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Vida MG

“El que pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás, no sirve para el Reino de Dios” (Lc 9, 62)

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P. Miguel Ángel González Aldaco, mg

25° aniversario sacerdotal Estimados Padrinos y Madrinas, soy el P. Miguel Ángel González Aldaco, mg, y con motivo de mi 25° aniversario sacerdotal, que celebro este mes, comparto con ustedes algunos recuerdos de mi historia vocacional.

El ingreso al seminario

Conocí a los Misioneros de Guadalupe cuando cursaba el sexto año de primaria. Un sacerdote mg nos daba charlas de espiritualidad y en una ocasión nos llevó a conocer el Seminario Menor de Misiones; después nos preguntó si nos gustaría ser sacerdotes misioneros y nos dijo que, en caso de animarnos y decir que sí, podríamos recibir acompañamiento vocacional en el Centro de Orientación Vocacional. Yo respondí afirmativamente y durante los estudios de secundaria tuve mis primeras experiencias misioneras.

Al terminar ese periodo, recibí de nuevo una invitación, pero esta vez para ingresar al Seminario Menor, en Guadalajara. Volví a decir “Sí”; durante una semana asistí al preseminario y fui aceptado. Sin embargo, mi entusiasmo se apagó cuando el padre rector se enteró, por medio de mi madre, que aún no contaba con mi certificado de estudios de secundaria pues debía una materia (Matemáticas). Entonces me dijo: “Hay dos opciones: la primera, que sigas en tu casa un año más y te esperamos para el próximo curso escolar...”. Ahí sentí un balde de agua fría, pero el sacerdote prosiguió: “La segunda opción es que te podemos admitir con la condición de que te esfuerces en los estudios”. Sabía que sería un reto difícil, pero acepté.

Aquí está, a punto de ser consagrado

Algo que recuerdo muy bien fue que, después de ser aceptado, yo mismo recopilé todos los documentos requeridos y solamente me faltaba uno, pero el principal de todos: el permiso escrito firmado por mis papás. Lo escribí con mi

puño y letra, y lo entregué a mis papás para que lo firmaran. Mi madre preguntó: “¿Ya lo pensaste bien? ¿Eso es lo que quieres?”. Seguro de mí mismo le respondí: “Sí”. Lo firmó. Después, mi papá, al ver la firma de mi madre, también lo hizo.

Noté cierta tristeza en ellos y después entendí por qué: ya tenían un hijo en el Seminario Diocesano de Guadalajara, y por un lado tenían la alegría de entregar dos hijos a Dios, pero por el otro sentían preocupación por pagar las colegiaturas y demás gastos. Un año después mi hermano dejó el seminario. Se dice que mientras un candidato a la vida consagrada está en formación, es difícil saber si llegará a perseverar hasta la ordenación. A veces las personas o los mismos padres formadores acreditan a unos y descartan a otros. El día de mi ordenación sacerdotal el Cardenal Juan Sandoval Íñiguez le comentó a mis papás: “El que creían que sería sacerdote no llegó, y el que no pensaban que pudiera serlo, aquí está, a punto de postrarse y ser consagrado”.

Las exigencias de la vocación misionera

Recién ordenado fui enviado a la Misión de Perú, donde permanecí 15 años. Cada vez que iba de vacaciones a la patria, al despedirme para volver a la Misión, recibía la bendición de mis padres, y también yo los bendecía como sacerdote. Mi padre era ya mayor y en cada despedida me preguntaba con melancolía: “¿Irás a encontrarme la próxima vez que vengas?”. Con toda confianza o esperanza le decía que sí, con el favor de Dios.

Sin embargo, cuando falleció no me fue posible regresar a México, pues estaba muy cerca la Semana Santa y era difícil conseguir un sacerdote suplente. Con serenidad y alegría acepté ese designio de Dios y envié un mensaje de condolencias a mi familia, con

dos citas del Evangelio: “El que pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás, no sirve para el Reino de Dios” (Lc 9, 62), y: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí [...] y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mt 10, 37-38). Esa experiencia confirmó mi vocación una vez más.

Mi labor actual

Después de los 15 años de servicio en Perú, pasé seis en labores de animación misionera en México. Terminado ese tiempo decidí volver a las Misiones, pero esta vez opté por Mozambique, en África. Gracias a Dios y a los Superiores del Instituto eso fue posible, y aquí sigo muy contento.

Al cumplir 25 años de ordenación sacerdotal agradezco a Dios por la bendición de perseverar en el llamado que me hizo y la bendición del apoyo espiritual y material que he recibido de familiares, amigos, Padrinos y Madrinas que colaboran significativamente y hacen posible que la Iglesia misionera siga anunciando la salvación de todos los pueblos.

I febrero 2021Santos Misioneros

San Óscar, Papa

Festividad: 3 de febrero

San Óscar, también conocido con el nombre de Anscario, fue el primer Obispo de Hamburgo. Nació hacia el año 800 en Picardía, Francia, y a corta edad quedó huérfano de madre, por lo que su padre lo envió a estudiar al monasterio de Corbie. Ingresó en la Orden Benedictina y posteriormente, en 1822, fue enviado a fundar la Nueva Corbie, en Westfalia, donde se desempeñó como maestro de escuela y predicador en la Iglesia. Ludovico Pío, sucesor de Carlomagno como emperador de Occidente, le pidió trabajar en la evangelización de los pueblos danés, sueco y eslavo. En 826 fue enviado con Harald Klak, rey danés convertido a la fe cristiana. En Dinamarca llevó a cabo obras pastorales

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