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JED COOPER, EXPLORADOR AMERICANO 1952/53

Editor: Manuel Caldas

Apartado 222 4490-909 Póvoa de Varzim, PORTUGAL mcaldas59@sapo.pt www.manuelcaldas.com

Traducción: Rafael Marín

Rotulación: Manuel Caldas

Diseño de portada: Jesús Yugo

I. S. B. N.: 978-989-8355-54-6

Imprime: Líberis España Febrero de 2025

Las planchas de Jed Cooper que se incluyen en este libro no son las primeras de la serie. Antes de estas, en los periódicos habían aparecido ya 113.

A un editor “completista”, normalmente le incomoda mucho empezar la edición de una obra con una parte que no sea sino la inicial. Y más le perturba pensar que tal vez no pueda publicar nunca lo que sería con rigor el volumen primero.

¿Pero qué puede hacer un editor amante de historietas muy bien hechas cuando se le presenta un mazo de más de un centenar de hojas con más de 70 años de edad de un cómic olvidado pero con una aparencia buenísima?; hojas que son las mismas pruebas, perfectamente impresas, que en su época se usaron para su reproducción en los periódicos. ¿Qué hace ese editor con semejante preciosidad aún sabiendo que el mazo de pruebas no contiene el comienzo de la obra?

¡Las publica!

Guión de LLOYD WENDT . Dibujos de DICK FLETCHER

EXPLORANDO (Y RECUPERANDO) LA HISTORIA

Decía Anthony Burgess que la historia de la literatura universal es la historia de los supervivientes de un naufragio: solo conocemos lo que ha sobrevivido al tiempo, no necesariamente por su calidad intrínseca, sino porque no se ha perdido.

Lo mismo sucede con la historieta y, más concretamente, con los títulos de prensa norteamericanos. El inmenso mar de títulos y cabeceras solo deposita en nuestras orillas unos cuantos personajes y autores, posiblemente, sí, los mejores, pero deja sin conocer a tantísimos otros. La hegemonía de King Features Syndicate, ya antes de la Segunda Guerra Mundial, ha hecho que en España sean los personajes que representaba los más conocidos, y explica por qué otros títulos capitales (Terry y los piratas, Dick Tracy incluso Steve Canyon antes de que fuera absorbido por la poderosa agencia) hayan tardado decenas de años en ser medianamente populares.

Hay tantos títulos y autores que gozaron de fugaz fama en sus periódicos de acogida y nunca llegaron más lejos ni pudieron compararse con otros títulos y autores de primera fila… Es el caso que nos ocupa, Jed Cooper, American Scout. Un título que, lo reconozco, yo desconocía: una serie que, sin embargo, duró más de diez años, desde finales de 1949 a bien entrado 1960, creada por Dick Fletcher y Lloyd Wendt como dibujante y guionista respectivamente.

Fue una serie que nunca tuvo tiras diarias y que, constreñida a los suplementos dominicales en color a la estela del Chicago Tribune, se publicó primero con entregas a media página y luego a solo un tercio. Llama la atención el entorno elegido para las aventuras de Cooper: siguiendo posiblemente la influencia de James Fenimore Cooper y su serie de “Calzas de cuero” (el último libro de los cuales es el más famoso, El último mohicano), se nos presenta a un joven intrépido, como intrépidos son todos los héroes de los cómics, en el periodo previo a la guerra de la independencia norteamericana contra la gran metrópoli inglesa: es decir, las guerras indias y las gue-

rras franco-inglesas que luego derivarían en la rebelión. Ahí tenemos como secundario y jefe en la sombra de Cooper nada menos que a Benjamin Franklin. Al menos al principio, como vemos en estas páginas, se sigue la narración sin bocadillos de diálogos, un poco en la línea de Hal Foster y tantos otros, lo cual, en 1950, ya iba un tanto a contracorriente. Es posible que se considerara que esta forma de narrar (tan válida y atractiva como cualquier otra, ojo) le diera una pátina de calidad al producto. Lo mismo podemos decir del apartado artístico: siguiendo al principio la estética de Milton Caniff o Frank Robbins, en este periodo de principios de los años cincuenta el autor se desmelena un tanto, explora a la perfección el montaje con las viñetas grandes (aunque a veces tenga que numerar las viñetas para no confundir al lector) y acaba por acercarse al estilo de George Wunder, que por entonces, y hasta principios de los años setenta, sería el heredero de Terry y los piratas.

La narración quizá peca de usar y tirar demasiados personajes secundarios que son todos muy parecidos (¿qué diferencia a Jock Pierrot de Christopher Gist o Silas Duff?), mientras que se juega demasiado con la ingenuidad de los indios y se abusa del agente francés Jonathan Fox como malo malísimo. Hay un par de momentos adelantados a su tiempo en la relación de Cooper con la reina india, y se echa en falta un poco más de extensión en las historias: todo termina rápido, cumpliendo las semanas previstas, y se pasa a otra historia similar.

Pero el resultado es tremendamente atractivo, se nota que el guionista domina la época y la terminología, aunque vaya un tanto a lo justo en recursos narrativos, y que el dibujante, al menos en esta etapa, se entrega con brío al personaje.

Me quedo con ganas de más, qué quieren que les diga. Esperemos que nuestro maestro arqueólogo Manuel Caldas rescate más historias, porque merecen la pena.

Dick Fletcher Lloyd Wendt

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