Debemos tener mucho respeto por Sui Generis. Quizás con ellos ha comenzado una nueva canción adolescente. Con
mucho lirismo, idealismo, profesores, padres, primeras sábanas compartidas, etc. Lo que en su momento fue visto como una especie de
puro negocio de un rock nacional de morondanga, escuchado hoy, con las antenas abiertas, nos da una clara imágen sonora de la más
pura música que un adolescente necesitaba.
Lean las letras, llenas de imágenes estereotipadas pero claras de la visión del mundo que un ser en crecimiento debe afrontar. El deseo
aún no consumado. Los profesores, la sociedad. Estos discursos eran vigentes en aquellos años y, más importante, cantados en miles
y miles de eventos. Si alguien pedía en una guitarreada “algo que sepamos todos”, la primera canción obligatoria era “Rasguña las
piedras” o “Confesiones de invierno” o “Estación” o “Aprendizaje”. O sea que estas simples canciones, castigadas por la prensa, la TV, la radio y los popes musicales locales, se han colado