El arte interpretar en teología

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introducción

una buena lectura de la Biblia –lectura transformadora– es imprescindible el encuentro con otros lectores yendo más allá de la propia frontera y tradición. Lo anterior supone tres actores fundamentales en ca­da pro­ ceso: el texto, el lector y el otro lector. Por supuesto, a lo largo del proceso resultan diferencias entre la lectura que hacen unos y otros, pero esta característica se convierte en un catalizador para la transforma­ción y el crecimiento de las personas y sus grupos. Por eso, la hermenéutica empírica –como bien señala De Wit– quiere ser una “hermenéutica de la hospitalidad”: da la bienvenida al otro lector, desenmascara interpretaciones que pretenden ser “únicas y válidas” (porque los textos son inagotables) y toma conciencia del re­sultado final de la lectura de la Sagrada Escritura. Finalmente, su objetivo central es “ver en qué medida el encuentro, el conocimiento del otro antes desconocido y la reflexión sobre las diferencias pueden llevar a una transformación para la liberación y la paz”. – El Capítulo 13 es de nuestra autoría y está dedicado a la her­ menéutica diatópica, que encuentra sus fundamentos en el pensamiento de Raimon Panikkar. El teólogo y filósofo indo-catalán afirma que este método de interpretación es requerido cuando la distancia por superar, ne­cesaria en cualquier comprensión, no es solo la que se establece en una cultura singular (hermenéutica morfológica), o en un tiempo (her­ menéutica diacrónica), sino la que ocurre entre dos o más culturas que han desarrollado independientemente y en espacios distintos (topoi) sus propios modos para alcanzar cierto grado de inteligibilidad acerca del mundo de la vida. La hermenéutica diatópica, ubicada en una teología que podría llamarse dialógica o imparativa, busca superar una dificultad evidente: el modo peculiar de comprensión que resulta del mythos en el cual se enraiza una determinada cultura o religión. Tal superación no debe entenderse como aniquilamiento o sobreposición sino como comunión. Para lograrla será necesaria la identificación de los equivalentes ho­ meomórficos presentes en las culturas o religiones mediante un diálogo dialogal. Lo anterior supone, para el quehacer teológico, entre otras cosas, franquear cualquier asomo de ultimidad y unicidad, aceptar que podemos enriquecernos con otras visiones y experiencias religiosas, creer que en las otras religiones también acontece la revelación y estar dis­ puestos a dar cuenta de los fundamentos más básicos de nues­tra propia 31


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