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Marta Vieira Da Silva
Marta Vieira da Silva nació y creció en Alagoas, al noreste de Brasil, uno de los estados más desfavorecidos de ese país. Su padre se fue cuando ella tenía un año y su madre salió a trabajar tiempo completo. Junto con sus dos hermanos y hermana, Marta descubrió el fútbol. Jugaba en la calle pateando una pelota hecha con bolsas de plástico apretadas. Cuando tenía cinco años, su madre se negó a comprarle una pelota y le dijo: “Eres una niña, Marta”. Pero ella no aceptó que el fútbol sea solo para los varones. Marta no podía ir regularmente a la escuela debido a los problemas económicos de la familia. A los once años comenzó a trabajar como vendedora ambulante de frutas y ropa al mismo tiempo que jugaba en el club de fútbol de su barrio. Tenía catorce años cuando la entrenadora Helena Pacheco descubrió su talento.
A partir de ese momento, Marta no ha parado 55
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de ganar premios. Con la selección brasileña ganó dos veces la medalla de oro en los Juegos Panamericanos y la medalla de plata en los Juegos Olímpicos. En 2010, fue nombrada “Embajadora de Buena Voluntad” por Naciones Unidas y en 2018 volvió a ganar, por sexta vez, el premio FIFA a la mejor jugadora. Marta es considerada la mejor jugadora de fútbol de la historia, famosa por su habilidad, velocidad y delicadeza. Tuvo que ser fuerte para lograr esto en Brasil, un país donde el fútbol de mujeres estuvo prohibido hasta 1979 por ser “poco femenino”. El fútbol femenino todavía se enfrenta a una gran desigualdad, sobre todo, salarial. Queda un largo camino por recorrer.
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