Cuaderno de memoria de pinto

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Usted es libre de: • copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra • hacer obras derivadas Bajo las condiciones siguientes: • Reconocimiento — Debe reconocer los créditos de la obra de la manera especificada por el autor o el licenciador (pero no de una manera que sugiera que tiene su apoyo o apoyan el uso que hace de su obra). • No comercial — No puede utilizar esta obra para fines comerciales. • Compartir bajo la misma licencia — Si altera o transforma esta obra, o genera una obra derivada, sólo puede distribuir la obra generada bajo una licencia idéntica a ésta. La Central Campesina de Pinto, forma parte del Movimiento Campesino de Santiago del Estero, que es integrante a nivel nacional del Movimiento Nacional Campesino Indígena, a nivel latinoamericano de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo y a nivel internacional de la Vía Campesina.

Memoria de los orígenes de la central campesina de Pinto. - 2a ed. - Santiago del Estero : Mocase VC, 2010. 168 p. : il. ; 24x17 cm. ISBN 978-987-25607-0-6 1. Historia de Asociaciones. CDD 366.098 2

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Y así le peleamos. Y después ya vinieron estos, otra vez, más malos todavía. Pero la llevamos bien, gracias a Dios. No hemos aflojado, ya se ha armado la organización. Ya no éramos uno sólo, ni cuatro o cinco, éramos un montón, y hasta hoy, gracias a Dios, la llevamos bien...[…] No teníamos justicia, nosotros. Miguel Rodríguez, 2006.

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a una introduc r a p s a t o N cion me todologica En el Mo.Ca.SE Vía Campesina hacía tiempo que se estaba conversando la posibilidad de escribir cómo se fue construyendo el Movimiento, hacer memoria y dejarla registrada para que entre todos se vaya recordando, para que otros compañeros puedan conocerla. Como el tiempo muchas veces no alcanza para sostener la lucha y además ponerse a escribir, nos pidieron una mano. Empezamos a trabajar en junio de 2006, un grupo de estudiantes y graduados/as de distintas disciplinas sociales. Se entrelazan en nosotros la sociología, la antropología, las ciencias de la educación, la comunicación, las letras, la historia, la lingüística. Algunos de nosotros fuimos conociendo al Mo.Ca.SE VC a través de actividades en los ámbitos educativos, comunicativos, académicos, etc., y así nos fuimos juntando. Comenzamos con la idea de construir un material único que intentara ser una síntesis de la memoria del Movimiento a nivel provincial y que incluyera relatos, documentos, imágenes. Así empezó a dar vueltas la idea de un libro. Desde el inicio del trabajo, apareció en el debate el problema de la forma que podría tener el libro escrito, dónde se ponía el acento, en qué temas, cuánto de historia y cuánto de los diferentes aspectos que conforman la realidad de Santiago y del Movimiento, cuánto centrarnos en hechos y cuánto en procesos, cuánto en lo estructural y organizativo y cuánto en la vivencia subjetiva. Nos parecía importante definir esto porque iba a afectar todo el proceso. Trabajamos en principio con entrevistas realizadas anteriormente por algunos de nosotros y nos largamos a hacer nuevas sin tener muy claro cómo se iban a transformar en algo escrito. Las nuevas entrevistas fueron realizadas sin definiciones rígidas acerca de orígenes, memoria, historia, comienzos, recuerdos. Los compañeros campesinos que sabían del proyecto de “el libro”, nos daban su testimonio, seleccionaban en sus relatos lo que consideraban que debería estar allí. Al mismo tiempo que escuchábamos y

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leíamos el material, se analizaron varias propuestas para ordenar la información. Hicimos una lista de temas que no podrían faltar, una de hechos muy importantes. Intentamos ordenar los hechos. Organizamos tablas y cuadros donde se cruzan hechos y temas pensando que en la narración de un hecho determinado se puede enfatizar un tema en particular. Buscamos en otros textos sobre organizaciones populares, campesinas, etc., distintas formas de presentar los temas. Llegado cierto punto decidimos, por la complejidad, extensión y particularidades del movimiento campesino, dejar de lado la idea de un libro único para empezar a pensar en cuadernos, que formen una colección donde se muestre el proceso de la memoria desde los distintos espacios del territorio santiagueño en que crece el Movimiento. Así, podríamos recuperar, en primer lugar, los recuerdos de las luchas y de la organización desde las Centrales que lo conforman y, después, si quedaban temas importantes sin desarrollar, podríamos hacer otros cuadernillos, con las secretarías que, atravesando todo el Movimiento, se ocupan de los temas más importantes. Elegimos empezar por la Central de Pinto porque disponíamos de mucho material de esa zona. Algunos obstáculos fueron desapareciendo a medida que empezamos a compilar y editar los materiales, ya con un objetivo concreto. Como se había decidido que se tomaría el origen de las Centrales, la primera discusión que tuvimos fue sobre la definición de inicio y final de ese período. Junto con compañeros del Movimiento, definimos que debía abarcar desde las diversas experiencias que llevaron a juntarse, hasta el momento en que estuviera cada Central consolidada, madura. Este punto de corte no era tan sencillo, porque es difícil explicitar límites temporales a procesos dinámicos y abiertos, pero de todas formas los compañeros y compañeras definieron cuándo el relato debía terminar, sin desconocer que el proceso de lucha y organización continúa vivo. Agrupamos los antecedentes que entraban en ese período y buscamos testimonios en todas las Comisiones de Base que conforman la Central.

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Empezamos a viajar a Santiago, en equipos de tres o cuatro y con una permanencia nunca mayor a cuatro días, para realizar entrevistas individuales y colectivas, en grupos pequeños o de hasta veinte representantes de una Comunidad de Base. A lo largo de la experiencia, los debates alcanzaron mayores grados de definición. No fue tan simple ponernos de acuerdo, largas y discutidas reuniones nos fueron aproximando a consensos que, en su mayoría, compartimos con los compañeros del Movimiento, especialmente de la Central de Pinto: de quién es la voz, de qué manera se narra, para quién, qué se busca con la publicación del cuaderno. En todo el proceso discutimos mucho. Era inevitable: provenimos de diferentes experiencias, asumimos una gran responsabilidad y la distancia con los compañeros de Santiago nos dificultaba su intervención continua en las definiciones. Nos interesa destacar algunas de esas controversias que, seguramente, tendrán alguna expresión en este cuaderno, porque en parte siguen vigentes. ¿Limitarnos a la memoria de los compañeros campesinos, con sus narraciones y los documentos que consideran importante incluir? ¿Ampliar y complejizar esa memoria con datos históricos provenientes de otras fuentes? ¿Restringirnos a las posiciones consensuadas dentro del Movimiento? ¿Abarcar también las posiciones que se abren a otros sentidos y que pueden o no estar en debate? Nuestro trabajo ¿debía apuntar a problematizar la experiencia del Movimiento o, simplemente, a ponerla en papel, comunicarla? Tratamos de componer un relato que respetara los recuerdos y los ordenara más o menos cronológicamente, recuperando la diversidad de voces; tarea que implicó mucho tiempo y energías. Luego de elaborar colectivamente una primera versión, distribuimos copias que cuarenta familias de Pinto leyeron y analizaron en instancias grupales. Esta dinámica desembocó en una reunión de devolución que duró dos días en la que los campesinos y campesinas compartieron su mirada, corrigieron errores y tomaron decisiones significativas en aspectos centrales del cuaderno.

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El diseño mismo también fue discutido allí, y se realizaron nuevas entrevistas para agregar aspectos que estaban ausentes o insuficientemente reflejados en esta versión. Una cuestión que nos preocupó desde el inicio fue si estábamos escribiendo historia, memoria o contribuyendo a la sistematización de la experiencia. Costó mucho llegar a esta producción, ya que no existen recetas para hacer la memoria de un colectivo y hay mucho debate sobre el tema: ¿qué es historia? ¿qué es memoria?. Teníamos en claro algunos aspectos, como la importancia de encarar este trabajo porque cuando se silencian u ocultan hechos, intereses y procesos que pueden menoscabar la “gloria” de algunos poderosos, ahí debe estar la memoria para alertar sobre lo que debemos recordar. También sabemos que la memoria es representativa y selectiva; que no trae al presente todo lo que sucedió sino que, a través del recuerdo, actualiza una representación del pasado, que incluye olvidos y selecciona fragmentos del ayer. Y que, por otra parte, la memoria participa activamente en la construcción de la identidad, tanto individual como grupal. Muy mucho hemos aprendido a lo largo de esta tarea. Estas preguntas nuestras alrededor de la memoria y de la historia fueron abordadas por los compañeros y compañeras en su devolución sobre nuestra primera versión. De la charla con ellos encontramos definiciones explícitas que agregamos aquí para reflejar la mirada de los campesinos de Pinto: “historia que es una cosa que viene de años, para nosotros todavía no es historia porque nosotros estamos haciendo todavía”, “porque memoria es recordar todo lo que hemos venido pasando (…) la historia tiene que terminar, tiene un punto de terminación” y también se expresó que “una memoria puede servir para todos nuestros jóvenes que se suman y es una memoria de nosotros hemos venido construyendo y puede servir para eso” y estas definiciones nos sirvieron para reafirmar los motivos y los argumentos del presente trabajo. Este cuaderno es la palabra de compañeras y compañeros protagonistas de una lucha, que hoy sigue, que está abierta y en permanente movimiento, recreándose cada día. Conocer la vida de estos hombres y mujeres del monte,

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sus experiencias, sus proyectos y anhelos, su entereza y dignidad, nos ayuda a afirmar una dimensi贸n negada de la pol铆tica. Tal vez nuestro mayor aprendizaje es haber entendido que es posible buscar en sus voces respuestas escondidas para muchas otras preguntas.

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Llegando a Pinto Al llegar al kilómetro 496 de la ruta 34 aparecen a los costados las calles de Pinto, un pueblo pequeño enclavado en el sur de Santiago del Estero. Si se llega desde el sur del país debe doblar uno hacia la izquierda, y luego de recorrer unos quinientos metros y atravesar un cruce de vías puede observarse cómo se abre al oeste un camino polvoriento con baches y piedras. Pinto es un pueblo como tantos otros de la Argentina, con personas reales e historias que las vinculan. Arriba el cielo, abajo la tierra. Los cielos de Santiago del Estero están casi siempre despejados de nubes. Es por eso que el sol asa la tierra durante el día y la noche es para algunos trasnochadores el momento de quedar mirando las brillantes estrellas en lo alto. Después de abandonar el pueblo rumbo al monte, los bordes del camino muestran grandes zonas devastadas y cercadas de establecimientos agrícolas. Hectáreas y hectáreas que ayer nomás, antes de la soja, eran monte hasta que el horizonte hecho árbol nos daba paso al cielo. Amplias, espaciosas, regulares, uniformes, alambradas, con un árbol aquí, otro allá o hecho arboleda bordeando las casas. Propiedad privada, Claudio Trono, Raúl Fiori y Germán Fiori, Terry Bussi y Rudy Bertero, semillas Nidera, Monsanto, Cargill, Bayer, Pioneer, fertilizantes, herbicidas Round Robin, nombres de una economía donde tierra alambrada, semillas transgénicas y agrotóxicos son las bases para la producción de terratenientes y empresarios cada vez más ricos. Entre los alambrados, cubriendo la tierra, no hay más que soja. Una alfombra verde, continua, de hasta un metro de altura; una planta pegada a la otra y a la otra y a la otra, hasta el infinito, sin espacios, sin huecos “improductivos”. Allí los empresarios, los terratenientes, los sojeros. Aquí la tierra, las plantas, los animales, los hombres y las mujeres del monte. Las zonas boscosas son densas, espinosas. Desde lejos se muestran intran-

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sitables y, sin embargo, hay quienes las atraviesan cotidianamente. Crecen allí, juntos, quebracho colorado y menta peperina, poleo y algarrobo, quebracho blanco, algarrobo negro, cedrón, aloe, cuernos de toro, palo azul, atamisqui, quimil... Caminan, reptan, vuelan, duermen, viven y mueren entre esas plantas del monte santiagueño, mulitas, tortugas, guasunchos, serpientes, arañas, búhos, torcazas, cotorras… En los claros del monte viven hombres y mujeres. Cristina Loaiza: El monte significa muchas cosas para nosotros. Sin monte no hay vida, porque el monte quiere decir mucho para el mantenimiento de los animales, comida para los animales y también nosotros usamos el monte para hacer muchas cosas aquí en el campo, tanto así para hacer las casas, para hacer los muebles de las casas, para la leña, para el carbón. Y el fruto es un alimento para los animales y para nosotros; nosotros también comemos el fruto y hacemos dulce, vendemos y con esa plata podemos comprar la mercadería. Y bueno, si no hay monte uno está respirando un montón de contaminaciones, el monte salva las contaminaciones donde vivimos nosotros. Por eso donde no hay monte hay contaminación, muchas enfermedades, y donde hay monte, no. Goyo: En verano es lindo aquí si tenés una camioneta. Pero el calor aquí se aguanta; allá en Buenos Aires no. Aquí el calor es seco, igual que el frío. En Buenos Aires no se aguanta el frío. Acá el año pasado se inundaba todo. Mirá (señala unas marcas en la pared): ha llegado el agua hasta ahí, y se ha comido todos los ladrillos. Quedaron los huecos, pero aquí en las casas igual no hace el frío que hace en Buenos Aires. Yo en Buenos Aires ya no aguantaba más el frío; no sabía cómo estar. Los animales están en los alrededores de las casas, comparten el espacio de mujeres y hombres del monte. Perros, gatos, gallinas, caballos, cabras,

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Hicimos analisis de agua hace dos anos en la Central de Pinto.

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vacas, burros; dan de comer, sirven para el trabajo, cazan o dan compañía. El agua es un recurso imprescindible para estos animales, así como para las huertas y para los hombres y mujeres de los montes. El agua no se consigue fácilmente en algunas zonas de Santiago del Estero y en otras -sobre todo en el sur- la inundación de campos es estacional. En una situación o en la otra, sembrar es difícil cuando no imposible, y la economía familiar se resiente. En el departamento Aguirre, unos pocos canales, casi siempre secos, revelan una política de inauguraciones por parte del estado provincial, y no un reparto del recurso para que todos cuenten con él según su necesidad. Llueve poco en Santiago del Estero, por eso las mujeres y hombres del monte dependen de pozos que cavan en la tierra. Pozos a veces compartidos entre familias, que por lo general no tienen agua potable y muchas veces es salada y otras “sin gusto”. Al problema de la escasez se le agrega el alto nivel de arsénico que hace las aguas amargas y perjudiciales para la salud. Carlos Benítez: Nosotros sacamos el agua de napas. Hicimos análisis de agua hace dos años en la Central de Pinto. Algunos tenían un poco de arsénico, el nuestro no tenía tanto: lo que se podía tomar era 0,1 o 0,5. De ahí ya no. Cuando pasaba de eso ya no se podía tomar porque tenía mucho arsénico. Los campesinos del Movimiento hoy tienen algunos molinos comunitarios, recientemente construidos a través de un proyecto trabajado por la organización, donde el agua sube con la fuerza del viento. Pero la mayoría de los campesinos sube el agua “baldeando”, a través de una cuerda, una roldana y un balde. En cuanto al trabajo, las mujeres y hombres del monte necesitan buscar medios económicos fuera de la zona. Van a cosechar en otras provincias, a recolectar aceitunas, manzanas, tomates, algodón, a la zafra… a aquellas zonas que aún utilizan brazos para la recolección. Con el tiempo, la modernización del campo ha llevado a las explotaciones capitalistas a automatizar

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la producción reemplazando la mano de obra. Los pobladores y pobladoras también se movían históricamente hacia las ciudades para trabajar de albañiles, servicio doméstico, o cualquier otro trabajo que diera ingresos con los que reforzar el producto económico de sus actividades en el campo. Pero a pesar de estas diversas estrategias económicas que llevan adelante, los campesinos y campesinas de Pinto vuelven al pago. Algunos, en general los más jóvenes siguen saliendo a trabajar en el verano. Esta es una realidad que genera debate en la Central Campesina de Pinto, algunas voces se adentran en él. Contaba Goyo, un cumpa del Mo.Ca.SE allá por el 2000: Goyo: Antes nosotros salíamos, por ejemplo, a Colón. Iba todos los años a trabajar allá, en el maíz, y me quedaba dos meses, tres meses. Pero venía con los bolsillos así de plata. (Goyo pone sus manos delante de sus bolsillos, como si estuvieran repletos) Y hoy ¿adónde voy a trabajar para traer plata? Si voy, no puedo volver. Es así, es un hecho. Después me iba a unas compañías por el lado de La Pampa. Me quedaba tres o cuatro meses; era La Continental. ¡Pero (se ríe), se ganaba plata! Y compraba ropa y calzado para mí, para mi mujer, para los chicos, para los muchachos que tenía aquí, que eran tres. Eran épocas lindas. Y había plata. Hoy nosotros andamos ahí, peleando con la monedita. ¿Quién tiene la plata? (…) Así es la vida en Buenos Aires. A mí no me gusta. Nunca me gustó mucho. Yo he ido. Un mes, tres meses, un año, dos años, y siempre he vuelto a Santiago. Yo me voy al pueblo si tengo que hacer algunos trámites, o comprar algo. Pero no me gusta el pueblo. Yo en la ciudad sufría mucho. Ya me tenía ganas de volver caminando. Un mes, un mes y medio que estaba allá, y me quería volver. Capaz que uno aquí está tranquilo...

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Y nosotros siempre criadores. Anteriormente salía afuera, pero después ya me quedé a cuidar animales. Yo me quedé a cuidar animales más o menos en el año 73. Antes trabajaba de peón, iba al sur, a juntar papa, a juntar maíz, a los destronques. Hacía todo trabajo bruto ¿no? Y después me quedé a cuidar animales y de eso viví toda mi vida. Del 73 para delante de eso nomás, hasta el día de hoy. O sea que no trabajo para nadie, trabajo para mí. O sea que crío animales, vendo, y de eso vivo... A los trabajos no salgo más. Me gustaba más ser criador, no depender, no andar de peón por ahí, me gustaba. Y me gusta el campo. Yo no soy para el pueblo. No nací para eso yo, yo nací para vivir en el campo y me gusta criar. Criar ovejas, criar vacas, criar caballos. Para mí la herramienta más útil es el caballo, no el vehículo. Si yo tengo que ir a Pinto de aquí 40 kilómetros voy a caballo. No reniego, no ando garroteando mi fierro. Para mí la herramienta más grande es el caballo. Toda mi vida he hecho eso, he arado, he sembrado, cosechado, toda mi vida. Y más recientemente nos dicen: Emma Coria: Yo he ido hasta los 17, 18 años, ahora tengo 63 años. He trabajado tres años, trabajaba para el Carcarañá, para el sur, iba a juntar maíz junto con mi abuelo, íbamos a trabajar y después veníamos, andábamos un mes, y después volvíamos porque en ese tiempo se iba a trabajar al sur. (…) Y después cuando ya era casada y tenía mis hijos, íbamos a recolectar algodón, más cerca, un hombre tenía un campo con algodón, íbamos a juntar algodón con mi esposo y mis hijos, íbamos nosotros y cuatro hijos y quedaba uno de los hijos con los dos más chicos para que vayan a la escuela, de lunes a viernes íbamos ahí, hacíamos un ranchito y ahí estábamos, y el viernes nos volvíamos. Juntábamos cien kilos por día entre todos y cuando se juntaba todo, nos pagaban. Después ha dejado de sembrar algodón este hombre y nosotros hemos empezado a sembrar nosotros, maíz, choclo, sandía, zapallo

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y a llevar para vender al pueblo. Yo ahora no trabajo más [afuera], me dedico a cuidar a mis animales. Pero mis hijos sí, cuando consiguen salen a trabajar. Nosotros nos estamos haciendo viejos en nuestra tierra. Bruno Benítez: Es un trabajo de temporada, son tres meses, que más o menos se empieza en noviembre y estás volviendo en febrero, marzo. Ahí te llevan así por cuadrilla, por ejemplo un grupo de gente va hoy y a la semana van dos o tres. De Santiago fuimos cuatro cuadrillas. Lo mínimo que tenemos que llevar son treinta y lo máximo treinta y cinco personas. Estamos trabajando para una empresa de semillas híbridas que se llama Morgan. Ellos tienen en el campo casilla, y firman un contrato. Vos tenés que trabajar los tres meses en el campo. Te dan almuerzo y cena y el desayuno. Ellos te alquilan el colectivo, el colectivo privado sería, solamente para esa cuadrilla. Y, este año estaban pagando $ 50 por día. Tenés feriado el 25 de diciembre y el 1 de enero; después trabajás todos los días. A veces descansan algunos domingos. Laburás por día ocho horas, de siete a once y de cuatro a ocho. Como vamos gente de la zona y nos conocemos y nos tenemos confianza… El año pasado fui en noviembre y no sabía nada qué había que hacer; mis compañeros me enseñaban qué tenía que hacer, cómo hacerlo, todo. Y bueno, aprendí, fue difícil la primer semana nomás; es hasta que te acostumbres, con el clima también, es como un clima ya cerca del mar, es más frío a las mañanas y a las tardes. Pocholo Aguirre: Estos hijos nuestros capaz que vayan a trabajarle a los ricos por ahí, cuántos van a darles cosas a los millonarios, y cuántos viene acá a buscar, porque nosotros hemos sido gente

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que ha aguantado en los trabajos, los santiagueños somos resistentes... Más fuertes para todo, las calores, para todo. Y nosotros allá ahorita en Santa Fe lo metían a trabajar a un gringo de allá ¿que no? Se iba al mediodía a su casa y no volvía más. No aguantaba el calor, quién va a aguantar 40 grados de calor, en un limpio trabajando. De allá vienen los colectivos a buscarnos. Somos muy fuertes para trabajar. Omar Gallardo: O sea, como Movimiento no creo que esté bien eso. Por qué salimos nosotros si estamos defendiendo y por qué vamos a trabajar a un empresario teniendo…es decir, pudiendo hacer cosas aquí, y no estamos trabajando la tierra…Por ahí hay que hacer cosas para generar trabajo aquí, puestos de trabajo aquí. Omar Aguirre: El que tiene, no sale a trabajar se queda a cuidar lo que tiene, es eso. Pero lo que sale es la juventud, siempre ha sido la juventud, venimos viendo los de atrás que vienen quedando ya… antes iba el papi, y ahora él no va más, va la juventud, trabaja viene y se queda aquí… si vos no pensás en juntar y venir y comprar cosas para aquí te quedás directamente allá. Pero la mayoría que hace el trabajo allá (…) lo gasta aquí. Gregorio Galván: Yo empecé de los trabajos, así, afuera, en el 79, y estuve haciendo así hasta el 2001. Siempre, cada trabajo que hacía venía y compraba dos, tres cabrillos, y después compré un animalito vacuno y ahora, después tuve el accidente y me ha quedado para vivir o para sobrevivir se podría decir… yo creo que los que van ahora están en el mismo camino, está bien que estemos dentro de la lucha, para producir la tierra, pero si no tenemos como producir, en el momento, es como difícil, es [posible] que uno no se haga [la posibilidad.] (…) Es como decía Goyo, que él también iba y trabajaba antes y una vez que tenía los animales, casi no salía tampoco, se dedicaba a cuidar los animales y tenía la producción, vendía cabritos, vendía vacunos, vendía yeguarizos y de eso iba manteniendo la familia.

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Los campesinos consideran su rancho y su tierra como su lugar, su territorio. El sentido del trabajo es cada vez más recuperar la forma de producción campesina. Goyo: Yo crié a todos mis hijos. Yo tenía una volanta de cuatro ruedas grandes, tipo sulky pero con cuatro ruedas. De todo cosechaba: sandía, melón. Iba a vender. Porque hay zonas que no pueden sembrar. Allá, en la costas [se refiere a las zonas inundables] no pueden sembrar, porque cuando ellos siembran, y ya están para cosechar, viene el agua y les quita. Entonces la gente no puede; no es porque no quiera, sino que no puede. Yo me iba a la costa con cien, ciento cincuenta, doscientas sandías. Ataba las dos mulas y trabajaba así. Salía de aquí a las seis de la mañana, y a eso de las cuatro o cinco de la tarde venía con plata: vendía todas las sandías. Con la cosecha hacía la plata: me iba al pueblo con el carro lleno de mercadería y dos mulas. ¿Sabe cuánto le echaba de aquí? De aquí a 40 kilómetros era el pueblo, y le echaba dos horas de ida y dos horas de vuelta. Íbamos con mi señora en el carro. No conocía auto ni camioneta, no pagaba alquiler. Hay muchas formas de vivir, y de componer un poco, si se quiere. Basilia Benítez: Y entonces yo pensaba lo mismo que nos iban a hacer acá [se refiere a después de que la habían desalojado], si podíamos hacer otra cosa. Si podíamos hacer casas, o pozos, o represas, igual queda para los demás. Y es feo, viste que tenés tu casa, que venga uno y te diga “bueno, yo soy el dueño y tenés que salir”. ¿Y qué hacemos nosotros? Hasta vino una vez Mirta Góngora, que ha venido en el año 98, con la policía. Yo estaba en mi casa con mis viejos y entonces ella me dice “El campo es mío”. Ella vino allá a la casa de mi papá. Y entonces le dice “El campo es mío”. Dice “Ustedes si quieren, si vos querés, como trabajás, yo te la vendo a $ 100 la hectárea”, y yo desesperada. Con tal de que no nos sacaran, no los sacaran a mis padres, yo decidí, estando embarazada, irme a Buenos Aires, a trabajar para poder comprar

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este “martillo” (por la forma del terreno), que dicen que es. Ella dice que es un martillo, de 60 hectáreas. Yo digo, que sea para que se quede mi viejo en la vejez, para que no tengan problemas. Y me fui con mi hijo de vuelta a Buenos Aires. Y después cuando yo me fui a averiguar, fui a hablar con el intendente, o sea Rached. Entonces le digo, “Yo quiero hacer una preguntita, quiero saber, ¿de quién es el campo, el lote 24?” Me dice “De la Mirta Góngora”; “Yo quiero comprar aunque sea algunas hectáreas, porque ella me pide $ 100 la hectárea”, te estoy hablando de diez años atrás. O sea en total sería, lo que ella me dijo es: “Si vos me das los $ 5.000 pesos en la mano es tuyo el campo”. Así que si ignorantemente tenía esa plata le daba a ella y después me quedaba con nada. O sea, ella necesitaba esos $ 5.000. El intendente me dijo que fuera a hablar con Mirta, y ellos tenían el restaurante donde está la estación de servicio Güemes, por ahí tenían. Me fui a hablar, y ella me dijo “No, yo te voy a dejar a tu familia, si vos me vas a pagar aunque sea en cuotas $ 100 por mes”. Y yo fui, después mandé. Decí que allá en Buenos Aires yo tenía conexiones de personas que podían hablar aquí a Catastro en Santiago. Que me dijeron que no, que el campo este no es de ella, y bueno ahí empecé a pensar. Después nos vinimos de vuelta, después nos dicen que no, no es de ella, el campo es nuestro. (…) Sí, y que vaya a hablar con ella me dijo [Rached]. “Hablá con ella que ella tiene todos los planos”, me dijo, del campo. Claro, ella me mostró un papel con un plano todo bien armado, que yo no entendía nada. Yo le decía, “Ah, sí, es tuyo…” Yo le di la razón, pero era un papel que ellos tenían así nomás. Después cuando trabajaba en Pinto, después cuando volví me instalé en el pueblo. Yo trabajaba en una casa adonde venía un escribano. Y ese escribano, contaba cosas, ahí iban a pagar, como derecho de sitio. El padre de ella de [Mirta Góngora] quería pagar esto para

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quedarse con esto [pagar el derecho de sitio para apropiarse del título del terreno]. Después le avisé a todos, le contaba a él [se refiere a Carlos Benítez]. Como trabajaba en esa casa yo escuchaba las cosas y le decía, “mirá Carlitos”, le digo, “ella paga, quiere pagar el derecho de sitio”. Entonces él me dice “no, no tiene, por más que ella pague, no es de él”, entonces ahí empecé. Después me fui de la casa de ella, donde trabajaba y acá estoy. Nunca más relación con ella, saludarla cuando la veo en el pueblo sí la saludo. Todo muy amable ella, cuando tenemos que viajar viajo [Góngora es la dueña de uno de los paradores de la ruta]. Pero, como amistad, amigas no, sino como conocidas. Nada más. Rosenda: Mi padre sacaba la miel del atamisqui. Cavando las cuevas, es un bichito negro que sale, vuela para arriba, va a buscar y se manda ahí. Entonces mi papá lo marcaba por allá. Cavaba un pozo y allá tiene una pelota así, de miel. Es una bolsa; cera y la miel. Hay que limpiarlo bien porque es en la tierra. Y después la miel de las avispitas. Después está el típico que le decimos el chilalo. Cavar el chilalito, sacar el gusanito y comerle el polen, porque lo que pone ahí es el polen de las flores. Y ahí cría su bichito, encima. Es una pelotita de polen de la flor de todas las plantitas y lo pone al huevito ahí. Y después viene al año y sale y hace su botijita. Es una botijita, como una tinajita, de barro lo hace, y cuando se le hace como una florcita para arriba él se manda y saca la tierrita, como unos granitos así a la vuelta y después lo cierra, lo hace como un ombliguito, porque ya lo depositó a la tinajita esa. Cavamos eso, comíamos. Ahora no los dejan a los chicos porque dicen que se van a morir. No, no se van a morir. Y después de la miel de palo. Ir a buscar a los garabatos, hacharlos y sacar la cera con la miel y el polen, agrio pero riquísimo. Y del bichito que le decimos nosotros la quella. Quella es una palabra indígena, como que es perezoso, que no es muy trabajador. Pero él hace su miel que es una cosa muy sana. Por ahí tengo

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cera. No sé si los compañeros les han hecho conocer la cera de la quellita. En los palos, en los palos huecos hace la cera, hace la miel y para acá hace el polen y eso lo cortaban, la cera. Se nos hacían las manchitas en la cara, dicen que por el sol, entonces con la cera esa la mamá nos sacaba las pequitas. Y dicen que la miel es un remedio no sé para qué, nunca hemos utilizado nosotros en eso, pero creo que es medicinal también. Aparte que es una cosa tan rica, de no cansarse de comer. Bueno la avispa y después viene la abeja, pero ahora se ha terminado por la sequía, ha habido flor de árbol, de algarroba, pero ha habido poca abeja este año, por la falta de agua debe ser. Gregoria Chávez: Mi marido me sabía decir “para qué vas a cuidar animales si el campo no es de nosotros”. Yo he empezado a criar chivas de guachitas que me daba un compañero... y ahí empecé. De tres chivas, mire lo que tengo ahora. Ahora debe haber como setenta, entre cabras y ovejas, y van a ser cerca de cien. Nosotros gastamos mucho los animales para el consumo... Si están gordos vendemos, compramos mercadería. Eso producimos. Y las vacas también, sacamos leche, algún queso. El verano éste fue bien porque vendí mucho queso. Ahora leche no tenemos, a veces no sacamos de pereza, pero hay leche de vaca. Yo veo que cada día uno tiene que pensar y fortalecerse más para la lucha. Porque de eso estamos viviendo, de los animales, de la producción de nuestros animales. Yo les digo a mis hijos, “vayan a las reuniones, salgan cuando yo no puedo ir; ustedes son jóvenes, como varones anden”. (...) No estar diciendo “Hace frío, voy a dormir en el piso”. Porque hay muchos compañeros que dicen eso... Pero en eso no hay que fijarse, si en la lucha se aprende todo y quizá uno se siente mejor. Yo estoy acostumbrada. Si habremos sufrido con los compañeros... El frío, la lluvia, las caminatas... A mí me da más fuerza. Yo

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veo que eso da más fuerza. Y ahí vamos, en esa lucha. Y ahora doy gracias a Dios porque tengo animales. Si no entraba en la organización a lo mejor no iba a vivir aquí y tampoco iba a tener animales. Directamente si no conocíamos a la organización no íbamos a vivir aquí porque ya nos tenían para sacar. En este momento histórico la posibilidad de quedarse aparece con la lucha por la tierra que los campesinos empiezan a librar y que se encarna en el Mo.Ca.SE.

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...Y ah

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Los primeros pobladores La provincia de Santiago del Estero, que pertenece al ecosistema del Gran Chaco, fue un espacio de transición cultural entre los pueblos del Noroeste, el Litoral-Mesopotamia y el Chaco, que mantenían intercambio cultural y económico entre sí desde hace miles de años. El Estado Nacional se consolida alrededor del año 1900, gracias al asesinato de miles de pobladores nativos y la negación de las culturas originarias sobrevivientes. En la provincia, desde entonces se niega la existencia de pueblos originarios, a pesar de que de ellos surge la mano de obra para las actividades forestales, la caña y el algodón. Ya no fueron considerados “indígenas” sino trabajadoras y trabajadores rurales, “campesinos”. Hoy, en la zona de Pinto, así como en otros lugares de Santiago del Estero, algunos de estos pueblos (por ejemplo, los sanavirones) están luchando por su reconocimiento como comunidades indígenas. Si bien la región de Pinto no es reconocida actualmente como un núcleo “quichuista”, cabe señalar que la lengua quichua constituye un elemento importante de autoidentificación para santiagueños y santiagueñas en general. Cuenta la compañera Beata: Beata Céspedes: Cuando yo era chica, mis abuelos me criaban a mí, yo era hija soltera, y mis abuelos eran quichuistas, y mi abuelo murió de 99 años y era quichuista, y yo cuando era chica no sabía hablar castellano. (...)...ellos dicen que defendían una lengua indígena, de indios, pero lo que no recuerdo qué clase de indios eran, pero el quichua ese dependía de los indios, ellos eran bisnietos de los indios. (...) Yo te he dicho que la compañera Cristina sabe hablar en quichua y los padres de Pocholo también,

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son todos quichuistas, y estamos haciendo el trámite para ver si conseguimos la personería jurídica, para que así podamos más fácil defender nuestros derechos, y defender el territorio, que no nos alambren y alambrar nosotros y a vivir todos juntos, unidos y territorialmente defendiendo a todos los territorios, no solamente aquí de nosotros sino los territorios en otras provincias también (...) tres hijos tengo en Buenos Aires, una mujer y dos varones, y ellos sabían hablar en quichua y saben todavía por el motivo que mi suegra era quichuista, la madre de mi marido. Los hombres y mujeres del monte que hoy forman la central campesina de Pinto habitan este territorio por generaciones. Fidencia: Soy nacida aquí. ¡Hace cuántos años que vivo aquí! Ahora tengo 92 años. Todavía estoy viviendo aquí. Vivir aquí y cuidar los animales, cabras, ovejas. Y tenemos hijos y mi marido salía a trabajar. Yo he luchado por los animales en el campo. Ovejas, cabras, he tenido. He sembrado. Y antes, cuando yo he venido a este pago en el año 40, era pobre completamente, el pago. Hay gente que había que era chicos más la casa y no tenían ni animal, casi nada, chivas. Ahora es rico, le digo Quebrachito. Antes no había nada… pasaba el tren nomás.

En el cuadernillo Huarmi Ashpa en el 2000 leemos A fines del siglo 19 y comienzos del 20, Santiago del Estero sufrió una devastadora explotación forestal que signó el futuro de las siguientes generaciones. Entre los años 1898 y 1903, el gobierno de la provincia de Santiago del Estero vendió, en sucesivos remates públicos, más de 4.000.000 de hectáreas de bosques vírgenes. Fue la mayor venta de tierras públicas en bloque que se registró en toda la historia de la República Argentina. La intención declarada del gobierno de aquel entonces era atraer capitales de Buenos Aires, para lograr la colonización de esos vastos territorios y, como

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consecuencia, el asentamiento de la población santiagueña. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados. El objetivo de las empresas compradoras no pasaba por la colonización, sino por lograr una extracción rápida y masiva de los productos forestales del Chaco Santiagueño. De este modo se formaron enormes latifundios que explotaron los bosques en forma irracional y que contribuyeron a amasar fortunas. (…) El soporte de ese enriquecimiento fue el duro trabajo de los hacheros en los obrajes. Los hacheros ingresaban al monte previa asignación de parcelas y allí trabajaban a destajo, ayudados por sus mujeres e hijos que limpiaban de marañas los alrededores de los quebrachos o preparaban la comida; viviendo todos en condiciones miserables. No había ningún control sobre el nivel de los salarios y las condiciones de trabajo. (Huarmi Ashpa, 2000) Miguel Rodríguez: Eso era la vida antes. Yo me he criado cortando leña. Para otro como peón. Para los contratistas del lote 20, esos campos que hemos andado. Después en el 40, en el 47, esos cortaban leña por ahí. Entrevistador: ¿Y sabe para quién trabajaban los contratistas? M: Y... esos cargaban la leña. En Pinto hacían canchones llevaban para Buenos Aires, no sé a dónde llevan esa leña. Carbón, para carbón. Había un tal Ángel Nasí, José Nasí. Turcos eran esos; se manejaban haciendo cortar leña. Hacían fletear con carros para llevar al pueblo. Y aquí en Casares, era Chiara, Aldo. Ese era uno de los capos para cortar leña. Y eso llevaban no sé a dónde. E: ¿Y de quién eran las tierras dónde cortaban? M: Y bueno, como es aquí, en las tierras nuestras. Aquí, en el campo Cleveland, donde está dañado [se refiere al reciente desmonte] ahora. Por los años cuarenta, cincuenta, [desmontaron y] el monte ha venido de vuelta otra vez. Claro, las plantas pichones.

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Después, yo ya era un muchacho de 18, 20 años. Nosotros hemos hachado aquí, hemos cortado leña con mis hermanos. Han hecho carbón los tipos ahí. De ahí fleteaban los carros. Yo he hecho carbón ahí. Y con eso llevaban a los pueblos, a la balanza a pesar. Y ahora mire cómo crece allá y, la vez pasada, ya han volteado monte otra vez de vuelta… Y en el año 40, yo tendría 18 años, hace cincuenta y pico de años, y en pocos años -yo ahora tengo 67- creció el monte de vuelta. Volvieron a hacharlo, a cortar leña de vuelta, lo toparon también, lo han volteado. E: ¿Y usted qué se acuerda de esos años? M: Y ella tortilleaba [se refiere a su madre], cuando nosotros trabajábamos le traíamos la harina. Claro, nosotros esas changas teníamos, y ellas se mantenían en la casa haciendo la comida. Fidencia: Yo mantenía, tenía que cuidar los animales, mis hijos, mis cabras, mis ovejas. Y mi esposo salía a cortar leña por ahí. Iba a Santa Fe, porque antes iba la gente a Santa Fe a juntar maíz; ahora no hay eso. Dos meses, tres meses, así iba él. Y yo quedaba con los chicos y me manejaba con los chicos y los animales a atender. Promediando la década del 40, varios factores se asociaron para hacer decaer la actividad forestal. Por un lado se detuvo la expansión de los ferrocarriles y por consiguiente, se disminuyó la demanda de durmientes para la construcción de vías. Por otro lado, al concluir la Segunda Guerra Mundial, también disminuyó la demanda de leña y carbón. Un tercer factor que hizo decaer la actividad productiva fue que las grandes empresas (como La Forestal por ejemplo), comenzaron a reemplazar los bosques argentinos como abastecedores de tanino, por las nuevas plantaciones de acacia negra o mimosa en las colonias británicas en África. A partir de 1945, con el apoyo del Estado, se empezaron a organizar sindicatos forestales. Todos estos factores hicieron que la explotación del bosque dejara de ser

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un negocio favorable y basándose en exclusivos criterios de racionalidad empresarial, los obrajes fueron levantándose y familias enteras quedaron sin trabajo. Muchos emigraron hacia Buenos Aires, pero muchos otros decidieron quedarse en sus lugares de origen. De esta manera, los hacheros se fueron afincando en las tierras abandonadas por los obrajes y se convirtieron en campesinos agricultores. Hicieron sus ranchos, abrieron “picadas” (caminos en el monte), que luego se transformaron en caminos transitables, construyeron escuelas para sus hijos, trabajaron la tierra con herramientas precarias y prácticamente sin apoyo alguno. Algunos compañeros traen a la memoria situaciones de injusticia antiguas, que nos enseñan sobre las formas de opresión lejanas en el tiempo. Rosenda, de la comunidad campesina de Fortín Unión, nos comparte la memoria de injusticias que protagonizaban los Navarro, terratenientes de la zona, tiempo antes y con los que hoy, el conflicto sigue: Rosenda Palavecino: [Él] es el hijo, Abraham Navarro, el hijo del Tano Navarro y Miguel Vitar, vendría a ser el sobrino, primo del Gringo Navarro. Abraham Navarro, Gringo le decimos, pero es Abraham Antonio Navarro y Miguel, Miguel Elías Vitar, el que ha fallecido. El Tano Navarro tenía servidumbre, una señora que trabajaba, yo la alcancé a conocer. Ella tenía una criatura. Para que no moleste, para que ella pueda servirlo, mandaba matar, que le den en el catre, decimos aquí una cama de tiento y madera, que le den en la cabeza, que lo maten. Lo sacaban de ahí [donde estaba enterrado], lo volvían a poner en otro lado. Hasta que vino, como es que se dice, que lo sacaron a Juárez, ¡la intervención! Y se descubrió todas esas cosas, ahí se removió toda esa mafia y creo que los sacaron y le dieron sepultura como correspondía… (..) La historia es algo mafiosa. A un señor que había vendido, García, había vendido una cantidad de cabezas de animales a Navarro, vendió una cantidad de $ 23.000 en ese entonces, qué

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año sería no te puedo decir, porque quizá ni había nacido o había nacido y era muy chiquita. Lo encontraron en la casa, llegó sus secuaces y mandó que lo maneen, lo hagan como una momia y le roben toda la plata. Ahí lo encontraron a Antonio García envuelto. Y bueno yo se que anda diciendo una hija de Miguel Vitar que quiere hablar con los pobladores, “porque no los vamos a dejar tranquilos a los pobladores, porque eso era de mi padre”. Los herederos de ellos están como reclamando esa propiedad. Pero no tienen nada así que no van a hacer nada ellos. Nosotros ya estamos firmes, ahora ya estamos firmes, con el Movimiento Campesino, que nos introducimos, vamos a decir, aprendiendo, entonces ya sabemos hacer la autodefensa nosotros. Ya sabemos del derecho de posesión, nosotros tenemos el derecho de posesión. A pesar de estas situaciones de opresión, a lo largo del siglo 20 los campesinos tuvieron bajos niveles de conflicto en lo referido al uso de sus tierras. Han vivido relativamente tranquilos en sus ranchos. Los latifundistas y madereros no querían desalojar a la mano de obra que vivía (desde siempre) en la zona y que, por si fuera poco, tenían elementos de autosustento que permitían jornales bajos. En las épocas en las que no había explotación maderera, los hombres migraban a otros lugares a buscar trabajo, no tenían jornales, se pagaba muchas veces en especias. Este régimen se mantuvo pacíficamente. Más cerca de los tiempos actuales, las comunidades y familias campesinas de la zona de Pinto comienzan a ser amenazados; sus tierras empiezan a ser codiciadas ya no solo por sujetos de la zona sino también por empresas. En los años setenta se registra el primer conflicto de una larga serie, que tiene como protagonistas a familias que hoy componen la Central Campesina. Entrevistadora: ¿Nunca tienen miedo? Cristina Loaiza: Miedo a la policía no, a los políticos tampoco.

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Pocholo Aguirre: Tampoco, manga de podridos. E: ¿Y antes del Mo.Ca.SE, ustedes eran así, pensaban así? P: Yo te voy a contar una historia. Nosotros antes del Mo.Ca.SE ya habíamos querido ser desalojados, por otro terrateniente. Éramos catorce pobladores ahí y hemos resistido, nos querían desalojar. Y formamos una comisión, los catorce, y hemos hablado y nos hemos reunido todos conformes... entre los catorce nos hemos unido y hemos luchado, treinta años hemos estado... y no nos han desalojado. Entrevistadora: Pocholo me contaba que en el 73 había gente que los quiso correr de acá. Fidencia: Sí, sí, un tipo, Rodolfo Acosta; ése ya no vive. Venía cada tanto para sacarnos. Peleábamos, teníamos que andar todo por Santiago, Tribunales, Buenos Aires, para poder quedarse, salvar esto. Y así era, tanto que hemos luchado y nos hemos podido quedar, y hasta ahora vivo. Y ahora más no voy a andar, no puedo andar ya. Antes he andado muy mucho... andar todo por Santiago hasta Buenos Aires… El tipo venía, para sacar a todos los vecinos de aquí, hemos tenido que luchar y luchar. No ha podido sacarnos, no ha podido. Y si nos sacaba de qué iba a vivir. No ha podido sacarnos, nos hemos quedado unos cuantos vecinos... Donde yo he hecho mensurar han quedado dos pobladores. Pero andar, andar, hay que andar. Yo he sufrido de andar, para poder quedar, si no, no íbamos a quedar nadie. El tipo ya no vive. Falleció. Miguel Rodríguez: Era un capitán retirado de la fuerza armada.

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F: El tipo se retiró pero no era dueño. Nuevamente, podemos consultar el cuadernillo Huarmi Ashpa: Miles de familias rurales, que habitaban esas tierras, quedaron atrapadas y sometidas a los compradores, en calidad de intrusos u ocupantes, desconociendo los derechos posesorios que el Código Civil Argentino reconoce a los poseedores con ánimo de dueño. Pocholo Aguirre: Aquí [en los conflictos posteriores a 1999 en los lotes 20 y 24] ya han venido más golpeando, allá [en el lote Fisco] no nos han golpeado, sí nos llevaban presos. En el 73 nos habíamos defendido ya, pero no nos habían golpeado tanto, sí nos íbamos detenidos, pero teníamos un abogado en Santiago, nos hacía largar. Y no éramos tanto atacados, porque era un campo chico... no era un campo grande... Entre todos acá [en Fisco] 1.000 hectáreas más o menos... Y ¿cómo aquí atacaron [desde 1999]? ¿Por qué? Porque son muchas hectáreas, como 14.000, 7.000 y 7.000 son 14.000. Cristina Loaiza: Ya ellos en ese año... se han empezado a juntar lindo la gente. En el 73, ayudarse uno al otro, poniendo un poco de plata cada uno para que viaje uno representando a todos. Y ahí es como que se han quedado tranquilos ellos; el tipo se ha ido, y ellos se han ido tranquilizándose. Y era como que la idea, no había surgido de su cabeza; no era de seguir, sumando gente. P: Y bueno la idea era porque era un campo Fisco, mucho bosque, mucho valor era... y en esa época más buscaban los terratenientes a dónde había bosque... buscaban ellos para cortar, era mucha plata la que había ahí adentro. Que

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jaban gente, los t o l a s e d , n a raian, Segui han

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jamás en la vida se ha explotado y eso buscaban ellos y bueno un poco más tranquilos hemos quedado. El tipo muere ya de viejo, el terrateniente, pero había quitado mucha tierra más allá para el lado de Bandera y otros pueblos -nos hemos enterado que el mismo terrateniente les ha quitado tierras- y ahí nos hemos quedado tranquilos porque muere, no había quién nos haga el juicio ya... Después como muere el tipo se va quedando tranquilo... y muere el abogado de él también. Era un abogado semejante asesino era... peligroso. Y ahí ha quedado y bueno... y otra vez... nos vuelven a mandar denuncias y quién se está metiendo, los políticos ya, por quitarnos de vuelta, políticos... y ellos mismos veían ese bosque que todo era hermoso y no estaba explotado y la leña valía mucha plata y lejos, lejos, nos iban tirando así denuncias, pero denuncias livianas, siempre íbamos contestando y después de Santiago era nosotros que teníamos que llegar, y después hacen un juzgado en Añatuya y este que nos defendía dice “no, yo no voy a poder viajar para allá, cuesta mucho, yo voy a dar pase a otro abogado”. Y nos han dado pase y esa abogada, recibe todas las denuncias que teníamos, todos los juicios y esa abogada se había vendido contra nosotros, no nos salió nada. Aquel era un buen abogado y esta no, esta se vende, nos hace perder el juicio la abogada y un día llama a un compañero nuestro, llama a Miguel Rodríguez y le dice “ustedes han perdido el juicio, no sé qué van a hacer. No sé si van a arreglar con el hombre”. “Pero a nosotros nos han dicho que el hombre ha muerto”; “No, pero queda el hijo o la hija”. No sé cómo viene la mano, siempre queda uno siguiéndole el juicio. Y después muere el abogado ese que te digo... Entrevistadora: ¿Y venían con papeles? P: Sí, con papeles de los jueces, era diferente, ya no era el tipo, eran los jueces…

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C: Seguían, desalojaban gente, los traían, han marcado campos... Lo que pasa que nosotros nunca conocíamos los derechos, la Ley veinteñal, nada. Entonces venían y te desalojaban como ellos querían, salías de tu casa, abandonabas todo. Venían desalojando gente, se iban para el pueblo. Ellos vienen desalojando desde allá, desde el norte, a nosotros. Ya estaban curados que habían querido desalojarnos una vez. Pero claro, de allá venían despacio, desalojando... y éstas son las últimas tierras que han quedado. De acá para Pinto, ya están todos desalojados. Desde el setenta y pico hay gente realojada y han ido a morir en Pinto porque vendieron sus animales, todo. Y en el pueblo muere la gente resentida, porque la gente no está acostumbrada a vivir en el pueblo, el campesino. Porque [para] el campesino es muy fiero acostumbrarse. C: También lo que hacían cuando desalojaban, había gente muy mayor, lo llevaban a otro campo y la gente moría de pena ahí, de depresión... P: Aquí en tiempo de la dictadura parece que venían de Buenos Aires así, tipo militares, se hacían dueños de las tierras también. Aquí en Pinto es clarito, gente que estaban a cargo de la municipalidad. Yo los conozco muy bien cuáles son, cuáles estaban en tiempo de la dictadura. Como te digo venían desalojando, han quedado dos campesinos que no han firmado, en tiempo de la dictadura y no han firmado porque tenían hermanas en Rosario que tenían más plata y los han apoyado y bueno: “no firmo.” Él [se refiere a un campesino del lugar] cuenta que un día lo habían agarrado en el camino: “vamos”, le dicen. Lo meten en la camioneta y lo cierran y le dicen “vos vas a firmar. Apenas llegues a tu casa vas a firmar.” Y apenas lo bajaron le dicen “ven aquí, firma, si no, te matamos”. Y de miedo firma. Le hacen firmar el desalojo con papeles hechos por jueces y lo largan y le dicen que vaya a la casa y enseguidita agarra el teléfono y habla con la hermana, que

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le han hecho firmar con amenaza de muerte. Y la hermana de allá que no se en cuántas horas tiene que hacer la denuncia. Y él con coraje hace la denuncia que le han hecho firmar y viene la hermana de allá y hace la denuncia y así se salvó, vive todavía en el campo. Miguel Rodríguez: Nosotros ya conocíamos justicia, sabíamos cómo defenderse en esto, porque a mí cuando me han tomado preso en el año 73... “¿Sabe lo que está haciendo Rodríguez?, usurpación de propiedad”; “Pero yo no conozco a nadie dueño”; “Usted va a ir preso, ¿por qué no hacemos un acuerdo?”; “No puedo, la que puede es mi mamá doña Fidencia. No hay acuerdo” Y claro, yo no era culpable de nada. Bueno, esta lucha no es mucho tiempo, pero vamos ya un par de años... del año 73, 74 nos quisieron desalojar... no nos han podido hacer nada. A mí me han tenido preso, en el 74, y 75 también preso. Me llevaban de aquí porque me denunciaban, pero como tenemos abogados, defensor, por el asunto de la tierra, al otro día volvía. Y así le hemos llevado a ese tipo, después murió, un tal Héctor Rodolfo Acosta. Él me quería dar un pedacito de tierra, no le hacía acuerdo, teníame en la comisaría. “Le compramos”; “No, yo no puedo vender”; “Yo les dejo un pedacito de tierra, tres hectáreas”; “No, no hay acuerdo señor”... Y hace como treinta y cinco años. Lorenzo: Era chico, tendría ocho años, ahora tengo cuarenta. Nos trasladaron a Fisco. De ahí sacaron a mi abuelo, lo tenían de un lado para otro. Les decían que tenían que salir y la gente salía, la ignorancia. Traían algunos papeles, una jueza, la policía y les decían que tenían que salir. Por ahí ayudaban a trasladarse. Ellos quedaron en Fisco, siguen viviendo. Al poco tiempo me vine para acá. Estaba viviendo mi padrastro, yo me fui quedando; después problemas aquí, hace un par de años, alambraron a la vuelta y quedamos aquí. Y no he salido. Estaba el diputado Gramaglia, que él me decía que no le firme nada a nadie. Me llevó a Añatuya y no me hizo firmar nada, me dijo “No firmes nada a la

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jueza Blanca Ramos”. Y él siempre me decía que no firme, que si llegaba a firmar “Te van a correr”. Hasta que una vez parece que ha tenido contacto con ellos y él dice que arregle. Ahí yo le dije que no, que se retire y no me venga a molestar. Después él decía que me iban a correr, pero hasta ahora... Vinieron muchas veces, caímos presos con mi esposa, Pocholo, Miguel Rodríguez; Sabino también estaban apoyando. Cuando apareció el Mo.Ca.SE no me molestaron [más]. Gramaglia no apareció más, pero la policía siempre, y siempre venía a la noche a presentar una notificación para el día siguiente. Después venían, nos llevaban porque no se ha presentado a la orden del juez. Durante gran parte del siglo 20, en el Noroeste Argentino, las empresas forestales y estancieros compraban títulos que “incluían” a los habitantes de la zona. El título de propiedad es en ese momento una forma de demarcar el dominio sobre la zona, definiendo poder local y áreas de explotación forestal. A partir de la década de 1980 se produce un cambio en el mercado de la tierra. Los títulos, que hasta ese momento habían servido como prendas hipotecarias y eran billete de cambio de un mercado financiero despreocupado por los legítimos pobladores, cambiaron su utilidad al producirse una revalorización de los cereales y el ganado en el mercado internacional. Esto obedece a varias razones: semillas híbridas y herbicidas, tecnología apta y disponible para derribar monte, desertización de suelos productivos de otras regiones y por lo tanto una migración en busca de zonas “disponibles”. Gualberto Hoyo: Nosotros tenemos conocimiento que el que vive en el lugar realmente es el dueño, el que vive en el lugar no el que viene de afuera y hay un montón que aparecen con un papel que quizás lo harán ellos mismos y vienen diciendo “somos el dueño” porque traen un papel. Pero a veces los papeles no son seguros, eso lo hace cualquiera y el papel dice lo que le escriben, nomás. El documento nuestro es quizá lo que uno tiene plantado en el lugar, me parece que lo está demostrando mucho mejor que un papel que lo escribe cualquiera.

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Más claro imposible: los que se dicen propietarios, que mencionamos al principio, son propietarios de títulos, de “papeles”, como dice Gualberto, incluso de acceso al poder económico y al poder policial o parapolicial. Pero los que viven en y de esta tierra, los que le introducen cambios, construyen y la habitan por generaciones, son las mujeres y hombres del monte que, por encima de las normas legales que los avalan (la ley veinteñal) son quienes poseen legítimamente la tierra. Basilia Benítez: Cuando nosotros queríamos hacer algún pozo o represa él era el que nos decía; nosotros también por ignorancia no conocíamos los derechos… Él [se refiere al agente sanitario, vinculado al poder político local] nos decía que en el campo ajeno no podemos hacer pozos, represas. Y nosotros como buenos amigos, diciendo, que nos estaba instruyendo bien, hicimos en el campo donde ellos están, pero que es Fisco… Esto teníamos nomás que la casa, y los animales, pero nada de represas ni de pozos. Hasta que un día gracias a Dios se dieron cuenta y empezamos a hacer cosas. A trabajar en el campo. Nosotros no lo hacíamos de miedo. “Para qué vamos a hacer, si después nos van a sacar, para qué vamos a hacer, si el dueño va a venir, si el dueño se enoja” dicen… Pero no era dueño, el dueño éramos nosotros. Yo pensaba que venían los dueños un día cualquiera y nos sacaban, nos tiraban la casa. A fines de los ochenta y principios de los noventa la tierra va a tomar un nuevo valor y van a variar fuertemente las relaciones de poder en la zona. La frontera agropecuaria se traslada cada vez más al norte. La década del noventa se caracterizó por la adopción de una serie de medidas de desregulación de la producción agropecuaria y del comercio interno e internacional. Los principales organismos del Estado encargados de la orientación y supervisión de las distintas actividades agropecuarias y agroindustriales, entre ellos la Junta Nacional de Granos y la Junta Nacional de Carnes, fueron disueltos o desarticulados. También se eliminaron las

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políticas regulatorias de fijación de cuotas de producción y de garantía de precios mínimos para los productores. A mediados de los noventa, el fuerte aumento de los precios de los productos agrícolas de exportación, en un primer momento, y la difusión del paquete tecnológico asociado al cultivo de la soja genéticamente modificada, después, implicaron un significativo aumento en la rentabilidad de las producciones agrícolas asociadas a dicho cultivo, que se plasmó en una nueva expansión de la superficie cultivada con cereales y oleaginosas, incluso hacia zonas donde antes no era rentable. Los conflictos de tierras en la zona son incesantes. Para 1985 los campesinos de la zona comienzan a sentir los efectos de los cambios en el modelo productivo agropecuario de Santiago del Estero. Basilia Benítez: A nosotros nos pasó. Nosotros vivíamos acá en el 21, en un campo que teníamos de no sé cuántas hectáreas… Carlos Benítez: 4.000. B: Adonde estábamos dos pobladores, también. Los Leguizamón, Camila Leguizamón, y nosotros. Después ese campo se vendió, cuando ellos (habla de sus hijos) eran chicos. Yo estaba en Buenos Aires y en Rosario con mi hermana, hasta que un día me enteré, y vine a ver a mis padres. Y ya no estaban allá, estaban acá. Y entonces de a poco nos han sacado la madera. Vino a usurpar y se decía dueño. Alambró todo y nos trajo las maderas (se refiere a su casa) y nos tiró acá. En el 85 nos mudamos para acá. Antes estábamos en el 21. Que nos separa un alambrado ¿no? A 1 km. Está todo en estancia ahora. Entrevistador: ¿Y sabés quién era que se decía dueño y eso? B: Sí, Carlos de Villeri. Él le compró, después le vendió a Cachirros. Primero el que nos desalojó a nosotros fue Carlos de Villeri. Un muchacho joven era, tenía un parecido así como vos, ¿no serás vos? Nos trajo él, nos

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trajo toda la madera. Y mi mama de ahí tuvo problemas. Nos dijeron… C: Que teníamos un plazo, por ejemplo te daban un plazo de un mes. Las firmas que hizo mi papá fue en el 82. Vinieron y le dijeron “Tiene que firmar porque el campo es mío”. Firmó. Después estuvimos dos, tres años hasta que han acomodado todos los alambrados, nos han echado de ahí. Después ya no llegaba, nos faltaba un mes, nos faltaban quince días, nos faltaban diez días, y chau… ya nos dijeron “bueno, vayan movilizándose don Benítez”, le decía a mi papá. Y ponía el acoplado el tractor y todo y empezamos a sacar la casa, a voltear primero una casa así como esta (un rancho de adobe)… después la otra era más grande, y después íbamos volteando. Ellos nos traían toda la madera, y salimos un 15 de enero del 85. E: Y ahí cuando pasó esto de tu papá, ¿también le pasó a otra gente de la zona? C: Nosotros habíamos firmado ahí y después los vecinos no firmaron nada. No firmaron nada y empezaron a resistirlos ellos solos ahí. Y estuvieron bastante. Ellos salieron en el 88, 90 por ahí salieron, porque les sembraron ya al lado. Ya una vez que no querían salir, le araron al lado de la casa, no los dejaban salir. Era la familia Leguizamón. Ahora lo hizo este “Cacho” Rozo, el que compró último. Que sembró toda la vuelta, y tuvieron que salir sí o sí. B: Porque no podían tener las vacas ni las cabras, nada podían tener, ni un pollo. Araron al patio, sembraron. C: Y de esa manera salieron ellos. Él [Leguizamón] resistió hasta lo último, pero si no parece que le tiraban la casa arándole. B: Ellos [los Leguizamón] viven también a esta parte, más delante del de acá, 500 metros. De acá están. Son parte de la organiza-

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ción, también. Él adonde está, él dice “Yo soy Mo.Ca.SE”. Y más cuando está borracho [risas]. Sí, nosotros salimos ya en el 85. De ahí ya no queremos cambiar más, queremos estar tranquilos… Salimos porque nos sacaron, no era porque queríamos. A la fuerza nos sacaron…

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Campo Cleveland En 1989, Tiburcio Gabriel Ledesma también era víctima de una situación similar. Tiburcio Ledesma: Me llamo Tiburcio Gabriel Ledesma y soy de Casares, Departamento Aguirre, comunidad de base de Campo Cleveland. Entrevistador: Cuénteme cómo empezó, cómo se formó, cuándo se enteró del Mo.Ca.SE. Esos años. T: Resulta que le notificaron a mi papá en el año 89, le llegó una cédula para que se presente en el juzgado de Añatuya con un plazo de diecisiete días. El recibió el 1 de abril la notificación y a los diez días falleció. Y bueno, después estaba el turco Miana, de Casares, que tiene un negocio, y él trajo un corresponsal. Y bueno, ahí nos tomaron declaración, que los problemas, le explicamos. Después salió en el diario y ahí se entera PROINCA…que era una organización de los Juríes. Y bueno, por ese medio vamos averiguando, y en ese entonces era el abogado Federico Santiago Díaz. Ahí nos inició juicio Camilo Zaiek, él nos defendió un tiempo y después, cuando PROINCA pasa a ser Mo.Ca.SE en el 90, siguió un tiempo Federico, y después salió y entró Santucho, Luis Santucho, él siguió la causa. Y bueno, hasta hoy, con 19 años de juicio, hoy no tenemos diría un fin, una respuesta positiva, nada. Mi papá falleció el 10 de abril, y ahí justo llegaron ese día Lucho Catán y Arturo Cejas a mi casa y ahí nos invitaron a una reunión en la siguiente semana. Y bueno, ahí fui y les informé los problemas que había, que teníamos. Y bueno, de ahí siguió el juicio, me defendió los derechos Santiago Díaz. El juicio hicimos con mi tío, Ángel Mansilla, que falleció ahora.

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E: Que vivía en la misma zona también. T: Era, claro, de ahí, de Cleveland. Poseedor de la tierra, que entró en el año 37. Entró él, mi tío, mi papá, mi abuelo. E: ¿Y cuándo se empezaron a juntar con otras comunidades pensando en el Mo.Ca.SE ya? T: Y era en el 89, que empecé con PROINCA, con Federico Díaz. Y después seguí y seguí cuando se formó el Mo.Ca.SE en el 90, también seguí. E: Pero ahí no había Central de Pinto todavía. T: No, no, no. Ahora la Central de Pinto no sé en qué año era. Después del 90. E: 2000, por ahí. T: Y sí, por ahí habrá sido, seguramente. Después fui para ahí, la Central del 24. Y bueno, y hasta ahora me voy siempre cuando tengo tiempo. No muy seguido, pero me voy. E: Y cuando había reuniones y eso, ¿dónde se reunía usted? Desde el 89 en adelante, antes de que hubiera la Central. T: Ahí en Casares mismo había una reunión, después teníamos contacto con la Federación Agraria Argentina. Hicimos varias reuniones en Casares, en una casa que yo tenía en el barrio. Y de ahí nos iban asesorando, enseñándonos qué derechos tenemos, qué corresponde. Todas esas cosas. De ahí me fui aprendiendo algo. Conociendo mis derechos. Y sigo siempre.

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PROINCA era una ONG ubicada en la localidad de Los Juríes, que ha tenido un papel importante en la creación del Mo.Ca.SE en el año 1990. Sobre esta experiencia con PROINCA hablamos con Federico Díaz, que nos cuenta de esa época: Federico Díaz: Ahí hicimos creo que una sola reunión, yo fui creo que una sola vez, a capacitar, a explicar la problemática y cómo podían encarar el tema de la tenencia de la tierra. Y en la zona de Pinto eran esos pocos casos y sí sabía del tema del conflicto de la señora esa, Mirta Góngora, con algunos pobladores de la zona de Pinto. Pero no se avanzó mucho en la organización, digo, existió, era algo incipiente lo nuestro, lo que estaba haciendo PROINCA, estaba contactándose y conociendo y haciendo saber qué se podía hacer y a quién pedir ayuda, era la tarea más o menos de los promotores de PROINCA, ahí en la zona de Pinto. Era hacer conocer los derechos, exactamente. En base al conocimiento que ellos tenían de algún tipo de inconveniente o problema en alguna zona, armábamos una reunión, con la gente de la zona, íbamos y conversábamos. A veces las reuniones eran de varias personas, de grupos grandes de pobladores, y otras veces eran reuniones individuales, o sea se iba y se veía al afectado, como es el caso de Gaby Ledesma o Tiburcio Gabriel Ledesma que era una persona que estaba en conflicto con el titular registral de las tierras, pero era él solo y no tenía vecinos cerca, sus vecinos estaban lejos y era él solo que tenía una aguada importante, mucha cantidad de animales y era visitarlo a él en la casa y explicarle o hacerle saber todo eso. O si ellos sabían que el abogado iba a pasar por Colonia Dora tal día o que iba los jueves, suponete a Colonia Dora o los viernes, entonces los campesinos se acercaban y entonces yo pasaba,

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conversaba con ellos y seguía viaje a Los Juríes, o me anticipaban los promotores, “viene tal día”, bueno entonces vamos a ir a tal zona, entonces yo sabía que ese día no sólo tenía que quedarme en Colonia Dora sino que tenía que entrar al campo a hacer reunión con pobladores, con uno o con varios.

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Otr

tacto, la n o c comun o idad de Chulpita y

su acer camiento al Mo.Ca.SE

Las compañeras y compañeros que actualmente conforman la comunidad de base de Chulpita tuvieron, alrededor del año 1996, una experiencia de lucha que los acercó al Mo.Ca.SE tiempo antes de la formación de la Central Campesina de Pinto. Entrevista Colectiva: Participaron Carlos Acosta, Raúl Acosta, Alicia del Valle, Daniel Góngora, José Damián Cisneros, Matías Miguel, Jorge Omar Herrera, María Ester Acosta. - Nosotros hace más de doce años que nos quisieron desalojar de aquí… por primera vez, anduvieron unos tipos diciendo que eran dueños. Un tal Figueroa. Nosotros seguimos en la lucha. Seguimos. Nos enteramos del Mo.Ca.SE que venían defendiéndose los campesinos. Por primera vez se juntamos en Pinto, y de ahí seguimos en la lucha hasta hoy, que seguimos firmes. No tenemos intenciones de aflojar nuestro derecho que tenemos a la tierra: nosotros somos nacidos y criados [aquí]. Son 44 años que soy nacido aquí. Así empezó la lucha y hasta nos metieron topadoras. Sacamos y empezamos nosotros a trabajar. Posteamos... Vinieron y nos voltearon una parte que estaba posteada, volvimos a enderezar los postes, seguimos hasta que entendimos los derechos que tiene cada campesino. - Venían llevando a que nosotros [firmáramos] para poder desalojar. Y otro compañero nos dijo “ahí está un tal Mo.Ca.SE, vamos a arrimarse a ellos, ellos nos van a defender”, y ahí fuimos a arrimarse. Después del tipo que nos iba llevando a nosotros, cuando le preguntaron por qué nos llevaba, no sabía qué contestar. Porque nos llevaba para que firmemos, para que resolvamos.

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- Nos llevaba con engaño. - Porque primero llevó a unos compañeros nuestros y los ha hecho firmar. Como nosotros nos pusimos de acuerdo todos los que íbamos a ir esa vez, no íbamos a firmar. Vinimos pero no era para firmar, vinimos porque había notas que teníamos que presentarse (…) - Fuimos todos juntos. Había algunos que habían firmado. - También fueron esos. - Había algunos que estaban en contra, estaban del lado del tipo este que decía que era el dueño, que venía con mentiras ¿no? - Claro, había algunos que estaban a favor de ellos. Como decir, han firmado ellos, decían que habían firmado, no sé si sería así. Después cuando hemos seguido la lucha firme hemos empezado a descubrir que ellos estaban en contra nuestro. - Entonces cuando pasamos por Pinto… porque nos llevaban a Añatuya a hacer firmar. Entonces cuando nos llevaron, se reunimos con el Mo.Ca.SE y nos dijeron cuáles eran los derechos campesinos y de ahí volvimos nosotros… - Ese día nos salvó un poco el agua, porque se largó a llover, tuvimos que esperar que pare un poco para poder salir para allá y por eso encontramos la gente del Mo.Ca.SE. Nosotros fuimos, cuando llegamos a Pinto se largó a llover, como la camioneta era abierta… Esperó al tipo que nos llevaba hasta que pare el agua para llevarnos a Añatuya. Ahí cuando nos vio reunidos a nosotros [gente del Mo.Ca.SE que pasaba] nos habló, “somos todos del Mo.Ca.SE”. Ahí la lluvia los demoró un poco si no que capaz pasaba derecho nomás y no teníamos contacto con el Mo.Ca.SE.

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- Fuimos de INCUPO porque ya habían firmado estos tipos, compañeros que habían en contra. Fuimos a Añatuya con el tipo este que era Comisionado de Villa Unión. A Añatuya fuimos a INCUPO, e INCUPO más o menos nos dio la experiencia, que tratemos de no firmar nada que no salgamos. Ahí nos dieron los derechos: que como tenía derecho el tipo si tenía los papeles, nosotros tenemos más derecho porque teníamos la posesión. Entonces fuimos, hablamos y ya volvimos. El tipo este Figueroa [el que se decía dueño] nos ofertaba 30 hectáreas a cada uno para darle, decía que le iba a dar pero el tipo era para poder entrar, después… le querían dar 30 hectáreas, le querían hacer la casa. La casa la tenemos nosotros aquí, los quería ubicar para otro lado, todos. Así nos dijeron con INCUPO, ya hemos vuelto y ahí, nosotros entonces ya teníamos más en contra. Nosotros hemos ido a Añatuya pero ya pensando en no firmar nada (se refiere a la cesión que les quería hacer firmar Figueroa), que no firmemos ninguno más. A ver qué era lo que decían allá en Añatuya, entonces no firmamos, nos topamos con el Mo.Ca.SE por el camino. - Ahí conocimos a Ángel, a ¿cómo era? - La Nelly y Carlos Luna. - Estaba el otro, el marido de Nelly. - Tito. - Estaba el otro petizo que era gordito… ¿cómo se llamaba ese? Ese nombre no me acuerdo… - Esa fue la primera reunión con el Mo.Ca.SE, pero en ese tiempo no estábamos tan exigidos, no nos tenían muy, no nos exigían mucho a veces podíamos aflojar… con el Mo.Ca.SE íbamos a hacer una experiencia más buena.

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- Nosotros estábamos más unidos. - Claro, comenzaron a exigir más ya, con la policía, con citaciones a Añatuya. Querían hacer firmar, pero nosotros no íbamos a firmar porque nosotros ya estábamos... ya nos habían dicho que no firmáramos ningún papel por más que sea la policía, que sea el dueño. Nosotros les decíamos que no íbamos a firmar porque nosotros estábamos en lo nuestro, que tenemos nuestra posesión, que el campo es nuestro, que no conocemos ningún otro tipo que sea dueño más que nosotros que estamos viviendo aquí… Así vinieron, ya le habían hecho una picada en las orillas por la parte norte y la parte sur. Estaban volteando el monte para hacer hacienda, se reunimos todos y vinimos, sería la una, ya habían venido compañeros del Mo.Ca.SE, estaban viniendo de Córdoba ellos. Se reunimos en la casa de un compañero y ahí nos dijeron más o menos que tratemos de sentirnos seguros nosotros que era nuestro lo que estábamos defendiendo, que vamos, saquemos la topadora. Hicimos así, se reunimos todos y lo hicimos, fuimos a sacarla y justamente la topadora que se había ido y le ha caído una planta grande que nosotros le llamamos el cardón, le quedó al aire. La topadora era con ruedas o era con cadenas, se han quedando patinando arriba y no la han podido sacar. Cuando llegamos nosotros, sería la una más o menos, venían tipos ya con tractores para bajar la topadora de ahí y seguir volteando monte. Éramos veinticuatro compañeros y cuando nos vieron abandonaron todo, topadora, y se fueron, volvieron con el tractor que venían, con la camioneta. De ahí nosotros quedamos cuidando ahí, esperando que vuelva el tipo para decirle que nos correspondía… No volvió. Lo esperamos hasta la una de la mañana más o menos y cuando nosotros [volvimos al día siguiente] le han sacado la topadora y la han metido en el campo vecino. Al otro día temprano ya estaba la máquina… De ahí no ha entrado más la topadora ahí. Ya no nos descuidamos, el otro día hemos estado todo el día en la parte esa y no volvieron. Al otro día nos llegó la notificación de presentarse en Añatuya. Denuncia del tal Figueroa este.

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Los politicos y los punteros Carlos Arturo Juárez, elegido gobernador por primera vez en 1948, fue dueño de la provincia casi sin interrupciones hasta inicios del siglo 21, ya sea como gobernador o a través de personeros políticos. Durante este período extenso, la provincia sufrió la falta de libertades y el atropello a los derechos humanos. Para los noventa, el juarismo ha construido un aparato clientelar y represivo que luego permitió el avance sojero. En Pinto, los punteros locales y el intendente, sin importar si pertenecen o no al partido Justicialista, fueron permeables a los nuevos intereses económicos dominantes. Roque Acuña: Antes de esos años los pueblos han estado callados y quien mandaba en el lugar era el puntero político del Tata Juárez, era una cosa imposible de decir que nos íbamos a reunir a hablar en contra del juarismo porque el juarismo era todo, el juarismo era la escuela, el juarismo eran los clubes, era la policía, los jueces, todos los organismos eran el juarismo. Nos entrevistamos con Goyo en 2000, cuando recién estaba ingresando a la organización. Entrevistadora: ¿De qué partido es el intendente de Pinto? Goyo: Radical. Y aquél es peronista. Mire, yo he sido más juarista que peronista. Después yo me enfermé, me jodí la columna y quedé sentado. No podía caminar. Y fui a pedirle a los peronistas, los compañeros, que me auxiliaran para poder llegar a algún lado a operarme. Y no... No pude merecer un litro de nafta para irme a hacer curar. ¿Y quién me prestó plata? Emilio Rached, que es el intendente. Él me prestó doscientos pesos en aquella época. Fui a pedirle plata a los radicales, y siendo peronista me dieron.

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Entonces, de esa vez nunca más les dí un voto a los peronistas. A lo mejor no por el gobernador, porque quizás el gobernador no sabe lo que hacen estos. Lo digo por los peronistas de aquí de Pinto, porque ellos son los que manejan, los que fui a pedirles una gauchada y no me la hicieron. Entonces, el siguiente año, cuando hubo elecciones, yo solo fui a lo de Emilio y le dije: “Mirá, Emilio, yo te doy mi voto. Yo y mi mujer te vamos a votar. Dos votos. Por la gauchada que me hiciste.” Le pagué la plata que me había prestado, pero tenía que devolverle la gauchada. Yo con esa plata fui al Fernández y con eso caminé. Antes, una parte del peronismo le ayudaba a los radicales. De la unión vecinal. Había una parte del peronismo-peronismo, y había una parte del peronismo-radical. Y así pudieron ganar los radicales. Usted ha visto que siempre los políticos se patean uno al otro, entonces ahí había patadas, y un grupo de peronistas fueron a votar por los radicales. Entonces así pudieron ganar los radicales. Cuando te dan, piden. Entonces yo, como no me han dado nada, no les debo nada, entonces yo: “No, no les voto nada a ustedes este año” y entonces no les voto, y voto para Fulano. Y yo he ido con la cara descubierta siempre a votar. Fui a votar a los radicales y fui derecho y dije: “Voto por los radicales”. No como esos otros que mandan las mujeres con los peronistas y él se va con los radicales. No, no. Yo, si vamos a ir a votar por tal partido, y listo. Hay mucha gente que dice: “No, si yo a usted lo voy a votar. Dame tres o cuatro kilos de harina.” Yo sí me puedo vender, pero por mucho, por algo que valga. Yo por una caja de mercadería, no. Yo nunca he criado a mis hijos con la política. Yo he criado nueve hijos, pero nunca con la política. Tierra, trabajo mío y sudor mío. He sido pobre pero he criado a mis hijos. Y sin pedirle a los políticos. Y ahora estoy criando tres nietos. E: La política es algo que se terminó convirtiendo en una empresa de los políticos. ¿Algún día el Mo.Ca.SE podría llegar a tener una política partidaria?

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G: Claro, porque aquí lo que dicen los peronistas, los que no están de acuerdo con el Mo.Ca.SE, es que es político. Y claro que es política, porque ya vemos que por lo menos ellos tiran para el pueblo ¿no? Ellos defienden al pueblo, no a los otros. En este caso, podrían hacer política. Pero siempre nosotros los pobres vamos a ver que el Mo.Ca.SE es una política para los pobres. Y ellos... la política de ellos es para los ricos. Pues usted no va a decir que un político va a venir a ayudarlo a un pobre. ¡No! Al pobre, las migajas. Ellos van con los pobres cuando se acercan las elecciones. Después se olvidan. Siempre se han olvidado, no es ahora ¿no? Ocho años después, en 2008, nos entrevistamos con Carlos Benítez, con más tiempo en la organización, que nos habla de sus experiencias conviviendo con el clientelismo: Carlos Benítez: Rached entraba de intendente en Pinto, en el 95. Después hubo elecciones en el 97, se puso de vuelta reelecto, y nosotros siempre confiados en ellos. Pensamos que iba a haber un buen cambio para la gente del campo. Y toda la gente confiada con tal de sacar del poder al juarismo. Para poder sacarlos del poder, siendo que estaban haciendo esas cosas de persecuciones, torturas, todo eso… De intendente estaba Delgado Álvarez, que le dicen “Nene” Álvarez, que era de los punteros políticos de Juárez también. Nunca nos dio una solución buena tampoco. Ahí empezó Rached a llevarnos a toda la gente del campo. Con él llegamos a ser compadres. Me decía: “yo quiero ser padrino de tus hijos”. Y bueno, dimos, fuimos compadres porque nos ayudaba bastante, pero pareciera que sabía que le íbamos a sacar a los punteros políticos. Como era a Juárez, sacarlo. Y lo estaban viendo bien. Dentro de todo sacamos, y después hubo elecciones. Ellos se pusieron de candidato a gobernador Gerardo Zamora, y Emilio Rached vicegobernador. Ganaron las elecciones. Los primeros meses sí, por ahí estaban un poco a favor de los campesinos, pero hasta

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mirar bien cómo venía la cosa. Y llegaron al poder los que están hoy, porque nosotros hemos votado a todos. Nosotros pensábamos eso de que ya que entró en el poder político del gobernador nos iba a ayudar bastante para el tema del campo. Cuando era intendente hacia un montón de cosas para el campo. Pero después se veía que no. Que una vez que agarraron el poder, ya los campesinos para un costado. E: ¿No te recibió más? C: No, de vicegobernador casi nada… El trato primero que teníamos era bastante bueno. Que decía que me iba a dar unos terrenos, una casa hecha para el ahijado, en el pueblo. Después ya decía que cambiaba el número celular, que ha perdido el celular, ya no había contacto. Hasta hoy no hay contacto con él ya. Ni tampoco lo necesito. Ya aprendí bastante con la organización y estoy más apegado a la organización que a los poderes públicos. E: Y antes con el promotor de salud. ¿Cómo era la relación respecto a los políticos, respecto al intendente? C: Y… era buenísima. Él sabía todo… él nos envolvía. Hasta que nos dimos cuenta que no podía ser lo que él decía. Que nosotros también tenemos derecho a opinar y razonar las cosas. E: ¿Y vos creías lo que te decía? ¿O decías “es lo menos peor… conseguimos esto”? C: Yo decía “es verdad lo que dice”. Pero al fin y al cabo no. Cuando nos empezamos a organizar nosotros ya iba pa’ la organización, después iba pa’ la casa del agente sanitario, ya era medio distinto toda la cosa. Si nosotros hablábamos una cosa allá en la organización y empezábamos a ver los poderes políticos que tenían, como el agente sanitario.

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Yo iba pa’ la organización y le contaba cómo era el agente sanitario. Habla de esto, por ejemplo que los que vienen de afuera, los que compran las tierras, los que tienen los papeles, miles de cosas, tienen razón. Son dueños. E: ¿Vos le creías eso? C: Y no. Iba compartiendo. Tanto para la organización y para este lado. Para el poder del agente sanitario. Era para sacarle más palabras. Yo veía que de momento no estaba nada claro lo que él me decía antes. E: ¿Y el agente sanitario se creía lo que te decía, o era algo más? C: No, él se la creía; eso de que nosotros no teníamos el derecho de reclamar nada. Por ahí si nos decía: “pero ustedes se pueden quedar dos, tres hectáreas, total es mucha plata, nos decía.” Pero nosotros ya estábamos en un territorio. E: ¿Y él no dudaba de vos? C: Aparentemente que sí. Porque él siempre me decía “¿por qué venís cambiado?” Iba cambiado porque él ya sabía que le iba a hacer unas preguntas medio que para saber más o menos, de que él me estaba mintiendo o algo… después vuelvo a la organización y yo les decía. O a veces él mandaba otra gente que no estaba organizada, mandaba a donde estábamos reunidos nosotros a ver de qué hablábamos. Y le pagaba una cerveza, y entonces el otro iba y traía informaciones que estábamos reunidos y que hablábamos tal cosa. Iba como infiltrado. Nosotros sabíamos. Yo después le empecé a decir que no fuera más. Eso fue en la casa de Santiago Gallardo.

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ConfLicto en los lotes 20 y 24 Las comunidades de los lotes 20 y 24 venían sabiendo de desalojos cercanos durante los últimos años de la década de los noventa. Como quedó dicho, tenían a la vista la expulsión de campesinos en la zona por aquellos tiempos; y comienzan entonces a tomar iniciativas, a informarse, a ver cómo se enfrenta el problema. Beata Céspedes: Hemos hecho una reunión y nos asesoraron un poco. Antes estaba PROINCA por aquí, por entre medio de una señora Lidia. PROINCA tenía un abogado que nos ha asesorado que no tenemos que firmar nada… Pero después no sé en qué ha terminado PROINCA, no ha vuelto más… Se llamaba Díaz, el abogado; siempre nos ha dicho que nunca hay que firmar ningún papel, nunca hay que decir que otro es dueño, sino que nosotros somos dueños, que somos poseedores con ánimo de dueño, siempre nos asesoraba él… siempre lo teníamos en la cabeza nosotros esas cosas. A mediados del año 1999 se realizan dos reuniones en la ciudad de Pinto. En ambas participan campesinos y campesinas nucleados en el Mo.Ca.SE de otras zonas, asesores y asesoras técnicos, campesinos de los lotes 20 y 24 y funcionarios del municipio. Beata Céspedes: ...ha venido Ángel y ha venido Carlos Luna, y unos cuantos han venido a hacer reunión. Nos han asesorado bien que nosotros nunca tenemos que firmar, y que nosotros somos poseedores de aquí y que somos dueños, somos nacidos y criados, tenemos nuestros abuelos todos aquí, no nos puede sacar nadie. Pero tenemos que organizarse de manera

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así como estamos organizados, hacer comisiones de base… Ya nos han dado un papel que dice “Movimiento Campesino de Santiago del Estero”. Nos han dado cartillas, de todo ahí. Y ya hemos empezado a saber qué derechos teníamos, con esos papeles. Yo los leía día y noche. En la segunda reunión, los campesinos y campesinas discuten fuertemente con los funcionarios municipales, que acaban abandonando el encuentro. Se había visto por los lotes en cuestión a funcionarios municipales mensurando algunos sectores de las posesiones campesinas. Y a la par, comienzan a circular ofertas de “arreglos”, vehiculizadas por los funcionarios del municipio de Pinto. En el relato que sigue, los compañeros y las compañeras comentan esa reunión y el modo en que se comportaban “los municipales” en aquel tiempo. Pocholo Aguirre: Nos han avisado que venía gente de Quimilí, por eso nosotros hemos ido para ver qué resultado nos daba. A la municipalidad han traído a la gente de allá pensando que nosotros íbamos a arreglar. La gente de la municipalidad se mandó a mudar, no querían saber nada cuando les hemos contado la historia que las vacas se nos morían de hambre. Lorenzo: Guillermo Ganón empezó a vender los campos. Cuando escucharon que lo nombrábamos a él, no se han aparecido más. Eran los municipales que eran cómplices, ellos mismos los han traído. Ellos pensaban que íbamos a arreglar ahí nomás. P: Cuando empezamos a hablar ellos ofertaban 50 hectáreas, para que no haya más bulla. Nosotros les dijimos que no queríamos arreglar nada. Nosotros nos hemos empacado muy bien entre todos los pobladores. Nosotros queremos que nos entreguen todas las tierras, eso parece que les ha dolido muy bien y hasta ahora me parece que tienen un dolor de estómago.

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Nosotros siempre hemos pensado resistir. Ellos pensaron que “Son tantos pobladores, vamos a arreglar”. Los terratenientes les estaban obligando a ellos. Nosotros ya habíamos tenido problemas con los terratenientes, no los dejábamos trabajar. Entonces parece que nos han llamado para arreglar y como han visto que había muchos pobladores, los terratenientes también estaban dudando y entre todos les hemos dicho que no, que no va a entrar nadie. Han empezado a disparar y nos han hecho atacar con policías. Pero ya te digo, hasta ahora no les hemos aceptado nada, ni firmar, nada. Directamente le hemos dicho en la cara. Queremos que nos entreguen todo, porque las tierras son nuestras. Como en muchas otras zonas de Santiago del Estero, los “arreglos” propuestos por los terratenientes suponen adjudicar a los campesinos un terreno que puede ser pequeñísimo, una o dos hectáreas en la periferia de los pueblos; o bien de hasta 50 hectáreas en el campo, que, de todos modos, dada la particularidad de la zona, resultan inviables económicamente. Basta apuntar, para una comprensión mayor, que el ganado, principal sustento del campesinado de la zona, se alimenta de pasturas que necesitan extensiones mayores a las mencionadas. El tamaño de la oferta depende, básicamente, de la capacidad de resistencia de los campesinos. Desde el punto de vista jurídico la oferta consiste en un reconocimiento del carácter de propietario del terrateniente, que transfiere parte de sus tierras a los campesinos. Al mismo tiempo, esa oferta, por supuesto, niega el derecho posesorio a las familias y comunidades campesinas. Puede ocurrir que los terratenientes propongan negociaciones presentándose personalmente, o a través de sus empleados, o bien que intervengan funcionarios municipales, punteros políticos, jueces, e incluso la policía. Muchísimos campesinos han aceptado las ofertas de los terratenientes que se presentan con papeles y, normalmente, con la complicidad del poder político. En la mayoría de los casos desconocen su derecho a la tierra; en otros casos no encuentran modo de enfrentar el poder de los terratenientes y sus aliados locales. Para muchos, el arreglo se convierte en algo sensato

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y razonable. Así recuerda Carlos Benítez, miembro de la comunidad Santa Paula, aquella oferta de arreglo. Carlos Benítez: Mi hermano decía que con 30 hectáreas que me den yo podía vivir tranquilo con eso. Yo le decía que no, ni un baño podía hacer en 30 hectáreas, que me querían dar los dichos dueños que venían. Pero ellos me decían: “Pero arreglá”; “No, yo quiero para el futuro de mis hijos” Y bueno… y hoy estoy así, luchando, no por las 30, estamos luchando por las 7.000 y estamos luchando en conjunto con todas las otras comisiones de base.

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Hostigamientos a Fines de 1999 Ya para entonces Cristina Loaiza se había hecho del buen hábito de anotar en un cuaderno cada hecho relevante de la persecución sufrida. En esos tiempos registra: 4 de agosto de 1999, llegaron con una topadora Claudio Trono y Rudesindo Bertero. Quisieron invadir las posesiones de las familias campesinas donde nacen, crían y mueren, las familias de Celso Coria, Gregoria Chávez, Mercedes Almaraz. Hicieron daño en parte de los Montes. Los campesinos de los lotes 20 y 24 han sido objeto de un hostigamiento permanente, que se hace notorio a fines de 1999, con métodos muy variados. A la par de ese hostigamiento, se estableció la defensa de los campesinos, su organización y de acuerdo a cómo lo señalan los compañeros de la Central de Pinto, se intensificó la comunicación, las reuniones periódicas de las familias movilizadas. Fue un tiempo de visitas a los ranchos de los pobladores, hechas por la gente de Ponce y por la policía. Hubo mucho tránsito por los caminos de distintos tipos de vehículos, aunque sobre todo, camionetas. Algunas curiosas actividades nocturnas, poco habituales en la zona. El 6 de septiembre de 1999, un tal Claudio Ponce y Miguel Casaggione robaron alambres, postes de 2.000 metros de la posesión de la familia de Pocholo Aguirre y Cristina Loaiza. El 7 de setiembre de 1999, Claudio Ponce denuncia como autor del robo a Aguirre. El 11 de setiembre de 1999, anduvieron por los caminos del lote 20 y 24, acompañados con policías, amenazando a las familias campesinas para que no trabajaran las tierras, intimidando para que las mismas arreglen con los empresarios, y así siguieron durante tres meses.

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Las topadoras en enero de 2000 El 9 de enero de 2000, otra topadora traída por Claudio Ponce se introdujo en el predio de 11 familias campesinas, destruyendo unos mil metros de isletas de monte de algarrobos, quebrachos, garabatos y otras especies. Los campesinos, ante la falta de acción de la policía, se organizaron y rechazaron la presencia de la topadora, pidiendo a Miguel Casaggione que la retire, porque se haría uso de la autodefensa (artículo 2468 y 2470). Al ver la firmeza de campesinas y campesinos, retiró la topadora de ese lugar. Los campesinos fueron acompañando la retirada de la topadora hasta que salió del lote. El chofer, un tal Montes, trasladó la topadora hasta el campamento que habían montado en el predio de Aída Guzmán. La misma, aún cuando es pobladora vieja del lugar, ha sido cómplice, de los poderosos.

Cristina Loaiza: Un día vemos que la topadora estaba en la casa vecina que está para allá y que está trabajando hacia el sur y cuando nos habíamos empezado a organizar para parar la topadora (...) nos dimos cuenta que la topadora no estaba más para allá, que se había pasado al 20. Y ahí hemos organizado unas veinte familias y así sin saber nada hemos esperado la camioneta. Beata Céspedes: Nosotros no hemos estado organizados todavía, por primera vez. Pero nosotros sabíamos del Mo.Ca.SE. que había ¿no? Nosotros ya más o menos sabíamos. ¿Sabés porqué sabíamos? Porque nosotros habíamos sentido comentarios de que en la Simona el Mo.Ca.SE. defendía las tierras. Un día habían entrado en el lote 24, al otro lado de Cristina. Y nosotros ya sabíamos que teníamos que reunirse pa’ sacar las topadoras, porque si no nos quitaban. Ya veníamos sabiendo que en todos lugares ya venían quitando a la gente y haciendo lo que querían. Lastimando, ba-

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leando, todo haciendo un poco, venían con todo ¿no? Arrasando y malos, muy malos venían, han venido. La Cristina ha buscado gente para allá, y Doña Lilia, la finada Lilia, ha venido a mi casa y dice “Vamos, vamos que dicen que viene la topadora, hay que sacarla, hay que sacarla. Vamos a organizarnos y sacarla”. Pero ha habido varias discusiones, porque ellos habían dejado el 24, porque nosotros los hemos ido a sacar del 24. Cuando llegamos allá estábamos reunidos todos, hemos estado ya los veinte. Cuando íbamos Doña Lilia me dice “mire comadre, adónde está la topadora ahí en Lote 20, al lado de su casa”, me dice. Éramos veinte, en eso, tanto Don Sabino [de Santa Rosa] y Miguel [de lote Fisco], que ellos no tenían nada que ver, porque ellos vamos a decir eran de otro lugar. Pero ellos han venido, han venido a apoyarnos a nosotros al 20. Era como que ninguno hemos estado organizado todavía, ninguno. C: Ellos dejaban la topadora así donde volteaban monte. Volvían a comer en la casa donde paraban... en la casa de Guzmán, una mujer que siempre nos tira la bronca. Así que dejaban e iban en camioneta, iban a comer ahí y a las tres de la tarde volvían a trabajar. Nosotros hemos vichado todo eso que hacían ellos. B: Y cuando nosotros venimos de ahí, venimos todos y los esperamos nosotros. Ellos han ido a comer dejando la topadora ahí, y muy tranquilos. Nosotros hemos estado reunidos y hemos llevado gasoil y todo y hemos atajado el camino. Ya teníamos fuego de punta a punta pa’ que no pasen. La topadora allá en la distancia y el fuego en el camino para que ya no entren. Las mujeres éramos las que hemos encarado y los hombres todos escondidos. No aparecía nadie, y cuando las mujeres hemos encarado, era yo la que encaraba, la Cristina, ¿quién más era las mujeres? [Miguel Rodríguez dice: “la finada Lilia”]. La finada Lilia, hemos encarado

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nosotros adelante. Pero mientras tanto han empezado a rodear ya la camioneta, ya veinte, veintidós éramos. Armindo también estaba, el chico grande. Bueno, ahí hemos discutido un poco, pero tanto no. Pero andaban todos armados ha visto, nada que ver. Nosotros no vamos a tener miedo, nosotros miedo teníamos poco, nada más decíamos “bueno, aquí morimos o los sacamos”. Ese pensamiento porque las armas estaban afuera, todos armados. Había varias clases de armas en la camioneta. Y ahí le hemos empezado a decir que no los íbamos a dejar que toquen el monte, que el monte era de nosotros, que nosotros éramos los dueños, que no tienen porqué venir. C: … y vamos, nos paramos en una topadora, amontonamos ramas ahí, en el deslinde que habían hecho en la picada. Habíamos prendido fuego todas esas ramas ahí en la picada para que no pase la camioneta para allá. Al fondo estaba la topadora. Cuando llega la camioneta, y bueno, los tipos se han asombrado de que estábamos veinte personas ahí. Le hemos hecho parar la camioneta y le hemos dicho que urgente deben sacar la topadora de allá, si no le íbamos a prender fuego. Y el tipo dice no, que ellos no eran los dueños, que esperemos que vengan los dueños que después van a sacar con los dueños en sí. Y nosotros que los dueños somos nosotros, que ya saquen, que si no vamos a prender fuego... Entonces alguno quedó discutiendo con estos de la camioneta y otros, el grupo grande, han ido con la topadora. No la íbamos a quemar, pero todos iban para ahí. Entonces el tipo dice “¿me dan permiso?” Y saca la topadora. Y entonces entró a sacar la topadora y la llevó. B: Y ahí le hemos dado permiso para que saque la topadora, hemos apagado el fuego cavando. Y se han ido, se han ido porque los hemos corrido. Y ahí hemos comido en lo de Cristina y hemos empezado a organizarnos, a hablar pa’ Quimilí porque sabíamos que Luis Santucho era el abogado. Y a decir que nosotros se íba-

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mos a organizar, y ya estamos organizados mejor dicho. Que vamos a hacer reunión e íbamos a ser organización. Y bueno después, unos días, había mucho movimiento de nosotros porque no nos hemos quedado ahí nosotros. Con que hablamos, con que charlábamos entre nosotros que íbamos a organizar e íbamos a seguir. Hemos ido a la comisaría de Pinto a dar parte y que no le habían atendido ¿no? Creo que no le habían atendido nada, ni cuenta le han llevado. Más le atendían a los empresarios, la policía. Un movimiento bárbaro hemos empezado desde ese día. C: Y nosotros en su momento hemos ido a Pinto y hemos hecho la denuncia. Fuimos siempre haciendo denuncias de lo que ha pasado, firmando a veces hasta 15 compañeros, y con eso se retiró la topadora unos días. La topadora no se había ido muy lejos ni por mucho tiempo. Unos pocos días después volvió y quedó radicada en lo de Aída Guzmán. Ahí estaba la topadora. Las camionetas iban y volvían. Y lo mismo hacían los pobladores, que para ese entonces ya se habían hecho el hábito de visitarse más seguido, yendo y viniendo con novedades, reuniéndose, buscando información. Habían empezado a hacer cosas que hasta entonces ni se les hubieran ocurrido. Había que saber si la topadora se movía y para eso, vigilar lo de Guzmán con cierta regularidad y cuidado. Reconocer el rastro de las camionetas. Alguna vez se hizo necesario barrer las picadas esperando futuros rastros y así ver si las camionetas iban o venían y para dónde. De acuerdo al trazo de las ruedas se podía saber también cuál camioneta andaba. Y se hizo rutina saltar de la cama si se escuchaba un motor durante la noche, a veces casi de madrugada. Algunas cosas comenzaron a convertirse en señales.

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El día 11 de enero la topadora sale del campamento, y la trasladan al Lote 20. Hace una picada de cinco kilómetros y comienza a voltear árboles. El 19 de enero de 2000, mientras la topadora continúa destruyendo en forma de camino (picada) los montes, Claudio Ponce, en una camioneta al mando de Miguel Casaggione, se acerca a los ranchos de la familia de Santiago Gallardo y José Cisneros. Claudio Ponce bajó con una carabina y les gritaba que los iba a matar si no abandonaban el campo. El 20 de enero, al escuchar que la topadora quiere avanzar sobre el lote 20, las voces de los niños y jóvenes advierten de la situación, pasando por los ranchos de las familias en bicicleta y a caballo. Reunidos más de 60 campesinas y campesinos, en la casa de Cristina Loaiza y Pocholo Aguirre se organiza la resistencia. No hubo respuesta por parte de autoridades judiciales, aún cuando miembros del Mo.Ca.SE, acompañados por un abogado, habían advertido al Jefe de la policía de la comisaría nº 17, sobre la presencia agresiva de este grupo y de la topadora. Veinte mujeres campesinas fueron designadas. Hubo discusión por más de 7 horas, hasta que finalmente retiraron la topadora y la trasladaron lejos de las posesiones campesinas. La cabina y la caja de carga de la camioneta portaban más de diez armas largas y cortas. B: Bueno, ahí habíamos sido muchos, habíamos sido como sesenta ó setenta, habíamos sido como ochenta. La mamá de él [se refiere a Miguel Rodríguez] también estaba. Habíamos sido como ochenta, [MR dice: el abogado]. El abogado, había venido de Quimilí Angel. (…) De Quimilí había gente también. Enseguida cuando le hemos dicho que necesitábamos apoyo de ahí, han venido. Y ahí hemos entrado, cuando hemos entrado nosotros estaban las topadoras, estaba la casilla. Miguel Rodríguez: Algunos han venido a almorzar aquí con las camionetas [se refiere a lo de Aída Guzmán]. Y ahí hemos hecho la misma operación de hacer fuego para esperarlos. B: La ruta también hemos cortado ese día, la ruta y el lugar del camino que era la cabecera del 20. Y ahí éramos muy muchos.

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Era que ha habido discusiones y han querido medio atropellarnos, pecharnos. Ahí éramos muchos, pero han discutido y han dicho que ellos eran dueños. Y esa vez han mentido y han dicho que nosotros le hemos prendido fuego la topadora. Han dicho de todo. C: Ahí la esperamos a la camioneta esa que va a volver (…) Estamos ahí todos reunidos, haciendo reunión y de repente en la reunión aparece una tortuga, una tortuga grande... y alguien dice “Bueno... viene a vernos a nosotros qué estamos haciendo”. Nos reunimos y esperamos. B: Y no venían… y cuando hemos estado sale la tortuga. Una tortugota. Cuando viene la tortuga nosotros la agarramos, la levantamos, el abogado la tiene y todo. Y ese día hemos estado diciendo “¿qué será que nos dice la tortuga? ¿qué no va a pasa nada o qué?” Y yo a mi entender decía “¿qué será que esta tortuga nos avisa algo?... que vamos a tener suerte”, siempre hemos dicho que la tortuga es como un símbolo pa’ nosotros desde ese día, por venir a estar al medio de nosotros. Venía derecho como diciendo “sálvenme a mí”, o, “yo los salvo a ustedes”. C: Como a las cinco de la tarde aparece la camioneta. Aparecen los tipos que manejaban la topadora, y adentro de la camioneta llevaban una escopeta, cartuchos. Nosotros les hemos aparecido como veinte, a los tipos, y los vamos a apurar para que saquen la topadora. Y no querían entrar y decían que no y le hemos exigido. Le hemos dicho “le damos dos horas para que entren y saquen la topadora”, y ellos que no, que la topadora estaba echada a perder, que no la pueden sacar, que tenían que arreglarla. Hemos empezado a apurarlos y bueno, han salido los otros treinta que había y los apuramos, que entren que les damos dos horas para sacar la topadora.

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Entonces se han ido, han pasado las dos horas y viene la camioneta de vuelta de ellos y nos dicen que disculpen, que le estaban poniendo el radiador a la topadora. “Dentro de media hora más y salen”. Y ahí los vamos a apurar que si no salen en esa media hora entramos todos nosotros y prendemos fuego a todo lo que está allá. MR: Y no, los topistas han dicho que ellos no sabían de eso. Cuando le han dicho” les vamos a quemar si las topadoras dejan aquí, con eso”; “No”, dicen, “yo llevo mi topadora y me voy”. Y después querían, los hemos seguido, y querían entrar en lo de un vecino y lo hemos sacado otra vez. Y querían venir pa’ lo de Guzmán, pa’ esta señora donde almorzaban, y los hemos hecho desviar al otro camino a Pinto. C: Entonces así, media arreglada la topadora, la traen, casilla, tractor, todo afuera. A la topadora, el tractor, le hemos puesto carteles, todo... que decían por qué no queríamos que voltee el monte. Y salieron, y ahí los veníamos persiguiendo. Algunos caminando, otros en camioneta, a la topadora, y que tenía que irse para Pinto, que no entre para acá. Antes de llegar allá la topadora revienta el motor, y queda ahí, y ahí ha estado como dos meses, parada a orillas de la ruta. Después ha venido uno de esos carretones que llevan camiones y lo ha llevado y de esa vez nunca más anduvo por aquí. Después sí, en el lote 20 con camionetas, pero topadoras no han llegado a traer. B: Y ¿sabe cuántos grados de calor hacía ese día? 47 grados de calor hacía ese día. Nosotros teníamos una sed mire, la mamá de ella nos traía agua. Después pasa un sandiero más allá. Y ahí hemos comprado entre todos no sé cuántas sandías. 47 grados, y fuego haciendo ese día, usted sabe lo que ha sido, todo el día, todo el día. Estaba Walter también, la Celsa ahí, acuérdese.

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21 de enero de 2000: Claudio Ponce sigue recorriendo los ranchos de cada familia para dividir a la comunidad. Visita casa por casa, con promesas falsas o con amenazas. 25 de enero de 2000: La policía de Pinto deja notificaciones con denuncias falsas para atemorizar a campesinas y campesinos. 28 de enero de 2000: la policía pasa por las viviendas (ranchos) de los lotes 24 y 20 (‌) intimidando a los pobladores para que firmen acuerdos con los supuestos titulares.

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Desarrollo del modelo sojero Lo que ocurre en Pinto para entonces no es un hecho aislado. Es parte de un proceso más general. Avanza lo que fue llamado “modelo de los agronegocios” que trae consigo algunos cambios tecnológicos y, con ellos, un inusitado aumento de la productividad. Se hacen muy rentables tierras que antes no eran valoradas por las empresas capitalistas del campo. En el documento Derecho a la soberanía alimentaria, escrito por el Mo.Ca.SE en 2002 se explican algunas características de este proceso: Desde mediados de los noventa se viene produciendo una expansión de la frontera agrícola liderada por el cultivo de la soja transgénica, y acompañada por el maíz, el trigo y en menor medida el algodón. Este proceso, cuyos protagonistas principales son empresarios extraprovinciales (especialmente santafesinos y cordobeses) e internacionales, ha generado una presión altísima sobre los ecosistemas existentes en la provincia y por consiguiente, sobre sus habitantes. Más allá del debate en torno a la soja, junto con ella avanzan también los paquetes químicos que la acompañan como el Glifosato de gran impacto ambiental. Este proceso de expansión de la frontera sucede en suelos cuya aptitud es más bien ganadera y no agrícola intensiva. La expansión y revalorización de la tierra santiagueña (las mejores superficies rondan los U$S 450 por ha., precio comparable a la pampa húmeda), se monta sobre un proceso muy localizado de “cambio climático” y de “ciclo húmedo” caracterizado por un aumento de los niveles de humedad que hace a la agricultura más viable. En síntesis, en Santiago del Estero existen poblaciones campesinas que viven en espacios cuya renta potencial es importante.

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Sin embargo, de continuar el modo de avance de la frontera agrícola, esa renta potencial puede desvanecerse en menos de cinco años ya que los suelos provinciales, una vez producido el desmonte, son débiles y de bajo contenido de materia orgánica, siendo muy proclives a los irreversibles procesos de “lavado” de suelo y de desertificación. Se han registrado numerosas denuncias de desmontes ilegales, como también el incumplimiento de la zonificación y de las previsiones de cortinas de viento y desmontes previstos en el Dto. Acuerdo Serie “B” N° 23490 (mayo/80) y el Dto. Acuerdo Serie “B” N° 5670 (set/80), lo que acentúa dramáticamente el deterioro del ecosistema Santiagueño; además de violar lo previsto por la Convención Internacional de Lucha contra la Desertificación que la República Argentina ha suscripto en 1994 y ratificado en 1996, por el Parlamento Nacional con la Ley 24.701. La misma se encuentra en la página Web, y del proceso de construcción de la misma participamos diversas personas, miembros de nuestras organizaciones campesinas.

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Visiones desde el poder Para dar cuenta del punto de vista de los terratenientes, se traducen literalmente expresiones extraídas del expediente Nº 286.074 del año 2004 del Juzgado en lo Civil y Comercial de 5º Nominación, “Alberto Santiago y Otros” contra “Rodríguez Darío Oscar y Otros”. Creemos que esta causa da cuenta de datos que grafican las posiciones y los discursos de los terratenientes y empresarios: …habiendo adquirido esa propiedad en legal forma, levantando a su vez una hipoteca que gravaba la misma, mi mandante ingresó al inmueble tomando posesión de este para ser posteriormente repelido mediante el uso de la fuerza, por intrusos que se encontraban en el lugar, y que amenazaron de muerte al Sr. Alberto Traverso socio gerente de la firma… quien intentó por varias vías lograr una postura conciliadora con estos presuntos ocupantes, habiendo su intención naufragado por la postura inconciliable de los intrusos. Siguiendo la lectura de la exposición que realiza el terrateniente, por puño de su abogado, se encuentra uno con la descripción del “negocio inmobiliario” en Santiago del Estero. Allí manifiesta: …no se puede soslayar la distorsión de precios y conflictos posesorios, y en algunos casos dominiales, que se desató en la provincia con este verdadero vendaval de inversiones de capitales originarios de otras provincias, que ante el “auge de la soja” y el buen retorno que arrojaba su producción, miraron con buenos ojos la potencialidad de esta tierra y su gente, soñando tal vez con que al afincarse en Santiago esta región se tornaría en un verdadero polo de desarrollo agropecuario y esta perspectiva bienhechora, en definitiva, quizás ayudaría a disipar la densa neblina de la miseria y el atraso que padece el interior de nuestra provincia.

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Y la mayoría de los inversionistas, realizaron aportes millonarios, en la suposición de que tanto Gobierno como pueblo se mancomunarían en un esfuerzo compartido sumándose a la obra, con el propósito favorecedor de hacer reverdecer nuestros campos ubicando a Sgo. de una buena vez en el camino del desarrollo. (…) En los últimos tiempos la situación marcadamente tiende a desfavorecer a los adquirientes de buena fe, y este declive encuentra explicación en la sencilla circunstancia que, así como en otras latitudes la fiebre del oro atrajo la codicia, la ambición y la ley del más fuerte, la revalorización desproporcionada de nuestro suelo, despertó el ideario fantasioso de aquellos aprovechadores que vieron el gigantesco negocio inmobiliario, dado que de la noche a la mañana, una hectárea de tierra subió desde un 500 hasta un 1500% su valor.El campesino que hasta ese momento poseía efectivamente 3 o 4 hectáreas, asesorado por estos agentes inmobiliarios disfrazados, pretendió ejercer señorío sobre feudos de miles y miles de hectáreas, sin ni siquiera haber detentado en forma efectiva dicha posesión, ni siquiera en forma visual, amén de ello no cumplían ni cumplen con ninguno de los requisitos que preestablece nuestro codificador para el ejercicio de una posesión legítima con apetencias de usucapir. (…) … la imposibilidad de acceder al campo, ha impedido que mis instituyentes hayan iniciado en tiempo y forma la explotación agropecuaria planificada, habiéndose visto privados de concretar las tareas de cultivo para los ciclos de soja, otras oleaginosas, y diferentes cereales. Como no podrá escapar a Vuestra agudeza, para quien invierte (esa) cifra (…), el tiempo de recupero resulta vital, puesto como en (este) caso (…), el dinero invertido debe ser amortizado de inmediato, so color de existir la latente posibilidad de que los (inversores) naveguen por el mar de los quebrantos.

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Mientras las familias campesinas resisten el desalojo, se va produciendo un acercamiento al Movimiento Campesino de Santiago del Estero. Los campesinos van conociendo, visitando experiencias, recibiendo campesinos y técnicos de otras zonas. Algunas referencias de los compañeros que para entonces crearían la Central Campesina de Pinto, dan cuenta de esos primeros momentos. Beata Céspedes: En el 2000 nosotros empezamos a organizar. Ya teníamos algo escuchado de los otros compañeros que, por motivo de cuestiones de tierra, han empezado a organizar. Y empezamos a conocer a nuestros compañeros de Tintina, de Boquerón. Habíamos escuchado hablar del Mo.Ca.SE. Nos querían desalojar de nuestras tierras, había una Mirta Góngora, que ella se hacía dueña, porque la gente siempre son bastante sinvergüenzas los que tienen mucho, y a los pobres nos desamparan. Después ya estamos escuchando qué era el Mo.Ca.SE, que el Mo.Ca.SE éramos todos, no era uno solo el Mo.Ca.SE. Cuando empezamos a organizarnos, la gente ¿qué decía? Claro, que era el Mo.Ca.SE yo sola, o que Cristina era el Mo.Ca.SE. No se daban cuenta que el Mo.Ca.SE era una organización muy grande, que al entrar a la organización ya somos todos el Mo.Ca.SE, ya somos del Mo.Ca.SE. Y algunos no podíamos darnos cuenta de eso, creíamos que tal era el Mo.Ca.SE o dos o tres o cuatro nomás. Y después cuando ha entrado la topadora al lote 24, ahí donde está don Goyo ¿no? Y ahí hemos empezado. Goyo: Por mucho tiempo los vecinos no entendían qué era el Mo.Ca.SE, ellos pensaban que el Mo.Ca.SE era una gente que venía de afuera. Sin embargo éramos todos nosotros. Hasta ahora

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mismo alguna gente no entiende... No se quién me preguntaba quién es el cabecilla del Mo.Ca.SE. Y le comento que cabecilla del Mo.Ca.SE no hay nadie, somos todos nosotros. Somos todos los que estamos organizados somos Mo.Ca.SE. Y hay mucha gente que no lo entiende todavía o le ha costado a algunos entenderlo. Ellos pensaban que Mo.Ca.SE era una gente que venía de otro lado. B: Si, ahí empezó a crecer la organización en la zona y ahí nos han dicho que teníamos que hacer una comisión, donde se trabajaba con presidente y vicepresidente. Miguel Rodríguez era presidente, y por base tenía su presidente también, el chico mío era presidente de la comisión de base del Mo.Ca.SE, de nosotros. Pero antes trabajábamos nosotros con presidente; pero si era por presidente ya hubiéramos hecho matar a alguien. Porque los políticos te marcan, al presidente, al vicepresidente, al secretario, te marcan. Si nosotros seguíamos diciendo que eran presidente y que manejan ellos, cuánto hace que los hubieran matado. Y nos hemos dado cuenta que no es así, que todos somos compañeros y que todos somos iguales, sepamos leer o no, seamos pobres, que los otros tengan estudios, todos somos iguales, porque todos estamos defendiendo nuestros derechos. Carlos Benítez: La primer comisión se ha formado del lote 20, donde está la señora Beata que es compañera nuestra, después se ha formado la Carpa Verde que es Quebrachito de Santa Rosa, después se formó creo que el Fisco, si no recuerdo mal, Quebrachito, y la última creo que fue la nuestra, Santa Paula. Después está la Unión Campesina también pero no tenemos la fecha… la última, pero debe ser como siete años también. En un año creo que hemos formado. Pero íbamos así escalonando las comisiones de base, formándolos para hacer una comisión, después fue Chulpita y la más nueva de la zona es de Campo Unión, que está hace tres años más o menos.

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Para abril del año 2000 el Mo.Ca.SE contaba con una organización regional, la Central Campesina de Pinto. Para aquel entonces el Mo.Ca.SE reunía, contando a Pinto, unas 11 organizaciones zonales que incluían centrales, y cooperativas que se nucleaban en reuniones federativas de la llamada Mesa del Mo.Ca.SE. A ella concurrían autoridades de cada central. Más adelante, la división del Mo.Ca.SE de 2001 alterará esta forma de organización, para el caso del Mo.Ca.SE Vía Campesina, eliminando las figuras de autoridad y permitiendo la libre participación de los campesinos en las instancias plenarias de nivel provincial llamadas secretariados. Roque Acuña: El tema del proceso organizativo de Pinto, a diferencia de las otras organizaciones con las cuales componemos el Mo.Ca. SE, es que ha tenido para el Movimiento la devolución de un mensaje muy fuerte, que es la resistencia de las mujeres en Pinto. La fuerza de las mujeres. Ahí nosotros como movimiento descubrimos que las mujeres podían más que los hombres, con esa fuerza. Cuando dan el golpe en Pinto ya habíamos tenido la experiencia de La Simona, con la diferencia de que había mucha más cantidad de compañeros en Pinto que en La Simona, y de la fortaleza de las mujeres, que había en Pinto. A las mujeres nunca se las había... Porque la visión que tiene el capitalismo de las mujeres campesinas es que las mujeres son unas ignorantes, unas sirvientes, las negras que están ahí, y por el tema del machismo y todo ese tipo de cosas... En ese sentido, ellos no esperaban nunca que pudiera haber la reacción de las mujeres. E incluso muchos compañeros nuestros, por supuesto, han aprendido que las mujeres pueden más. Por muchas cosas. (…) Y cómo permanece en Pinto, en la militancia, la mujer, aunque han pasado muchos años, vemos en cada encuentro que en Pinto son las mujeres las que están al frente. Beata Céspedes: Tenemos que organizarse de manera así como estamos organizados, hacer comisiones de base, hacer místicas, hacer de

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todo para que nosotros tengamos más derechos todavía, porque al estar organizados nos corresponde mística, pero las místicas de nosotros son verdades. ¿Sabes por qué son verdades? Porque las místicas que hacemos son desalojos, son que la policía viene a atraparnos, son que la jueza anda en medio de los otros empresarios por corrernos a nosotros, así que las místicas que nosotros hacemos son todas verdades. ¿Las místicas sabés que son? Por ejemplo hay un desalojo aquí en mi casa, y después está la comunidad en los trabajos de área, se hacemos, lo imitamos a ese desalojo y hacemos nosotros como que el desalojo, eso es mística, y todo eso tenemos que tener. Y así organizados estando. Con el sufrimiento de 5 años, estar bajo tiros, hay compañeros baleados, nos han comido los animales, a los compañeros nos han baleado, caballos, nos han robado, los peones que venían vivían de eso. Y así mire y ahora estamos organizados y todavía estamos peleando porque los empresarios nos están buscando la vuelta para que desaparezca el Mo.Ca.SE. Y siempre ha quedado, pero nosotros no vamos a bajar las manos, mira, nosotros vamos a morir peleando, como ahora hemos dicho, hemos recibido esos papeleríos de porquería, hemos dicho vamos a morir peleando, por nuestros derechos. Pero de dejarlos a ellos que se metan no les vamos a dejar, estamos organizados hasta la muerte y así organizados estando tenemos ahora de todo. Mirá, tenemos la carnicería que si Dios quiere a fin de año vamos a empezar a trabajar, tenemos una fábrica de dulces que ya está funcionando hace como tres meses, tenemos un galpón que podemos hacer cualquier pieza ahí, cuando traigan la FM vamos a decir de los montes de aquí para que tengamos también, tenemos el galpón para hacer pieza adentro. Así que estamos adelantando mucho gracias a Dios. Los animales que vendemos nosotros, nosotros le ponemos ahora el precio, no ellos, como antes. Ellos se nos burlaban, ponían precio y llevaban porque estábamos discriminados nosotros, que la gente mas rica tenía derecho y nosotros no.

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Actualmente la Central Campesina cuenta con un espacio común. Sobre la historia de su construcción se cuenta en una reunión colectiva: - Hemos tenido la decisión de armar una casita, para no andar molestando a todos, que reunirse en uno, que reunirse aquí, buscamos un lugar, en el 2000… -Primeramente nos juntábamos en las casas… (…) después como que se ha decidido que busquemos un lugar central como para concentrarnos siempre. -Es el lugar más centro, para todos los que viven aquí. -Armamos una asamblea y se decidió, se habló con el vecino y él ha donado el terreno. - La construcción de rancho ha sido entre todos, uno ha aportado trabajo, otro ladrillos… ha tenido mucha participación de los jóvenes de aquí de la zona. - No teníamos nada, ni cinco, para comprar un ladrillo… ha sido como el hornero, ha traído cada casa algo, unos cortar, alguno para la comida, una papa, una cebolla… hemos hecho algún beneficio [un bingo o una peña] para algún gasto. - El rancho nos identifica, con el ser campesino. - Un lugar para reunirse y para poner una radio. - Y ahí es donde se ha construido la casa esa, y después con el tiempo hemos conseguido un proyecto para la fábrica de dulces, y bueno, eso ha sido como a los dos años, que se ha empezado a construir y era un lugar más. - Con eso llegaron los paneles solares, que se usaban para la fábrica de dulces. - También cuando ha estado una pasantía de estudiantes de la UBA, ellos

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también han estado trabajando. - [Después] vino el galpón, también con un proyecto, acopio y esas cosas. Guardar los productos hasta que tengan un poco de salida, con esa idea se ha construido el galpón. - Nadie ha sido pagado por hacer, cada uno ha hecho, de a poco… - Yo he venido de ingeniero un día y he volteado un montón de paredes que estaban todas así (muestra con un gesto de paredes torcidas, todos ríen).

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Las persecuciones El 11 de abril del 2000 el Juez del Crimen de Añatuya, Alberto Chanán participa de una reunión con las organizaciones campesinas de la Central Pinto del Mo.Ca.SE. La reunión se realiza en el rancho de la familia Céspedes. Hubo más de doscientos campesinos y campesinas, viajó con cuatro policías de la ciudad de Pinto, y estaban también dos supuestos titulares de dominio. Delante de los agresores, campesinas y campesinos testimoniaron las agresiones que se sufren de parte de Barbagelatta, Casaggione, Saal, Claudio Ponce y agentes u oficiales de Policía. Carlos Benítez: Le trajimos al juez del crimen, Chanán de Añatuya, porque arreglaban mucho con los empresarios ellos. Nosotros a veces las denuncias que le hacíamos a Claudio Ponce, por ejemplo, nunca llegaban al juzgado de Añatuya, todo paraba en Pinto. Los papeles esos de las denuncias que hacíamos nosotros nunca llegaban. Y por eso hicimos una reunión grande, se vinieron estas dos firmas, no me acuerdo el nombre ahora, eran inglesas, todas firmas de otros países, nosotros no las conocíamos. Lorenzo: Llamaban por teléfono de aquí los empresarios y parece que ellos le firmaban la denuncia. No éramos dueños de decir nada, si alguno le levantaba la voz a alguno que venía, ya por eso nos detenían. Si hacíamos la denuncia de un animal que se habían comido no venían o venían a los tiempos cuando no había rastros ni nada. Las denuncias que hemos hecho nunca han aparecido, pero las denuncias que hacían ellos sí. Nos llevaban con mentiras. Para ellos había, para nosotros no. De todos modos, la visita del juez no redujo la impunidad con que los matones de los empresarios actuaban. El día 12 de mayo los peones de Claudio

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Trono robaron treinta y siete vacunos de don Luis Aguirre, acompañados por policías. Sacaron las vacas de un lugar libre de conflicto, para hacerlas aparecer como si se hubieran metido para hacer daño al sembrado del rastrojo. Más adelante los robos de animales se harían frecuentes. Pero ese mes de mayo los conflictos por la tierra en Pinto darían que hablar y que hacer, a partir de la detención de Sabino Chávez. En la noche del 24 de mayo del año 2000 cinco policías se presentan en la vivienda del campesino y lo detienen. El Mo.Ca.SE denuncia esa detención, pero, además, busca eco de la misma en distintos ámbitos. Tomamos por caso dos expresiones de esas denuncias. La Hermana Elsie Monge, representando al Centro Ecuménico de Derechos Humanos envía un pedido al entonces presidente De La Rúa relacionada con la detención de Chávez: La noche del 24 de mayo de 2000 dos agentes de la policía de Pinto y tres policías de la Unidad Regional de Añatuya entraron al rancho del señor Sabino Chávez, a quien lo golpearon y detuvieron. Anteriormente (mes de abril) se denunció ante el juez del crimen de los juzgados de Añatuya, los atropellos que de parte del empresario de apellido Trono y policías de civil con armas amedrentaron a las familias de la comunidad. Se robaron de la comunidad vacas, luego fueron introducidas en un campo de algodón para causar daños y con esa excusa se quedaron con el ganado. Como el juez no dio respuesta ante el reclamo, la comunidad decidió recuperar las vacas de manera pacífica el 24 de mayo, es así como el empresario Trono extiende un sumario contra Sabino Chávez aduciendo que el referido señor había provocado lesiones a una persona al momento de recuperar el ganado. Por lo expuesto me dirijo a usted para solicitarle su intervención con el fin de garantizar la seguridad e integridad física y psicológica de los miembros del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mo.Ca.SE) y las personas que residen en las Comunidades de la zona (...). Además pedimos que se realice una investigación completa e imparcial de los sucesos relatados con el objetivo de identificar a los responsables, llevarlos a juicio y sancionarlos como lo estipula la ley.

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Solicitamos también que se investigue las circunstancias de la detención del Señor Sabino Chávez, y de no existir razones para permanecer detenido se ordene su libertad. Confiamos en el respeto en todo momento de los derechos humanos conforme a las leyes nacionales y normas internacionales ratificadas por Argentina. Y por su parte, los diputados nacionales Alfredo Bravo y Marcela Bordenave presentan un proyecto de declaración en Diputados, del que seleccionamos algunos pasajes. La Honorable Cámara de Diputados de la Nación DECLARA: Su más absoluta preocupación por los hechos de violencia policial ocurridos en la localidad de Pinto (Santiago del Estero), donde se detuvo a Sabino Chávez, miembro del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mo. Ca.SE), quien denunció haber sido objeto de torturas por parte de las autoridades policiales. FUNDAMENTOS Sr. Presidente: El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mo.Ca.SE) es una organización representativa, en dicha provincia, de los sectores rurales pobres. El Mo.Ca.SE, desde hace 10 años, viene trabajando, junto a otras organizaciones hermanas del resto de la Argentina, por mejorar las condiciones de vida de un sector rural cada vez más excluido, a través de la organización sindical, cooperativa, asimilando mejoras técnicas y productivas y bregando por regularizar la posesión de tierras para los campesinos. Con el nuevo corrimiento de las fronteras agrícolas, debido a los avances tecnológicos y las inversiones de importantes capitales, tierras anteriormente consideradas marginales y abandonadas al pobrerío rural, ahora son reclamadas, aún a través de la violencia, con pretextos productivos. Así fue

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conocido a través de la prensa los hechos violentos producidos en la localidad de La Simona donde, con un importante apoyo externo, la comunidad campesina logró detener la prepotencia empresaria del grupo Massoni. Ahora, recibimos la denuncia de que en la noche del 24 de mayo, en la localidad santiagueña de Pinto (a 250 km de Santiago capital), el dirigente campesino Sabino Chávez fue detenido violentamente por dos agentes de la policía de Pinto y tres miembros del cuerpo de Añatuya, denunciando la organización campesina posteriormente hechos de tortura sobre Chávez. En el mes de abril pasado, se había denunciado ante los juzgados de Añatuya los atropellos de empresarios y policías que, con armas de fuego, amedrentaron a algunas de las 300 familias que viven de lo que sus manos producen en tierras de la localidad de Pinto. Según denuncia el Mo.Ca.SE, un empresario de apellido Trono y policías de civil robaron vacas de las comunidades para introducirlas en un sembradío de algodón y con esa excusa se habrían quedado con el ganado. Ante la falta de respuesta por parte de las autoridades judiciales, un grupo de campesinas y campesinos recuperaron las vacas por su propia mano. Ante una denuncia por supuestas lesiones a un empleado suyo, realizada por Trono, se desata la violenta detención de Chávez, quien días después será liberado al reproducirse una campaña nacional e internacional de solidaridad. Estos hechos se encuentran enmarcados en la denuncia realizada por el diario El Liberal sobre el armado de un aparato de persecución política por parte de las autoridades provinciales, en el que se encontraría involucrado el secretario de informaciones de la provincia, el comisario general Musa Azar, que tiene el triste privilegio de estar denunciado en el libro Nunca Más y fuera procesado por “trabajar” en el centro de detención de la Brigada de Investigaciones del Chaco durante la pasada dictadura militar. En el plan de inteligencia gubernamental se cita al Mo.Ca.SE como organización subversiva a ser vigilada. El diario denuncia la infiltración como práctica de espionaje en dicha organización rural. Con estos antecedentes no resulta alocado compartir la visión de allegados a los campesinos para quienes “lo de Sabino Chávez es parte de una trama del poder policial, político y económico para amedrentar, quebrar y si es

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posible destruir a los campesinos y campesinas de esta provincia que han tomado las riendas de su propio destino”. Es por ello, Sr. Presidente, que solicito la urgente aprobación del presente proyecto. (Proyecto de declaración del diputado Alfredo Bravo del PS ante el Congreso Nacional, julio de 2000) El nombre de Sabino Chávez era discutido en la lejana capital, aunque él sólo pensaba en defender, junto con sus compañeros, el territorio que les pertenecía. Sabino alquila su camioneta y sus servicios como chofer para la organización. Pero antes de todo esto, Sabino había tenido un conflicto en su campo y había tomado un abogado particular, que se le vuelve en contra con el tiempo y que para 2008 le iniciará, increíblemente, un juicio para desalojarlo de su tierra para cobrarse los honorarios de una causa que ha perdido. Nos cuenta: Sabino Chávez: En el 96 más o menos tuve un conflicto con Bussi y Bertero… (…) y bueno, después llegó la policía, el oficial de justicia, con los conflictos, las demandas, yo estaba alambrándome… Le hemos puesto un interdicto, cosa de que yo pudiera seguir trabajando… y yo tenía que pagar para poder seguir trabajando. Lo hice dos o tres veces, le tenía que pagar al abogado… (…) era mucho dinero… hasta que en una oportunidad ha venido la policía a mi casa y me han pegado, mucho… me maltrataron mucho, después me llevaban mucho detenido, en tres meses tres veces me han llevado (…). [Me sumé por] la invitación de un compañero, Santiago Gallardo, que ha perdido a su compañera en la lucha…y yo he ido a escuchar y el abogado particular que tenía, me decía que estaba bien, que fuera a escuchar y me seguía pidiendo dinero, ha visto. Y yo no le quise dar más y ahí es donde me aparté de él. Y después me organicé.

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Una vez me han detenido ocho días… (…) y me decían porqué andaba acarreando a la gente del Mo.Ca.SE, y yo les decía que a mi me pagaban y yo los llevaba a cualquier lado, porque yo tenía vehículo… a veces nos esperaban en los caminos, cuando los traía a los compañeros… a la hora que yo llegara nos estaban esperando, y nos llevaban detenidos a la ciudad de Añatuya. 1 de julio de 2000: la topadora continúa volteando árboles del Monte, en la posesión de Gregoria Chávez. 2 de julio de 2000: Llegaron 20 policías, allanaron los ranchos, y detuvieron con violencia a Omar Fabián Aguirre, Gregoria Chávez y Sabino Chávez, denunciados por Claudio Trono por supuestas amenazas y abusos de armas en perjuicio de Julio César Bravo sin mostrar la “orden escrita de autoridad competente” prevista en el Art. 18 de la Constitución Nacional. El 5 de julio fueron puestos en libertad por la presión de organismos y personas solidarias. La topadora estaba volteando monte en la zona de Quebrachito de Santa Rosa desde hacía varios días y fue detenida por los campesinos, en un hecho que precipitó uno de los mayores despliegues represivos vistos por la zona. Veinte policías participaron de la detención de Omar Aguirre, Sabino Chávez y Gregoria Chávez. Gregoria Chávez: La primera vez que fui presa fue por sacar una topadora de la tierra, de la posesión de nosotros. Sacamos la topadora y entre los vecinos que teníamos en contra, ellos inventaron cosas y nos denunciaron. Han ido a mentir que habíamos hecho tiros, que lo habíamos corrido al de la topadora con tiros; pero todo era mentira. Al otro día vienen dos camionetas llenas de policías, viene un auto y dos camionetas. Justo no teníamos agua en la represa, íbamos a cargar agua para los animales en el canal (...) El chico se había ido a caballo hacía como dos horas y no volvía. Las vacas habían venido y él no venía.... Al rato aparece del otro lado del alambre y me cuenta: “Ha venido la policía, me han hecho bajar y me han tenido un rato las manos para atrás,

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frente del colegio”. Los chiquitos de Miguel Rodríguez estaban en la escuela y lo habían visto que lo tenía la policía, y dicen que lo iban a cargar los policías de Añatuya, y un policía de Pinto le dice “Dejá a ese chico que no tiene culpa; déjalo, para qué lo vamos a llevar”; y con eso lo dejan... Ya había ido para casa la policía (...) Llegamos nosotros... y estaba llegando la Cristina con Pocholo. Porque errándome a mí, iban a la casa de Pocholo a buscar a Omarcito. Porque con Omar ese día nos juntamos al lado de la topadora. Omar también lo habló al hombre, entonces lo habían denunciado a él y a mí, diciendo que nosotros lo habíamos corrido con la escopeta; ¡inventos! Entonces al errarme a mí van a lo de Pocholo a detener a Omar, y con eso ellos vienen para verme a mí y ganar tiempo. Hasta que lleven a Omar a Pinto ellos se corren para acá, a decirme que yo vaya y que no me resista... “¡Vete, vete, ya vamos a ir nosotros atrás de ustedes con un auto!”. Estoy ahí por tomar algo y llegan. Vienen dos camionetas llenas como si hubiéramos sido unos criminales... Y todos con los fusiles apuntando... Viene un comisario de Santiago y el jefe de Pinto, que después lo echaron por las denuncias nuestras Me habla él y me dice venimos por esto, por aquello... Le digo “Bueno, está bien; me dan permiso que voy a vestirme”. Me dice el jefe de Pinto “¿Dónde era? ¿Podemos ir a ver?”. Lo acompaño y tuvieron todo visto, para que vieran la mentira de los vecinos. Le han dicho que vayan a fijarse que estaban todos los cartuchos en el suelo donde habíamos hecho tiros. ¿Qué han encontrado? No han encontrado nada... Bueno, me visto y voy. Me llevan ellos, porque las otras camionetas que andaban, ya se habían ido... Mire lo que era antes para que vengan dos camionetas llenas a detener una persona (...) Cuando voy allá, entro a la comisaría y encuentro otro compañero encerrado, ahí en la entrada nomás, también detenido. Le digo “¿Vos también estás aquí?”, jodiendo, porque ya los compañeros me habían dicho que no me ponga triste. Que vaya, que ellos no

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me van a abandonar y van a estar con nosotros afuera. Me dice Pocholo “Quedate tranquila, no te pongas nerviosa”. El comisario, que era de Santiago, lo conocía a Santucho... Era buenito ese comisario. Muy tratable. Me atendió cuando yo estuve detenida en Añatuya, él estaba de guardia. Me atendió muy bien, no me puso en el calabozo... Viene otro que era de Añatuya, grandote, sinvergüenza y me dice “Declare las cosas que le han tiroteado al hombre, porque su compañero ya ha declarado y es cierto”; “No creo que declare cosas que no es cierto; todo es mentira”, le digo. Así le he contestado... Al rato viene el doctor, porque ahí lo hacen revisar; es un chango que yo lo conozco desde chico; es un turco. Viene y me dice “Por qué está peleando por tierras que tienen dueño”... “Cómo sabe usted” le digo, “los más dueños somos nosotros que vivimos en la tierra. Él no ha nacido ahí, yo he nacido ahí y soy mayor que él”. Hemos discutido un rato y se ha callado y ha salido para afuera. Al rato habla Santucho, y nos pide urgente a Añatuya... Vamos allá y ese grandote nos perseguía, quería hacernos pisar; por hacernos que declaremos en contra. Yo le he dicho que no voy a declarar mientras no esté mi abogado. Viene y me pregunta el comisario cómo estoy, cómo me siento. Los compañeros Cristina y Pocholo y el papá de Pocholo, que es ancianito, andaban ahí. Ellos han quedado ahí en Pinto, y me dicen “Nosotros mañana tempranito vamos a estar en Añatuya”. Hemos ido... pero no me sentía nerviosa... Al otro día, como a las seis de la mañana, alcanzo a ver por un pasillo largo que pasan el Pocholo con la Cristina y el papá. Cuando los ví ya me puse más contenta, y me agarró más fuerza. A las ocho y pico ya nos llamaron a declarar… Los campesinos fueron liberados cuatro días después gracias a la presencia movilizada de otros compañeros, incluyendo la acción de los abogados de la organización. Los empresarios retomaron su acción de desmonte casi un mes después, el día 2 de agosto.

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12 de julio de 2000: Cerca de las 12 de la noche, pasó la policía dejando notificaciones para que se presenten a declarar Gregoria Chávez, Pocholo Aguirre y Sabino Chávez, por otra denuncia de Trono. 2 de agosto de 2000: En horas de la mañana una topadora conducida por un empleado del terrateniente Trono y acompañada de personal policial se introduce en la posesión de los campesinos Gregoria Chávez y Lorenzo Montenegro. En la zona se encontraban observadores de la Universidad de Luján y de organismos de Derechos Humanos que llegaron para constatar los graves atropellos. 10 de agosto de 2000: Nuevamente, un grupo de policías pasó dejando notificaciones para miembros de familias campesinas. 25 de agosto de 2000: Las comunidades campesinas organizadas elevan nota a Vialidad Provincial, denunciando que ha sido cerrada y cortada en cuatro puntos, la Ruta Provincial Nº 146. La acción fue realizada por orden de Claudio Trono, Rudesindo Bertero, Daniel Quins y Alba Torres. Este camino es ruta provincial y es el paso de muchos de nuestros niños y niñas para llegar a la Escuela en bicicleta o burros.

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Gramaglia y los catalanes Abajo presentamos una desgrabación de las afirmaciones del diputado José Gramaglia, juarista y oriundo de la ciudad de Pinto, frente a las cámaras del canal de televisión provincial, el 7, el día 15 de agosto del 2000. Coincidentemente, las acusaciones se parecen en varios aspectos a las que reciben otras organizaciones populares en ese momento. En el texto pueden rastrearse las caracterizaciones de los campesinos en lucha que ha construido el legislador. Un poco más abajo, puede leerse la nota enviada al cónsul español por voluntarios de organizaciones sociales y ONG españolas, que en ese entonces se encontraban en Santiago del Estero y a quienes Gramaglia se refiere en sus declaraciones acusándolos y caracterizándolos. Declaración (aproximada) de José Gramaglia La situación del Departamento Aguirre en estos momentos se encuentra en una situación difícil debido a que la gente del Mo.Ca.SE, que en definitiva no representa a nadie, han entrado en la zona hará 4 ó 5 meses incentivando a cierta gente a tomar medidas que en definitiva faltan a la verdad. En los campos donde no existen conflictos, donde no tienen problemas con pobladores, esta gente los está incentivando a que tomen los campos, a que se metan dentro, a que corten alambres, a que prendan fuego. Han prendido fuego a una topadora, amenazan a la gente que trabaja (...) son un grupo de gente que no le interesa el Mo.Ca.SE, que van más allá de defender al campesino, incentivan a hacer problemas. Nos encontramos en estos momentos en el departamento con un grupo de gente extranjera que no sabemos de dónde viene, a qué viene, qué hace... Nadie puede caminar con tranquilidad, andar por el campo, debido a que amenaza al que pase. No entiendo hasta dónde quieren llegar, porque entran en un campo que no tiene título, que no tiene nada y cortan alambres. Meter la sierra dentro, prender fuego a los sembrados, ...

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Hay un señor Trono que tiene un campo bien comprado, con los papeles, y le han cortado el alambre, le han tomado el campo y tiene cuarenta tipos dentro del campo que no le dejan cosechar. ¿Han identificado a los cabecillas? Sí, el doctor Santucho, el doctor Gelid, y otros más,... Yo me pregunto si esto va más allá de defender al campesino, porque en definitiva lo que ellos están haciendo es incentivar a la violencia. ¿Le preocupa que esté anunciada una nueva manifestación del Mo.Ca.SE? Me preocupa sobremanera porque de estas más o menos 150 familias, la mayoría están en contra de la violencia, en contra de estos actos. Mañana la gente del movimiento aparentemente van hacer una manifestación. Por otro lado la gente que vive bien, que no quieren estos problemas, también van a salir al frente y me preocupa porque van a tomar la justicia por manos propias y podemos llegar a problemas mayores. Y eso me preocupa. Este equipo, un grupo de gente, está enseñando cómo usar armas, cómo se tienen que defender, adiestramiento en el uso de armas y de defensa, Aquí se corta la grabación y sigue con... ¿Habla de cierto tipo de entrenamiento paramilitar? Mmm...., no sabría bien como identificarlo, pero esto me hace recordar por allá los años 70, cuando empezamos, y esto lo digo muy en serio y quiero que se tome con pinzas, esto me hace acordar cuando se formó la guerrilla. Hace 30 días, casi 40 días, que hay una cantidad de muchachos de origen español y brasilero...., y me pregunto que hacen ahí, apostados en los mon-

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tes, viviendo en los ranchos, uno o dos por cada lado, haciendo reuniones, incentivando a la gente a que se defienda. A esto responden los catalanes: 22 de agosto de 2000 Excelentísimo señor Cónsul, El presente comunicado es para informarle de nuestra estadía en Argentina durante los meses de julio, agosto y setiembre. Somos un grupo de cooperantes españoles, de Catalunya, que venimos cooperando con organizaciones, cooperativas, asociaciones y ONG’s que conforman el Mo.Ca.SE desde el año 1993. Como es de su conocimiento durante estos años, distintas organizaciones vienen colaborando con el trabajo de los campesinos y campesinas de la provincia de Santiago del Estero, entre ellas están la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), Setem, Arquitectes sense fronteres, Veterinaris sense fronteres, Juristas sin fronteras, Enginyeria sense fronteres, Pau i Solidaritat, Fons Català de Cooperació y Amnistía Internacional de Catalunya. Miembros de estas organizaciones han viajado durante estos siete años para apoyar y conocer sobre el terreno la realidad que viven los campesinos así como la financiación de distintos proyectos. Nuestro objetivo es respaldar y acompañar al Mo.Ca.SE en su lucha que se desarrolla como consecuencia de una situación de injusticia social y una falta de derechos humanos en la provincia de Santiago del Estero. A propósito de las declaraciones aparecidas el día 15 de agosto de 2000 en el noticiario nocturno de Canal 7, por parte del señor diputado José Gramaglia queremos defendernos de las afirmaciones realizadas por éste. Las alusiones textuales son: - “Hace 30, casi 40 días que hay una cantidad de muchachos de origen español y brasileño, y me pregunto qué hacen apostados a los montes, viviendo en cada rancho, uno o dos por cada lado, y haciendo reuniones e incentivando a la gente a que se defienda.” - “Un grupo de gente extranjera que no sabemos de dónde viene, a qué vienen, qué hacen, incentivándoles a los pobladores a la violencia”. - “Este equipo, un grupo de gente, está enseñando cómo usar armas, cómo

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defenderse”. Las entidades que hemos viajado este año somos Setem, Grup de Cooperació Campus de Terrassa (GCCT) y Enginyeria sense fronteres. El GCCT es una asociación de estudiantes de la UPC. Hace ya seis años que trabajamos con el Mo.Ca.SE en diferentes proyectos relacionados con energías renovables. Las diferentes actividades son financiadas y respaldadas por organismos gubernamentales españoles: municipalidad de Terrassa y Rubí. Setem es una ONG de sensibilización y formación sobre las desigualdades sociales. Una de sus actividades es organizar campos de solidaridad en distintos países para conocer y apoyar los procesos de desarrollo de comunidades desfavorecidas. Asimismo, da a conocer estas realidades en España, llevando la voz de hombres y mujeres que sienten amenazadas su dignidad y desarrollo. ESF es una ONG por el desarrollo que centra su actividad en labores de formación y sensibilización en el ámbito universitario y profesional, en la realización de proyectos de cooperación para el desarrollo y en la investigación en el campo de las tecnologías apropiadas y de desarrollo sostenible; es el primer año que trabajamos con el Mo.Ca.SE. Así, nuestros objetivos nos han llevado hasta las comunidades campesinas de Pinto (Santiago del Estero), donde fuimos acogidos en distintos ranchos. Al convivir con ellos durante quince días, concretamente en Lote 24, Lote 20 y Colonia Santa Rosa, observamos que sus campesinos son gente sencilla que no desean más que vivir tranquilos. Son personas amables, pacíficas y entregadas. Lo poco que tienen lo comparten, siendo la tierra su único medio de vida. No necesitan robar. Les basta con la ayuda mutua. Por eso nos resulta sorprendente la cantidad de amenazas y falsas acusaciones que frecuentemente reciben; entre ellas hurto de ganado y amenazas de muerte. Son tratados como delincuentes y llamados a juzgado a muy corto plazo. Además se les está privando de las aguadas que siempre habían usado y se les ha cortado la ruta provincial 146, con lo cual se les dificulta mucho más la comunicación y la realización de sus tareas. Por otro lado, se les ha volteado el monte con topadoras; lo que ha supuesto la destrucción de la tierra y la pérdida de los pastos como fuente de vida para los animales. Su único recurso aquí. Pensamos que la situación es bastante represiva y complicada. Se abusa de

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la falta de información campesina y se les dificulta la comunicación con el exterior, así como el conocimiento de sus derechos como campesinos. Nosotros que hemos convivido con ellos estos días, somos testigos de que todas las acusaciones que han recibido los pobladores son totalmente falsas y desde aquí lanzamos un grito de apoyo. Las personas, las organizaciones y el país que representamos nos sentimos amenazados y calumniados y pedimos urgentemente que el consulado que usted representa haga las gestiones oportunas para que se desmientan las acusaciones realizadas.

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Marchas y contramarchas A esta altura el conflicto de Pinto ya no puede leerse en clave local. Surge una intervención de actores provinciales, además del diputado Gramaglia, recién aludido. Sus declaraciones se inscribían en una campaña de desprestigio del movimiento campesino. El día 17 de agosto del 2000 se organiza una marcha contra el Mo.Ca.SE en la ciudad de Añatuya, sede judicial de la región. Cristina Loaiza: Entonces después de eso, después que vamos presos. Volvíamos, y nosotros volvíamos, y seguían haciendo lío ahí en el lugar de la carpa. Entonces ahí empezaron ellos a hacer una marcha en contra. Ellos, se empezaron a organizar, y era Trono, y otros más empresarios de aquí que empezaron a juntar gente. Todos los que estaban en contra de nosotros para que vayan a hablar de nosotros allá, lo que nosotros somos. Entonces los llevaron, y había gente que no quería ir y les pagaron para que vayan. Después pasaron los años y nos contaron ellos mismos que les pagaban para que vayan y hablen en contra de nosotros. Pero de aquí habrán ido veinte, de este lugar. Pero los otros empresarios también traían de La Simona, de lote 38, del 42, traían gente para que… Igual que aquí, había veinte que estaban en contra y los juntaban con veinte de otro lado y se juntaban así. Y hablaban que nosotros no los dejábamos trabajar, que la gente cuando estaban trabajando, molestan; que no dejan trabajar a los dueños del campo que compran la tierra. Y han hecho tres marchas. Los campesinos de la Central de Pinto caracterizan la base social de la movilización que se realiza en su contra, ordenada por el terrateniente Trono: Cristina Loaiza: Acá adentro había gente que estaba de acuerdo

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con nosotros y hay gente que no… y serían campesinos igual que nosotros. Y además el terrateniente les daba trabajo a ellos, a los que estaban en contra de nosotros. Porque nosotros, cuando el desalojo de la familia Coria, ahí había campesinos que estaban a favor de los empresarios para que los desalojen a esa familia. Entonces nosotros no dejamos que desalojen. Ahí había campesinos como nosotros, que nos tiraban la bronca. “¿Que por qué, si no es de ellos?”; “La tierra es del empresario. ¿Por qué no dejan que los desalojen, y los llevan a otro lado así tenemos trabajo nosotros?”. Y nosotros siempre pensábamos: “¿Pero cómo? Ellos solo quieren vivir, y los demás… ¿qué van a hacer las familias?” Después tuvimos otro enfrentamiento aquí en el lugar de la Gregoria. En el lugar de la carpa verde, que habíamos estado como un año haciendo un aguante. Y ahí tuvimos un enfrentamiento entre, nada que ver el empresario, no estaba el empresario; sino entre peones, campesinos, que los conocemos nosotros de aquí, que se agarraron así a los palos, a trompadas. Entonces había compañeros de nosotros que los han lastimado…

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1 de setiembre de 2000: Se realiza en Santiago del Estero, capital, el encuentro de Derechos Humanos, auspiciado por el obispado, con la presencia de la subsecretaria de Derechos Humanos de la Nación Diana Conti. Hacia allí se dirigían los dirigentes campesinos Sabino Chávez, Gregoria Chávez, Lorenzo Montenegro y Pocholo Aguirre, con el objetivo de dar a conocer los gravísimos atropellos a los Derechos Humanos que vienen sufriendo por parte de policías, terratenientes y diputados provinciales, cuando nuevamente son detenidos por la policía. Estas detenciones se producen a pesar de haber sido presentado un Recurso de Habeas Corpus con Exhimición de Prisión. Cristina Loaiza: El Obispo Baseoto, de Añatuya, había hecho declaraciones en El Liberal, retomando las acusaciones que los empleados de Trono hacían al Mo.Ca.SE. Salió en el diario el cura este Baseoto, que campesinos del lote 20 denunciaron en el obispado que la gente del Mo.Ca.SE le robaba los animales. Entonces pedimos una audiencia con el cura, nos dieron. Entonces, dijimos, vamos cuatro o cinco, a hablar y a explicarle al cura lo que está pasando. Si él no es de aquí cómo puede sacar en un diario. Un día venimos con Sabino y estaba la camioneta de Quimilí. Andaba la Nelly Carrizo y Tito... Terminamos la reunión, y nosotros íbamos a una reunión de Santiago del Estero; teníamos una reunión grande con los compañeros de Santiago. Esa misma tarde la camioneta nos llevaba a Quimilí... Gregoria Chávez: Venimos de allá con Sabino... y sale una camioneta de lo de Claudio Trono. Porque el terrateniente Trono, pasando el canal, tiene otra estancia pero tampoco tiene escritura. Sale la policía de adentro y agarra para donde nosotros vamos.

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Se nos atraviesa adelante para que no pasemos. Se bajan y nos dicen “Ustedes están detenidos, tiene una denuncia de la jueza”; “A ver, muéstreme la denuncia”, y nos la mostró. Y a mi primo no lo dejaban que baje de la camioneta. Dice mi primo, “Si ustedes quieren, háganme acompañar con un policía y yo voy a mi casa a vestirme y dejar la camioneta porque no la puedo dejar aquí en el monte.” Menos mal que un vecino al ver, se allega... Le digo “Avísele a mi familia que nos detiene la policía”. Nos han detenido y estuvimos una hora o dos. Va mi marido a verme, y por qué causa me llevan presa y a él también lo han detenido. Mire usted lo que ha sido la policía. Sin ninguna denuncia, él también preso. Éramos 5 detenidos esa vez: Pocholo, Sabino, yo y otros más. Esa vez hemos estado como tres ó cuatro días.

Este acontecimiento, realizado en la misma cara de funcionarios del Ministerio del Interior de la Nación, produjo una significativa tregua de los ataques permanentes realizados por la complicidad de “empresarios, policías, jueces y gobierno” sobre las comunidades cercanas a la ciudad de Pinto, nucleadas en la Central campesina. Las comunidades en conflicto en la zona de Pinto recién volvieron a ser hostigadas tres meses después, con la detención de Pancho Loaiza y algún que otro robo de animales.

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La ley de desalojos Hacia el fin de septiembre del 2000, el juarismo desplegaba su poder institucional para generar legislación capaz de hacer posible el avance de los agronegocios en Santiago del Estero. Las iniciativas fueron tomadas con rapidez. Una ley provincial, sancionada en septiembre, facilita los desalojos. Durante octubre del 2000, y quizá como consecuencia de las críticas recibidas apenas un mes antes, el gobierno anuncia el debate de la Ley de tierras fiscales de la provincia. A esta altura el problema campesino está instalado en la provincia y la gobernación necesita actuar en consecuencia. La ley de tierras oficialista que busca implantarse es fuertemente cuestionada por organizaciones sociales e instituciones que trabajan en apoyo a los campesinos. Y por supuesto, por el Mo.Ca.SE. El siguiente es un documento firmado por estos actores donde se sintetizan las principales críticas a la iniciativa juarista: El día lunes 23 de octubre está anunciada una sesión extraordinaria en la Cámara de Diputados de la Provincia, para tratar, entre otros temas, un proyecto de ley del gobernador Juárez sobre adjudicación de hasta 80 hectáreas de tierras fiscales a familias pobladoras de antigua data en tierras de secano. Dicho proyecto puede aparecer como una solución al viejo problema de tenencia precaria y de inseguridad jurídica sobre la tierra que sufre una mayoría de los pequeños productores de nuestra provincia. Pero no lo es. Más bien se distrae la atención de la opinión pública, colocando el acento sobre las tierras fiscales, que en la provincia ya están adjudicadas en su mayor parte, en forma directa o a través de los históricos planes de colonización. Por otra parte, no hay una información exacta y confiable sobre la cantidad de tierras fiscales disponibles, su ubicación y la situación de las familias que han sido adjudicatarias o que actualmente son ocupantes. Los organismos que deben proporcionar dicha información como son la Dirección de Coloni-

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zación, la Dirección de Catastro o la Dirección de Tierras Públicas, reconocen que no tienen información exacta y actualizada, e incluso entran en contradicciones entre sí respecto de la información disponible. Nunca se ha intentado corregir esta situación, a través de algún relevamiento serio y objetivo, realizado por ejemplo con la ayuda de Institutos de Investigación o de la propia Universidad Nacional de Santiago del Estero. Una segunda debilidad del proyecto se refiere a la cantidad de 80 hectáreas como máximo que se está dispuesto a adjudicar. Nos preguntamos qué pasará con aquellas familias que ejercen una posesión sobre más de 80 has. ¿No se les reconocerá dicha posesión? ¿Con qué argumento? Recordemos además que se trata de áreas de secano, sin riego, donde la unidad económica requiere una mayor cantidad de hectáreas pues se trata de sistemas productivos mixtos (agrícolas y ganaderos). Aunque depende de las características agroecológicas de cada subregión, los especialistas en el tema señalan que la unidad mínima que asegura una rentabilidad media, requiere de 200 a 500 has de tierra en áreas de secano de la provincia. Nos preguntamos si con esta ley no se estará postergando nuevamente la solución, al convalidar y consolidar la situación de un minifundio que no asegura un ingreso mínimo para el sustento de la familia rural. Una tercera debilidad, y con esto volvemos al principio, es que se distrae la atención respecto del problema central que aún hoy pervive en Santiago del Estero, que no es el problema de las tierras fiscales, sino de las tierras privadas. La gran mayoría de los pequeños productores minifundistas de Santiago del Estero han ocupado y trabajado por generaciones y sin contratiempos sus parcelas. Esta situación se mantiene estable, hasta que se presenta algún particular que dice ser dueño, y que en algunos casos presenta escrituras, e inicia acciones legales o de hecho para desplazar a los antiguos pobladores o para impedirles su trabajo. La legislación argentina reconoce el derecho de los pobladores a la propiedad de la tierra cuando han ejercido una posesión pacífica y continua por más de veinte años, trabajando para lograr su sustento, haciendo mejoras, delimitando sus cercos con alambrados o ramas, construyendo represas o pozos de agua, etc. A pesar de que el derecho existe, los pobladores que son ocupantes de tierras, usualmente no tienen los medios económicos necesarios para hacerlo valer, y lograr así los títulos o la escrituración de la propiedad. La ley de prescripción veinteñal obliga a realizar una costosa mensura en la posesión, paso previo a la iniciación

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del juicio que a su vez requiere del asesoramiento legal correspondiente. De este modo, lo que está escrito en la ley es inalcanzable para las familias campesinas que, en muchos casos, por falta de recursos económicos y por no saber defenderse jurídicamente, terminan siendo injustamente desalojadas de sus posesiones; o son desplazadas a pequeñas parcelas, debiendo abandonar sus antiguos cercos, viviendas y mejoras realizadas durante muchos años de trabajo y sacrificios. Un caso que tuvo gran resonancia y repercusión nacional se produjo a fines de 1998 en el paraje de La Simona, donde unas máquinas topadoras de gran porte enviadas por la firma Salónica S.A. del Señor Guillermo Masoni, no solo pretendieron desalojar a los pobladores, sino que avanzaron sobre sus posesiones derribando a su paso árboles, cercos, y llegando a la proximidad de sus ranchos. La autodefensa ejercida por los pobladores y la posterior contención que les aseguró el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mo.Ca.SE) y una multiplicidad de organizaciones e instituciones solidarias, detuvo a las topadoras, que de otro modo y en otra época hubieran conseguido su propósito sin que la justicia o el

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poder político se dieran por enterado. Los medios de comunicación se hicieron cargo de difundir las imágenes de destrucción del bosque por todo el país, ayudando a desenmascarar una propuesta de desarrollo depredadora de los recursos naturales y con absoluto desprecio por las personas y sus formas locales de vida. Otro caso de igual dramatismo está ocurriendo ahora mismo en la zona de Vilelas, donde, tal como lo describe El Liberal del jueves 19 de octubre, el titular de dominio, con la colaboración de una justicia miope, acaba de consumar una serie de vejámenes contra los Guevara, antiguos pobladores de la zona. La persona en cuestión, Felipe Martínez Calabozo, no contento con haber acompañado la ejecución de la orden de desalojo, y sin dar lugar a los plazos correspondientes para el retiro de sus pertenencias (13 días), pasó como una sombra vengadora en medio de la noche, arrasando y quemando los ranchos con todo adentro y destruyendo dos hornos de carbón que estaban en plena producción. Se dio pie a tamaña injusticia, paradójicamente en nombre de la justicia, y de un juicio ganado, pero plagado de irregularidades, al punto que el demandado, Demófilo Guevara, ya falleció hace tiempo, y de que se destruyó un rancho de un nieto de Guevara, de apellido López, que no tenía orden de lanzamiento en su contra. Este es un nuevo ejemplo del verdadero problema, que no sería aventurado vaticinar que se va a seguir multiplicando en el futuro próximo, y que no se va a solucionar con una ley de adjudicación de tierras fiscales, sino que requiere de una honesta y decidida voluntad política de solución. La Mesa de Tierras integrada por abogados, Organizaciones No Gubernamentales, Organizaciones campesinas, Equipos parroquiales y la Pastoral Social de la Iglesia ha formulado propuestas de solución en la dirección correcta. Sin embargo dichas propuestas, lejos de ser tenidas en cuenta duermen el sueño en el escritorio de los burócratas. En cambio aparecen fantasías de solución, que son sólo espejos de colores. Tan solo la madurez del proceso democrático en el país impide y seguirá impidiendo que arbitrariedades o injusticias como las narradas en Vilelas se consuman en contra de la gente simple de nuestro pueblo. Mesa de Tierras integrada por: Pastoral Social del Obispado de Santiago, ONGs, Organizaciones Campesinas Abogados, Legisladores provinciales.

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La carpa que resiste Como consecuencia del hostigamiento los campesinos deciden instalar una carpa, ubicada en las posesiones de Gregoria Chávez, en el territorio de la comisión de base de Santa Rosa, que recibió el nombre de Carpa Verde o Carpa de la Resistencia. Gregoria Chávez: La carpa la habíamos plantado porque entraba Claudio Trono, terrateniente, a hacer trabajar ahí en la tierra; a desmontar todo y que no quede nada de plantas, sin leña, nada. Entonces plantamos la carpa verde con la organización para que hagamos la resistencia ahí. Sabíamos estar cuarenta o cincuenta compañeros haciendo el aguante, entre todos: ancianos, niños, todos. Nos turnábamos, íbamos algunos [de nosotros] unos días y otros [compañeros y compañeras otros] días. Así han pasado tres meses, hasta que un día han entrado a trabajar y nosotros habíamos ido todos los compañeros a decirles que salgan... Y el aguante era para que no trabajen ellos. Todo esto limpio que ve usted, era monte, todo leña. Ahora nos dejaron sin un palo de leña. En diciembre del año 2000 se produce un nuevo episodio en el conflicto con el terrateniente Trono, donde se hallaba la Carpa de la Resistencia. En esa ocasión, queda detenido el preso más joven conocido a lo largo de este conflicto, Nahuel Aguirre, en ese entonces de sólo once meses de edad. Cristina Loaiza: En lo de la Gregoria, ahí estaban las topadoras y nosotros íbamos así organizados a sacarlos del lugar, y adentro, el chofer y un policía cuidándolo, adentro de la topadora. Y así varias veces hemos sacado a las topadoras de ahí y había policías, venían a custodiar la topadora para que la topadora voltee el monte. Un día tocó hacer reunión, y mientras estos empleados de este

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Trono, algunos de los trabajadores de ellos eran gente campesina de ahí del lugar y otro no, traídos de otros lados... Entonces cuando estamos ahí en reunión vemos que viene el tractor, a sacar una leña que teníamos amontonada. Decidimos venir a decirles que cómo van a sacar la leña si la leña es de nosotros. Y ahí se enojaron y nos empezaron a tirar con palos, con picos, con hachas. Y los compañeros también han empezado a agarrar palos y a tirarles a ellos y en ese momento sale la Jueza de Paz, de ahí dentro de ellos andaba... Melisa Nasif, que hoy sigue estando de jueza, en los tiempos de Juárez era jueza y sigue estando. Gregoria Chávez: Entre medio de la gente que andaba trabajando, estaba la jueza que trabaja en Pinto. Cuidaba a la gente para que nosotros no vayamos a correrlos. Nosotros hemos ido sesenta compañeros. Algunos se han hecho los malos y nos tiraban con palos, hachas, picos. A algunos de los compañeros los golpearon. Nosotros ese día estábamos yendo a una reunión en Quimilí, y estaba Ángel aquí ese día, nos había venido a buscar a cinco compañeros. Vamos con Ángel a hacer la denuncia por Pinto... Han tardado un poco en la comisaría de tomarnos la denuncia. Mientras tanto la jueza ya había ido a hacer la denuncia para nosotros, nos ganó. Llegamos allá y el policía nos hacía demorar. Después entró la jueza, y gente que estaban trabajando aquí. Cuando entraban yo le dije a la Cristina “Estos nos vienen a hacer la denuncia, por eso nos está haciendo demorar”. Tal es así, que viene un policía, pariente de mi marido, y nos dice “Ustedes saben que están detenidos”. Yo le digo que no sabemos. Nos dice “Aquí ustedes tienen denuncias”. Entonces, me levanto y le voy a avisar a Cristina, a Sabino y a Ángel. Entonces ahí fue la jueza primeramente a hacer la denuncia para que nos detengan. Nos detuvieron a nueve compañeros y a Cristina con el chiquito más grande, que tenía nueve meses me parece. Fuimos nosotras dos las mujeres detenidas, Pocholo, Ángel, Tito, otro chico que está en Buenos Aires, y Sabino. Estuvimos cinco días detenidos.

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C: Y después me hacen bajar a mí, hacen bajar a otros compañeros que estamos, y éramos ocho, con Nahuel que tenía once meses y nos hacen pasar a todos adentro y nos dicen que estamos demorados. Y demorados por qué, si nosotros éramos lo que íbamos a hacer la denuncia, porque los otros ya nos habían denunciado por teléfono, así que a nosotros no nos querían recibir la denuncia. Nos tiene ahí como hasta las doce de la noche y de ahí nos llevan a Añatuya. Yo he estado tres días y ellos han estado seis días... Después en tres días me largan a mí y el juez dice que me largaron por el chico, que me tenía lástima porque estaba preso... Yo le dije al juez que también lo anote al chico que estaba detenido porque era un ser humano, detenido ahí también y él me ha dicho, “No, pero es chiquito, no lo puedo anotar”. Tenía once meses. G: Después fueron los compañeros a hacer el aguante. Así que ahí nos tuvieron que largar. El que estaba, el juez García, no quería soltarnos... Después fue Santucho a la noche y habló él, y le dice a Ángel “El juez no los va a largar mientras no corran la carpa”. Entonces los compañeros que estaban afuera dijeron que no... A las doce de la noche tuvo que presentarse el juez, de ojotas y pantalón corto, a darnos la libertad, porque los compañeros mandaban notas de todos lados que no lo dejaban ni dormir. Mientras tanto había como sesenta compañeros en la puerta de la comisaría haciendo el aguante. Bueno, de ahí pasamos esa carpa para acá, para que nos suelten... Y ahí quedó la carpa. Estaba plantada y hace poco con el calor se hizo pedazos el nylon. O sea que esta carpa primeramente estaba allá. Tres meses estuvimos ahí haciendo el aguante. C: Y después que me largan a mí hemos hecho una manifestación, ahí en el juzgado; han venido más compañeros de Quimilí, han venido aquí, así que hemos hecho una manifestación todo el día. Adentro de la comisaría todos los pasillos, y este (se refiere a su hijo Nahuel) como en ese tiempo caminaba a cuatro pies, agarraba una botella plástica y golpeaba así en el piso, todo el día les hacía bulla y a los policías les molestaba. “No, pero salgan afuera, como van a estar aquí”, y no les hacíamos caso, nos quedábamos ahí todo el día y así los han podido largar a los otros...

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El hostigamiento de los terratenientes sobre las tierras de los campesinos de la central Pinto es retomado sobre la mitad del año 2001. Los registros de Cristina Loaiza describen algunas situaciones: 1 de abril de 2001: La policía de Pinto pasa nuevamente por las comunidades campesinas dejando una notificación para Francisco (Pancho) Loaiza. 7 de mayo de 2001: Don Miguel Rodríguez fue a la ciudad de Pinto a denunciar a Claudio Trono que le ha clausurado una puerta por donde pasa la majada de cabras y los vacunos para la represa y el bebedero. Al llegar a la comisaría le informan que está detenido. 13 de mayo de 2001: Los peones de Bertero, mataron 5 cabras y lastimaron otras. Durante los meses de mayo y junio, las comunidades campesinas experimentamos múltiples robos, desapariciones y muertes de ganadería caprina y vacuna por disparos. El 14 de julio de 2001: Un grupo de más de veinte policías, entra violentamente al predio de la familia de Celso Coria, los acompañaban Rudesindo Bertero y dos oficiales de justicia. Era un día sábado, día inhábil para ejercer un desalojo. El día 6 de octubre de 2001: Claudio Trono, mete en un acoplado y tractor a un grupo de 15 personas para que roben la madera y la leña de la posesión de Gregoria. G: Hicimos el aguante porque todo eso era leña cortada que había hecho cortar el terrateniente. Todo eso era monte. Tres veces sacamos topadoras de ahí. Sacábamos una y a un mes no entraba nadie. Después otra vez volvía a entrar la topadora cuidada con la policía. O sea que primeramente este pedazo era sembrado de los terratenientes, algodón todo. Ahora hace dos años que no aparece; hasta ahora ¡gracias a Dios! Bueno, ahora por más que quieran entrar estamos dispuestos a no dejar a nadie entrar. Por lo menos nosotros, la organización, ya habíamos hablado entre todos los compañeros que cualquier día que quieran volver a entrar vamos a volver a renovar la carpa de adentro y hacer aguante.

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Muy cerca de los lotes 20 y 24, algo hacia el noreste y casi para el mismo momento, se intenta desalojar a la Familia de Emma y Celso Coria. Emma, afortunadamente, guarda registro de los sucesos: Del Diario de Emma Coria (2000) En enero la jueza vino con una citación para Celso Coria. En ese mes la familia Coria comenzamos a tener atropellos por la policía, jueces, terratenientes, se comenzó a recibir notificaciones pero nosotros ya estábamos organizados con el Mo.Ca.SE. El 26 de abril se presentó el juez de justicia de Añatuya con una citación para nosotros los Coria. El 28 de mayo cortaron el alambre Cacho Roso mandado por Bertero y Busi hicimos denuncia en la jefatura de policía de la ciudad de Pinto sec 17 Aguirre. El día 2 de agosto se hizo presente la policía para verificar el alambre, cortado, el alambrado tenía 4 hilos. El 15 de agosto se presentaron en la casa de Coria, Bertero y Busi, diciendo que habían comprado el campo. Yo le dije que el campo era mío, que yo no le vendí a nadie. Como yo les contesté así ellos hicieron poner veneno con sorgo en el campo, con Julio cejas, era el peón de ellos y comieron mis chivas y murieron también dos vacas y dos yeguas. 20 de agosto volvieron a nuestra casa Bertero con un mensurador midiendo del canal hasta mi casa. Ellos tenían un peón que era medio loco que cuando iban los chicos a traer agua del paso les hacía tiros, eso era hasta que yo hice una denuncia para que la policía lo hiciera sacar de allá. El sábado 14 de julio del 2001 a las 8 de la mañana se aproximaron a nuestro domicilio ubicado en el paraje Santa Rosa, departamento Aguirre, la camioneta de la jefatura de policía seccional 17 de Pinto, 3 policías de dicha jefatura, 2 de la ciudad de Añatuya los cuales acompañados por los oficiales de justicia Garrido y Salvatierra, los cuales dieron lectura a una orden de

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desalojo, luego de la lectura comenzaron a llevar todo lo que había afuera y adentro de la casa con el tractor, andaba Juan Campo y también los cargadores eran Hugo Mansilla, Gabriel Maldonado y Fernando Céspedes, que por unas ricas monedas nos querían destruir nuestra vivienda y enseguida mandé a mi hijo Diego, a llamar a mis compañeros campesinos del Mo.Ca. SE y vinieron, los compañeros y también nuestra hija Leonor y después vinieron más gente del Mo.Ca.SE, que la policía al ver que eran más llamaron más refuerzos de policía y al ver que no se pudo hacer el desalojo el jefe de policía Damián Barrera labró un acta y se fueron, estamos todos organizados con el Mo.Ca.SE, más fuertes. Emma registra además las discusiones que varios compañeros y especialmente su hija Leonor, tuvieron con los policías. Yo soy la hija de Celso Coria y Emma Díaz por si no lo sabían, insisto, yo soy dueña de esta casa. Nací y me crié aquí. Vivieron mis abuelos y bisabuelos Nadie me va a prohibir. Y a ustedes yo no los llamé para que vengan a perjudicarlos a toda la familia por lo tanto ya deben irse de nuestra casa y las cosas que cargaron en el acoplado no tocarán ninguna. Y el grupo de campesinos no permitían porque querían enganchar el acoplado en el tractor, pero esa hija se sentó en la lanza que iba sólo matándola a ella que se encontraba con su hijita de tan sólo un añito de vida y los demás compañeros alrededor mientras se sumaron más grupos de campesinos en apoyo. Y la policía también pidió refuerzos. Y no permitía que los dueños saquen la mercadería para hacer algo de comer ya que desde la mañana estaba sin tomar ni mate. La hija de Coria, Leonor y compañeros bajaron harina para hacer tortilla pero no dejaban mesas para usar. Los campesinos le dijeron en qué vamos a apoyar la botijuela, encima de la cabeza, pero era imposible porque eran bastante altos para usarlos como mesa. Siguen algunos comentarios de la compañera y de su hijo Fernando en una entrevista realizada a ambos:

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Emma Coria: Nos sentíamos muy mal, pero como teníamos a los compañeros ayudándonos no teníamos tanto miedo. Al principio sí, pero después no, porque ya estábamos con todos los compañeros. Nosotros ya estábamos organizados en el Mo.Ca.SE, así que empezamos a resistir. Antes mi marido andaba escondido, no aparecía, porque sino enseguida se lo llevaban, porque venían a buscarlo a él, yo le he dicho que él no estaba, pero él estaba escondido abajo del colchón (ríen). Fernando Coria: Ellos tenían orden de llevarlo y si nosotros no hacíamos esas cosas estas horas ya lo hubieran llevado, a esta hora hubieran volteado la casa, todo, no va a haber nada después. Yo más bronca tenía, parientes nuestros, vecinos han venido a desalojarnos a nosotros. Los que han venido a cargar las cosas, que han venido con Bertero, eran nuestros primos… E.C: Por estar contra nosotros les han dado 25 hectáreas, sacan los animales a la calle, el pedacito que le han dado no les alcanza para comer… (…) ahora se han ido los Bertero y ahí han quedado. Nosotros les decíamos que nos ayuden, y ellos pensaban que así iban a estar bien. Se ha vivido una cosa muy triste esa vez, porque imagínate te empiezan a sacar las cosas y te empiezan a destruir la casa, te tienes que sentir mal, pero después de eso, en la lucha, que ahora estamos, me siento más fuerte, si quieren venir que vengan, yo no les tengo miedo. Después cuando lo han querido desalojar al compañero Sabino ahí he estado yo, (…) me he divertido con los policías, les he dicho, imaginen que soy el jefe de ustedes, me paraba adelante y les decía ¡Firmes!, vean que no les tengo miedo, ahora estoy más fuerte que antes. Me siento más fuerte y me da rabia. Hay gente que no piensan como nosotros… piensan que nosotros estamos locos porque defendemos nuestra tierra… y estando en el Mo.Ca.SE estamos bien, hemos conseguido [construir] una radio, una carnicería, que se ha conseguido con la lucha. Por lo menos ahora con esta lucha que hemos tenido ahora estamos bien porque estamos en nuestra tierra nomás.

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La memoria de los mas jovenes En las luchas del Movimiento Campesino de Santiago del Estero suelen involucrarse las familias completas. Por eso, cuando tuvimos la oportunidad, reunimos en una entrevista colectiva a algunos chicos que tenían para el 2000, entre 6 y 16 años para que nos cuenten sus recuerdos de esa época, y nos dicen: - Cuando mi mamá empezó a luchar la primera vez que me ha llevado era en el desalojo de los Coria. Y ahí cuando hemos ido se ha empezado a meter en medio la policía. Con mi sobrinita nos hemos criado juntos, nosotros hemos tenido mucho miedo, cuando estábamos se ha empezado a meter la policía, y hemos corrido (ríe). Y después ya, cuando había lío en lo de la Gregoria ya no teníamos miedo, a mi mamá le han apuntado con una escopeta y nosotros no teníamos miedo, nos parábamos delante de ella y no le mezquinábamos, y ahora ya no tenemos miedo. (…) - Frente a mi casa también, hacían tiros y al principio también teníamos un poco de miedo, como decía la compañera, pero después al último nos hemos ido acostumbrando y hemos tenido un poco más de coraje y así, hemos seguido en la lucha y hasta el día de hoy seguimos luchando. (…) - Nosotros escribíamos Mo.Ca.SE en el cuaderno y los maestros nos querían hacer borrar… y nosotros nos lo hemos escrito en los pantalones… (…) en las paredes escribíamos, en las mesas, y yo no quería hacer caso. La maestra me retaba y los otros chicos se reían. Los Mocachines nos llamaba la maestra, se burlaba la maestra. (…) - El futuro… para mí lo que siembra mi madre yo he de cosechar, (…)… los chicos de ahora están organizados, un chico de seis años viene la policía a llevarse al padre y el chico agarra el celular y se va a avisarle a un compañero, no es más como los de antes, es como que se capacita el grande y se capacita el chico también… cuando tenía doce años hemos ido a sacar a uno que han entrado a sacar leña en lo de la Gregoria, hemos ido con la hija de Pocholo y les hemos dado palo…

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Pocholo Aguirre: Ese año cuando hemos hecho el encuentro de la Mesa Nacional. En principio veníamos organizando de hacer una marcha… por el tema de los atropellos de la policía, que la policía andaba de noche. A las doce de la noche venían a dejar una notificación, a las cuatro de la mañana… Nos perseguían cuando teníamos que viajar. Nos atajaban en las tres salidas que teníamos para Pinto. O sea, nos perseguía continuamente la policía. Entonces decidimos hacer una marcha. Nos juntamos y dijimos “Bueno, que tanto nos persiguen, vamos a hacer algo”. Y había un jefe que no me acuerdo cómo se llamaba, cuando íbamos a hacer la denuncia, no nos quería recibir la denuncia. Nos decía que teníamos que tener escritura de las tierras para que nos puedan recibir denuncias. Entonces íbamos tres, cuatro veces; volvíamos… y un día decidimos ir veinte. Y un día vamos veinte a exigir que nos reciba la denuncia. Nos quiso hacer pasar de a uno. “¡No!” Que para todos no había lugar, que pasemos uno. Entonces habíamos ido armando que vamos a exigir que pasen dos. Entonces nos dicen “pasen dos”, y nosotros sabíamos que nosotros entrábamos y todos los otros iban por detrás de nosotros. Entonces así pasamos los veinte, y el jefe estaba sentado en la oficina y nos dice “¡Eh, pero acá no pueden entrar todos!”. “No, aquí vamos a hablar todos, si no ninguno”. Entonces empezaron “que no hay asiento”; “No hay ningún problema, todos nos sentamos en el piso”, todos los que hemos ido. Y ponía imposibles para no recibir la denuncia. Ahí explicamos lo que venía pasando. Le hemos dicho, por qué no nos quería recibir la denuncia. Ahí empezó a plantear que tienen que tener escritura las tierras para recibir denuncias, y le dijimos de la ley veinteñal; y dice “No, si ustedes hablan de la ley

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veinteñal necesitan veinte hectáreas de tierra”. Cualquier cosa… Entonces ahí le dijimos que cuántas veces habíamos ido dos, tres personas y no nos quería recibir la denuncia. Que nosotros vamos a denunciarlos a ellos, o vamos a ir cien campesinos y vamos a hacer una manifestación a la comisaría. Entonces desde ahí empezamos. Nos recibió ahí la denuncia en ese momento, incluso nos recibió la denuncia a una persona pero los veinte que estaban firmaron la denuncia. Carlos Benítez: Arrancamos… Porque ya teníamos bastante bronca que no nos querían tomar la denuncia los policías de Pinto y los jueces que también a veces iban prendidos con los empresarios. Y nos dedicamos a hablar a los cumpas que podíamos hacer una marcha y dijeron que sí, todo y bueno. Y arrancamos de ahí de Pinto, cerca de la ruta 34, hicimos unas nueve cuadras hasta llegar a la comisaría. Estuvimos desde las diez de la mañana hasta las dos de la tarde más o menos. Y fue un éxito para nosotros porque ya íbamos uno o dos y ya nos tomaban la denuncia, porque se sentían medio presionados. P: Bueno, después venimos y empezamos a hablar con los compañeros que cómo era la policía. Y salió de muchos de los compañeros hacer una manifestación o marcha. Después lo discutimos en un secretariado, y como tocaba hacer la Mesa Nacional, que se llamaba, dijeron, “vamos a hacerla en Pinto la Mesa Nacional”. Venían de varias provincias. Había gente de Santiago, de organizaciones más chicas… Y había gente de Casares, de Cleveland en esa época. También tenían problemas de tierra en esa época y también se sumaron a esa marcha. Y había muchos compañeros de aquí, jóvenes, y así de las otras centrales también, que nos apoyamos. C: Fuimos como seiscientas personas. Vinieron de Quimilí, de Salta, de Jujuy… Acá en Pinto. Nos tocó un día de lluvia. Fue

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bastante dura esa marcha; la policía de Pinto ya no quería trabajar casi con los terratenientes porque los apretamos bastante fuerte con esa marcha… La marcha organizada por los campesinos nucleados en el Mo.Ca.SE tuvo muchas adhesiones de organizaciones sociales y políticas de la provincia.

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Carlos Benítez: El primer día (eran cuatro días), nos prestaron una iglesia. Entonces ahí hicimos dos días de reunión en esa iglesia. Por hacerlo en Pinto, por hacernos aparecer ahí. Había así como una llovizna; la comida, todo ahí nomás. Al tercer día teníamos que venir… En realidad en esa reunión no hablamos. Todos sabíamos que íbamos a hacer una marcha, pero la marcha la íbamos a organizar mejor viniendo acá en el campo. Entonces terminaba el movimiento nacional, la mesa nacional digo, y después vinimos acá al campo. Hicimos un día reunión, planeamos todo como íbamos a hacer. Todos los compañeros que estaban vistos por donde íbamos a marchar, que íbamos a dejarle a la policía. Entonces hicimos un día de reunión aquí, y organizamos. Teníamos que ir todos, salir temprano. Entonces, en esa época recién estaba haciéndose lo que veías ahí en la foto de la central, recién, recién se estaba haciendo. Nos juntamos, cenamos esa noche todos ahí, dormimos algunos por algunas casas y bueno a la mañana temprano salimos. Empezamos la marcha ahí a una cuadra de la ruta 34, a continuación del hospital, de ahí salimos. Nos juntamos todos ahí, habíamos juntado esa noche carteles, todo. Y lo que hemos hecho era un buzón para dejarles… Hicimos una caja forrada para el jefe este, se llamaba Rubén Palavecino. Queríamos dejarle algo ahí con todo lo que hacía, entonces todos los que estuvimos escribimos. Cada uno le dejamos una cartita para él… Venimos marchando todos de ahí, del hospital por la avenida grande. Porque antes no era la comisaría ahí donde está, tenemos diez cuadras más o menos caminando. Teníamos una camioneta que venía con parlantes, todos veníamos hablando y explicando lo que pasaba con la policía. Que por qué la defensa de la tierra, lo cual uno era “Lobito”, era yo, otra era la Alicia, los que hablamos, y teníamos distintas paradas. En la municipalidad hacíamos una mística, la referencia de la mística: vida y cultura de los campesinos. Y todo era para llegar. Había mucha gente que nos aplaudía. Salieron todos los chicos de la escuela, que está ahí la escuela en la avenida principal; salieron

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las maestras, los chicos a aplaudir en la calle. Y así mucha gente que nos aplaudía cuando íbamos marchando, “¡Sigan con esto! No dejen, que la policía son unos hijos de puta. Aquí y donde estén”. Bueno, llegamos a la comisaría, se veía muy poquita policía en ese momento. Pero había gente que esa noche ha estado viendo, que han venido más policías de Santiago, diciendo que le íbamos a quemar la comisaría, que había mucha policía adentro de la comisaría. Entonces nosotros armamos un lío ahí y salían todos. Entonces hicimos, nos paramos frente a la comisaría, hicimos un acto, hicimos una mística. La mística refería a ellos, como venían y agarraban a la gente y los esposaba como si fueran unos delincuentes. Se ha leído un documento que habíamos preparado y se le dejó ese buzón en la puerta de la comisaría. En realidad se le entregó a este jefe, Rubén Palavecino, en la mano y él agarró y lo puso ahí en el piso. Cuando le dijimos de todo a la policía de lo que venían haciendo en el campo, ya empezaron a salir policías de adentro, y nos dimos cuenta que había mucha policía adentro. Y hemos sido como seiscientas personas que hemos marchado. Y después de esa marcha se sentía como que la policía iba cambiando. Como que si vos ibas, te recibía la denuncia. Como que le dejamos el mensaje, si ellos no cambian le quemamos la comisaría… Y después a los tres, cuatro días que nos fuimos a Pinto y toda la gente que te encontrabas en la calle, contenta por la marcha. Era como que nunca jamás le hicieron una marcha a la policía y a nadie en Pinto. Y eso sí, después no hemos hecho ninguna marcha, ninguna manifestación, nada en Pinto. Y por ahí a veces cuando nos juntamos con algunos compañeros decimos que ha sido un error de nosotros; que si hemos empezado con una marcha, teníamos que hacer algo más contra el intendente, en esa época estaba Emilio Rached.

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Tras los hechos del año 2000, los campesinos de la Comunidad de Pinto han soportado toda clase de presiones y hostigamientos por parte de los terratenientes y los funcionarios cómplices. Para el año 2002 ocurre otro hecho de amedrentamiento contra los pobladores de la zona, en este caso contra Miguel Rodríguez. Cristina Loaiza: Luego han venido unos tipos, [uno] que es de Ceres, que tiene una YPF, que han comprado, que dicen que han comprado unos campos entre lote 20 y Santa Rosa, una parte de Santa Rosa, ellos han venido en el... 96... 97 antes que nosotros nos hemos organizado han venido estos tipos, ya han alambrado ahí... han puesto alambre a 3.300 hectáreas han cerrado en el lote 20... bueno, cerrado y nada más… venían a ver siempre... han empezado a andar peones ahí... han venido con tractores, han arado, ahí cerca de donde hicimos el secretariado, han sembrado alfa, y... los animales le han terminado todo pero no decían nada... y le decían a don Rodríguez “por qué no ha atajado los animales”; “Es el paseo de los animales, yo no voy a atajar, a matar de hambre a mis animales para que ustedes tengan”. Como ese tiempo era tiempo de secas, eso era en el 2002, si no me acuerdo mal... diez meses de seca, o había agua en los canales y tenían que baldear y habían dejado como encargado a un tal Julio Cejas. Nunca le decía nada a don Rodríguez... y siempre se le venían perdiendo animales ahí adentro, cabras, ovejas se les perdían. Cuando él entra a sacar agua con uno de sus hijos, para los animales... dice que entra la camioneta de este Julio Cejas y se baja de la camioneta enojado y dice que se retiren de ahí y que los pozos todos son de ellos y que ellos habían comprado...

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En realidad que los pozos eran hechos por los pobladores de hace años ahí... represas… todo, y don Miguel Rodríguez le ha dicho “cómo me va a venir a correr si saben muy bien que todos los pozos” son de él [de don Miguel] y tienen derecho al agua ahí... Miguel Rodríguez: Esa empresa Bertero (…) tenían de peón a un tal Julio Cejas. Y bueno, a este tal Julio Cejas lo tenían allá en el otro campo y lo mudan para acá, lo mudan pa’ lote 20. Y allá ha entrado y hacía unos días que estaba. Y bueno, un día, lo veía que andaba trabajando, haciendo limpiar los alambres, y me dice “Don Rodríguez, perdone (….) yo quería hablar un poco con usted. Yo voy a estar unos quince días y después salgo y me voy. Porque yo ando por una linda plata, Don Rodríguez”, me dice. Después de unos poquitos días yo estoy sacando agua del pozo y llega el tipo en la camioneta y se para cerquita. Y yo ya había puesto el balde con soga y todo y andaba tirando un palito, mojaba el palo. Y viene y me dice “vos qué hacés aquí”, “¿no ves que le estoy dando agua a los animales?”, le dije. “Rajá, rajá” me hacía señas con patita, “rajá, rajá” [Beata dice: Como un perro lo quería correr]. “Sí”, le digo “no, momento compañero, ¿voy a salir yo o vas a salir vos?”. Y qué, sacó el cuchillo y empezó el manejo ahí, ha retrocedido hacia atrás y había tenido una cabeza de soga pa’ los caballos, así que se le pone a los caballos para … Y bueno, este se ha enrollado y se me ha venido a pegar con eso. Parece que con el cuchillo no ha querido. Y le digo “no me va a querer pegar porque te voy a hacer cagar”. Así le dije, compañero. Y se han acercado los demás compañeros de la cuadrilla de alambre que me iban a pegar. Les digo “muchachos déjennos, no se arrime nadie”. Y en eso que he querido tenerlo me abrazó ¿que no? Me abrazó y nos prendimos. No me podía voltear, no me podía, se acabó rompiendo la ropa, todo. Y ahí yo lo hice largar, Ah, pero y lo había garroteado primero, cierto. Lo garroteé y ahí el palo me han quitado y le dí un trompazo y lo hice retroceder. Y le gritó al compañero que había estado por ahí que en la camioneta había tenido la escopeta “sacá la escopeta y metéle un tiro a esa

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mierda, metéle” (…) me ha agarrado un pié, o yo no se he querido moverme y me agarra el pie. Me ha tirado abajo, y tengo dos dedos casi dañados. Dos ya no me sirven. Ese Julio Cejas me baleó y se mandó a mudar. Y no lo pillan ni la policía, pero macana. Eso ha sido el 14 de noviembre de 2002. Este noviembre va a hacer siete años. Una tarde como a las cuatro de la tarde. C: Lo balea y después se dispara en la camioneta, se va disparando, y va por la casa del agente sanitario y le dice que lo baleó a Don Miguel Rodríguez. Que vaya a auxiliarlo, que le ha tirado de un tiro. Y se va. Y en ese momento la sanitaria no tenía ni qué llevar y ha venido Sabino, de los viajes que hace, ha venido en la camioneta y lo llevó al hospital... le ha perforado dos dedos. Entrevistador: ¿Quién le pagaba al peón? C: Rudy Bertero, el mismo que le hace a Doña Emma (Coria), a (Sabino) Chávez. O sea, venían a atacarnos por un lado y seguía, seguían por otro. MR: Ahí en el hospital, cuando estaba internado yo, había ido ese dicho dueño...pero el tipo no hablaba, hablaba otro, un comedido que había ahí, el jefe de policía, un tal Giménez... Y bueno dice “don Rodríguez,aquí veníamos a charlar un rato con usted... el señor Bertero dice que quiere arreglar con usted, que lo quieren encargado en el campo”; “¿En qué campo?” le digo yo. “Y allá, donde está usted, en el lote 20. Usted va a trabajar, va a manejar la gente”. Le digo que no, no le acepté, porque yo no sé cómo voy a quedar. “El señor Bertero le va a dar una plata para que usted se haga curar, y después esa plata, pueden trabajar sus muchachos y pagar”; “No señor, yo en cuentas no voy a hacer meter a mis hijos, y yo me manejaré como pueda, como siempre me he manejado. Y además esos compromisos yo no quiero, porque además no son verdaderos”, no le hice el acuerdo. “Pero Rodríguez, usted es un hombre bueno”; “Y sí, considero que soy un

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hombre bueno dentro de mi zona, hay gente que me respeta... A mí no me den plata, nada, págueme la cura, y los dedos perdidos que tengo”. No me dijeron nada, nada. Después ese Rudy Bertero, agarró un rollo de plata...habían sido $ 16 (se ríe), y me los puso en el bolsillo, para curarme con eso. Y le digo que no, no hay acuerdo.... C:Y él ha estado internado como cinco días en Añatuya y le estaba agarrado infección y lo llevan a Santiago... y en Santiago le han hecho las curaciones, que no le han hecho aquí, que no le han hecho ni limpiezas ni nada... así que ha estado allá como cinco días más y de ahí lo mandan al hospital de Pinto y ahí ha estado internado más de un mes. Después se mejora, viene a la casa y siempre ha estado con los problemas, que le dolían los pies... y así ha andado y hasta el último se ha mejorado. Y está internado en el hospital y mientras nos cuenta que va el diputado provincial, un tal José Gramaglia, que es de Pinto y un policía... Giménez, estaba de jefe y lo hablan y le dicen que no denuncie, que trate de arreglar, que Bertero le va a pagar la plata, lo que él pida, que no haga la denuncia y Miguel le dice que él solo no va a decidir, sino que van a decidir entre todos qué van a hacer… Después de eso que recibe el balazo él, hicimos todo lo que teníamos que hacer, las denuncias y todo. Y la justicia que nunca actuaba para favor de nosotros, nada. Hicimos una reunión de todos los de ese lugar y de lote 20 y otros vecinos y veíamos que esa casilla donde estaban era el lugar de refugio de los terratenientes, que venían y se metían ahí y de ahí nos amenazaban. Entonces decidimos a voltear todo. Decidimos voltear y a las diez de la noche no había más casilla. [Miguel Rodríguez dice: Tiramos todo]. Había un grupo volteando la casilla y otro grupo volteando alambre. Con la bronca de que a un compañero le baleen y no hacen nada, entonces decidimos hacer eso. Ya habíamos hecho anteriormente denuncias, tenemos un montón de

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denuncias. Lo que hemos hecho ese día era (…) voltear la casilla y al otro día quedarnos resistiendo ahí. Y ha venido la jueza Blanca Ramos, porque nos habían matado animales, todo eso y nunca hacía nada. Entonces ha tenido que llegarse la jueza a ese lugar, eran como las ocho de la noche, ha llegado con la policía. Hemos tenido que llevarla a dónde nos habían matado a los animales. Con una lámpara hemos andado de noche. Y hemos hecho que haga un acta y hemos firmado que decidimos desarmar la casilla y que estaban todas las cosas ahí que hemos dado plazo de quince días que retiren todo. Ahí, en esa casilla hemos sacado como cinco veces a los tipos de ese lugar. M. R: Porque después se metió Oscar Duto, de Bandera, diciendo que él ha comprado. C: Primero hacemos la denuncia y después entramos a sacar si la policía no hace nada. Entonces decidimos ver que esa casilla que se metía la gente, de ahí nos tiroteaban. Hasta un día lo habíamos sacado a un tipo de ahí, de adentro. Le habíamos cargado todas las cosas, la camioneta le hicimos arrancar, le entregamos todas las cosas y que se vaya. Agarró, se fue a la casa del vecino. Y entonces como llovía, se habíamos mojado, un montón de compañeros mojados en el agua, decidimos ir a cambiarnos en la casa de Miguel Rodríguez. Y a comer, era el mediodía. Vamos a comer ahí y quedaron un grupo de jóvenes, de chicos, ahí en la casilla. Y entonces, cuando los chicos vienen y nos avisan que han vuelto a entrar. Han venido tres armados y a los tiros. Y los chicos han retrocedido cuando venían haciendo tiros ahí. Los chicos han retrocedido y han dejado que tomen la casilla. Y entonces los tipos qué han hecho, nos vuelven a quitar la casilla, esa casilla prefabricada. Y nosotros qué hacemos, hemos venido todo el grupo así con bronca para encarar y hemos visto que uno estaba arriba de la casilla, otro en la ventana y otro en la puerta. Todos nos custodiaban, todos con armas ahí. Entonces nosotros retrocedimos de vuelta. Fuimos a la casa de Mi-

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guel Rodríguez, hicimos una reunión, una asamblea y ver qué opiniones había entre todos para volver a entrar ese día. Entonces armamos dos grupos, salió una propuesta de armar dos grupos. [Porque] para esta parte había tractores donde trabajaban y allá había gente cuidando la casilla. Entonces veíamos que ellos mezquinaban los dos lugares. Mezquinaban de este lado y mezquinaban allá en la casilla. Mezquinaban los tractores y mezquinaban la casilla. Entonces armamos dos grupos. Dijimos, “un grupo va a pasar por la ruta haciéndose que vamos para el tractor y otro grupo va a quedar escondido ahí cerca de la casilla. Entonces cuando los tipos se bajen de la casilla y nos persigan a los otros, el grupo que estaba para atrás entra a la casilla”. Entonces eso hemos hecho. Quedó un grupo atrás, veníamos un grupo grande por la ruta y los tipos se bajaron y habíamos tenido una seña, los que quedaban atrás nos hacían una seña con un pañuelo blanco. Eso era que significaba que se bajaban de la casilla. Entonces se bajaron y nos perseguían a los tiros a nosotros, pero así, a salva vida déle tiros nos seguían a nosotros y nosotros disparamos. Y lo que pasa, como siempre decimos, uno de día conoce todos los caminos, y ellos no conocen. Entonces lo que hemos hecho nosotros, ya sabíamos nosotros cuando nos perseguían a nosotros los otros ya han entrado, los compañeros nuestros en la casilla. Hicimos la vuelta nosotros, hicimos la vuelta número tres, volvimos por atrás y volvimos a entrar en la casilla nosotros. Y ellos han quedado lejos ya. Entonces entramos de vuelta nosotros a la casilla. Y en ese momento llega la camioneta de este Bertero y se armó un quilombo ahí a la entrada. Que le garrotearon a la camioneta de este Bertero. Los changos, las mujeres le garrotearon a los peones que tenían ahí. Les quitaron las armas y la policía les recibió las armas a los compañeros nuestros, y se las llevó la policía. Entonces ahí quedamos de vuelta nosotros con la casilla. MR: Sí, no hemos aflojado. Las balas silbaban por sobre nosotros en las casas. En el rancho nuestro porque no sé, estaba cerca ahí. Y la bronca era con nosotros, con la familia Rodríguez y Aguirre también. Y ahora estamos tranquilos. Nos han consumido mucho animal en esa época.

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Beata: Vivían los peones y los encargados de él diciendo que el campo es de ellos y agarraban y comían, batata todo le han quitado. Se han burlado también, pero después le ha ido mal cuando los hemos corrido de ahí. C: Después, pasado un año, Bertero le vende a otro de Bandera, un tal Oscar Duto, que también es uno de los tránsfugas... de Bandera, y este Oscar Duto, cuando estábamos sacando agua pasa con la camioneta y vuelve y nos dice que él ha comprado el campo... que en el pozo va a poner molino y que el molino va a ser para todos, tanto para ellos como para nosotros... que va a ser un vecino de nosotros, que vamos a trabajar juntos, que vamos a tener un trabajo... y le hemos dicho que no necesitamos que nos ponga molino ni trabajo.. trabajo lo tenemos nosotros, no queremos depender de nadie... y tampoco lo vamos a dejar trabajar si él entra, porque... el campo es de nosotros... y bueno se ha ido y así ... siempre las camionetas, que pasaban y volvían... y nosotros le sabemos todo, si pasan para acá sabemos hasta dónde van a ir y cuántos minutos van a echar para volver... así que todo controlado y si pasaban de noche sabemos qué camioneta pasaba porque a veces la conocemos por el ruido o a veces ... y un día ha pasado la camioneta y ha vuelto y se para en el pozo... agarramos y vamos como cuatro de aquí, cinco, vamos y de vuelta está el Duto este con un veterinario de Pinto, que es de apellido Apestegui, Juan Apestegui, y bueno... ahí lo hemos cagado puteando al veterinario... “hijo de puta, vendedor de tierras, ustedes vienen a vender y saben muy bien que nosotros vivimos aquí hace muchos años, vivimos criando” y quién es él que viene a vender los campos de nosotros. “No”, dice, “yo vengo a hacerlos conocer”, “ni tampoco tenés que venir a hacerlos conocer si los campos son de nosotros”. Hemos buscado para cagarlos a palos y se han subido a la camioneta y dispararon, y bueno, esos ya se han ido.

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La comision de base Fortin Union Rosenda Palavecino es la compañera que nos cuenta la historia del conflicto que da origen a la comunidad de base de Fortín Unión. La familia Navarro representa una amenaza permanente al territorio de las familias campesinas. Rosenda Palavecino: Ellos empezaron así, a blanquearnos, para ver cómo nos encontrábamos, si éramos capaces de defendernos o no, hacer reuniones así en casas de familias, y bueno, cuántos son los pobladores aquí, tantos, bueno, firmamos. Entonces ellos como que fueron a inscribir en catastro, como diciendo, los pobladores de ese lugar, vamos a tomar ese campo como nuestro pero sin siquiera decir a los pobladores cuántos años han vivido esa gente. Nosotros mismos somos sabedores de los años que hemos vivido. Mi madre ha nacido en 1901 en ese lugar; mis abuelos habían muerto en 1923 en el lugar, eran nativos de ese lugar. Cómo ellos siendo más jóvenes, uno de la clase 39 el otro 42, se sentían dueños de la tierra. Nosotros no le dábamos derecho. No porque nos venían a decir así nomás, pero sabíamos nosotros que ellos estaban en eso en catastro, se iban a tomar, así como han tomado otras tierras… Fortín es grande, es grandísimo, el pueblo es chiquito, pero el campo de fortín es grandísimo. Han usurpado, ha alambrado campos políticamente, no los han alambrado con derecho. Entrevistador: Son tierras donde había ¿cuántas familias? R: Muchas familias, yo he conocido gente, que tenía pozos de agua buena; esa gente han cerrado los campos y se fueron. Había una familia Hoyos, Díaz, después había un Fernández que está también, después estaba otra señora Gallo, en el lugar ese de Campo Unión, después, cómo vamos a decir… y familia Landriel, también… muchos pobladores. Algunos quedamos. Enraizados ahí. Yo he ido a la ciudad pero he vuelto.

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Y bueno, ya te conté del 75 cómo empezó, siguió, siguió. Me llamaban de allá de Santiago un Villavicencio. “Yo soy el dueño del campo, muy bien, los voy a dejar pero un cierto tiempo.” Y ahí Navarro se ha inscripto. Al morir Villavicencio agarra Navarro. Ahí se hacen el pase ellos y bueno, nos dejan un tiempo, llegan los veinte años y cuando hace los veinte años nos atacan en el 2000. Nos atacan en la noche, abriendo picadas. Ellos dejaron, como diciendo vamos a apoderarse y los dejamos y después cuando pasó esa fecha dijeron ahora alambramos. Habían nombrado a la Prado… yo no me acuerdo. Eso se acuerda mi marido, yo no he anotado. Él ha tomado el nombre de ella. Y cuando llegaron estos con furor, vamos a decir con fuerza, ahí yo tenía visitas, a mi hija que vino de Rosario y mi marido estaba en el pozo y les llegaron ahí y le preguntaron “cual es el campo de Miguel Vitar y del Gringo Navarro” y les dijo mi marido, “yo no conozco campo de Vitar y del Gringo Navarro.”; “¿ustedes dónde viven, usted, es poblador de aquí? “Si, yo soy poblador.” Eso ha sido en el 2000, te digo, porque en el 2002 fue más fuerza. Y ahí fueron a casa y le hablamos, les dijimos, “nosotros somos nativos de aquí, aquí no hay mas dueños que nosotros”; “Ah, porque a nosotros el señor Miguel Vitar nos ha dicho… y ustedes acá no figuran como pobladores”; “¿ah, no figuramos como pobladores? Entonces debe ser que vivo abajo de la tierra. Ustedes como conocedores nos conocen muy bien, cómo van a decir que no somos pobladores, somos tantos los pobladores de aquí. Estamos nosotros, mi hermano, del lote de allí, después está Benavídez, Galeano, Céspedes, otro Céspedes más, el Indio, está Iramain…” Empezaron a llegar los dos: Vitar con el Gringo, hacían reuniones en mi hermano, a mi marido lo sacaban como a los apurones: “Venimos a buscarlo a Gualberto que lo necesitamos”; “¿qué quieren hacer”, “queremos arreglar por la tierra, les van a dar tanto…” y mi hermano decía “bueno, arreglen, yo ya tengo alambradito tanto, dicen que les van a dar 20 hectáreas, a otros les van a dar 60, a otros le van a dar apenas la vivienda”. Seguían viviendo a casa, ellos seguían insistiendo en casa. Nos han tenido en la policía, [decían] que yo no les dejaba vender lo que era de ellos. En mi

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casa llevaban personas conocidos de ellos, amigos, que yo los conocía del pueblo, como para decir “hablen que ella a ustedes les va a dar, les va a aceptar a ustedes para que firme”, como dándole derecho a él. Y ahí entonces cuando ya nos vimos muy insistidos por la policía, entonces yo recurrí ya a los compañeros del lote 24. E: ¿Y cómo te enteraste de estos compañeros? R: Porque ya nos estuvieron visitando, ya tuvimos charlas nosotros con ellos. “¿Se animan?, ¿se deciden, se ponen firmes para enfrentar?” Había unos que no, mi marido decía “vamos a ver, tengo miedo, a lo mejor esto no se va a solucionar, cuánto va a llevar, va a ser un gastadero de dinero”; “Con nuestro derecho no creo que haga falta dinero” Y bueno, cuando nos dimos cuenta de la noche a la mañana, postes por todos lados, del pueblo hasta la esquina donde nosotros entramos a nuestra casa, todo posteado. Alambradotes. Un día me levanto… porque ni dormía, pero no era sueño, mi cuerpo parece que sí, pero mi mente no descansaba, había entrado en un estado casi depresivo. Yo estaba dormida y era como que veía los palos… y le digo a mi hija Venecita que ahora va a cumplir 24 años “¿hija, me acompañás?” Y fuimos y ya lo enfrento al hombre que estaba alambrando, dándonos 20 hectáreas nada más a nosotros… Y le digo “usted este trabajo no lo va a hacer.”; “¿Por qué? No, yo agarré este trabajo y lo tengo que hacer.”; “No señor, esta es mi propiedad.”; “¿Dónde vive usted?”; “En tal lado”, le digo, “ahí tengo mi aguada y todo ¿de quién es peón usted?”; “De Vitar” me dijo. “Ah, muy bien, ustedes tiene que ir a trabajar a otro lado.”; “Bueno, yo voy a dejar.” De noche ha andado alambrando, pasando el alambre nomás, a 200 metros de mi casa, ahí nomás, ahí estaba el alambrado, donde tengo la aguada, quitándome la aguada. Y bueno cuando ya me ponen la radio, que ya tengo la radio, los compañeros llaman ya de Chulpita. Yo urgente llamo a los compañeros, compañeros vengan aquí, vengan a hacer fuerza porque yo aquí no tengo

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fuerza. Y llegaron los compañeros en medio del mes de enero, una calor, a hacer el tornadito ese que pasa. Toda la siesta trabajamos, y nos miraban, y pasaron los mirones y pasaban Y volvieron a plantar postes otra vez, había llovido y voy otra vez a hacerlos dejar el trabajo. Me discute, “No, que yo necesito un peso para vivir.”; “Pero no te va a gustar a vos que vaya a hacer esto a tu casa. Sabés muy bien vos que vivimos aquí.”; “Bueno, voy a ver, voy a hablar, yo soy peón de Miguel Vitar”. A los pocos días me cae Miguel Vitar otra vez, se me apoya sobre la mesa, así, “Rosendita, ¿cuánto querés que te deje?, te doy 500 metros más…”; “¿Cómo 500 metros más? ¿con eso vos querés arreglar conmigo? No hay arreglo. No quiero verte aquí, a ninguno de los dos. No los quiero ver aquí”. Me he defendido con un látigo, mi marido con mis hijos tenían miedo. Para mostrarles que tenía algo, no una escopeta o un cuchillo. Y bueno, bajaron la cabeza y se fueron y me dice uno: “esto no es tuyo”; “Ah no se, le digo, ya vamos a ver…” …después venía la policía y decían que me citaban por… daños y perjuicios. ”Yo no perjudiqué a nadie”, “y bueno, eso tienen que decir”, me decían los policías y me tomaban testimonio en casa, que me presente que había cortado esto, que había hecho esto; “yo no hice nada, estoy luchando por lo que me pertenece”. Y no se movieron más hasta ahora. Se que me han jurado matar, se que Navarro ha dicho “a esa Rosenda Palavecino la voy a matar”. Amenazas también, con ese César Moreno, me ha hecho perseguir por los hijos en un auto, nos han hecho tiros así, cuando vamos pasando para ir al pueblo, porque ellos han usurpado ahí, han tomado un pedazo para hacer una casa. Después nos han hecho matar animales, nos han baleado ovejitas, le han matado caballos a los vecinos, a Céspedes, compañero nuestro, le han baleado vacas. Y bueno, ellos están así como sintiéndose dueños todavía, pero nosotros no los vamos a dejar.

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Un accidente en el camino El 8 de diciembre de 2004, en la ruta provincial 89, cerca de Colonia Dora y camino a la central, un grupo de campesinos y campesinas volvía de una reunión de la Mesa Nacional. Luego de apoyar a unos compañeros de Pampa Pozo que iban a ser desalojados, viajaban en una camioneta del movimiento. La camioneta vuelca y allí fallece Lidia Vera, una luchadora reconocida y de las primeras en organizarse. Su figura permanece como ejemplo para los compañeros de la central Campesina de Pinto, a pesar del distanciamiento de su marido, Santiago Gallardo y de algunos integrantes de la familia, por desacuerdos que se generaron a partir del accidente. Hoy Omar, su hijo, pasados pocos años, retoma las actividades en el movimiento: Omar Gallardo: [Antes de aquello] estaba haciendo el curso de formación, para seguir trabajando con los más chicos, y que te daba ganas de seguir participando, estudiando, he hecho el curso de educador popular, un año, en Pelota de Trapo, en Varela, y después he hecho con Miguel, en el galpón de Quimilí, la escuela campesina que teníamos, yo siempre estoy dispuesto, para dar clases… Yo después de que ha sido el accidente de mi vieja, Lidia, he estado un año, después como que me he alejado, era por ahí, no sé si sea, un desacuerdo, pero yo en la lucha, desde que empecé el primer día, y me he comprometido en lucha siempre, aunque yo no he venido en dos años, no participaba pero siempre pensaba en estar con los compañeros. Ahora se va entendiendo [en mi familia] que yo he quedado siguiendo en la lucha de ella (se refiere a su madre) y hay que aceptarlo… Yo lo que llevo de mi vieja es defender… defender, que a ella le gustaba luchar… yo soy así también, quiero ayudar al otro que lo está necesitando, si puedo dar la mano a uno aunque me quede sin nada lo puedo ayudar… es eso lo que me ha quedado presen-

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te a mí, lo que siento que es la forma de ser de ella, para ayudar para luchar en todo. Omar Aguirre: Ha sido una buena compañera y hasta ahora siempre la recordamos, porque ha sido una compañera que nosotros decíamos, “las topadoras está en tal parte, vamos a avisarle a Shanti y a Lidia”, y ella era la compañera que siempre estaba, (…) ella tiraba lo que [estaba haciendo] y salía, porque teníamos que ir, teníamos que estar, y lo más duro ha sido cuando ha tenido el accidente, lo más duro, porque quién iba a pensar… y a parte aquí habíamos tenido una lucha bastante fuerte, aquí en el lote 20, en la peor época… O. G: Yo lo que me acuerdo siempre cuando hemos estado [juntos] sacando el alambre… Emma Coria: Era una compañera muy buena, ella también ha estado en el desalojo [de nuestro lugar], por eso hemos sentido mucho lo que le ha pasado en este accidente, hemos perdido una compañera… Fernando Coria: Cuatro años hemos ido caminando a Mailín con la compañera… tres días caminando… O. A: Veníamos de lucha tras lucha, era en la carpa verde, era en el 20, hacía cinco o seis meses que estábamos juntos, mejor dicho, viviendo siempre juntos, (…) eran familia, estábamos siempre juntos y justo le ha pasado esto a ella, y entonces han empezado a correr rumores, que esto, que aquello, que ahora que ha muerto esta señora, va a terminar todo ahí y eso es lo que no queríamos, no queríamos que terminara ahí todo, nosotros hemos dicho, “bueno nosotros hemos empezado esta lucha, doña Lidia nos acompañará y seguiremos, como sea, si tenemos que morir todos vamos a morir todos, quedará alguno para luchar y si no ya

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está. Porque en la lucha que hemos empezado que va, falla una compañera, no podemos dejar, es mucho, pero dejar, te quedas con ese sentido digamos, que vos recuerdas lo que has hecho y quede todo tirado, como si nada, es al cohete, una compañera que no hemos valorado”, eso mismo hemos dicho, “como sea pero vamos a salir de esto”.(…) Y hemos salido más fuertes. Ha sido una pérdida muy grande pero siempre hemos valorado esa pérdida, para que no se caiga. Beata Céspedes: Y andar en nombre de ella todos. Dos veces hemos hecho desalojo [a las topadoras] en día 8, y nos ha ido todo bien.

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Indice Notas para una introducción metodológica ......................................... 4 Llegando a Pinto.................................................................................. 12 Los primeros pobladores .................................................................... 28 Campo Cleveland .............................................................................. 46 Otro contacto, la comunidad de Chulpita y su acercamiento al Mo.Ca.SE. 53 Los políticos y los punteros ................................................................. 57 Conflictos en los Lotes 20 y 24 ............................................................ 64 Hostigamientos a fines de 1999 ......................................................... 70 Las topadoras en enero de 2000 ......................................................... 73 Desarrollo del modelo sojero ............................................................... 84 Visiones desde el poder ...................................................................... 86 El proceso organizativo ....................................................................... 88 Las persecuciones ............................................................................... 96 Gramaglia y los catalanes .................................................................... 109 Marchas y contramarchas .................................................................... 115 Detenciones en un viaje a Santiago ...................................................... 120 La ley de desalojos .............................................................................. 122 La carpa que resiste .............................................................................. 130 Intento de desalojo de la familia de Coria ............................................. 136 La memoria de los más jóvenes ............................................................. 141 Con problemas pero con mayor solidez ................................................ 142 Miguel Rodríguez es baleado en el territorio de su comunidad .............. 149 La comisión de base Fortín Unión .......................................................... 158 Un accidente en el camino .................................................................... 165

Fuentes Citadas El Liberal, varios años Nuevo Diario, varios años Huarmi Ashpa, 2000

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Beatriz Gualdieri María Jose Vasquez Lucia Kamienkowski Marcelo Otero Fabián Ferreira Verónica Hendel Javier Di Matteo Leandro Pankonin Leticia G. Wainschenker Norma Michi Diana Vila Juan Mascaro Patricia Durand Esteban Ithurralde Gisel Cabado Sanyú Julián Sotelo Juan Pablo Rodríguez Coralia Vignau Agradecemos a la Universidad Nacional de Luján.

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