucional.

Los puestos que hemos asumido en el Vicariato Apostólico de San José del Amazonas, donde se establecerá el cespa, están compuestos por grupos originarios amazónicos, como los ticuna (en Caballo Cocha), los huitoto, ocaina, yagua y boras (en Pebas), y los shipibo-konibo (en Masisea). Este caldo cultural amazónico desencadenará un proceso de “inculturación” de nuestros seminaristas; serán retados por esas culturas, lenguas y espiritualidades ancestrales; sin duda, aprenderán mucho de nuestros hermanos de estas tribus. Esta realidad evangelizadora, a lo largo y ancho de los ríos de la Amazonía –el Yavari, el Amazonas y el Ucayali– presenta grandes retos a los agentes evangelizadores que ayudarán al seminarista a comprender mejor su vocación misionera dentro del Instituto, y si realmente Jesucristo los llama para ser Misioneros de Guadalupe, su respuesta será consciente y decidida para continuar en la búsqueda de la santidad personal y comunitaria en un proyecto evangelizador sinodal, como señala el Instituto: “Por tanto, la finalidad del Instituto es la evangelización de los que no creen en Cristo; para lograrlo, sus miembros se empeñan en la promoción y formación de agentes de evangelización” (Const. Art. 4). Muy queridos Padrinos y Madrinas, he querido compartirles nuestro proyecto formativo para que, caminando juntos como Iglesia sinodal, lo encomendemos a Dios y a nuestra bienaventurada María de Guadalupe, que lo lleven a buen puerto y podamos recoger abundantes frutos: sacerdotes santos que prediquen la Palabra de Dios y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (cf. Mt 28,18-20).

“La cosecha es abundante, “La cosecha es abundante, p o los obr os s pocos” p o los obr os s pocos”

(Mt 9, 37) (Mt 9, 37)

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