Memento Mori

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resultar de interés científica su presencia en el acto. Fuera de ello, los funcionarios del Servicio de Prisiones podrían asistir de todos modos, con autorización del Director General. Los Ministros y el Fiscal de la Corte Suprema, de las Cortes de Apelaciones los Jueces del Crimen de todo el país y el Secretario del Tribunal sentenciador… Eran todos libres de asistir también. Me hubiese sentido como una estrella de rock, de no haber sido porque ese número aún zumbaba en mi cabeza: “1439”. El mismo sacerdote estaba ahí otra vez. Esta vez sí hubo un rosario. Por el rabillo del ojo, noté que había un periodista colegiado designado por cada radioemisora que funcionaba en la localidad. Y así, uno por cada diario, periódico o revista. Incluso había un representante de la Oficina de Informaciones y Radiodifusión de la Presidencia de la República. Realmente era importante acudir a la ejecución de una condena, del tipo “decreto 1439.” Nadie tomaba fotografías ni filmaba. El banquillo estaba a quince metros de todos ellos. Sólo el médico se encontraba más próximo a mí. Ocho componían el pelotón de fusilamiento. Todos mayores de treinta y menores de cincuenta años. Quien los comandaba y

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