LSD

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Las sucias de mentes



Me di cuenta cuando le metí el dedo en el culo.

Vale, que sí, el mecanismo ancestral y toda esta película, pero ese instante fue diferente. Lo vi en sus ojos, la manera en la que se retorció y me miró, muy fijamente, sin aliento. Debí haberle avisado, ¿que por qué no lo hice? Porque quise apoderarme de la situación, sabía lo que hacía, quería someterle, estar por encima, sentir poder. Qué puto asco. Creo que es una mierda mental instaurada en el colectivo. Somos sometidas todo el tiempo, manejadas al antojo sexual de la persona con la que nos acostamos, y en cierta manera nos gusta que nos la metan sobre la encimera de la cocina, cogidas en el pasillo contra la pared, atadas al cabezero de la cama y de rodillas, porque es una mierda instaurada en el colectivo. Nos sentimos deseadas siendo sometidas y por un momento quise ser la otra cara de la moneda. Qué puto asco sentí hacia mi misma. Cuando me miró pensé que iba a hacer lo que yo hubiera hecho en su caso. Pero no, me dijo, ¿sabes qué? No me lo esperaba, y me gusta. ¿Quieres someterme? Dímelo y hazlo. Y yo pensé qué cojones, y seguí. Así que no sé tías, habrá que probar. Habrá que probar a ser la otra cara de la moneda. A someter los límites (ya no estoy en el plano sexual, traqui zorras , eso lo aprendí en el fascículo 23.4 Sexualum del manual Feminista), sin importar lo que vayan a pensar de nosotras. Por ejemplo, este Fanzine es el antidiseño, la antimaquetación, lo que nunca te enseñaran en la uni. ¿Que se justifica dejando un margen de 3mm? y una mierda, ¿que voy a encontrar trabajo en una editorial? Pues no creo. Pero cuando empecé, pensé, qué cojones, y seguí. Att: Atenea.


III Balas, Un amor.

Lo que no cuentas en terapia

La fiesta de los gemelos.

Closer

Mississippi

Amalas

La niñera

El hombre más guapo del mundo

Casi llegas tarde

La cajita de madera

Winona Ryder

La cajita de madera

La hija del Cristalero

#Savetheplanet

Amalas

Amalas

Mississippi

Amalas

Mississippi

Amalas

Amalas

Mississippi

Mississippi

Amalas


Balas, Un Amor Motel en la 48 del desierto de Sonora. Tres coches en el aparcamiento. Dos disparos. Un cuerpo. El administrador apestaba a whisky, sus ronquidos eclipsaban lo que fuera que estuviese pasando en la tele. Sudaba alcohol. No dudé en robar la llave de la habitación 3A. Me dijeron que ella estaría allí. Iba a ser fácil y rápido, nada podía salir mal. Subí lentamente por las escaleras y me planté frente a la puerta que buscaba. Hacía calor, eran las cinco de la mañana y podía haber 27 grados sin problema, el puto desierto. Las gotas de sudor aparecieron debajo del sombrero y me empaparon la frente. Cogí la llave y la metí por la hendidura, con mi otra mano agarré el revólver calibre 38. La habitación estaba a oscuras y en completo silencio, algo me hizo dudar. No olía a ella. Lo siguiente fue un palo directo contra mi cabeza, sin previo aviso. Sabía que venía. Caí al suelo de rodillas y perdí el revólver, sobre mí se abalanzó un hombre y me comenzó a golpear, yo lo empujé con toda mi fuerza hacia dentro de la habitación y me defendí hasta que me dio en la nariz. El cabrón me la rompió. Como pude me escabullí a buscar el revólver del suelo, la habitación seguía a oscuras, mi nariz era un torrente de sangre que sentía caer caliente sobre mi boca. Sabor a metal. Prendió la luz del baño y lo reconocí. Jon. Llevaba un cuchillo en sus manos y pude confirmar que estaba solo, no había rastro de ella ¿Dónde estabas Babi? Me abalancé sobre el revólver apenas lo vi, junto a una de las patas de la cama. No le dio tiempo a nada, cuando avanzó yo ya le estaba apuntando la sien. Ella no estaba allí, pero ya era muy tarde, no podía dejar cabos sueltos. También quería matar a Jon. Me miró con terror en los ojos, esa mirada de desesperación que tienen cuando ven la muerte de frente.

Esos ojos me llenaron de vida. No le di tiempo ni a pestañear, mi pulgar tiró del gatillo y la bala atravesó su cabeza, dejando

sangre salpicada por toda la pared. Me levanté y acerqué al cuerpo inerte, le volví a dar, ahora directo en la cara. Se le salieron los sesos y el rostro se le deformó, como si se lo hubieran comido los coyotes.


¡

Bajé las escaleras corriendo, agarré el coche y me perdí por el desierto. Iba a ser fácil y rápido, nada podía salir mal, a excepción de que ella no estaba allí. El sonido me atravesó los tímpanos. Busqué entre la oscuridad algún ápice de luz. Aún no lograba despertar cuando me azotó otro disparo ¡PAM! Se abrió la puerta de la habitación de al frente y unos pasos corrieron por la escalera. Me levanté sin pensarlo y abrí la puerta con cautela, necesitaba cerciorarme. Pude ver el coche que se alejaba con rapidez y lo reconocí. Me había encontrado. Cerré la puerta con la respiración cortada. Acababa de matar a Jon. Si hubiera podido, hubiera corrido hasta su habitación para pedirle perdón, que nada de esto era su culpa, todo era por mí. No se lo merecía. Temblando, me lavé la cara y me preparé para escapar. Aún me dolía la cabeza. Se estaba formando costra. El grito del resto de huéspedes me alertó, debía salir antes de que me vieran. Me asomé por la puerta para escuchar. El administrador que estaba borracho trataba de hablar con la policía por teléfono mientras balbuceaba palabras sin poder sostenerse en pie.

El resto de huéspedes que eran sólo dos estaban fuera de la recepción. El chico de la 4C tiritaba y la vieja de la 1A fumaba un cigarrillo y renegaba en voz alta.

¡

-¡No me extraña que te vuelen la cabeza en un motel como este! ¿Sabes? ¿Y qué me dices de las toallas? ¡Un asco! -Yo vi la sombra de un hombre escabullirse por las escaleras justo después del segundo ruido... - Disparo - Lo corrigió la vieja de la 1A. Él la miró con reproche y continuó. -Pobre chico… lo dejaron como un colador… -¡Hombre! Algo habrá hecho. ¿Viste algo más? -Sí… el asesino llevaba un sombrero… Era Rob, pero ¿quién me delató? ¿Cómo supo que estaba aquí? No podía esperar más, así que salí sin que nadie me viera, ya lo había hecho otras veces. Escapar. Aunque no pude irme sin mirar a Jon una última vez. Su cuerpo sin vida. Tenía los sesos desparramados fuera del cráneo, parecía la medusa de Perseo. Esa sería la última imagen que me quedaría de él. Hizo hasta lo imposible por ayudarme y acabó tendido sobre un pozo de sangre. Me escabullí con rapidez y me fui, parecía una escena ya vivida, un Deja Vu que me veía obligada a repetir una y otra vez. Sólo que esta vez sería el fin.


Bar en la 48 del desierto de sonora. Tres clientes. Dos armas. Un encuentro. No fue difícil encontrar su coche. Un Chevrolet nova del 70. Azul. En ese coche pasé los mejores momentos de mi vida, cuando estaba enamorada. Rob fue mi primer amor, y caí por él como Mallory cayó por Mickey. Quisimos escapar, yo de una familia católica, él de la correccional. Robar para mí era tan placentero como follar. Pero mi historia con él debía acabar aquí, en el desierto. Donde todo comenzó. Me sequé las lágrimas que derramé por Jon y bajé del coche. Caminé hacia el bar. Decidida. El calor era sofocante. El bar estaba vacío, la camarera en la cocina. A mi derecha, Rob. No se inmutó al verme. Sólo me siguió con la mirada hasta que llegué a su mesa y me senté. -¿Viste a tu novio? -¿Quién te dijo que estaba allí? -Da igual ¡EH! ¡Mujer! Un café para mi chica. -Fue el administrador ¿verdad? -¿Dónde lo tienes? ¿Dónde está el diamante? -No lo llevo conmigo. A propósito, bonita nariz.

No se movió. Apretó la mandíbula. Pude ver una chispa en sus ojos. No sabría decir si de miedo o excitación. -Vamos, Babi. ¡Dispárale de una puta vez! Era Marlene, la camarera, estaba tras la barra con un rifle. Apuntando a Rob, quien no podía creer lo que veían sus ojos. Este era el adiós. Sentí el subidón al apoyar el índice en el gatillo y la inercia hizo el resto. ¡PAM! Directo a la sien. La pared salpicada de sangre me recordó a un cuadro que vi cuando entramos a robar el diamante a la mansión. Una obra de arte abstracta. Un Pollock plasmado en medio del desierto. ¿Estás bien? – se acercó Marlene a preguntar - Lo siento mucho por Jon. -Sí, la abracé como se abraza a una amiga - gracias. -Toma, sécate esas lágrimas. -¿Tienes el diamante? Rob esbozó una sonrisa. La camarera me puso -Sí, en la maleta que está en la cocina. una taza, la llenó con café y volvió a la cocina. Sin -¿Qué hacemos con el cuerpo? antes mirar con desprecio la cara desfigurada de Rob. Él no lo notó, sus ojos estaban sobre mí. Incluso con la nariz quebrada era atractivo. Una especie de cascabel de diamante. Hermosa, Que se lo coman pero letal. Trató de suavizar la mirada, esa los coyotes. mirada que tenía cuando lo conocí. Ojos llenos de hambre. Estaba rojo como la sangre seca de su nariz. Me dijo que si no le entregaba el diamante me volaría la cabeza. Reí. Le dije que ya no le tenía miedo y que el diamante era mío. Me preguntó entonces qué hacía allí. Me quedé en silencio y lo supo. -Me viniste a matar ¿no? -Sí Puse la mano lo más cerca de mi cintura que es donde tenía la calibre 22 que me regaló hace dos años. Rob no pestañeaba, me atravesaba el cráneo con la mirada. Era el momento. Ahora o nunca. Saqué la pistola en un segundo y le apunté la sien, como él me enseñó a hacerlo.


Carretera 48 del desierto de Sonora. Tres cigarrillos. Dos mujeres. Vivir en el desierto es para valientes. Más si eres mujer. En la radio sonaba Down in México de The Coasters, y yo apuraba el cigarrillo. Fumar en el desierto también es para valientes. Todos los días hacía el mismo recorrido en coche para llegar al trabajo. Lo odiaba. El espejismo de la carretera 48 era como si me estuviera dirigiendo a las puertas del infierno. Y allí a menos de 1 kilómetro de distancia había una mujer. Tirada a la orilla de la carretera. Retorciéndose. Debajo de su cabeza había un charco con sangre, seca. Daba vueltas sobre sí como una cucaracha, recién despertando del desmayo. Me bajé del coche y abrí el maletero para sacar agua. Le limpié la herida y la cara. Tenía los labios secos, quebradizos y rostro angelical, como si aún no hubiera salido de la pubertad. La subí al coche y prendí mi tercer cigarrillo para bajar la ansiedad. Ella sólo me miraba desorientada. ¿ R o b ? -Aquí no hay ningún Rob. Tienes suerte de no estar muerta. ¿Qué ocurrió? -Pedazo de cabrón. -¿Él te hizo esto? ¿Rob? -Sí... Oye, gracias… por salvarme. ¿Me das un cigarrillo? -Tranquila, toma. Me llamo Marlene ¿cómo te llamas? -Marlene, mi salvadora. Yo soy Babi. Había algo en Babi que era magnético. Sentada de copiloto con una pierna saliendo por la ventanilla, cubierta de sangre, con el pelo pegado y fumando como si nada hubiera ocurrido. Ya me hizo sospechar que no era una chica normal. Me recordó a Thelma y me hizo sentir como Louise. De forma espontánea me preguntó qué hacía, le dije que era camarera. No había otra opción en el desierto. Ella se rió, y dijo que me equivocaba, que había otra forma. Cuando le pregunté si la llevaba al hospital movió la cabeza negando. Sospeché. Le pregunté por la policía. También dijo que no. Apagó el cigarrillo en el cenicero y dijo que gracias a mí ya nada estaba perdido, que era su ángel de la guarda. Y que me ofrecía otra forma

de vivir, en compensación por salvarla. Metió su mano en la entrepierna por debajo del pantalón. Tenía algo escondido, pensé que era traficante. Pero no, lo que sacó no tenía nada que ver con drogas. Me impactó tanto que tuve que frenar de golpe. -¡¿Es eso lo que creo que es?! Asintió con la sonrisa de oreja a oreja ¿De dónde lo sacaste? -Se lo robé a Rob. Digamos que me la debía. Y ahora más. Cuando se entere vendrá por mi. - soltó una carcajada - se va a poner como un loco. Me dijo que la llevara a un motel que estaba por la carretera, a 7km de donde yo trabajaba y que le consiguiera un teléfono con el administrador del motel, necesitaba llamar a su amigo Jon y juntarse con él allí. Él la ayudaría con todo. Tenían un plan. No sé por qué confió en mí, ni por qué la ayudé sin preguntar. Debió ser su magnetismo. Me contó su vida con Rob, como si fuera mi amiga. Todos los robos, en particular el último. Estaba loca por lo que pretendía hacer, y sin pensarlo dos veces accedí. No lo hice sólo por la joya. Le dije que ese cabrón no se saldría con la suya. Me agradeció por todo, por salvarla y ayudarla. Era cierto. La salvé, pero ella t a m b i é n me salvó.




EL CUMPLEAÑOS DE LOS GEMELOS


En Ghana se determina el nivel adquisitivo de una familia según el entierro que organizan a sus familiares, hipotecándose si es preciso. La muerte como fiesta principal de la vida. Funerales llenos de música, desfiles y bailes, que empiezan viernes y terminan domingo. Con camisetas, llaveros, equipo de música, Djs y carpas. Mucho más dinero que una boda. En México, celebran la entrada a la edad adulta con grandes fiestas donde la adolescente viste trajes caros y pomposos, joyas y coronas propias de un casamiento real. En Sueca, un pueblo mediterráneo donde se celebra el concurso internacional de paella valenciana, se miden los bolsillos a través de los cumpleaños. Cuanto más retumbe en el pueblo vecino, mejor. Cuanto más estrambótica sea la fiesta, mejor. Los gemelos acuden a una de las mejores escuelas infantiles de la zona, con inmersión lingüística desde los cero años y mensajes constantes de liderazgo emocional. A Maria José le encanta hablar de ello, siempre que tiene la oportunidad, aunque ni siquiera le pregunten. Es una escuela basada en la manipulación, no hay libros ni fichas, hay experiencias sensoriales. Los niños conviven con animales de granja, les peinan y les bañan. Es una escuela diferente al sistema ordinario que me ofrecen otros colegios, le cuenta a una compañera de trabajo de su marido. Además, no nos gusta llamarlo colegio, sino centro de experiencias. Allí no dibujan pollos y los pintan, allí abrazan pollos y cogen los huevos de las gallinas y después se los comen. No mujer, crudos no. Muchos psicólogos hablan del TDN (trastorno por déficit de naturaleza), y yo, desde luego, no quiero que mis pequeños crezcan con esa patología. Si yo les pregunto, ¿de dónde viene la leche? Me van a responder, de la vaca. He oído que en la escuela ordinaria los niños responden que viene del supermercado. Es una trágica realidad. Esos niños están perdiendo un sinfín de experiencias, además se ponen obesos y solo juegan al Fornite a matar. En esta escuela, bueno, (sonríe), centro de experiencias, tocan y se hunden en el fango, se comen el fango si hace falta. ¿Quién soy yo para prohibirles algo así? Han de conocerse a ellos mismos y lo que les rodea, ya lo rechazarán. Toda la comida que comen en el comedor es ecológica, las verduras provienen del mismo huerto escolar que cuidan familiares voluntarios. Es una pasada. Sí, yo creo que deberías probar y llevarles allí, no te arrepentirás, créeme.


Los gemelos cumplen tres años. El paso a la etapa infantil, momento determinante en el que el pequeño humano comienza a tener recuerdos. Han sido unos bebés muy buscados, 12.000 euros durante cinco años de in vitro. Maria José, madre y cabeza gestante del acontecimiento, lo tiene todo bajo control. A dos semanas del aniversario, están encargadas las tartas con los dos muñecos de gomaeva. Encargados los conjuntos de Ralph Lauren, camisa azul y pantalones de pinza beige. Encargados los payasos a domicilio low cost y el castillo hinchable. Las tarjetas de felicitación enviadas a todas las madres por whatsapp, menos a una. Todo a punto. Su cita en la peluquería, el repaso de blanqueamiento dental y la manicura. Y no solo eso, como cada año, ha enviado a sus amigas una pequeña lista con los regalos que le hacen falta a sus pequeños, los que le harán especial ilusión. ¿Para qué dejarlo en manos del público, que no suele acertar y hay que devolverlos junto con el ticket regalo?

La lista es la siguiente:

El monopoly 19€ Gran Hotel 25€ MásterChef: delantal y gorro 39€ Cubo de Rubick 5€ Batería infantil Rockstar 139€ Disfraces de: Capitán américa, Jack Sparrrow, Spiderman, Hulk, Batman… 20/30€ MiniYate 40€ Kit de sushi para peques 40/50€ Coche Ferrari con puertas de tijera y bluetooth 350€ Puzzle del Museo del Louvre 35€ Mi papá banquero (cuento) 12€ 8 pasos para educar en un capitalismo sano (libro) 20€ Rumba 1.000€ Chandal GAP gris 3-4 años Colonia Bulgary Petits et Mamans 30€ Cuchillo madera montessori para fruta y verdura 23€ Mono snowboard (Volcom) 150€


Maria José llama a su marido por teléfono. Cariño, ¿has hablado con los payasos? ¿les has explicado todo sobre la hora a la que tienen que venir? Vale, sí, genial, claro que confío en ti, solo quiero que salga perfecto. ¿Y con el Ayuntamiento? Necesitamos cortar la calle. Vale, vale, perdona, te dejo cariño, nos vemos luego, te quiero. Cuelga, se sienta en el sofá, y repasa los grupos de whatsapp, comprobando cómo va la lista. Sus amigas solo tienen que ir a una tienda y comprarlo. Incluso mejor, pedirlo por Amazon, rápido y en tu puerta. Una vez lo tienen decidido, le devuelven la lista con un check en el regalo que han escogido para que nadie más lo pida. El día del cumpleaños pasan una mañana tranquila en la escuela, al llegar a casa se bañan y Maria José los prepara. Su marido aún no ha llegado del despacho, hoy le ha entrado un caso por el que dice que va a recibir una buena minuta. A este le voy a sacar mínimo dos de los grandes. Maria José los baña con delicadeza, a los dos a la vez, con Tchaikovsky de fondo. Es uno de los momentos más placenteros del día. Teme el momento en que ya no pueda enjabonar sus cuerpecitos, tan suaves y delicados, tan dependientes de ella. Ellos son los últimos hijos que va a tener, tras una decisión conjunta con su marido. El baño está a una temperatura que le tiñe de rosa los mofletes, se ve guapa. Sonríe.


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