Hacia una ética de participación y esperanza

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Tenemos iglesias suficientes. Lo que se necesita hoy es construir una Iglesia viva. Es un error ir a empeñar las fuerzas de la diócesis por otros cien años […] No cometamos los errores de nuestros antepasados, es una Iglesia fuera del tiempo. ¡Cuidado con el mal de piedra!6

No obstante, en 1988 el obispo en turno, José Esaú Robles, y un grupo de empresarios católicos de la ciudad recuperaron el edificio para el clero. Los promotores de la iniciativa fueron favorecidos por la llegada a la presidencia nacional de Carlos Salinas de Gortari, cuya agenda neoliberal buscaba modernizar las relaciones Iglesia-Estado. En 1992, una importante reforma constitucional dejó sin vigor muchas de las férreas restricciones al clero provenientes del periodo revolucionario. Así, con un marco legal y político más favorable, la diócesis de Zamora reactivó las obras de la “catedral inconclusa” —que, por motivos estratégicos y más bien mercadológicos, los promotores decidieron convertir en “Santuario Guadalupano”, dedicado a la popular Virgen de Guadalupe—. Actualmente, el Santuario es uno de los templos más grandes de México: tiene una superficie de 5414 m2, un atrio de 6801m2, cinco naves, torres de 107,3 m de alto y una capacidad para cuatro mil feligreses. Se ha consolidado como un importante centro de peregrinación y destino de turismo religioso dentro de un Estado que no carece de ellos. Todo en una ciudad de menos de 200.000 habitantes. Así mismo, este hecho constituye un mensaje político muy claro a la feligresía: es la consumación de la revancha del catolicismo regional frente a sus antiguos rivales agraristas, ya muy debilitados ante el avance de los tecnócratas en el interior de su propio partido oficial. La desproporción entre las dimensiones del edificio y las del entorno construido es un intento de reivindicar la identidad católica de la sociedad zamorana, antes contra la izquierda revolucionaria y hoy contra el acelerado avance de las iglesias protestantes en la ciudad. ¿Es esta la finalidad ética última de la arquitectura religiosa? ¿La construcción de un templo debe ser una reivindicación del poder temporal de la comunidad creyente? ¿La presencia urbana del templo debe pensarse en términos de competencia y dominio? Cerca del Santuario Guadalupano, en la vecina población de Jacona, se encuentra un buen contraejemplo: la capilla del monasterio cisterciense de Nuestra Señora del Curutarán. Creada por fray Gabriel Chávez de la Mora —el mismo arquitecto encargado en la última década de diseñar parte del interior del Santuario Guadalupano—, proyecta una actitud eclesial y unos valores muy distintos. Su arquitectura sencilla trata de asimilarse a las casas del entorno con sus muros encalados y sus techos de teja. No es poder, sino sencillez, discreción y austeridad lo que este edificio expresa.

6 Ver Pío Gaspari, citado en Miguel de Jesús Hernández Madrid, Dilemas posconciliares: Iglesia, cultura católica y sociedad en la diócesis de Zamora, Michoacán, Zamora (México): El Colegio de Michoacán, 1999, 164.

ética y arquitectura religiosael caso del santuario guadalupano de zamora

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