4 minute read

Recuento de mi experiencia misionera en Perú

Lic. Adrián Alberto Sánchez Ortiz

Estimados Padrinos y Madrinas, hace ya un par de meses que regresé de mi servicio como voluntario en la Misión de Perú. Salir a evangelizar a otras tierras y regresar a casa implicó llevar a cabo un proceso acompañado por Misioneros de Guadalupe, el cual no culminó con el simple retorno a México, sino que se extendió hasta el momento en que pude hacer un recuento de mi experiencia misionera en Perú. Aunque las primeras semanas de mi regreso fueron para reincorporarme poco a poco a las actividades que realizaba antes de partir, mi corazón no era el mismo, pues ahora se encontraba profundamente contento y agradecido por todo lo vivido en el país andino.

Advertisement

Las vivencias más significativas

Conforme pasa el tiempo, al recordar se puede reconocer cuáles han sido nuestras vivencias más significativas, y en mi caso pude valorar

entre las varias que pasé durante el periodo en que realicé mi servicio. Sin duda, una de las más importantes fue colaborar con los jóvenes de la Parroquia Sagrada Familia Independencia y la Vice Parroquia de la Santísima Cruz de Picchu San Martín, las cuales son atendidas por los padres mg en Cusco. A mí llegada los primeros grupos que conocí fueron el coro “Octava Nota” y el grupo “Luz de Dios”, y fue con ellos con quienes compartí la mayor parte de las actividades y con quienes ocasionalmente realizaba paseos por la ciudad, los cuales servían para conversar acerca de diversos temas en un contexto distinto al salón parroquial. Sucedieron infinidad de anécdotas, pero algo que llamó mi atención las primeras semanas fue percatarme de que los jóvenes del coro, aunque asistían a dos Misas los domingos, no comulgaban. Tras indagar un poco sobre los motivos supimos que tenía que ver con cierto desconocimiento acerca del Sacramento de la Confesión, por lo que, con la asesoría del P. Eduardo Castellanos Hernández, mg, diseñamos un cómic para instruir acerca de dicho sacramento; en otras palabras, hicimos una historieta con la catequesis propia del tema.

Después de unos días vimos cómo los jóvenes comenzaban a acercarse al

El P. Eduardo Castellanos Hernández, mg, con matrimonios que conforman la comisión de familia del decanato El Sagrario.

Sacramento de la Confesión, hasta que llegó un domingo en el que todos los miembros del coro pasaron a comulgar. Aún siento emoción al recordar ese momento, porque fui testigo de cómo el Señor obraba en los corazones de los jóvenes que estaban deseosos de recibirlo.

Los jóvenes de Cusco

Posteriormente tuve la fortuna de conocer a los coordinadores de la pastoral juvenil del decanato “El Sagrario”, al que pertenecen las parroquias que atiende el Instituto, y pude entablar amistad con muchos de ellos y coordinar algunas actividades que pudimos realizar con gran éxito. Me invitaron a conocer sus parroquias, sus historias y algunos sitios de interés.

Los jóvenes cusqueños conocen nuestra cultura y tienen especial cariño por la Virgen de Guadalupe y por san José Sánchez del Río. Así mismo, han crecido con personajes de la televisión mexicana, les gusta nuestra gastronomía y, aunque parece algo insignificante, todo eso abona al trabajo de evangelización, porque a través de temas comunes podemos abrir conversaciones sencillas que nos llevan a compartir la profundidad del amor que Jesús nos tiene. Hoy extraño las ocasiones en que los jóvenes llegaban

a cenar en la casa parroquial y, entre bromas y risas, hacían preguntas de la fe que profesamos. La Misión crea lazos de fraternidad. Durante esos meses conocí a muchos adolescentes y jóvenes, algunos serios y reservados, otros extrovertidos y apasionados. Algunos me invitaron a conocer a sus familias y compartir los alimentos de su mesa, siempre platillos típicos de su región. Aunque la llegada de la pandemia no me permitió despedirme personalmente, guardo la esperanza de volver a verlos. Deseo que sigan madurando su espiritualidad y que siempre haya algún misionero o misionera que pueda acompañarlos en ese proceso.

Agradecimiento

Si alguna vez soñé con tener una vida llena de aventuras, saber que mi existencia tenía un sentido y experimentar un amor inigualable, el Señor me ha regalado todo eso a través de la vocación como misionero laico, y le estoy profundamente agradecido. Estimados Padrinos y Madrinas, los invito a compartir la revista Almas con los jóvenes que estén cerca de ustedes.Tal vez sus hijos, nietos o sobrinos se sientan inspirados por el Espíritu para compartir la vida y la Misión. Entretanto, también agradezco sus oraciones y el apoyo que brindan a quienes anhelan llevar la Buena Nueva a todos los pueblos.

This article is from: